Matar a un ruiseñor
1962 

8.3
49,824
Drama
Adaptación de la novela homónima de Harper Lee. En la época de la Gran Depresión, en una población sureña, Atticus Finch (Gregory Peck) es un abogado que defiende a un hombre negro acusado de haber violado a una mujer blanca. Aunque la inocencia del hombre resulta evidente, el veredicto del jurado es tan previsible que ningún abogado aceptaría el caso, excepto Atticus Finch, el ciudadano más respetable de la ciudad. Su compasiva y ... [+]
27 de diciembre de 2008
27 de diciembre de 2008
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pelicula escandalosamente buena. Su envoltorio casi asfixiante pero tremendamente locuaz, corrobora uno de los ejercicios más interesantes del cine que he visto hasta ahora.
Hay instantes durante el juicio que, aunque sepas lo que va a pasar (incluso durante la pelicula en general), su estilo sosegado, sus interpretaciones brutales y su puesta en escena inmejorable, hace que tus ojos se entremezclen de manera que digas para tus adentros que bueno y que grande lo que me están contando.
Gregory Peck realiza una de las interpretaciones más heroicas del cine y me recuerda en cierto momento de la pelicula, a la que va a a realizar posteriormente Liam Neeson con Oskar Schindler.
Todo una maravilla de pelicula, desde su comienzo hasta su desenlace, y con un pulso constante que desemboca en momentos imborrables en su desarrollo. Cine de bueno y sin apelativos.
Hay instantes durante el juicio que, aunque sepas lo que va a pasar (incluso durante la pelicula en general), su estilo sosegado, sus interpretaciones brutales y su puesta en escena inmejorable, hace que tus ojos se entremezclen de manera que digas para tus adentros que bueno y que grande lo que me están contando.
Gregory Peck realiza una de las interpretaciones más heroicas del cine y me recuerda en cierto momento de la pelicula, a la que va a a realizar posteriormente Liam Neeson con Oskar Schindler.
Todo una maravilla de pelicula, desde su comienzo hasta su desenlace, y con un pulso constante que desemboca en momentos imborrables en su desarrollo. Cine de bueno y sin apelativos.
5 de abril de 2009
5 de abril de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un pueblo tranquilo y desestresado la forma de vivir es más placentera y llevadera, nadie tiene prisa porque nadie tiene nada que hacer, aunque este tipo de vida también conlleva a ciudadanos de una mentalidad más conservadora y "cerrada", a lo que se une el contexto de la depresión que sufría América y la pobreza de muchos de ellos para crear una buena película que gira en torno a un abogado, con el más que típico papel de G. Peck como el mejor hombre del mundo, y un caso de violación de un negro... dicho así suena a cinta ya vista, incluso por aquella época, pero esto es sólo el telón de fondo para afrontar la historia del protagonista y sus dos hijos, una auténtica lección de los lazos familiares, la educación y el respeto mutuo.
Y es que la mayor parte de la película melodea alrededor de la curiosidad y la ingenuidad de unos niños que juegan en la calle y que tienen sus cuentos y sus aventuras, llegando incluso a transmitir encanto y magia, y lo transmite simplemente porque se cuenta con total naturalidad, se refleja con los ojos de cada uno, "sólo" tiene que contar las fantasías de la infancia... dividida en capítulos, cada uno de ellos con su lección y sobre todo una buena cantidad de detalles de un gran nivel, contados de forma sencilla, sin necesidad de manipulación, y de forma pura, de modo que da la impresión que son los propios niños los que dirigen "su película", maravilloso, bello, dulce e incluso llega a la nostalgia.
Estas historias tienen su parte de intriga, puede que llegue hasta el miedo, sus preocupaciones y su humor, siempre con el padre como un hombre que acepta, que aconseja y que se esfuerza por ser un ejemplo para ellos, alcanzar su respeto y admiración como muestran algunos ejemplos; a la vez que se van entremezclando con la situación de alboroto del pueblo hasta el juicio, contado de manera excesivamente lenta, quizás también contado por y para los niños, para que al final ambas tramas se desenvuelvan conjuntamente en un final bueno, calculado, simbólico y poético... y es que contarlo de otra forma sería algo así como matar a un ruiseñor.
Ver a esos niños pasando su infancia de una manera libre, hace pensar en la que tienen los niños de hoy, ya no decubren mundo por su cuenta ni llegan llenos de arena a casa, ni hacen pequeñas "diabluras" de críos, hoy hacen "golfadas" de delincuentes, las historias se las cuentan sus videojuegos, llevan gafas de estar enchufados al ordenador y juegan "on line"; gracias a que fuí una de las últimas generaciones que jugaba al escondite entre matorrales, intentaré pinchar esta cinta a mis futuribles hijos porque me ayudará a que comprendan cosas de la vida, cosas que estos críos han aprendido a través de su padre, "nunca llegarás a comprender a una persona hasta que no te pongas sus zapatos y camines con ellos"
Y es que la mayor parte de la película melodea alrededor de la curiosidad y la ingenuidad de unos niños que juegan en la calle y que tienen sus cuentos y sus aventuras, llegando incluso a transmitir encanto y magia, y lo transmite simplemente porque se cuenta con total naturalidad, se refleja con los ojos de cada uno, "sólo" tiene que contar las fantasías de la infancia... dividida en capítulos, cada uno de ellos con su lección y sobre todo una buena cantidad de detalles de un gran nivel, contados de forma sencilla, sin necesidad de manipulación, y de forma pura, de modo que da la impresión que son los propios niños los que dirigen "su película", maravilloso, bello, dulce e incluso llega a la nostalgia.
Estas historias tienen su parte de intriga, puede que llegue hasta el miedo, sus preocupaciones y su humor, siempre con el padre como un hombre que acepta, que aconseja y que se esfuerza por ser un ejemplo para ellos, alcanzar su respeto y admiración como muestran algunos ejemplos; a la vez que se van entremezclando con la situación de alboroto del pueblo hasta el juicio, contado de manera excesivamente lenta, quizás también contado por y para los niños, para que al final ambas tramas se desenvuelvan conjuntamente en un final bueno, calculado, simbólico y poético... y es que contarlo de otra forma sería algo así como matar a un ruiseñor.
Ver a esos niños pasando su infancia de una manera libre, hace pensar en la que tienen los niños de hoy, ya no decubren mundo por su cuenta ni llegan llenos de arena a casa, ni hacen pequeñas "diabluras" de críos, hoy hacen "golfadas" de delincuentes, las historias se las cuentan sus videojuegos, llevan gafas de estar enchufados al ordenador y juegan "on line"; gracias a que fuí una de las últimas generaciones que jugaba al escondite entre matorrales, intentaré pinchar esta cinta a mis futuribles hijos porque me ayudará a que comprendan cosas de la vida, cosas que estos críos han aprendido a través de su padre, "nunca llegarás a comprender a una persona hasta que no te pongas sus zapatos y camines con ellos"
21 de enero de 2014
21 de enero de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta maravillosa película, seguramente, la mejor de Robert Mulligan, ha ido aumentando su prestigio con el paso del tiempo, hasta el punto de convertirse en un clásico. Detrás de ella se encuentra la magnífica novela homónima de Nelle Harper Lee, gracias a la cual ganó el Pulitzer, pues la autora plasmó en ella buena parte de los recuerdos de su infancia, hasta el punto que el relato está escrito en primera persona y narrada desde la perspectiva de la niña Jean Louise, a la que todos apodan Scout. Asimismo el personaje de Atticus y el de Jen, están inspirados en su padre y su hermano. Adaptada a la pantalla espléndidamente por el escritor Horton Foote.
El film es como un viaje al corazón de la América profunda. La narración de la adulta Scout recrea la localidad de Maycomb, Alabama, en 1932. La extraordinaria fotografía en B/N de Russell Harlan, apoyándose en el formato panorámico y la evocativa calidez de la música de Elmer Berstein, sumerge al espectador en un mundo sencillo y reconocible pero, al mismo tiempo, con un aura evocadora de las cosas embellecidas por la memoria. El film oscila entre lo fantástico y lo realista, la evocación infantil de unos hechos del pasado y la mirada reflexiva desde una perspectiva adulta sobre esos mismos acontecimientos pretéritos.
El film expone certeramente el retrato del abogado, Atticus (curiosamente sus hijos le llaman por su nombre en lugar de papá), resulta convincente tanto por las sensaciones que de él transmiten sus hijos, como por su actitud de rechazo a la violencia, su humanidad y su comprensión hacia los desfavorecidos. La admiración de sus hijos en el tribunal. Mulligan desarrolla una puesta en escena en perfecta consonancia con el espíritu de la propuesta. Por más que hoy en día este es un concepto que parece haber caído en desuso, el sentido de un film no se deriva tanto en su guión como en la labor del cineasta a la hora de planificarlo. Sólo hay que ver el peso que tienen dentro de los encuadres diversos elementos del decorado que no se limitan a “llenar” el plano sino que, además, contribuyen con su presencia a describirnos el ambiente del relato.
Y no quiero terminar mi comentario sin plasmar esta reflexión: “En este país los tribunales tienen que ser de una gran equidad, y para ellos todos los hombres han nacido iguales. No soy un iluso que crea firmemente en la integridad de nuestros tribunales y en el sistema del jurado. No me parece lo ideal pero es una realidad a la que no hay más remedio que sujetarse con fuerza”. Con estas palabras Atticus Finch (un sensacional Gregory Peck), apela a la integridad moral de un jurado compuesto por doce varones blancos que decidirán si el negro Tom Robinson (Brock Peters) golpeó y violó a una chica blanca. La mirada seria, grave, de Atticus mientras efectúa su parlamento revela que, en su interior duda de esa integridad. Durante el juicio, casi no vemos ese jurado porque en realidad, Atticus se está dirigiendo al espectador americano de 1962, que permitía ese racismo atávico.
El film es como un viaje al corazón de la América profunda. La narración de la adulta Scout recrea la localidad de Maycomb, Alabama, en 1932. La extraordinaria fotografía en B/N de Russell Harlan, apoyándose en el formato panorámico y la evocativa calidez de la música de Elmer Berstein, sumerge al espectador en un mundo sencillo y reconocible pero, al mismo tiempo, con un aura evocadora de las cosas embellecidas por la memoria. El film oscila entre lo fantástico y lo realista, la evocación infantil de unos hechos del pasado y la mirada reflexiva desde una perspectiva adulta sobre esos mismos acontecimientos pretéritos.
El film expone certeramente el retrato del abogado, Atticus (curiosamente sus hijos le llaman por su nombre en lugar de papá), resulta convincente tanto por las sensaciones que de él transmiten sus hijos, como por su actitud de rechazo a la violencia, su humanidad y su comprensión hacia los desfavorecidos. La admiración de sus hijos en el tribunal. Mulligan desarrolla una puesta en escena en perfecta consonancia con el espíritu de la propuesta. Por más que hoy en día este es un concepto que parece haber caído en desuso, el sentido de un film no se deriva tanto en su guión como en la labor del cineasta a la hora de planificarlo. Sólo hay que ver el peso que tienen dentro de los encuadres diversos elementos del decorado que no se limitan a “llenar” el plano sino que, además, contribuyen con su presencia a describirnos el ambiente del relato.
Y no quiero terminar mi comentario sin plasmar esta reflexión: “En este país los tribunales tienen que ser de una gran equidad, y para ellos todos los hombres han nacido iguales. No soy un iluso que crea firmemente en la integridad de nuestros tribunales y en el sistema del jurado. No me parece lo ideal pero es una realidad a la que no hay más remedio que sujetarse con fuerza”. Con estas palabras Atticus Finch (un sensacional Gregory Peck), apela a la integridad moral de un jurado compuesto por doce varones blancos que decidirán si el negro Tom Robinson (Brock Peters) golpeó y violó a una chica blanca. La mirada seria, grave, de Atticus mientras efectúa su parlamento revela que, en su interior duda de esa integridad. Durante el juicio, casi no vemos ese jurado porque en realidad, Atticus se está dirigiendo al espectador americano de 1962, que permitía ese racismo atávico.
16 de junio de 2008
16 de junio de 2008
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ejemplar película que te hace pegar irremediablemente los ojos a la pantalla, con unos niños sobresalientes, sobre todo esa niña protagonista, toda una heroína del cine de todos los tiempos. Matemáticamente contada, no le sobra ni uno sólo de sus segundos y de visión obligada para todos los amantes del cine; los primeros, a aquellos a los que también les gustó "La noche del cazador" o "El cebo", por poner dos ejemplos.Cine sí, con mayúsculas.
8 de septiembre de 2008
8 de septiembre de 2008
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gregory Peck hace aquí un papelazo. El personaje es tan positivo como humano. Es un hombre virtuoso de carne y hueso. Alguien a quien imitar, pero no lejano; alguien profundamente amable en el sentido más etimológico de la palabra. Se necesitan referencias que estimulen hacia lo bueno sin caer en la ñoñería. Una obra clásica, es decir, perenne, a la que se vuelve. Y esa niña, esa espontaneidad, esa salvaje bondad que es suavemente moldeada por su padre. En fin, un película de las que te hacen amar el cine. Y el libro de Harper Lee no desmerece, al contrario. Muy recomendable.
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