Día de lluvia en Nueva York
2019 

6.3
15,865
Romance. Comedia
Gatsby Welles (Timothée Chalamet) y Ashleigh (Elle Fanning) son una joven pareja enamorada de universitarios que se dispone a pasar un fin de semana en la ciudad de Nueva York. Ella va a entrevistar al reconocido cineasta Roland Pollard (Liev Schreiber), que pasa por un momento de crisis creativa, y durante su azarosa aventura conocerá al cautivador actor Francisco Vega (Diego Luna). Por su parte, Gatsby también conocerá a una joven, ... [+]
8 de marzo de 2020
8 de marzo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo los comentarios de los "críticos" y me da la sensación que no han captado el mensaje fino de Allen y sólo se repiten unos a otros con comentarios tales como "Allen sigue a lo suyo, imperturbable, obstinado, inmortal", "augura algo muy bonito, con olor a melancolía, a equívocos, a encuentros inesperados, a sorpresas" etc, etc, etc.
Antes que nada, WA no es que sea melancólico de NY sino que, como digno hijo de la ciudad y SU ciudad, de la cual está perdidamente enamorado, todos sus films transcurren allí.-
Ya a los 20 minutos de iniciada la película, muestra que Ashleigh es una muchacha de familia de banqueros, rica, pero...provinciana ( "-de qué hablan? de cactus? - no, de víboras"). Provincialismo que se muestra no solo en la vestimenta misma de ella (a diferencia de la Gatsby al cual muestra con una vestimenta muy citadina) sino también en cada paso que da con su cholulismo ante los actores y directores ("mi amiga, muere por usted") ("técnicamente, no somos novios"), ("si me acuesto con alguien famoso, lo podré contar a mis nietos) etc...
Gatsby se mueve en la ciudad como pez en el agua (y bajo el agua) y constantemente la película muestra que él es un digno hijo de la ciudad (esto se ve también en todos los lugares a los cuales va y quiere llevarla, mientras ella vive inmersa en su cholulismo) y para reafirmar esa diferencia entre la gran ciudad y la provincia es el diálogo final donde ponen de manifiesto el origen y pertenencia al lugar de cada uno.
Ashleigh va a la ciudad a "ganar" en lo suyo y Gatsby va a la ciudad a lo que es suyo: vivir.
Es una película linda, pasatista, llena de giros y frases oportunas. Lo que sí es interesante es el recambio generacional que Woody Allen hace en el film: actores jóvenes que pueden gustar de Irving Berlin.
Antes que nada, WA no es que sea melancólico de NY sino que, como digno hijo de la ciudad y SU ciudad, de la cual está perdidamente enamorado, todos sus films transcurren allí.-
Ya a los 20 minutos de iniciada la película, muestra que Ashleigh es una muchacha de familia de banqueros, rica, pero...provinciana ( "-de qué hablan? de cactus? - no, de víboras"). Provincialismo que se muestra no solo en la vestimenta misma de ella (a diferencia de la Gatsby al cual muestra con una vestimenta muy citadina) sino también en cada paso que da con su cholulismo ante los actores y directores ("mi amiga, muere por usted") ("técnicamente, no somos novios"), ("si me acuesto con alguien famoso, lo podré contar a mis nietos) etc...
Gatsby se mueve en la ciudad como pez en el agua (y bajo el agua) y constantemente la película muestra que él es un digno hijo de la ciudad (esto se ve también en todos los lugares a los cuales va y quiere llevarla, mientras ella vive inmersa en su cholulismo) y para reafirmar esa diferencia entre la gran ciudad y la provincia es el diálogo final donde ponen de manifiesto el origen y pertenencia al lugar de cada uno.
Ashleigh va a la ciudad a "ganar" en lo suyo y Gatsby va a la ciudad a lo que es suyo: vivir.
Es una película linda, pasatista, llena de giros y frases oportunas. Lo que sí es interesante es el recambio generacional que Woody Allen hace en el film: actores jóvenes que pueden gustar de Irving Berlin.
26 de mayo de 2020
26 de mayo de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Corren malos tiempos en lo personal para este artista genial que es Woody Allen. No seré yo quien ponga la mano en el fuego por ningún ser humano pero lo peor que puede pasar es que te caiga encima la condena de la duda. Ni sí ni no sino todo lo contrario. Condenado y absuelto a partes iguales en su entorno privado. Intachable en su entorno profesional (no es un Harvey Weinstein de turno). Absuelto en lo judicial con un envenenado "pero" de conducta inapropiada por parte del juez. Ni siquiera los extensos y sesudos informes de varios centros especializados en detectar abusos a menores que certifican que su hija Dylan no sufrió abusos sexuales le han librado de la maldición de la duda que le acompañará hasta el final de sus días, donde según su filosofía existencial ya le dará igual lo que se piense para bien o para mal de él y de su obra, que a un servidor le ha dado y le sigue dando tantas alegrías.
Y dicho lo cual comentaba José Luis Garci a tenor de su último "crack" que no ponerse "otoñal" a ciertas edades denota que algo falla. Y Allen se pone otoñal como corresponde a la par que juvenil en esta su penúltima entrega a sus 85 años tan encantadora como imperfecta demostrando que quien tuvo retuvo. Una fábula neoyorquina más, preñada de nostalgia que rebusca en sus rincones más icónicos el rebrote perenne de las emociones en las nuevas generaciones, que aún hay esperanza en tiempos donde el romanticismo, el amor, los besos, son especies en peligro de extinción. Aún es capaz el Allen escritor de colocar algunos diálogos y frases de su particular y exquisita cosecha en una inverosímil trama que se enreda y desenreda por arte de la magia del cine, bajo la maravillosa e increíble luz capturada por la fotografía de otro genio: Vittorio Storaro.
cineziete.wordpress.com
Y dicho lo cual comentaba José Luis Garci a tenor de su último "crack" que no ponerse "otoñal" a ciertas edades denota que algo falla. Y Allen se pone otoñal como corresponde a la par que juvenil en esta su penúltima entrega a sus 85 años tan encantadora como imperfecta demostrando que quien tuvo retuvo. Una fábula neoyorquina más, preñada de nostalgia que rebusca en sus rincones más icónicos el rebrote perenne de las emociones en las nuevas generaciones, que aún hay esperanza en tiempos donde el romanticismo, el amor, los besos, son especies en peligro de extinción. Aún es capaz el Allen escritor de colocar algunos diálogos y frases de su particular y exquisita cosecha en una inverosímil trama que se enreda y desenreda por arte de la magia del cine, bajo la maravillosa e increíble luz capturada por la fotografía de otro genio: Vittorio Storaro.
cineziete.wordpress.com
18 de junio de 2020
18 de junio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allen casi nunca defrauda. En esta ocasión ofrece lo de siempre, otra comedia dramática de enredo en la que distintos personajes tratan de encontar el sentido de sus vidas. Con algunos golpes de humor y alguna que otra sorpresa el genio neoyorkino vuleve a deleitarnos con una historia que sin ser una gran película te mantiene a la expectativa durante sus noventa minutos, y eso hoy en día ya es mucho.
4 de agosto de 2019
4 de agosto de 2019
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta ir al cine y ver una vez más a Woody Allen, aunque esta película en vez de un día lluvioso, ha sido una tormenta para Allen, por fin ha visto la luz y le ha costado mucho que esta película llegase a los cines, por eso he decidido ir a verla.
No voy a discutir la inocencia o culpabilidad de Allen, quiero juzgarlo como artista y para mi es uno de los grandes directores de cine de todos los tiempos, y aunque ya es mayor, y se nota en la calidad de sus películas, sigue siendo un placer ir al cine para ver sus películas.
En este caso no cuenta ya nada nuevo, todo está dicho en sus anteriores películas, pero me gusta ver el ambiente que sabe crear, aunque la película no es redonda, en absoluto, está muy lejos de ser una obra maestra, pero disfruto de sus historias, de su Nueva York, de sus personajes y de sus críticas sociales.
No hay nada nuevo en esta historia que no haya sido contado en toda su anterior filmografía, pero cuando suenan los primeros acordes y se ven las letras del comienzo pienso...ya estoy en una de Woody Allen.
Sin ser una obra maestra, me ha hecho pasar un buen rato, y eso es muy difícil hoy en día.
No voy a discutir la inocencia o culpabilidad de Allen, quiero juzgarlo como artista y para mi es uno de los grandes directores de cine de todos los tiempos, y aunque ya es mayor, y se nota en la calidad de sus películas, sigue siendo un placer ir al cine para ver sus películas.
En este caso no cuenta ya nada nuevo, todo está dicho en sus anteriores películas, pero me gusta ver el ambiente que sabe crear, aunque la película no es redonda, en absoluto, está muy lejos de ser una obra maestra, pero disfruto de sus historias, de su Nueva York, de sus personajes y de sus críticas sociales.
No hay nada nuevo en esta historia que no haya sido contado en toda su anterior filmografía, pero cuando suenan los primeros acordes y se ven las letras del comienzo pienso...ya estoy en una de Woody Allen.
Sin ser una obra maestra, me ha hecho pasar un buen rato, y eso es muy difícil hoy en día.
14 de octubre de 2019
14 de octubre de 2019
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gozo al ver como a sus ochenta y tres años, Woody Allen, uno de los más grandes de la historia del cine, de la comedia, la literatura y la inteligencia aplicada al séptimo arte, sigue sin parangón alguno regalándonos sus inconfundibles historias orquestadas bajo su prodigiosa mente, con la creatividad y el corazón intactos.
A un ritmo sin igual de película por año, el director nos trae otro trabajo con un sabor ''Alleniano''. Nueva York, lluvia, personajes con un carácter anclado al pasado y un sin fin de situaciones que solo el genio de Brooklyn puede firmar.
Muchos han sido los obstáculos para que A Rainy Day in New York haya podido llegar sana y salva a la gran pantalla tras el acorralamiento público al que la corrección política actual ha sometido inmisericordemente al genio neoyorquino, por un caso del que fue absuelto hasta en dos ocasiones.
Pese a las trabas he podido verla, y como de costumbre he vuelto a un estado de embeleso constante. No he desatado ninguna carcajada, pero la sonrisa ha estado desde el comienzo de sus característicos títulos de créditos hasta el cierre de ellos. Y es que, estando Allen en estado de gracia, es extraño que no empatices con sus personajes, rías con sus insólitas situaciones o te enamores de sus geniales conversaciones.
La historia nos muestra a un chaval aristocrático llamado Gatsby (Timothée Chalamet) con la vida solucionada, aunque sin rumbo y un cerebro prodigioso junto a su encantadora y culta novia llamada Ashleigh (Elle Fanning). Ambos son universitarios y están enamorados, dispuestos a embarcarse en un fin de semana hacia la ciudad más amada para muchos. En su llegada, una serie de imprevistos les separa, por lo que el viaje a Nueva York se va a convertir en un viaje por la ciudad al encuentro de circunstancias disparatadas.
Los personajes vuelven a ser el álter ego de un joven Woody Allen con su odio hacia los de su propia clase, una muchacha periodista con una pasión abrumadora por el cine con todo lo que a ello concierne, y una sorprendente Selena Gomez interpretando a Chan, la joven que hará reflexionar a Gatsby sobre lo que le está costando hallar en la vida.
Los tres actores principales están magníficos. Probablemente encarnando los mejores papeles hasta el momento de sus prometedoras carreras. Lo agradecieron renegando de Allen ante las denuncias de las que fue exculpado, donaron al MeToo el sueldo que cobraron en la película y se mostraron escandalizados por haber trabajado con él. (Supuestamente lo sabían antes de empezar a rodar. Yo lo sé desde hace veinte años). Supongo que sus agentes les habrán asegurado que tendrían un gran porvenir en la industria del cine a cambio de su deslealtad.
A Rainy Day in New York no es su mejor película, pero a los entusiastas del más Oscarizado guionista de todos los tiempos, absolutamente todo les va a encantar. La esencia aunque a pequeña escala de lo que significa el director para el cine, vuelve de nuevo. Vuelven los paseos por las calles de Manhattan, los alardes sobre su intelecto, encuentros esperados e inesperados, diálogos para eruditos, conversaciones en museos sobre Arte, Cine y literatura, y como no, sobre sexo. Todo ello con un olor a melancolía.
Allen finalmente narra todo lo sucedido con gusto y con su único e inconfundible estilo. Con cariño a sus personajes confusos y libres de su reconocido pesimismo ante la vida. Y es que el director ha afirmado en más de una ocasión que el hacer el cine que a él le gusta, le evade de la idea de suicidarse. (Recordemos que es de los pocos cineastas que pueden afirmar hacer el cine que quieren). Pese a su visión del mundo, ha escrito una historia mucho más blanca de lo habitual, riéndose de ese gran cliché, el más grande de todos, la vida.
A un ritmo sin igual de película por año, el director nos trae otro trabajo con un sabor ''Alleniano''. Nueva York, lluvia, personajes con un carácter anclado al pasado y un sin fin de situaciones que solo el genio de Brooklyn puede firmar.
Muchos han sido los obstáculos para que A Rainy Day in New York haya podido llegar sana y salva a la gran pantalla tras el acorralamiento público al que la corrección política actual ha sometido inmisericordemente al genio neoyorquino, por un caso del que fue absuelto hasta en dos ocasiones.
Pese a las trabas he podido verla, y como de costumbre he vuelto a un estado de embeleso constante. No he desatado ninguna carcajada, pero la sonrisa ha estado desde el comienzo de sus característicos títulos de créditos hasta el cierre de ellos. Y es que, estando Allen en estado de gracia, es extraño que no empatices con sus personajes, rías con sus insólitas situaciones o te enamores de sus geniales conversaciones.
La historia nos muestra a un chaval aristocrático llamado Gatsby (Timothée Chalamet) con la vida solucionada, aunque sin rumbo y un cerebro prodigioso junto a su encantadora y culta novia llamada Ashleigh (Elle Fanning). Ambos son universitarios y están enamorados, dispuestos a embarcarse en un fin de semana hacia la ciudad más amada para muchos. En su llegada, una serie de imprevistos les separa, por lo que el viaje a Nueva York se va a convertir en un viaje por la ciudad al encuentro de circunstancias disparatadas.
Los personajes vuelven a ser el álter ego de un joven Woody Allen con su odio hacia los de su propia clase, una muchacha periodista con una pasión abrumadora por el cine con todo lo que a ello concierne, y una sorprendente Selena Gomez interpretando a Chan, la joven que hará reflexionar a Gatsby sobre lo que le está costando hallar en la vida.
Los tres actores principales están magníficos. Probablemente encarnando los mejores papeles hasta el momento de sus prometedoras carreras. Lo agradecieron renegando de Allen ante las denuncias de las que fue exculpado, donaron al MeToo el sueldo que cobraron en la película y se mostraron escandalizados por haber trabajado con él. (Supuestamente lo sabían antes de empezar a rodar. Yo lo sé desde hace veinte años). Supongo que sus agentes les habrán asegurado que tendrían un gran porvenir en la industria del cine a cambio de su deslealtad.
A Rainy Day in New York no es su mejor película, pero a los entusiastas del más Oscarizado guionista de todos los tiempos, absolutamente todo les va a encantar. La esencia aunque a pequeña escala de lo que significa el director para el cine, vuelve de nuevo. Vuelven los paseos por las calles de Manhattan, los alardes sobre su intelecto, encuentros esperados e inesperados, diálogos para eruditos, conversaciones en museos sobre Arte, Cine y literatura, y como no, sobre sexo. Todo ello con un olor a melancolía.
Allen finalmente narra todo lo sucedido con gusto y con su único e inconfundible estilo. Con cariño a sus personajes confusos y libres de su reconocido pesimismo ante la vida. Y es que el director ha afirmado en más de una ocasión que el hacer el cine que a él le gusta, le evade de la idea de suicidarse. (Recordemos que es de los pocos cineastas que pueden afirmar hacer el cine que quieren). Pese a su visión del mundo, ha escrito una historia mucho más blanca de lo habitual, riéndose de ese gran cliché, el más grande de todos, la vida.
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