Al borde del abismo
8.1
24,717
Cine negro. Intriga
Un general millonario y excéntrico tiene dos hijas que están involucradas en asuntos más bien turbios. Decide entonces llamar al detective privado Philip Marlowe para que resuelva sus problemas familiares. Cuando Marlowe empieza a investigar, descubre muy pronto que las diversas ramificaciones del asunto lo convierten en una auténtica maraña. (FILMAFFINITY)
24 de abril de 2017
24 de abril de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El que haya visto una vez la película y se haya enterado del tirón de la muchedumbre de nombres, datos, referencias que se dan en una hora y media, entonces su coeficiente intelectual debe ser muy alto. Yo conozco la novela, que se entiende, pero la película no se entiende. Sí, muy bien en lo que se refiere a interpretación de los actores, la dirección, etc... pero la película es un galimatías. Sobrevalorada.
4 de enero de 2019
4 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo caracteriza a Howard Hawks como director es su inusitada capacidad para transgredir y subvertir los preceptos básicos de muchos de los géneros en los que incursionó, y que sembró, hay que decirlo, de muy perspicuas obras maestras. Ya le había pegado un buen revolcón a la comedia con «La fiera de mi niña» (1938) y «Luna nueva» (1940), y más tarde haría lo propio en el Western con «Rio Bravo» (1959). En 1946, y contando con el mismo talentosísimo equipo que había reunido dos años antes para el rodaje de «Tener y no tener» (incluida la pipiola Lauren Bacall, descubrimiento sólo suyo) se lanzó a la aventura de darle una vuelta de tuerca conceptual al género negro. El resultado fue esta extraordinaria maravilla: «El sueño eterno», una película que incorpora dos mujeres fatales en vez de una, que no tiene «flashbacks» ni voz en off, y cuyo héroe no es un borracho amargado y de pasado turbio. Una película que así y todo, y dinamitando las bases conceptuales del género que encara, emerge como una de las más lúcidas y brillantes obras cinematográficas de todos los tiempos.
Como soy consciente de que casi no podré aportar datos nuevos a todo lo que se ha dicho, intentaré centrarme en el carácter medio onírico de la película. Sí: porque antes de David Lynch estuvo Hitchcock, pero antes de Hitchcock estuvo Hawks recreando este Los Ángeles sórdido y luctuoso, donde surgen como setas envenenadas pornógrafos, chantajistas, ninfómanas, ludópatas, asesinos a sueldo, matones, estafadores, baladrones y perdonavidas. Un Los Ángeles que, como digo, parece formar parte de un mal sueño no ya del protagonista, el Philip Marlowe inventado por Chandler y magistralmente encarnado por un Bogart en la cúspide de su carrera, sino un sueño sin fin en los ojos del espectador, que atónito asiste al trazado de un dédalo irresoluble de crímenes y vejaciones, de traiciones y secretos, de dislates y disimulos en torno a una trama intencionadamente enmarañada y retorcida. El sueño eterno del título es ese camino en espiral hacia el abismo que marcan los límites de la proyección, como el abismo al que se asoma el Scotty Ferguson del plano final de «Vértigo». No hay nada más allá del último disparo, de la última muerte, del último eslabón de la cadena… ¿Pero cuándo llega a su fin la cadena? ¿Cuando a Marlowe le ordenan que deje el caso? ¿O cuando intentamos descubrir quién se cargó realmente a Owen Taylor?
Hawks no resuelve las incógnitas pero al mismo tiempo no oculta nada. Nuestro paseo por los escenarios de la película siempre va de la mano de las intervenciones y de las entradas y salidas de Marlowe en los «tableaux» que componen la demencial estructura del film, siempre al acecho de estos despreciables hampones cuya personalidad eclosiona tan sólo un momento… Es decir, en el instante previo antes de que pasen a mejor vida y pasen a formar parte de ese otro «sueño eterno».
Porque el sueño eterno no es sólo el punto ciego del centro de este laberinto imposible sino también la muerte. Una muerte que recorre como un crespón negro todos y cada uno de los escenarios, y que no deja de ser otra cosa que la verdad que subyace tras el simbolismo de ese sueño que no termina nunca. El sueño eterno es la muerte. Y lo bueno de los muertos es que no pueden hablar.
Huelga mencionar aquí la calidad excelsa de todo el equipo técnico y artístico que trabajó en este film. Nada menos que el genio William Faulkner, junto con Brackett y Furthman, en la composición del guion. Un guion basado en la gran novela de Chandler. Steiner poniendo la música. Hickox operando la cámara. Bogart y Bacall, por entonces ya marido y mujer, desprendiendo una química evidente y palpable en cada encuentro que comparten. Hawks dirigiendo... Es demasiado. El resultado, obviamente, es una obra con destino de leyenda.
Ejemplar y rompedora película de cine negro que nos sumerge en una atmósfera turbia y vaporosa. Un ambiente crudo y siniestro con personajes abyectos y funestos, pero cuyo embrujo embelesa, desespera, obsesiona y maravilla a partes iguales.
Brutal.
Como soy consciente de que casi no podré aportar datos nuevos a todo lo que se ha dicho, intentaré centrarme en el carácter medio onírico de la película. Sí: porque antes de David Lynch estuvo Hitchcock, pero antes de Hitchcock estuvo Hawks recreando este Los Ángeles sórdido y luctuoso, donde surgen como setas envenenadas pornógrafos, chantajistas, ninfómanas, ludópatas, asesinos a sueldo, matones, estafadores, baladrones y perdonavidas. Un Los Ángeles que, como digo, parece formar parte de un mal sueño no ya del protagonista, el Philip Marlowe inventado por Chandler y magistralmente encarnado por un Bogart en la cúspide de su carrera, sino un sueño sin fin en los ojos del espectador, que atónito asiste al trazado de un dédalo irresoluble de crímenes y vejaciones, de traiciones y secretos, de dislates y disimulos en torno a una trama intencionadamente enmarañada y retorcida. El sueño eterno del título es ese camino en espiral hacia el abismo que marcan los límites de la proyección, como el abismo al que se asoma el Scotty Ferguson del plano final de «Vértigo». No hay nada más allá del último disparo, de la última muerte, del último eslabón de la cadena… ¿Pero cuándo llega a su fin la cadena? ¿Cuando a Marlowe le ordenan que deje el caso? ¿O cuando intentamos descubrir quién se cargó realmente a Owen Taylor?
Hawks no resuelve las incógnitas pero al mismo tiempo no oculta nada. Nuestro paseo por los escenarios de la película siempre va de la mano de las intervenciones y de las entradas y salidas de Marlowe en los «tableaux» que componen la demencial estructura del film, siempre al acecho de estos despreciables hampones cuya personalidad eclosiona tan sólo un momento… Es decir, en el instante previo antes de que pasen a mejor vida y pasen a formar parte de ese otro «sueño eterno».
Porque el sueño eterno no es sólo el punto ciego del centro de este laberinto imposible sino también la muerte. Una muerte que recorre como un crespón negro todos y cada uno de los escenarios, y que no deja de ser otra cosa que la verdad que subyace tras el simbolismo de ese sueño que no termina nunca. El sueño eterno es la muerte. Y lo bueno de los muertos es que no pueden hablar.
Huelga mencionar aquí la calidad excelsa de todo el equipo técnico y artístico que trabajó en este film. Nada menos que el genio William Faulkner, junto con Brackett y Furthman, en la composición del guion. Un guion basado en la gran novela de Chandler. Steiner poniendo la música. Hickox operando la cámara. Bogart y Bacall, por entonces ya marido y mujer, desprendiendo una química evidente y palpable en cada encuentro que comparten. Hawks dirigiendo... Es demasiado. El resultado, obviamente, es una obra con destino de leyenda.
Ejemplar y rompedora película de cine negro que nos sumerge en una atmósfera turbia y vaporosa. Un ambiente crudo y siniestro con personajes abyectos y funestos, pero cuyo embrujo embelesa, desespera, obsesiona y maravilla a partes iguales.
Brutal.
11 de enero de 2021
11 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película antigua, con el detective Marlowe como protagonista, un sabueso como no hay dos.
Aunque el argumento es confuso, los puñetazos no parecen reales y los acribillados a tiros no presentan ni un solo agujero de bala, los protagonistas Humphrey Bogart y Lauren Bacall están muy por encima de todo eso, son auténticos ángeles celestiales del mundo de la interpretación con unos diálogos auténticamente impresionantes.
Ambos, en un continuo pulso desde las primeras imágenes se desafían en un intercambio de golpes verbal absolutamente espectacular y que nadie, como ellos, sabe hacer.
Humphrey y Lauren, ambos con luz propia, deslumbran a la retina de cualquier espectador que se siente a ver este film, son dos personalidades fuertes que chocan como dos trenes, sin una mala cara, sin un reproche, sin un mal gesto, es un balancín maravilloso el que ambos alternan pretendiendo mantener alto sus propios egos.
Una película excelente en la que la interpretación ahoga por completo a un nada convincente guion.
Aunque el argumento es confuso, los puñetazos no parecen reales y los acribillados a tiros no presentan ni un solo agujero de bala, los protagonistas Humphrey Bogart y Lauren Bacall están muy por encima de todo eso, son auténticos ángeles celestiales del mundo de la interpretación con unos diálogos auténticamente impresionantes.
Ambos, en un continuo pulso desde las primeras imágenes se desafían en un intercambio de golpes verbal absolutamente espectacular y que nadie, como ellos, sabe hacer.
Humphrey y Lauren, ambos con luz propia, deslumbran a la retina de cualquier espectador que se siente a ver este film, son dos personalidades fuertes que chocan como dos trenes, sin una mala cara, sin un reproche, sin un mal gesto, es un balancín maravilloso el que ambos alternan pretendiendo mantener alto sus propios egos.
Una película excelente en la que la interpretación ahoga por completo a un nada convincente guion.
21 de enero de 2021
21 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las mejorcitas películas de cine negro que uno de puede encontrar, con Bogart encarnando a Phillip Marlowe, uno de sus personajes más conocidos, en un papel en el que está tremendo, y si además lo juntamos con Lauren Bacall, que sale preciosa y con la que en esta cinta tiene un feeling tremendo, nos queda pura dinamita.
Una historia de detectives bastante enrevesada, que hay que estar atento para entender todos sus cabos, bastantes personajes, bastante intriga y ante todo, buenas situaciones y tremendos diálogos y encontronazos entre personajes.
Es curioso que, a media película, te da la sensación de que está por terminar, pero no, aún queda bastante para llegar al meollo y la situación se complica aún más.
Misterio, acción, amor, buenos actores y una historia adecuada. Buenos ingredientes para una buena película.
Una historia de detectives bastante enrevesada, que hay que estar atento para entender todos sus cabos, bastantes personajes, bastante intriga y ante todo, buenas situaciones y tremendos diálogos y encontronazos entre personajes.
Es curioso que, a media película, te da la sensación de que está por terminar, pero no, aún queda bastante para llegar al meollo y la situación se complica aún más.
Misterio, acción, amor, buenos actores y una historia adecuada. Buenos ingredientes para una buena película.
22 de abril de 2022
22 de abril de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de leer la novela de Chandler, y me ha parecido bastante peor que la película, más enrevesada y menos ágil. La vitalidad que proporciona el celuloide no lo da el papel.
Me ha encantado, naturalmente, pero debe ser la cuarta o quinta vez que la veo. El blanco y negro el brillante, los diálogos rápidos e incisivos, la textura general de la cinta y el clima que proporciona oscuro y tenebroso, el resultado una obra maestra del séptimo arte. Inconfundible comienzo (con una Martha Vickers bajando las escaleras con ese pantalón corto blanco), excelente tratamiento de la sordidez, en el libro algo más sucio y crudo.
No me acordaba que la bibliotecaria morbosa era Dorothy Malone.
La veo más sencilla que la novela, que verdaderamente me ha parecido por momentos muy complicada, con demasiados giros y vueltas, a veces impredecibles, otras producto de la deriva de la historia.
La recordaba más corta, de 90 minutos como mucho. Pero se pasa el tiempo volando viéndola.
Me ha encantado, naturalmente, pero debe ser la cuarta o quinta vez que la veo. El blanco y negro el brillante, los diálogos rápidos e incisivos, la textura general de la cinta y el clima que proporciona oscuro y tenebroso, el resultado una obra maestra del séptimo arte. Inconfundible comienzo (con una Martha Vickers bajando las escaleras con ese pantalón corto blanco), excelente tratamiento de la sordidez, en el libro algo más sucio y crudo.
No me acordaba que la bibliotecaria morbosa era Dorothy Malone.
La veo más sencilla que la novela, que verdaderamente me ha parecido por momentos muy complicada, con demasiados giros y vueltas, a veces impredecibles, otras producto de la deriva de la historia.
La recordaba más corta, de 90 minutos como mucho. Pero se pasa el tiempo volando viéndola.
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