Una lección de realidad de un alcance incomprensiblemente amplio. Supongo que al ser tan joven no puedo comprender el alcance de la mayoría de las lecciones que la película trata de transmitir, pero todos tenemos momentos de soledad y momentos por los que por el bien de otra persona es mejor aceptar una derrota. Tal vez no sea bueno actuar así, como en algún momento la película trata de dejar patente, pero aunque no sea lo mejor sí suele ser lo más correcto.
Ya entrando en el aspecto más técnico de la película en sí, podríamos decir que es bastante plana, que no sorprende y que no empatiza e incluso puede llegar a resultar aburrida.

Schmidt es un mediocre empleado, al que despiden de su trabajo y al poco tiempo sufre una pérdida, esto hace que emprenda un viaje.

Irónica y profunda crítica a la clase media norteamericana, Schmidt representa al norteamericano promedio que de lo único que puede enorgullercerse es de haber sido un buen deportista en la secundaria, ya que como padre, esposo y empleado fue un mediocre.
El resto de los personajes retratados de forma mucho más grotesca, representan lo más estrambótico que puede llegar a ser la pequeña burguesía, que trata de combatir lo insignificante de sus vidas con discursos y una "filosofía" de vida más espiritual, o en emprendimientos comerciales condenados al fracaso.

Jaime Contreras Contreras escribió en una ocasión para un prólogo de un libro de Historia, que el análisis de la vida cotidiana era la reflexión de que las vidas anónimas y aparentemente intrascedentes en comparación con los grandes personajes, a pesar de todo están destinadas a seguir su curso, a perpetuarse en una lucha con los avatares del destino.

Alexander Payne nos trae a Scmidt desde el primer plano, con un hombre que mira al inexorable reloj. Un tic y ya no es válido para efectuar su trabajo, pasa media hora y va comprendiendo que muchos de sus amigos y seres queridos están destinados a abandonar este valle de lágrimas. Con este panorama, parece que hay que apretarse el cinturón ante un drama, crítica social... Pero como Payne y su equipo son muy listos, hacen una comedia con dosis de humor negro.

Jack Nicholson toma el control de las operaciones y no hace prisioneros, el espectador empatiza con él desde el primer momento, como bien escribía Carlos Boyero, pasa de una imagen patética a otra enternecedora, creando un protagonista que llena la pantalla con su humanidad, sus miserias más escabrosas y sus grandezas en los actos más pequeños.

Con bisturí, Alexander cuestiona muchos de los estereotipos sociales, saca punta sobre la concepción de la familia, de los deberes impuestos, de nuestro egoísmo... Lo hace con el viaje de un Schmidt muy bien acompañado, con un Nicholson más moderado que nunca, guardando todas sus energías interpretativas para no hacerse pesado, dando el golpe de gracias en el final.

Una carta de amor a esas vida, tan parecidas a las nuestras, ni mejores ni peores... que, a pesar de todo, siguen luchando por continuar.

Aquí Nicholson está estupendo, como en todas sus interpretaciones, pero en esta se revela cómo con la edad se ha metido muy bien en el papel de ese jubilado metódico harto de vivir que emprende un viaje y también un giro a su vida. Y refleja así cómo los años no significan nada mientras uno esté vivo, cómo los viajes siempre son los de Ulises, siempre te hacen cambiar.
Una película sin estridencias ni acción desorbitada que sabe mantener el pulso hasta el final revelándose como un testimonio fidedigno y sin clasificar sobre esa etapa final de la vida.

Hay fases en la vida que son sumamente complicadas y que el cine ha reflejado con misterio, terror, drama o, incluso, la comedia. Aún me queda mucho tiempo para llegar a ella, pero sin duda la jubilación, tras años dedicándote a un trabajo, tiene que ser, también, muy complicada.

Al bueno de Warren Schmidt se le juntan muchas cosas a la hora de la jubilación, tantas, que no es capaz de encontrar el lugar que tiene que ocupar en el mundo. Jack Nicholson, en uno de sus últimos papeles en el cine, da vida al bueno de Warren, que emprenderá un camino de autorrealización que no es, ni mucho menos, el esperado.

Alexander Payne viste este drama de comedia fina para el espectador avispado y que se deje llevar por las andanzas de este personaje. A mi me enganchó desde el minuto uno y, si bien no es tan redonda como ‘Entre copas’ y algunos pasajes dan la impresión simplemente de rellenar, el camino andado junto al protagonista me parece satisfactorio y Nicholson siempre es una gozada. ojito, que también está Kathy Bates metida aquí.

Una buena y bonita película que no deberíais perderos.

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