El gatopardo
1963 

7.8
17,248
Drama
Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
20 de marzo de 2023
20 de marzo de 2023
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tiempo de nace y otro que muere... una revolución, una tensión por lo que va a venir, un problema diletante, una realidad que atropella a quiene no se suben al tren de la modernidad. Una sociedad algo más que clasista o conservadora. Una sociedad radicalmente distinta.
El largometraje muestra la vida de Don Fabrizio, Príncipe de Salina y de su familia, que se ve alterada al ser Sicilia invadida por las tropas de Garibaldi en la época del Risorgimento: en la unificación de Italia a mitad del Siglo XIX.
La revuelta provoca que la familia se refugié en la casa de campo que la familia tiene en Donnafugatta. El sobrino favorito del príncipe es un simpatizante de los rebeldes, pero más por modernidad y juventud que por auténtico convencimiento.
"Qué hermoso país sería este si no hubiera tantos Jesuitas" le dice el aristócrata al cura de pueblo...
"Si queremos que todo quede como está, es preciso que cambie todo", frase mítica que le dice el sobrino al tío al comienzo de la película, cuando decide abandonar la familia para irse a las montañas con los rebeldes.
"Somos seres humanos en plena transformación" le dice el principe al cura, quizá como apreciación
Un reparto de escándalo con tres actores absolutamente míticos: Burt Lancaster como el príncipe que aprecia la realidad que viene, que es capaz de comprenderla desde un punto de vista intelectual, que no comparte porque sería renunciar a sus privilegios de clase pero que sí es capaz de valorar y entender: sabe que es inevitable.
La aparición de Claudia Cardinale en la mansión, al minuto 58 de película, lo cambia todo, es otra cinta. Guapa, enigmática, sensual, delicada... impresionante.
Alain Delon como sobrino del príncipe y simpatizante de la revolución en un papel muy celebrado y recordado.
Están acompañados de Paolo Stoppa, Rina Morelli, Romolo Valli, Terence Hill como soldado de Garibaldi, Pierre Clémenti, Lucilla Morlacchi, Giuliano Gemma, Ida Galli, Ottavia Piccolo, y Serge Reggiani.
El guion es de Suso Cecchi d'Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli, y Luchino Visconti, sobre una conocidísima novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, la única que escribió, de claro trazo autobiográfico.
Me ha gustado mucho la música de Nino Rota, todo un clásico. La fotografía es de Giuseppe Rotunno, limpia y colorista, en tonos tierra y pastel: ocres, trises, negros... un magnífico tratamiento del polvo, que por momentos parece en suspensión.
El director es un grande verdad: Visconti. Todo lo que he visto de él me ha parecido magnífico, en mayor o menor medida. Me podrá haber gustado algo más o algo menos, pero todas las películas me han parecido excelentes. Todo está muy cuidado, la ropa, el atrezzo, la música, la ambientación, los escenarios, los decorados, loa animales -perros, caballos-, las labores de labranza, el cielo de Palermo. Hay planos que son una auténtica composición pictórica, particularmente en del picnic en el campo, con los personajes agrupados alrededor de un mantel -sábana más bien- enorme y de color blanco posado en el suelo y sobre el que se han depositado las viandas y los vinos, los platos y los enseres.
El largometraje muestra la vida de Don Fabrizio, Príncipe de Salina y de su familia, que se ve alterada al ser Sicilia invadida por las tropas de Garibaldi en la época del Risorgimento: en la unificación de Italia a mitad del Siglo XIX.
La revuelta provoca que la familia se refugié en la casa de campo que la familia tiene en Donnafugatta. El sobrino favorito del príncipe es un simpatizante de los rebeldes, pero más por modernidad y juventud que por auténtico convencimiento.
"Qué hermoso país sería este si no hubiera tantos Jesuitas" le dice el aristócrata al cura de pueblo...
"Si queremos que todo quede como está, es preciso que cambie todo", frase mítica que le dice el sobrino al tío al comienzo de la película, cuando decide abandonar la familia para irse a las montañas con los rebeldes.
"Somos seres humanos en plena transformación" le dice el principe al cura, quizá como apreciación
Un reparto de escándalo con tres actores absolutamente míticos: Burt Lancaster como el príncipe que aprecia la realidad que viene, que es capaz de comprenderla desde un punto de vista intelectual, que no comparte porque sería renunciar a sus privilegios de clase pero que sí es capaz de valorar y entender: sabe que es inevitable.
La aparición de Claudia Cardinale en la mansión, al minuto 58 de película, lo cambia todo, es otra cinta. Guapa, enigmática, sensual, delicada... impresionante.
Alain Delon como sobrino del príncipe y simpatizante de la revolución en un papel muy celebrado y recordado.
Están acompañados de Paolo Stoppa, Rina Morelli, Romolo Valli, Terence Hill como soldado de Garibaldi, Pierre Clémenti, Lucilla Morlacchi, Giuliano Gemma, Ida Galli, Ottavia Piccolo, y Serge Reggiani.
El guion es de Suso Cecchi d'Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli, y Luchino Visconti, sobre una conocidísima novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, la única que escribió, de claro trazo autobiográfico.
Me ha gustado mucho la música de Nino Rota, todo un clásico. La fotografía es de Giuseppe Rotunno, limpia y colorista, en tonos tierra y pastel: ocres, trises, negros... un magnífico tratamiento del polvo, que por momentos parece en suspensión.
El director es un grande verdad: Visconti. Todo lo que he visto de él me ha parecido magnífico, en mayor o menor medida. Me podrá haber gustado algo más o algo menos, pero todas las películas me han parecido excelentes. Todo está muy cuidado, la ropa, el atrezzo, la música, la ambientación, los escenarios, los decorados, loa animales -perros, caballos-, las labores de labranza, el cielo de Palermo. Hay planos que son una auténtica composición pictórica, particularmente en del picnic en el campo, con los personajes agrupados alrededor de un mantel -sábana más bien- enorme y de color blanco posado en el suelo y sobre el que se han depositado las viandas y los vinos, los platos y los enseres.
13 de julio de 2024
13 de julio de 2024
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece difícil encontrar una obra mejor o más admirable que "El Gatopardo" en la, por otra parte, no muy extensa filmografía de Luchino Visconti.
Se trata de una esplendorosa adaptación de la maravillosa novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, una obra literaria que Visconti toma como base para retratar de forma inmejorable un momento concreto de la transformación política en Italia: el proceso de unificación de la península iniciado por Garibaldi, el cual tiene como consecuencia el ascenso de la nueva burguesía liberal y enriquecida en el comercio que conlleva inevitablemente la decadencia y el declive de la vieja aristocracia terrateniente y feudal, abocada a ceder sus posiciones de control y dominio y, por tanto, a una ineludible desaparición.
Burt Lancaster (se barajó a Laurence Olivier para el papel) está inmenso como representante de ese universo aristocrático que se desvanece (al que pertenecía en origen el propio Visconti), mientras que tanto Alain Delon como Claudia Cardinale demuestran con sus admirables actuaciones el porque han pasado a la historia como dos de las mayores estrellas que ha dado el cine europeo.
La puesta en escena de Visconti es simplemente colosal, mastodóntica, cuidada hasta el más mínimo detalle, lo cual le permite recrear de una manera asombrosamente real y fidedigna tanto el contexto histórico descrito (la Sicilia de finales del siglo XIX y principios del XX) como a unos personajes impecablemente definidos.
También merecen una cerrada ovación la bellísima música del genial Nino Rota, la labor de orfebrería que supone el opulento diseño de producción de Mario Barbuglia, y la hermosa fotografía de Giuseppe Rotunno con iluminación de esencia pictórica.
Toda esa conjunción de talentos ofreció lo mejor de si mismos bajo la supervisión y control de un Visconti en estado de gracia, cuya mirada exquisita, lírica y decididamente nostálgica ofrece una visión derrotista y desencantada de la condición humana en esta lujosa y refinada obra de arte, la cumbre a nivel estético y a todos los niveles de su trayectoria.
Se trata de una esplendorosa adaptación de la maravillosa novela homónima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, una obra literaria que Visconti toma como base para retratar de forma inmejorable un momento concreto de la transformación política en Italia: el proceso de unificación de la península iniciado por Garibaldi, el cual tiene como consecuencia el ascenso de la nueva burguesía liberal y enriquecida en el comercio que conlleva inevitablemente la decadencia y el declive de la vieja aristocracia terrateniente y feudal, abocada a ceder sus posiciones de control y dominio y, por tanto, a una ineludible desaparición.
Burt Lancaster (se barajó a Laurence Olivier para el papel) está inmenso como representante de ese universo aristocrático que se desvanece (al que pertenecía en origen el propio Visconti), mientras que tanto Alain Delon como Claudia Cardinale demuestran con sus admirables actuaciones el porque han pasado a la historia como dos de las mayores estrellas que ha dado el cine europeo.
La puesta en escena de Visconti es simplemente colosal, mastodóntica, cuidada hasta el más mínimo detalle, lo cual le permite recrear de una manera asombrosamente real y fidedigna tanto el contexto histórico descrito (la Sicilia de finales del siglo XIX y principios del XX) como a unos personajes impecablemente definidos.
También merecen una cerrada ovación la bellísima música del genial Nino Rota, la labor de orfebrería que supone el opulento diseño de producción de Mario Barbuglia, y la hermosa fotografía de Giuseppe Rotunno con iluminación de esencia pictórica.
Toda esa conjunción de talentos ofreció lo mejor de si mismos bajo la supervisión y control de un Visconti en estado de gracia, cuya mirada exquisita, lírica y decididamente nostálgica ofrece una visión derrotista y desencantada de la condición humana en esta lujosa y refinada obra de arte, la cumbre a nivel estético y a todos los niveles de su trayectoria.
25 de agosto de 2012
25 de agosto de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había visto varias veces esta película y no había logrado nunca comprenderla – resultándome estéticamente sensual y elegante pero difícil y pesada -, pero tras verla de nuevo por fin creo que pude captar su significado como una importante obra de, al menos, la cultura italiana. Luchino Visconti, aristócrata milanés de gran cultura y vinculado al Partido Comunista, en esta adaptación de la novela de Lampedusa, nos acerca al Risorgimento desde el punto de vista de una familia aristócrata del sur (como icono de la oposición a la unidad italiana) pero de la mano de unos personajes que a menudo no se ajustan al papel que a priori se supone que deberían jugar. Visconti nos propone un juego durante el cual uno de los jugadores – el que va a perder – entiende y asume su destino como un requisito para poder jugar a otro juego con otras reglas, aunque en el mismo tablero.
- Todo debe cambiar para que nada cambie: Las clases sociales se sustituyen las unas a las otras, turnándose (relevo histórico de las clases sociales), partiendo de la idea de que la sociedad en su conjunto aspira a la estabilidad que caracteriza a la clase media como punto de equilibrio en la dinámica de lucha de clases. Entiendo que esta es la interpretación que hace Visconti del materialismo histórico marxista heredero de la dialéctica hegeliana. Existe una relación de reciprocidad cíclica entre las condiciones que provocan cambios en la sociedad y la configuración de nuevos modelos sociales a partir de los cuales van a nacer las condiciones necesarias (contradicciones) para producir nuevos cambios que sirvan de base para nuevos modelos, y así sucesivamente.
- La Iglesia como institución está destinada a ser eterna y por tanto va a estar dispuesta siempre a enfrentarse a cualquier grupo social que se interponga en su objetivo de dominio y control social. En este sentido, el rol socio-político y económico de la Iglesia como institución dominante viene siendo disputado por el industrialismo, conducido por las nuevas clases pudientes de naturaleza capitalista, desde mediados del siglo XIX pero de modo más claro desde la consolidación del capitalismo como modelo generalizado de producción y la imposición social de la moral capitalista desde mediados del siglo XX.
- La dinámica de confrontación que alimenta las relaciones entre norte y sur desde la unificación italiana (1861) - causada por el modo en que se impuso tal unidad (mediante la guerra) y los distintos factores que conformaban la naturaleza social, política, cultural y económica del norte y el sur de la península itálica – supuso un lastre que estuvo y está presente todavía en ellas. Nacida fundamentalmente desde el norte de Italia, los principios que guiaban el espíritu nacionalista italiano eran liberales y centralistas, mientras que en el sur la cultura política era de súbdito y tradicionalista. Esta dinámica de confrontación entre dos mundos tan distintos es principalmente lo que explica la existencia de la mafia como modelo de resistencia frente a la imposición del modelo centralista (recordemos que el fascismo perseguía a la mafia como fenómeno que se oponía a su poder). Hoy día existe una situación compleja en la que, por un lado, las organizaciones mafiosas (herederas de aquellas guerrillas de oposición frente a la unificación de signo liberal) imponen un modelo de cultura política y, por otro lado, cierto capitalismo industrial simbolizado por el eje Turín-Milán adopta una actitud hipócrita en la cual apela a la lucha antimafia pero simultáneamente se sirve de los servicios que le ofrecen las organizaciones mafiosas.
- El príncipe de Salina, acompañado de su familia, se refugia de los cambios que se están produciendo no sólo asumiendo que no suponen más que la condición necesaria para retomar su apacible existencia aristocrática ya anticuada (reflejando con ello un punto de vista conservador de defensa del status social de clase), sino negando el propio cambio. Aunque todo parece cambiar, en realidad nada cambia porque se asume que no ocurre nada.
- Todo debe cambiar para que nada cambie: Las clases sociales se sustituyen las unas a las otras, turnándose (relevo histórico de las clases sociales), partiendo de la idea de que la sociedad en su conjunto aspira a la estabilidad que caracteriza a la clase media como punto de equilibrio en la dinámica de lucha de clases. Entiendo que esta es la interpretación que hace Visconti del materialismo histórico marxista heredero de la dialéctica hegeliana. Existe una relación de reciprocidad cíclica entre las condiciones que provocan cambios en la sociedad y la configuración de nuevos modelos sociales a partir de los cuales van a nacer las condiciones necesarias (contradicciones) para producir nuevos cambios que sirvan de base para nuevos modelos, y así sucesivamente.
- La Iglesia como institución está destinada a ser eterna y por tanto va a estar dispuesta siempre a enfrentarse a cualquier grupo social que se interponga en su objetivo de dominio y control social. En este sentido, el rol socio-político y económico de la Iglesia como institución dominante viene siendo disputado por el industrialismo, conducido por las nuevas clases pudientes de naturaleza capitalista, desde mediados del siglo XIX pero de modo más claro desde la consolidación del capitalismo como modelo generalizado de producción y la imposición social de la moral capitalista desde mediados del siglo XX.
- La dinámica de confrontación que alimenta las relaciones entre norte y sur desde la unificación italiana (1861) - causada por el modo en que se impuso tal unidad (mediante la guerra) y los distintos factores que conformaban la naturaleza social, política, cultural y económica del norte y el sur de la península itálica – supuso un lastre que estuvo y está presente todavía en ellas. Nacida fundamentalmente desde el norte de Italia, los principios que guiaban el espíritu nacionalista italiano eran liberales y centralistas, mientras que en el sur la cultura política era de súbdito y tradicionalista. Esta dinámica de confrontación entre dos mundos tan distintos es principalmente lo que explica la existencia de la mafia como modelo de resistencia frente a la imposición del modelo centralista (recordemos que el fascismo perseguía a la mafia como fenómeno que se oponía a su poder). Hoy día existe una situación compleja en la que, por un lado, las organizaciones mafiosas (herederas de aquellas guerrillas de oposición frente a la unificación de signo liberal) imponen un modelo de cultura política y, por otro lado, cierto capitalismo industrial simbolizado por el eje Turín-Milán adopta una actitud hipócrita en la cual apela a la lucha antimafia pero simultáneamente se sirve de los servicios que le ofrecen las organizaciones mafiosas.
- El príncipe de Salina, acompañado de su familia, se refugia de los cambios que se están produciendo no sólo asumiendo que no suponen más que la condición necesaria para retomar su apacible existencia aristocrática ya anticuada (reflejando con ello un punto de vista conservador de defensa del status social de clase), sino negando el propio cambio. Aunque todo parece cambiar, en realidad nada cambia porque se asume que no ocurre nada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
- En este sentido, el príncipe, al ser invitado a formar parte del Senado del nuevo reino, recuerda que Sicilia (extensivo a todo el sur), nunca fue un territorio independiente: tampoco lo sería en la recién nacida Italia.
- Me resulta interesante la relación del príncipe Don Fabrizio (Burt Lancaster) – hombre abierto y tolerante que ve al liberalismo como un mal menor y al antiguo régimen como un modelo anticuado del que alguna vez formó parte - con su revolucionario sobrino (Alain Delon) – símbolo del espíritu joven combatiente que me recuerda al izquierdismo juvenil al que Lenin hizo referencia - así como la del príncipe con el Padre Pirrone (Romolo Valli) – símbolo de la pugna en el propio seno de las clases pudientes - así como la trasgresora Angelica (Claudia Cardinale) y Don Colagero (Paolo Stoppa), que representa el ascenso de la clase media baja en el seno de una sociedad aristocrática. Resulta interesante también Don Ciccio, que reivindica el antiguo régimen y el tradicionalismo, adoptando una postura antiliberal reaccionaria, y se autodefine apolítico, confundiendo dos esferas distintas: la política como cosmovisión que toda persona tiene y la política como posicionamiento sobre un modo determinado de gestionar los asuntos de la cosa pública; política como idea general y política como idea determinada, más o menos fundamentada.
- El baile final simboliza, a mi entender, además de la estabilidad tras la guerra y la consolidación del nuevo sistema político, la confirmación de que, tras el cambio, todo sigue igual en realidad.
- Me resulta interesante la relación del príncipe Don Fabrizio (Burt Lancaster) – hombre abierto y tolerante que ve al liberalismo como un mal menor y al antiguo régimen como un modelo anticuado del que alguna vez formó parte - con su revolucionario sobrino (Alain Delon) – símbolo del espíritu joven combatiente que me recuerda al izquierdismo juvenil al que Lenin hizo referencia - así como la del príncipe con el Padre Pirrone (Romolo Valli) – símbolo de la pugna en el propio seno de las clases pudientes - así como la trasgresora Angelica (Claudia Cardinale) y Don Colagero (Paolo Stoppa), que representa el ascenso de la clase media baja en el seno de una sociedad aristocrática. Resulta interesante también Don Ciccio, que reivindica el antiguo régimen y el tradicionalismo, adoptando una postura antiliberal reaccionaria, y se autodefine apolítico, confundiendo dos esferas distintas: la política como cosmovisión que toda persona tiene y la política como posicionamiento sobre un modo determinado de gestionar los asuntos de la cosa pública; política como idea general y política como idea determinada, más o menos fundamentada.
- El baile final simboliza, a mi entender, además de la estabilidad tras la guerra y la consolidación del nuevo sistema político, la confirmación de que, tras el cambio, todo sigue igual en realidad.
27 de octubre de 2014
27 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Notable filme éste de Visconti, de proporciones colosales, de presupuesto mareante, de señoriales decorados y de pomposo vestuario, con una fotografía de primera y echado a rodar por un envidiable elenco de actores. Si a estos y otros muchos ingredientes añadimos que el lombardo es todo menos manco en eso de dirigir películas, muy mal se nos tiene que dar para que el combinado final no nos termine de convencer para cuando nos planten la palabra FINE delante de las narices. Y grosso modo así fue, sólo que con algún que otro ‘pero’ que me destiñe ligeramente el conjunto, y es que a mi entender el bueno de Visconti se involucra en exceso en este proyecto, toma partido, se calza la misma botas del inmenso Burt Lancaster, también él se pone en la piel de Don Frabrizio Salina y su causa, sus temores y sus demonios pasan a ser los suyos propios. Y pienso yo que se pierde una oportunidad de primera para retratar las ambigüedades de una época y las clases sociales que la definen, las que suben y las que bajan, pero tanto unas como otras cargaditas de miserias bajo el faldón. Desconozco los pormenores y tono de la novela original, tan sólo he leído por ahí que el protagonista no era sino el álter ego del autor. El director italiano también procedía de familia aristocrática y puede que ahí se halle la razón del ataque unilateral hacia sus ‘hienas y chacales’, y del filtro romántico con el que tiñe la mirada hacia sus ‘leones y leopardos’.
12 de noviembre de 2015
12 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un muy buen profesor mío que estaba al borde de la jubilación, solía repetir que se sentía como ''el bibliotecario de Alejandría''. Con el transcurrir de los años, ya me pensaba que era una de esas frases lapidarias como ''quién le ha visto y quien lo ve'', o ''donde dijo digo, digo Diego''. Pero resulta que no, ya que un buen día lo vi y le pregunté.
Su explicación era sencilla; solía repetir eso porque sentía que su mundo ya había acabado. Y que las nuevas generaciones quemarían la biblioteca olvidándose de todo lo que había dentro. Aunque pensase que ese futuro podría ser para mejor, lo cierto es que era una batalla que ya no le tocaba librar. Lo suyo era morir quemado entre libros, como el bibliotecario de Alejandría.
Gatopardo me recordó inmediatamente a este citado profesor. Pues nos narra la historia de gente que les toca vivir por mundos crepúsculares. Un personaje que infunde respeto a la par que lástima. Demasiado joven para ser olvidado, aunque demasiado viejo para cambiar. Que negocia con el futuro, pero se mantiene con sus ideales atrincherados. Pues acaba aceptando que su tiempo expira aquí.
Su explicación era sencilla; solía repetir eso porque sentía que su mundo ya había acabado. Y que las nuevas generaciones quemarían la biblioteca olvidándose de todo lo que había dentro. Aunque pensase que ese futuro podría ser para mejor, lo cierto es que era una batalla que ya no le tocaba librar. Lo suyo era morir quemado entre libros, como el bibliotecario de Alejandría.
Gatopardo me recordó inmediatamente a este citado profesor. Pues nos narra la historia de gente que les toca vivir por mundos crepúsculares. Un personaje que infunde respeto a la par que lástima. Demasiado joven para ser olvidado, aunque demasiado viejo para cambiar. Que negocia con el futuro, pero se mantiene con sus ideales atrincherados. Pues acaba aceptando que su tiempo expira aquí.
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