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Bienvenido, Míster Marshall

Comedia Años 50. Villar del Río es un pequeño y tranquilo pueblo en el que nunca pasa nada. Sin embargo, el mismo día en que llegan la cantante folclórica Carmen Vargas y su representante, el alcalde (Pepe Isbert) recibe la noticia de la inminente visita de un comité del Plan Marshall (proyecto económico americano para la reconstrucción de Europa). La novedad provoca un gran revuelo entre la gente, que se dispone a ofrecer a los americanos un ... [+]
Críticas 93
Críticas ordenadas por utilidad
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9
18 de abril de 2020 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al final, como algo parecido a lo que ocurría en aquel sketch de Martes y Trece, la opinión del experto se impuso y los vecinos de Villar del Río se vistieron de lagarteranas y cortijeros y convirtieron a su pueblo, tan modesto, en una sucursal del barrio de Triana. Quizá porque Lolita Sevilla, la máxima estrella de la canción andaluza, era su partenaire.
Con base en las avasalladoras presencias de Manolo Morán y de José Isbert, que dan vida a un guión fabuloso firmado a tres puños, a los espectadores de muchas generaciones, sumisos surtidores de una lágrima insumisa, cual chorrito epidérmico, se nos invita a no olvidar que esta España mía esta España nuestra de las aras quietas y de las vendas negras, se ha dado desde siempre a los sueños y a los discursos. A los sueños porque al fin y a la postre todos creemos en los Reyes Magos, y a discursos con los que aquellos que nos deben una explicación, nos la van a pagar.
Igual que a los ciudadanos de Villar del Río, esa muestra de esta España mía y esta España nuestra, las cosas no nos suelen salir como habíamos imaginado. Pero ahora, que no sabemos dónde están los ojos, dónde están las manos y dónde la cabeza, colocando sobre la mesa el valor único de un corazón generoso, muriendo por ver de nuevo el agua mansa del Guadalquivir, no es mal momento para recurrir otra vez a ¡BIENVENIDO, MÍSTER MARSHALL! por recordar que, luego, sale el sol y todo brilla.
10
9 de septiembre de 2020 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás nadie haya dado tanto al cine español como Berlanga. En talento, humor personal y corrosivo, radiografiando de forma crítica y amarga a una sociedad en horas bajas. Estamos ante la primera gran obra maestra de su autor, una mordaz y letal, falsamente amable, comedia/fábula que desnuda las vergüenzas que nos rodeaban. Coral y fabulosa, clásico perpetuo del cine español, muy divertida y memorable, cuenta con un guión muy bien trabajado por el propio director, Miguel Mihura y Bardem. Contada como un bonito cuento de hadas (la agradable voz en off de Fernando Rey), esconde mucha mala leche (crítica a la ignorancia, a los falsos sueños y entelequias, a lo prometido que no llega, al seguidismo absurdo...). Debajo de su amalgama de personajes se esconde una película que es una comedia soberbia, que funciona como un reloj suizo, exacta, precisa, infalible, ricamente costumbrista además. Una película irrepetible, modelo de comedia, fruto de unos talentos y unos tiempos propicios.
10
15 de diciembre de 2020 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizá la muestra más recordada del surrealismo de Berlanga, me deja, eso sí, con una duda: ¿será igualmente interesante esta película para quien no se haya familiarizado con la idiosincrasia española? A mí, como a mucha gente, me parece una obra maestra, pero quizá buena parte de esa valoración viene de la fina sátira ejercida sobre los estereotipos y la cultura española; o a los estereotipos y la cultura estadounidenses tal y como a su vez son percibidos desde el punto de vista español. En cualquier caso, hecha esta reflexión, subrayar lo que ya he dicho, que para mí sí es una obra maestra, así que muy recomendable. También, aunque es otra de las cosas que se han comentado miles de veces sobre esta película, me parece interesante remarcar que es una especie de milagro que pudiera pasar el filtro de la censura franquista. La carga política que tiene y la irreverencia que muestra hacia las figuras del poder no está precisamente disimulada, y se agradece mucho.
10
20 de febrero de 2021 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Obra maestra del realismo, del cine de humor y de la ternura, en cierta medida emparentada con la obra de Chaplin, "Bienvenido, Mr. Marshall" es una crítica ácida y a la vez amable de panorama social que presentaba la España de la posguerra. Ojo, no muy diferente en muchos aspectos al que ofrecía el resto de la Europa occidental tras la Guerra Mundial, por no hablar de la Europa "democrática" del otro lado del Telón de acero. Entonces, como ahora, en todos los lados se cocían habas. No se olvide.
Se cocían habas y nuestra generación desayunaba leche en polvo y merendaba queso americano en las escuelas. Como en las de muchos otros países europeos.
Obra maestra por la gracia de la genialidad de su guion, dirección e interpretación, con un Isbert sublime muy bien acompañado por todo el resto del elenco, entre los que no son menos importantes todos esos figurantes con la rotunda expresión de unos rostros renegridos por el sol campesino. Ellos con su boina, traje de pana y mejillas que esperan el preceptivo afeitado dominical en la barbería. Ellas tocadas con el moño, cara surcada de arrugas, toquilla y sayas negras. Máxima expresividad en los planos cortos.
Conocida y suficientemente comentada por otros colegas la cinta, nos quedamos con los sueños que acuñan los vecinos de Villar del Río la víspera de la llegada de los americanos. Sobre todo con el del alcalde (Isbert), gran aficionado al cine de pistoleros del Oeste. En su sueño evoca la expectante llegada al saloon del pueblo, la placa al pecho, la pistola al cinto. Un hueco en la barra para tomar whisky y cerveza, las bailarinas en el escenario, los jugadores de póker en sus mesas ... Todo a la espera del afamado pistolero que llega de fuera, en este caso su adversario es el representante de la artista (Morán). Cruce de miradas, se miden las distancias, silencio en la sala, suenan disparos y se generaliza la pelea ... Magnífica escena llena de encanto y de ternura.
Nos ha emocionado también la rápida aparición de una de nuestras novelas del Oeste que esconde velozmente el ordenanza del Ayuntamiento. Escena que evoca esa costumbre tan arraigada entre los subalternos de la administración española de la época, acostumbrados como estaban a pasar el rato y combatir el aburrimiento con las aventuras vaqueras y pistoleriles que publicábamos en nuestras populares novelitas de bolsillo. Muchas gracias D. Luis.
8
19 de julio de 2021 2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente la película más popular de la historia del cine español, “Bienvenido, Míster Marshall” constituye una parodia feroz en la que Berlanga, secundado por Juan Antonio Bardem y Miguel Mihura como co-guionistas, lanza un torpedo a la línea de flotación de las esencias folclórico-culturales del franquismo triunfante, así como a los delirios geopolíticos del “Vigía de Occidente”.
En efecto, el debut en solitario de Berlanga —dos años antes había dirigido “Esa pareja feliz” (1951) junto al antedicho Bardem— le hace uno de sus proverbiales trajes a la zopenca censura con una gloriosa farsa en la que se da un festín a costa de un cine en el que se perpetuaban algunos de los más traídos tópicos de la España caciquil y cortijera. De hecho, la propia Lolita Sevilla, estrella emergente de ese tipo de producciones, se sintió estafada al caer en la cuenta de que todo era una gran broma austrohúngara. Pero es que Berlanga, Bardem y Mihura tienen leña para dar y regalar, y de su corrosiva lupa no escapa ni el western, deliciosamente caricaturizado en el sueño del alcalde. En cuanto al plano de la bandera americana arrastrada por el agua (sucia) que, al parecer, enervó a Edward G. Robinson hasta el punto de protestar ante los organizadores del Festival de Cannes, por aquí no se pudo ver hasta 1989.
“Bienvenido, Míster Marshall” hace de la necesidad virtud y dedica buena parte de su presupuesto a dotarse de un reparto de campanillas —como siempre en las multitudinarias y alegremente caóticas historias berlanguianas— que presiden al alimón unos Pepe Isbert y Manolo Morán sencillamente antológicos. La celebérrima escena del balcón del ayuntamiento supone un hito cómico todavía hoy no superado. Los acompañan algunos secundarios recurrentes, tales que Manuel Alexandre, Rafael Alonso y, especialmente, Luis Pérez de León, cuyo cura don Cosme diríase salido de una portada de La Traca.
En fin, maravillosa película, rarísima joya en mitad de un páramo artístico del que, contra todo pronóstico y a partir de una fecundísima fusión de texturas neorrealistas y chocarrería patria, emergería una generación de cómicos y cineastas sencillamente irrepetible.
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