Climax
6.6
10,525
16 de junio de 2020
16 de junio de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “Climax” (2018) de Gaspar Noé con Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude Gajan Maull, Giselle Palmer, Taylor Kastle, Thea Carla Schott, Sharleen Temple, Lea Vlamos, Alaia Alsafir, Kendall Mugler, Lakdhar Dridi, Adrien Sissoko, Mamadou Bathily, entre otros.
Película de suspense belga-francesa que sigue a un grupo de bailarines cuando toman accidentalmente LCD mezclado con sangría, y así, su exultante ensayo se convierte en una pesadilla cuando uno a uno sienten las consecuencias de crisis psicodélica colectiva; y pronto es imposible para ellos resistirse a sus neurosis y psicosis, adormecidos por lo hipnótico y el ritmo eléctrico creciente de la música; mientras algunos se sienten en El Paraíso, la mayoría de ellos se sumergen en El Infierno.
Gaspar Noé siempre me hipnotiza y agobia, tal vez su incursión en “el ritual del baile” como expresión del trance humano, el filme atrae por su parte musical, nos confronta en la parte del tratado político, y nos da un guiño a “La Divina Comedia” de Dante, pero también a Buñuel, Hitchcock, Kubrick y a mucho cine que trata sobra la conducta humana depravada.
Y es que Climax es una alegoría grosera, refinada, giroscópica y apresurada del Cielo y El Infierno donde el sentimiento opresivo de temor es implacable, aunque los actos de violencia no son en sí mismos tan extremos como algunos de los del catálogo de Noé, el efecto acumulativo es mucho peor; y hace que la película sea una prueba de resistencia, incluso con solo 96 minutos y un solo escenario principal, al que regresamos sin querer regresar, pero este es precisamente el punto:
Noé quiere que la audiencia esté completamente hipnotizada a través de los sentidos, agotada para el final, y emplea numerosas técnicas de confrontación y desorientación para lograrlo; principalmente las diversas escenas de baile, calificándolas de “una sinfonía discordante, bella y peligrosamente aventurera de brazos, piernas y torsos, repleta de originalidad y sexualidad, y un físico casi violento, todo en una cadera implacable y aparentemente interminable”
De hecho, Noé tenía experiencia usando LSD, y afirmó que la película trataba “más sobre el impacto que el miedo puede tener en las personas que sobre el abuso de drogas” y dijo que la película era “todo sobre personas que crean algo juntas y fracasan en la segunda mitad.
Es como la historia bíblica de La Torre de Babel.
La humanidad puede crear grandes cosas; y luego con la influencia del alcohol, o algún “accidente”, todo se cae”
Tal parece que “Climax” se basa libremente en una Leyenda Urbana sobre una compañía de danza francesa en la década de 1990 que mezcló bebida alcohólica con LSD en una fiesta posterior; sin embargo, no se produjeron más incidentes durante el evento real, a diferencia de la película…
Técnicamente, la dirección, la cinematografía, la banda sonora y la coreografía son soberbias, sin embargo, no hay historia concreta y sólida; por ello, la película es notable por su estilo y producción inusuales, ya que fue concebida y pre-producida en solo 4 semanas, y filmada en orden cronológico en solo 15 días; aunque Noé concibió la premisa, se cuenta que la gran mayoría de la película no fue ensayada; de ahí que se detecta la improvisación, pues no hubo entrega de líneas de diálogo, y tenían total libertad en cuanto a dónde llevar la historia y los personajes.
La dirección presenta opciones inusuales de edición y cinematografía, e incluye varias tomas muy largas, incluida una que dura más de 42 minutos.
Por otra parte, el elenco está compuesto casi exclusivamente por bailarines que, aparte de Boutella y Souheila Yacoub, no tenían experiencia previa en actuación.
Fiel a su estilo, marca personal, es que los créditos finales aparecen 2 minutos después de la película; además, los créditos principales aparecen a los 45 minutos de la película, y el título se revela en los últimos 8 segundos.
Lo mejor, la banda sonora incluye a Giorgio Moroder, Daft Punk y Aphex Twin entre otros, que no cesa en ningún momento y, al igual que la bandera de Francia, es un personaje omnipresente; donde los latidos de la música electrónica marcan el ritmo incesante de un camino abocado a la locura; y el baile coreografiado del inicio, poco a poco va degenerando en una orgía lisérgica.
Como intuimos, la sangría que es de nuevo otro personaje, es el elemento desencadenante de este viaje al Infierno; como en un relato de Agatha Christie, donde alguien ha adulterado la bebida, y ni los personajes ni nosotros, los espectadores, conocemos el causante del misterio… hasta el final.
Y como es de esperar, hay un punto político:
El escenario principal tiene una enorme bandera francesa, donde el grupo de bailarines se compone de una sección transversal de europeos, y en la explosión del exceso de hedonismo y el caos histérico, esta sección transversal de etnias, géneros y orientaciones sexuales, llegan a representar el multiculturalismo europeo destrozándose…
¿Acaso Noé dice que si Francia continúa acomodando una diversidad de culturas tan dispares, se producirá el caos?
A él no le importa lo que pienses; él hace películas para provocar, para inspirar molestia, incluso odio; y se ríe de tu incomodidad; solo tienes que averiguar si es un viaje que quieres tomar… porque Climax es una representación increíble y técnicamente competente de un Infierno contemporáneo, tan estéticamente impresionante como moralmente cuestionable, tan fascinante como inquietante, una barbarie incomparable que también se erige como uno de los logros cinematográficos más extraordinarios de los últimos años, que grita bailando alegremente que los más frágiles morirían al final, y solo los fuertes sobreviven.
“El nacimiento y la muerte son experiencias extraordinarias.
La vida es un placer fugaz”
RECOMENDADA.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
Película de suspense belga-francesa que sigue a un grupo de bailarines cuando toman accidentalmente LCD mezclado con sangría, y así, su exultante ensayo se convierte en una pesadilla cuando uno a uno sienten las consecuencias de crisis psicodélica colectiva; y pronto es imposible para ellos resistirse a sus neurosis y psicosis, adormecidos por lo hipnótico y el ritmo eléctrico creciente de la música; mientras algunos se sienten en El Paraíso, la mayoría de ellos se sumergen en El Infierno.
Gaspar Noé siempre me hipnotiza y agobia, tal vez su incursión en “el ritual del baile” como expresión del trance humano, el filme atrae por su parte musical, nos confronta en la parte del tratado político, y nos da un guiño a “La Divina Comedia” de Dante, pero también a Buñuel, Hitchcock, Kubrick y a mucho cine que trata sobra la conducta humana depravada.
Y es que Climax es una alegoría grosera, refinada, giroscópica y apresurada del Cielo y El Infierno donde el sentimiento opresivo de temor es implacable, aunque los actos de violencia no son en sí mismos tan extremos como algunos de los del catálogo de Noé, el efecto acumulativo es mucho peor; y hace que la película sea una prueba de resistencia, incluso con solo 96 minutos y un solo escenario principal, al que regresamos sin querer regresar, pero este es precisamente el punto:
Noé quiere que la audiencia esté completamente hipnotizada a través de los sentidos, agotada para el final, y emplea numerosas técnicas de confrontación y desorientación para lograrlo; principalmente las diversas escenas de baile, calificándolas de “una sinfonía discordante, bella y peligrosamente aventurera de brazos, piernas y torsos, repleta de originalidad y sexualidad, y un físico casi violento, todo en una cadera implacable y aparentemente interminable”
De hecho, Noé tenía experiencia usando LSD, y afirmó que la película trataba “más sobre el impacto que el miedo puede tener en las personas que sobre el abuso de drogas” y dijo que la película era “todo sobre personas que crean algo juntas y fracasan en la segunda mitad.
Es como la historia bíblica de La Torre de Babel.
La humanidad puede crear grandes cosas; y luego con la influencia del alcohol, o algún “accidente”, todo se cae”
Tal parece que “Climax” se basa libremente en una Leyenda Urbana sobre una compañía de danza francesa en la década de 1990 que mezcló bebida alcohólica con LSD en una fiesta posterior; sin embargo, no se produjeron más incidentes durante el evento real, a diferencia de la película…
Técnicamente, la dirección, la cinematografía, la banda sonora y la coreografía son soberbias, sin embargo, no hay historia concreta y sólida; por ello, la película es notable por su estilo y producción inusuales, ya que fue concebida y pre-producida en solo 4 semanas, y filmada en orden cronológico en solo 15 días; aunque Noé concibió la premisa, se cuenta que la gran mayoría de la película no fue ensayada; de ahí que se detecta la improvisación, pues no hubo entrega de líneas de diálogo, y tenían total libertad en cuanto a dónde llevar la historia y los personajes.
La dirección presenta opciones inusuales de edición y cinematografía, e incluye varias tomas muy largas, incluida una que dura más de 42 minutos.
Por otra parte, el elenco está compuesto casi exclusivamente por bailarines que, aparte de Boutella y Souheila Yacoub, no tenían experiencia previa en actuación.
Fiel a su estilo, marca personal, es que los créditos finales aparecen 2 minutos después de la película; además, los créditos principales aparecen a los 45 minutos de la película, y el título se revela en los últimos 8 segundos.
Lo mejor, la banda sonora incluye a Giorgio Moroder, Daft Punk y Aphex Twin entre otros, que no cesa en ningún momento y, al igual que la bandera de Francia, es un personaje omnipresente; donde los latidos de la música electrónica marcan el ritmo incesante de un camino abocado a la locura; y el baile coreografiado del inicio, poco a poco va degenerando en una orgía lisérgica.
Como intuimos, la sangría que es de nuevo otro personaje, es el elemento desencadenante de este viaje al Infierno; como en un relato de Agatha Christie, donde alguien ha adulterado la bebida, y ni los personajes ni nosotros, los espectadores, conocemos el causante del misterio… hasta el final.
Y como es de esperar, hay un punto político:
El escenario principal tiene una enorme bandera francesa, donde el grupo de bailarines se compone de una sección transversal de europeos, y en la explosión del exceso de hedonismo y el caos histérico, esta sección transversal de etnias, géneros y orientaciones sexuales, llegan a representar el multiculturalismo europeo destrozándose…
¿Acaso Noé dice que si Francia continúa acomodando una diversidad de culturas tan dispares, se producirá el caos?
A él no le importa lo que pienses; él hace películas para provocar, para inspirar molestia, incluso odio; y se ríe de tu incomodidad; solo tienes que averiguar si es un viaje que quieres tomar… porque Climax es una representación increíble y técnicamente competente de un Infierno contemporáneo, tan estéticamente impresionante como moralmente cuestionable, tan fascinante como inquietante, una barbarie incomparable que también se erige como uno de los logros cinematográficos más extraordinarios de los últimos años, que grita bailando alegremente que los más frágiles morirían al final, y solo los fuertes sobreviven.
“El nacimiento y la muerte son experiencias extraordinarias.
La vida es un placer fugaz”
RECOMENDADA.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
23 de diciembre de 2020
23 de diciembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
415/24(21/12/20) Fallido film galo del polémico director franco-argentino Gaspar Noé, donde vuelve a indagar sobre su convulso mundo interior de mantras reiterativos como son las pulsiones sexuales entrelazadas a la violencia, aderezado con las consecuencias de sacar esto a flote cuando tus inhibiciones dejan de existir, ello por el consumo de drogas (LSD en este caso). Noé se inspira en los eventos que tuvieron lugar en 1990, donde en la fiesta de una compañía de danza al terminar su extenuante ensayo descubren que alguien perverso ha vertido cantidades malsanas de LSD en su rica e inocente sangría, totalmente intoxicados, cada uno de los miembros va perdiendo el control de sí.
Una película que tiene dos partes bien diferenciadas, marcado su centro por la aparición de los efectos de la mencionada droga, pues bien su primer aparte es un prólogo donde provoca cierto interés, primero con esa presentación a cámara de su coral elenco de actores (nada menos que 24: formado casi exclusivamente por bailarines que, además de Sofia Boutella y Souheila Yacoub, no tenían experiencia actoral previa), luego con un espectacular baile en radiante plano-secuencia, con una coreografía (creada por Nina McNeely) en estilo krumping (modalidad callejera de improvisación individual) apoteósica de imaginación, tras ello un encadenado de charlas duales en su mayoría (abandonando momentáneamente el plano-secuencia por cortes contantes), donde se da un perfil superficial de estos jóvenes que solo piensan en el sexo (quizás anticipando que de las palabras, con las drogas se pase a los hechos), hay otro baile impresionante con una juguetona cámara cenital, y tras ello la fiesta post trabajo, donde con las consecuencias de haber tomado LSD la cinta se desmadra, eso sí, Noé despliega un poderío visual formidable, con un colorido dramático fulgente en rojo, ello con otro plano-secuencia sensacional de 42 minutos en como la cámara se mueve de modo tremendo, pero lástima que lo que apuntaba en su primera mitad termine en un despropósito emocional en esta parte segunda, donde no hay hilo narrativo, todo se siente caótico orgánicamente, el mostrar el desenfreno no debiera estar enfrentado a que nos enteremos que ocurre, o que sintamos algo por alguien, pero la nula conexión con estos inanes personajes hace que me importe entre un bledo y cero lo que les pase. Además, que nos quiere contar Noé? Que las drogas hacen que la gente pierde retraimientos? Puaj!
Hay que reconocerle a Noé su gran capacidad de sugestión sensorial, tanto visual, como sonora, se ven sus influencias en el ‘giallo’ de Dario Argento, o el Marqués de Sade en la perversión ambiental. Donde la cámara se torna en coprotagonista por el modo de fluir, aunque en muchas ocasiones se muestra cual vagabunda siguiendo a gente por pasillos sin más sentido que desorientarnos, pero es que el cámara Benoît Debie (“Enter the void” o “Spring Breakers”) termina viniéndose arriba y nos ‘regala’ un rush final irritante cuando el objetivo vira 80 grados y vemos la acción al revés, ello para reflejar una especie de entrada en el desvarío sexual. Un despropósito que solo busca provocar por provocar, y con ello dejando un halo de vacío bonito de ver, envolviéndose en el frenesí atmosférico. Una odisea psicodélica que apunta a mucho más de lo que da. Teniendo la sensación final de que hemos estado ante un videoclip alargadísimo, hasta perder todo el fuelle, ello acentuando una vacuidad que nos deja huérfanos de un asidero dramático.
Aparte queda la pedantería del director que deja patente desde su hipnótico y banal prólogo cenital, el modo de mostrar los créditos finales al principio, o con otros créditos a mitad de metraje, recursos de mal pagador, tan arbitrarios como triviales en su intrascendencia, donde incluso se insertan que se erigen en tan ligeras como el propio film (“La vida es una imposibilidad colectiva” o “La existencia es una ilusión pasajera”). Tampoco es que sea una película incómoda de ver, como otras de Noé, hay un amago en dos momentos, uno cuando es pateada en el vientre una joven que dice estar embarazada, y cuando una de las bailarinas comienza a lacerarse con un cuchillo el cuerpo, pero esto es cuasi-flash, se abandona este gore-desagradable propia de la filmografía del realizador.
Las actuaciones no pasan de esbozos que apuntan al inicio y caen en el histrionismo en las segunda parte, únicamente Sofia Boutella tiene algo de entidad dramática, pero como nunca empatizamos con ella me resulta un alma huera.
La banda sonora resulta un elemento crucial en la evolución del minutaje, habiendo temas como "Pump Up the Volume" de Martyn Young, "Angie" de The Rolling Stones o “Trois Gymnopedies” de Erik Satie, pero acaba por saturar al espectador en sus ritmos pesados.
Al final eme queda la impresión de que Gaspar Noé nos ha querido embarcar en una experiencia sensorial, ha querido imbuirnos de este clima-x, pero como tal me ha sido superficial y pretenciosa para lo poca sustancia que conlleva. Fuerza y honor!!!
Una película que tiene dos partes bien diferenciadas, marcado su centro por la aparición de los efectos de la mencionada droga, pues bien su primer aparte es un prólogo donde provoca cierto interés, primero con esa presentación a cámara de su coral elenco de actores (nada menos que 24: formado casi exclusivamente por bailarines que, además de Sofia Boutella y Souheila Yacoub, no tenían experiencia actoral previa), luego con un espectacular baile en radiante plano-secuencia, con una coreografía (creada por Nina McNeely) en estilo krumping (modalidad callejera de improvisación individual) apoteósica de imaginación, tras ello un encadenado de charlas duales en su mayoría (abandonando momentáneamente el plano-secuencia por cortes contantes), donde se da un perfil superficial de estos jóvenes que solo piensan en el sexo (quizás anticipando que de las palabras, con las drogas se pase a los hechos), hay otro baile impresionante con una juguetona cámara cenital, y tras ello la fiesta post trabajo, donde con las consecuencias de haber tomado LSD la cinta se desmadra, eso sí, Noé despliega un poderío visual formidable, con un colorido dramático fulgente en rojo, ello con otro plano-secuencia sensacional de 42 minutos en como la cámara se mueve de modo tremendo, pero lástima que lo que apuntaba en su primera mitad termine en un despropósito emocional en esta parte segunda, donde no hay hilo narrativo, todo se siente caótico orgánicamente, el mostrar el desenfreno no debiera estar enfrentado a que nos enteremos que ocurre, o que sintamos algo por alguien, pero la nula conexión con estos inanes personajes hace que me importe entre un bledo y cero lo que les pase. Además, que nos quiere contar Noé? Que las drogas hacen que la gente pierde retraimientos? Puaj!
Hay que reconocerle a Noé su gran capacidad de sugestión sensorial, tanto visual, como sonora, se ven sus influencias en el ‘giallo’ de Dario Argento, o el Marqués de Sade en la perversión ambiental. Donde la cámara se torna en coprotagonista por el modo de fluir, aunque en muchas ocasiones se muestra cual vagabunda siguiendo a gente por pasillos sin más sentido que desorientarnos, pero es que el cámara Benoît Debie (“Enter the void” o “Spring Breakers”) termina viniéndose arriba y nos ‘regala’ un rush final irritante cuando el objetivo vira 80 grados y vemos la acción al revés, ello para reflejar una especie de entrada en el desvarío sexual. Un despropósito que solo busca provocar por provocar, y con ello dejando un halo de vacío bonito de ver, envolviéndose en el frenesí atmosférico. Una odisea psicodélica que apunta a mucho más de lo que da. Teniendo la sensación final de que hemos estado ante un videoclip alargadísimo, hasta perder todo el fuelle, ello acentuando una vacuidad que nos deja huérfanos de un asidero dramático.
Aparte queda la pedantería del director que deja patente desde su hipnótico y banal prólogo cenital, el modo de mostrar los créditos finales al principio, o con otros créditos a mitad de metraje, recursos de mal pagador, tan arbitrarios como triviales en su intrascendencia, donde incluso se insertan que se erigen en tan ligeras como el propio film (“La vida es una imposibilidad colectiva” o “La existencia es una ilusión pasajera”). Tampoco es que sea una película incómoda de ver, como otras de Noé, hay un amago en dos momentos, uno cuando es pateada en el vientre una joven que dice estar embarazada, y cuando una de las bailarinas comienza a lacerarse con un cuchillo el cuerpo, pero esto es cuasi-flash, se abandona este gore-desagradable propia de la filmografía del realizador.
Las actuaciones no pasan de esbozos que apuntan al inicio y caen en el histrionismo en las segunda parte, únicamente Sofia Boutella tiene algo de entidad dramática, pero como nunca empatizamos con ella me resulta un alma huera.
La banda sonora resulta un elemento crucial en la evolución del minutaje, habiendo temas como "Pump Up the Volume" de Martyn Young, "Angie" de The Rolling Stones o “Trois Gymnopedies” de Erik Satie, pero acaba por saturar al espectador en sus ritmos pesados.
Al final eme queda la impresión de que Gaspar Noé nos ha querido embarcar en una experiencia sensorial, ha querido imbuirnos de este clima-x, pero como tal me ha sido superficial y pretenciosa para lo poca sustancia que conlleva. Fuerza y honor!!!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
P.D. Climax recibió un disparo en 15 días en una escuela abandonada en París. Aunque Noé concibió una historia básica y le dio al elenco ideas sobre hacia dónde podrían ir la historia y los personajes, no escribió ninguna línea y dejó que el elenco improvisara el diálogo y la mayoría de las situaciones frente a la cámara; no hubo ensayos, y solo la premisa, los rasgos básicos de personalidad de los personajes y la escena de baile temprano se habían planeado de antemano. Dijo que cuando el elenco le pidió un guión para que pudieran aprender sus líneas, él respondió: "No, solo ven al set y haz lo que quieras, nunca te presionaré para que hagas algo en contra de tu voluntad y si tiene alguna idea, por favor dígamelo. " Noé le dio varias ideas al elenco, pero los dejó libres para seguirlas o no: "Sabía el punto de inicio y el final, pero no sabía el punto intermedio. Por ejemplo, inicialmente pensé que el personaje de Sofia Boutella, Selva, terminaría con un niño, luego pensé que tal vez podría ser una niña. Cuando conocí a la bailarina rusa y le pregunté a Sofía si le importaba terminar con ella, no lo hizo... así que todo fue bastante orgánico. Entonces no sabía cómo terminaría la historia del DJ... oh, tal vez termina con el joven bailarín... Pero todo fue rodado en orden cronológico, lo que deja la puerta abierta para cualquier tipo de re -escritura." Dijo que "El ambiente en el set era muy alegre y amistoso. La gente no se estaba emborrachando. Les pregunté qué te gustaría hacer en la película. Cómo querrías sorprender a la audiencia? Nunca les pediría que hicieran, qué no les gustaría hacer. Dime a quién quieres besar? A quién quieres aplastar? A quién quieres insultar? Y yo le preguntaría a la otra persona, te importaría si esta persona quiere hacer esto o aquello? Y de- Por supuesto, la persona recíproca era bienvenida a [proponer] cualquier cosa".
11 de mayo de 2022
11 de mayo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alguien le dijo a Noé, construye una cámara para grabar a todos los animales...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y el contestó , lo haré, pero para que no vea nada, daré vueltas y vueltas y planos zenitales de mas de 20 minutos, grabaré un final dónde no se vea nada de nada, para que todo el desarrollo se convierta en nada, no haré guión, porque yo soy cámara, e intentaré hacer las cosas mas ridículas y horteras para que todos me digáis lo atrevido que soy.
Pero esto, Noé , no será cine.
A lo que Noe, se enfada y se va.
Pero esto, Noé , no será cine.
A lo que Noe, se enfada y se va.
25 de enero de 2023
25 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alucinaciones visuales, auditivas y táctiles, desconexión de la realidad, sinestesias (conexión de experiencias sensitivas como, por ejemplo, oír colores o ver sabores), euforia, taquicardia, aumento de presión arterial, trastornos del equilibrio y de la orientación espacial, fuerte miedo y ansiedad. Tanto si has tenido un mal viaje de LSD como si has visto Climax, sabrás de lo que te hablo. Y es que el bueno de Gaspar Noé, inspirado en una fiesta en el oscuro club berlinés Berghain, nos sumerge en un viaje psicodélico y sensorial que lleva al extremo creando una atmósfera cargada de caos, demencia colectiva y desorientación.
El guion es sencillo y está basado en hechos reales: un grupo de bailarines franceses celebran una fiesta en la que empiezan a desvariar hasta que caen en la cuenta que la sangría que están tomando contiene LSD. A Gaspar tan solo le ocupó 15 páginas y la mayoría de diálogos fueron improvisados por un reparto a lo Bresson totalmente amateur, a excepción de una monumental Sofia Boutella. Bajo esta premisa, bien podría ser la película típica de adolescentes con todos los clichés pseudo modernos que tanto estamos acostumbrados a ver. Y sí, hay sexo y hay drogas. Pero la peli no va ni de sexo ni de drogas. De hecho, habrá quien dirá que no va de nada. Que es “una ida de olla” y que es pretenciosa. La cuestión es que se trata de una película para ser sentida, no comprendida.
El guion es sencillo y está basado en hechos reales: un grupo de bailarines franceses celebran una fiesta en la que empiezan a desvariar hasta que caen en la cuenta que la sangría que están tomando contiene LSD. A Gaspar tan solo le ocupó 15 páginas y la mayoría de diálogos fueron improvisados por un reparto a lo Bresson totalmente amateur, a excepción de una monumental Sofia Boutella. Bajo esta premisa, bien podría ser la película típica de adolescentes con todos los clichés pseudo modernos que tanto estamos acostumbrados a ver. Y sí, hay sexo y hay drogas. Pero la peli no va ni de sexo ni de drogas. De hecho, habrá quien dirá que no va de nada. Que es “una ida de olla” y que es pretenciosa. La cuestión es que se trata de una película para ser sentida, no comprendida.
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Con una puesta en escena casi teatral, la propia película nos conduce en todo momento hacia donde ella quiere, siguiendo con una cámara caótica a unos personajes que deambulan al son de sus impulsos más viscerales e irracionales. Entre temazo y temazo, la tensión, ansiedad y locura que padecen los personajes va in crescendo en forma de pasillos laberínticos, bailes sin sentido, delirios, gritos y luces rojas, trasladando al espectador esa agonía que parece no tener límite.
Una vez se instala el caos y la locura dentro de la colectividad, y las tragedias empiezan a suceder una tras otra, ese total descontrol toma el control del film. Y es que la esencia de Climax radica en la naturalidad con la que se traslada al espectador ese descontrol y esa locura colectiva, haciéndote sentir que tú eres una víctima más del grupo. Y todo ello en un único plano secuencia, coreografiado con una banda sonora que se mimetiza a la perfección con la fotografía y el devenir de los personajes. ¡Chapeau Noé!
Una vez se instala el caos y la locura dentro de la colectividad, y las tragedias empiezan a suceder una tras otra, ese total descontrol toma el control del film. Y es que la esencia de Climax radica en la naturalidad con la que se traslada al espectador ese descontrol y esa locura colectiva, haciéndote sentir que tú eres una víctima más del grupo. Y todo ello en un único plano secuencia, coreografiado con una banda sonora que se mimetiza a la perfección con la fotografía y el devenir de los personajes. ¡Chapeau Noé!
5 de octubre de 2023
5 de octubre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que invita a largarse del cine desde los primeros compases. Una propuesta que necesita de enganche, y no funciona, no interesa, avanza sin que nada resulte mínimamente atractivo para la emoción o para el intelecto. Puro vacío, pura marquetería, castillo de naipes sin ninguna sustancia que lo mantenga tieso. Si una película fuera un pene, ésta no lograría la erección, simplemente porque no hay nada detrás del exceso. Libre albedrío del endiosado director, cuyo estatus se ha construido a partir de provocaciones como la presente. El cine es provocación, sí, es extremo, sí, es radicalismo, sí, es mierda, pues no. Esta película es básicamente mierda. Porque una película es mierda cuando no hay drama, no hay personajes, no hay contenido, no hay ningún propósito más allá de generar angustia en el espectador. La mierda genera angustia. Muchas cosas generan angustia. Y no dejan de ser mierda. Si la película se vende como mierda, bien. Si se vende como gran cine, como obra, como innovación, nos están tomando el pelo.
Ya hemos visto películas provocadoras antes, y siempre tienes la sensación de que nos utilizan, de que somos cobayas, imbéciles a los que se vende un producto bien publicitado. Cada vez más, uno se siente manipulado en este mundo de dioses (directores de cine, estrellas de la música, influencers, políticos), y algunas mañanas uno se levanta rabioso y lúcido, y se ríe en la cara de tipos como Gaspar Noé que viven de chorradas que no contribuyen a nada, que solo son capaces de provocar estímulos tan breves como un chute de fentanilo. Somos grandes consumidores de mentiras y de mierdas, y adoradores de capullos y de tuertos que son unos depredadores y unos infelices, pero que tienen habilidades sociales y saben venderse, y que tienen un talento visual aceptable, y la inteligencia de un sapo. Y que están en el lugar correcto en el momento correcto, como podían estar en una iglesia de Florencia y caérseles una piedra en la cabeza (como le paso a un turista de Barcelona hace un par de años). El mundo es así de absurdo. Otra cosa es que debamos adorar a los idiotas que hacen mierda. Eso lo podemos controlar. Nos pueden dar por el culo, pero no tiene que gustarnos. Al menos nos queda eso, la posibilidad de que no nos guste. En ese estrecho margen nos movemos en la actualidad.
Gaspar Noé no es que sea un mal director de cine porque hace malas películas, no es ese el tema. Es un director de cine que hace mierda, y que se publicita con ello, y que hace bandera de ello. Si te gusta la mierda, ahí tienes tu filón.
Ya hemos visto películas provocadoras antes, y siempre tienes la sensación de que nos utilizan, de que somos cobayas, imbéciles a los que se vende un producto bien publicitado. Cada vez más, uno se siente manipulado en este mundo de dioses (directores de cine, estrellas de la música, influencers, políticos), y algunas mañanas uno se levanta rabioso y lúcido, y se ríe en la cara de tipos como Gaspar Noé que viven de chorradas que no contribuyen a nada, que solo son capaces de provocar estímulos tan breves como un chute de fentanilo. Somos grandes consumidores de mentiras y de mierdas, y adoradores de capullos y de tuertos que son unos depredadores y unos infelices, pero que tienen habilidades sociales y saben venderse, y que tienen un talento visual aceptable, y la inteligencia de un sapo. Y que están en el lugar correcto en el momento correcto, como podían estar en una iglesia de Florencia y caérseles una piedra en la cabeza (como le paso a un turista de Barcelona hace un par de años). El mundo es así de absurdo. Otra cosa es que debamos adorar a los idiotas que hacen mierda. Eso lo podemos controlar. Nos pueden dar por el culo, pero no tiene que gustarnos. Al menos nos queda eso, la posibilidad de que no nos guste. En ese estrecho margen nos movemos en la actualidad.
Gaspar Noé no es que sea un mal director de cine porque hace malas películas, no es ese el tema. Es un director de cine que hace mierda, y que se publicita con ello, y que hace bandera de ello. Si te gusta la mierda, ahí tienes tu filón.
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