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El gatopardo

Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
Críticas 81
Críticas ordenadas por utilidad
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10
24 de enero de 2020 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El resumen de mi crítica es su título.
Pocas veces una novela tan inmensa se convierte por arte de la magia de un genio en una inmensa obra de arte cinematográfica, que incluso supera a la obra literaria original.
Sensibilidad, mordacidad y delicadeza a borbotones.
Disfrute total.
3
8 de junio de 2006
55 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la única obra de Giuseppe Tomassi de Lampedusa. No hay nada que mitifique más que escribir una sóla. Esta novela tiene una frasecita que ha hecho furor: "Es preciso que todo cambie para que nada cambie".
Efectivamente, Visconti va cambiando de ángulo de la cámara cada cierto tiempo, pero nada cambia: la peli sigue siendo un coñazo.

La novela la leí también y tampoco nada cambió: aburrimiento total.

Cuando sueltas una opinión así los enteradillos suelen alegar que este tipo de obritas están hechas para paladares selectos y ya educados o gente de especial sensibilidad. Es mentira. Son los mismos que en el cuento del rey desnudo alababan al monarca por su gusto en el vestir.

Pero bueno, ya se que nada cambiará: para los que van de cultillos esto seguirá siendo una obra maestra. Vale, y Tapies pinta bien...
5
18 de septiembre de 2015
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría empezar hablando de Alain Delon. De hecho, podría seguir luego con Alain Delon y terminar con Alain Delon. Entonces no diría nada de «El gatopardo», obra cumbre en la filmografía de Luchino Visconti. Si fuese atea o agnóstica, la mera existencia de Alain Delon me haría creer en Dios. No añadiré más porque me pierdo.

Creo que al ver esta película hay que tener en una mano un libro de historia y en la otra de ciencias políticas para entenderla en todos sus detalles y así darse cuenta de lo que propone, de lo que omite, de lo que pretende, en lo que acierta y en lo que se equivoca. Yo tenía a mi hermano mayor, que es un crack de estos temas, así que me iba aclarando algunos puntos que me hacían dudar. Con todo, es fácil darse cuenta, con un mínimo de culturilla general, que esta película falla en su mismo planteamiento. Nos presentan al Príncipe de Salina como un señor de alta alcurnia de bastante pasión, fortaleza y temperamento del que suponemos, y la historia quiere insistir en ello, que es un aristócrata conservador. Vale, entonces debería situarse por principios frente a la revolución. Sin embargo, hete aquí que en los primeros minutos se desvela que se adhiere a ella y la financia. De acuerdo, pero ¿por qué? No se explica qué pretende este señor tomando esa decisión en la que se reafirmará durante toda la película y será clave en determinadas situaciones en las que tendrá que posicionarse a favor o en contra de la nueva Italia. ¿Lo hace por miedo? ¿Por cobardía? ¿Por el interés general o propio? Cuando tiene la oportunidad de justificarse, insiste en que «todo tiene que cambiar para que todo siga igual», pero esto qué consecuencias prácticas tiene. ¿Es que no es consciente de la realidad? De hecho, es una postura bastante hipócrita y falsa.

Solo al final, en un interminable baile, a don Fabrizio le entra la nostalgia (¿de qué? ¿No sigue todo igual?) y se da cuenta de su inminente decadencia. Pero esta decadencia, ¿es real? Su miedo a la muerte, ¿tiene sentido a sus cuarenta y cinco años? ¿Se arrepiente de sus decisiones? Nunca lo sabremos. En mi opinión «El gatopardo» quiere ser mucho más tremendista de lo que la historia, por coherencia, lo es. Su mundo aristocrático, cuyos matices ha elegido a cada paso y sin que nadie le obligue, sigue hacia delante. Precisamente no es él quien pierde, sino los otros que se opusieron a la revolución y sí han tenido que renunciar a todo en lo que creen. Fabrizio, ¿en qué cree? ¿Qué idea íntima e inamovible ha hecho añicos? Ninguna. O no nos lo dicen.

Eso sí, «El gatopardo» tiene una preciosa fotografía y puesta en escena, además de una encantadora y cálida dirección de Visconti y un trío protagonista de escándalo. Al susodicho Alain Delon hay que añadir a una bella e inquietante Claudia Cardinale y a un Burt Lancaster soberbio.

Demasiado larga pero de bonito envoltorio.
4
12 de septiembre de 2015
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi hace mucho tiempo "El gatopardo" y no me gustó, aunque no sabía por qué. La verdad es que no la recordaba mucho, lo cual me hacía sospechar que algo relacionado con Angelica (Claudia Cardinale), muy guapa pero de la que nunca te fías, hay algo raro en ella, me desagradó lo suficiente como para olvidarme de la película. Pero no, el motivo es más bien estructural. Lo primero que hay que decir es que "El gatopardo" es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que fue publicada casi un siglo después de los hechos que narra, en 1958 después de varias negativas de diversas editoriales. En efecto, es una reconstrucción del pasado, aunque algo estereotipada, de los últimos años del reino de las Dos Sicilias y los primeros de la Italia unificada, de 1859 a inicios de la década de los 60, en torno al Príncipe Don Fabrizio Salina (Burt Lancaster), que ve como su universo se desmorona al calor de los nuevos acontecimientos políticos. Aquí hay un fallo importante, creo que corregido en la novela, que es la indeterminación de Fabrizio. Realmente no se sabe qué quiere, ni qué le pasa. Abraza el cambio, puede que porque no le quede más remedio, pero lo acaba abrazando para a continuación sentirse hastiado y añorante de un mundo, que no solamente no hemos visto, sino que tampoco va a morir con facilidad. De hecho, Burt Lancaster repite casi papel en "Novecento" (1976), que transcurre más de 40 años después que la presente. Eso es, nada ha cambiado.

Uno de los hallazgos de la película es la famosa frase que da lugar al lampedusismo: "Todo tiene que cambiar para que siga siendo igual". Pero si uno observa detenidamente es justo lo contrario: nada cambia para que siga siendo completamente diferente. En la gran mayoría de los casos, el aciago paso del Antiguo Régimen al Nuevo no se hace mediante una revolución radical, del tipo francés sino de una forma más sutil: la estructura socio-económica, incluso la forma política, sigue prácticamente igual, pero cambian los actores y el espíritu. De hecho, la gran mayoría de los coetáneos no se daban cuenta de la gran transformación de la que eran testigos. Seguía habiendo rey, nobleza e iglesia, pero todo era diferente... y peor. Y llegamos al fallo definitivo de "El gatopardo": no son honestos ni con los unitarios ni con los tradicionalistas. Ni los liberales, ni los nobles se sumaron al nacionalismo italiano para mantener sus privilegios sino, los primeros porque creían en una transformación política, que incluía la unificación de la península y la libertad, con Constitución, derechos individuales, sufragio y parlamento, pero no socio-económica, vamos el liberalismo moderado, y lo segundos porque aunque muchos lo hicieron, otros siguieron siendo leales a los Borbones. En concreto, el movimiento legitimista fue fuerte, apoyado por religiosos y campesinos esquilmados por el nuevo régimen, y por eso los liberales lo aplastaron mediante el terror, con saqueos, detenciones masivas y miles de ejecuciones extrajudiciales.
3
16 de septiembre de 2022
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué vestuarios! ¡Qué decorados! ¡Qué paisajes! ¡Qué actuaciones! ¡Insuperables! -Pero oye, entonces ¿se trata de la mejor película de la historia, no? -Bueno, no, es que tiene un pequeño problema: ¡Qué aburrida es la desgraciada, la madre que la parió! Sucesión de batallas, bailes, vistas bonitas, gente hablando de cosas que duermen a las ovejas... Pero la película no es de nada; no te hace sentir pena, no te da angustia, ni miedo, tampoco tiene intriga... ni siquiera se aprende histora. No tiene nada. No es de nada. No produce ninguna emoción, como no sea que el aburrimiento sea una emoción. Dura tres horas pero parece que durase un día entero... Y cuando tras un tiempo infinito por fin acaba, uno dice: -¡Por fin! ¡Qué descanso! Si eres una persona normal, como yo, que no tenemos la suerte de ser tan "inteligentes" como los gafapastas, y como yo, lo principal que buscas en una película es que te entretenga, pues ya te imaginas lo que voy a decir: huye de esta (y si puedes, de los gafapastas). Como punto a favor puedo decir una cosa: hace años me leí la novela, y es aún peor.
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