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El gatopardo

Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
Críticas 81
Críticas ordenadas por utilidad
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10
29 de mayo de 2006
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tengo una fijación especial por este maniático detallista, que lleva el manejo de planos personales hasta niveles astronómicos; El gatopardo tiene ese sello indiscutible del cine de Visconti, el detalle hecho arte, escenas que parecen cuadros, traspasando esa linea que separa un arte del otro; si Truffaut hace novelas visuales, Visconti hace cuadros-películas, y encima una refinada y sutil descripción de la decadencia de una época, una descripción de las muchas caras del corazón humano, atravez de sus distintos personajes, una épica de aquella Sicilia, que si cambiará, pero para mal
-como dice Don Fabrizio, un personaje inmenso (Burt Lancaster extraordinario)-, y que con el tiempo se convertirá en la cuna de las bandas gansteriles mas grandes de la historia.
rey
6
21 de abril de 2010
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
La única novela de Giuseppe Tomasi de Lampedusa no me atrapó. Y vaya si intenté sentirme parte de aquella aristocracia siciliana cuya hegemonía tocaba a su fin. Pero no me interesaron en demasía las tribulaciones de aquellas dinastías ilustres que observaban impotentes cómo los pilares artífices de su sustento se venían abajo.
Lampedusa en la literatura, y Visconti en el cine, narraron un momento candente en la historia de Italia, el de su unificación definitiva. Las tierras que dieron nacimiento a uno de los imperios y uno de los florecimientos culturales más poderosos y ricos, y que en su día fueron el epicentro mundial, pasarían posteriormente a la semioscuridad de toda nación que ha conocido épocas mejores. Dividida y con diversos territorios disputados por otros países europeos, Italia estaba desmembrada.
Lampedusa, descendiente de la arraigada nobleza de Sicilia, conocía a la perfección el orgullo de los isleños que se negaban a formar parte de un Estado unificado. Ellos, reyezuelos y príncipes en su pequeño reino y gobernándose según sus reglas ancestrales, consideraban advenedizos a los que pisaban su honor de nobles a quienes nadie había tosido hasta entonces. Garibaldi y sus luchas unionistas fueron la campana que tocó a muerto para un Régimen que se extinguía.
En la cresta de la ola que se prepara para precipitarse y deshacerse para siempre, don Fabrizio, príncipe de Salina, observa melancólicamente, con resignada clarividencia, el final de su adorada civilización. La sangre azul va a dejar de ser garantía de respeto y de inmunidad. Pronto, nadie se inclinará ante el sonsonete rimbombante de los apellidos de antiguo linaje. Los títulos nobiliarios no serán más que algo anticuado y sin valor, como un papel heredado cuyo contenido ha prescrito hace mucho, y que luce como simple ornamento que se cuelga en la pared para mostrarlo a las visitas.
Don Fabrizio presiente que el pueblo se alzará imparable y conquistará los puestos de poder. La monarquía está próxima a las últimas boqueadas. Nacerá una nueva Italia bajo la misma bandera, la verde, blanca y roja.
Los suyos, los Salina, como las demás dinastías, han de retirarse al segundo plano que les corresponde en el nuevo régimen.
Pero antes, disfrutarán una última vez de sus privilegios. Degustarán la postrera cucharada de la refinada receta que se ha estado transmitiendo de generación en generación. La postrera grandiosidad de sus feudos, de sus mansiones y de sus apellidos que al pronunciarlos parecían adornados con filigrana de oro.
Un último baile, la última oportunidad de sentirse joven antes de hundirse en la indiferencia del tiempo que no tiene piedad, cediendo el puesto a la juventud, que posee las energías suficientes para adecuarse a los radicales cambios que van a acaecer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Visconti se lució como realizador de esta superproducción de época que refleja la extinción de una era y el nacimiento de la actual. Lo que ocurre es que no conecto mucho con las penas de esa cerrada sociedad de aristócratas.
5
10 de marzo de 2022 3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor, para atravesar la crítica de "el gatopardo", es hacer una disección de las tres virtudes y los tres defectos más importantes que encuentro en esta obra:

TRES VIRTUDES

A) La imagen, la fotografía, el color, la escenografía... lo visual. Me ha recordado en parte otra película, "El arca rusa", una obra que se centra en la reproducción de un mundo de hace 100 o 150 años. El buen trabajo escenográfico, con sus paisajes, decorados interiores, vestuarios de época,... todo está al servicio de una plasticidad cromática muy bella, muy destacable, disfrutable.
B) Más que interesante el cogollo de "El gatopardo": El mundo tradicional se va deshaciendo cual azucarillo ante la presencia invasora de las nuevas tendencias modernas. Todo lo nuevo arrasa y lleva a demolición todo lo que procede del pasado, no importa que hubiera habido cosas de valor a considerar, la decadencia arrampla y destruye todo lo que hemos sido, "la novedad" es una religión, los viejos valores son reliquias desconchadas en edificios ruinosos.
C) Burt Lancaster es de los pocos actores norteamericanos que ha sabido sumergirse adecuadamente en la cultura europea. Y por ello logra hacer un papel más que logrado, con fuerza, con credibilidad. Lástima que su voz sea la de doblaje, no podían hacerle hablar bien el italiano.

TRES DEFECTOS

A) El metraje es excesivo para lo que cuenta. Tres horas largas con estiramiento de escenas cual chicle recién mascado. Parece que el propio Visconti se quedó enganchado en su propia fantasía, hay escenas, sobre todo en la hora final, que se alargan sin fin.
B) Visconti nos pinta a la alta burguesía siciliana como entes maravillosos, de lo más gracioso y pintoresco, desprovistos de cualquier maldad... personalmente me ha resultado tendencioso, al modo en que Almodóvar pinta a sus personajes del pueblo llano todos ellos tan tiernos y puros...
C) El recrearse tanto en un montón de aspectos (la relación sentimental de Alain Delon aburre, la guerra poco creíble de los revolucionarios, las interminables imágenes del interior de las mansiones) que nada aportan, acaban lastrando todo el conjunto, haciéndolo pesado y reiterativo. Pero se olvida (y está hablando del tema de la tradición) de enfocar al pueblo llano, al básico, al que contenía esos valores de los que habla Visconti, pero en su forma más pura (no la forma que tiene la clase aristocrática, de peor calidad sin duda).

Aunque entiendo a los que ha podido seducir esta película, tengo que decir que en mi caso han pesado algo más los aspectos deficitarios, y es que con una hora y media menos de cinta, y yendo al grano de la cuestión, creo que habría disfrutado mucho más. Y una hora y media de lastre es demasiado tiempo. Con todo, no me deja mal recuerdo: Un 5,4.
8
22 de septiembre de 2022 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Milimétrica ambientación en ésta obra clásica de Visconti. Extensa duración a ritmo pausado y preciosista. Entretenida y aleccionadora.
El magnetismo de Lancaster es lo mejor del film, mucho más interesante que la historia desarrollada.
Minuciosa y brillante ambientación que invita a la reflexión sobre la juventud y el inevitable paso del tiempo. Más allá de la aristocracia contra la renovación. Excesiva por momentos, algo repetitiva, pero fascinante en su éxito atemporal.
9
9 de septiembre de 2024 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como señalo en el título, este es el concepto, resumido en una frase del sobrino Alfonso (Alaiin Delon), símbolo de los nuevos tiempos de entonces y ejemplo de noble acomodaticio en contraste con su tío, el Principe Salina (Burt Lancaster), esta es la clave de una pelicula de espléndida fotografía y atrezzo (Visconti hace un alarde de preciosismo solo comparable en su tono y trasfondo al de La edad de la inocencia, la película de Scorsese, un realizador que tanto admira el film y que es otra obra maestra). Una de las cosas más importantes de El Gattopardo es el tratamiento de los silencios y las miradas del protagonista. Con ambas expresa más de con lo que dice. En fin, una gran película con un final de retirada personal incierta de un mundo que, no es que no comprenda el Príncipe Salina, sino que lo comprende demasiado bien y lo detesta. El mundo del arribismo, la superficialidad y la sustitución de una clase decadente por otra emergente, tan decadente o más que la suya.
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