Soñadores
7.0
32,637
Drama
París, 1968. Isabelle (Eva Green) y su hermano Theo (Louis Garrel), solos en la ciudad mientras sus padres están de viaje, invitan a su apartamento a Matthew (Michael Pitt), un joven estudiante americano, al que han conocido en un cine. Una vez en casa, establecen unas reglas para conocerse mutuamente, explorando emociones y erotismo a través de una serie de juegos extremadamente arriesgados. (FILMAFFINITY)
17 de agosto de 2007
17 de agosto de 2007
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que Mathew, yo también tengo 20 años, pero insípidos e insustanciales, acumulándose año tras año en un escenario donde la ideología ha muerto y aquella imaginación tan bella y perfecta que se definía en aquellos convulsos años se marchita irremisiblemente.
Bertolucci me ha hecho sentir lo que nunca antes nadie había conseguido, con este mejunje de sentimientos y de percepciones entreveradas, donde convergen amor, utopía, juventud y deseos.
Ojalá los jóvenes de hoy en día tuviésemos un ideal por el que luchar todos juntos para poder volver a buscar orgullosos aquel "Soyez réalistes, demandez l'impossible".
Bertolucci me ha hecho sentir lo que nunca antes nadie había conseguido, con este mejunje de sentimientos y de percepciones entreveradas, donde convergen amor, utopía, juventud y deseos.
Ojalá los jóvenes de hoy en día tuviésemos un ideal por el que luchar todos juntos para poder volver a buscar orgullosos aquel "Soyez réalistes, demandez l'impossible".
7 de junio de 2008
7 de junio de 2008
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de estas películas que cuando acaban te dejan pensativa; como con ganas de saber más, pero sin la necesidad de que la película continúe.
Me parece entrañable, dura y realista. Y creo que los actores bordan los papeles.
Me parece entrañable, dura y realista. Y creo que los actores bordan los papeles.
7 de enero de 2012
7 de enero de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine, política, amor, erotismo... ingredientes sugerentes mezclados con una fotografía impecable de claroscuros y tonos anaranjados en el apartamento antiguo del centro de París. Bertolucci retrata la juventud de los 60, la folie à deux y el amor por el cine a través de ideas, de imágenes perfectamente cuidadas en un mismo conjunto. Es una bellísima obra maestra, con unos actores que te invitan a participar en la locura momentánea una y otra vez, tantas veces como la veas.
No es justo infravalorar esta película otorgándole más importancia a lo que se ve, sin ver todo lo que simboliza. No se dejen engañar, Bertolucci no ha contado una historia de deseo y pasión, sino de libertad.
No es justo infravalorar esta película otorgándole más importancia a lo que se ve, sin ver todo lo que simboliza. No se dejen engañar, Bertolucci no ha contado una historia de deseo y pasión, sino de libertad.
1 de noviembre de 2012
1 de noviembre de 2012
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el París de 1968 se desarrolla el principio de lo que conocemos como "Revolución cultural". Allí estudia Matthew, un americano que ama el cine y se declara pacifista y amante. Isabelle y Theo son hermanos gemelos y viven con sus padres en una casa antigua llena de arte y misterio. Su relación es sexualmente extraña y pronto descubrimos que sufren un amor contagioso y depravado. Invitan a Matthew, quien a pesar de ciertas reticencias, se suma a la perversa relación con toda la voluntad de experimentar algo nuevo y sentir el acontecimiento revolucionario, más allá de las manifestaciones callejeras.
La película se presenta como un elogio a la imagen en movimiento. Masonería de cinéfilos, cinéfagos y amantes de la cultura. Su aspecto es de rebeldía y muestra los acontecimientos franceses e internacionales propios del 68, con ecos americanos gracias a Matthew.
Romanticismo más tardío que el de Rosalía de Castro, un amor postergado por el recuerdo del amor. Todo aquello que ya no volverá y estamos continuamente perdiendo. Sin embargo, como artistas, los personajes también quieren y creen en poder seguir creando, maravillando al mundo con sus inquietudes. Juventud de pasiones y revolcones con la cosa más difícil y más hermosa. La creación artística. A través de ella, Bertolucci nos habla de la transformación del mundo y el descubrimiento de esa posibilidad. Algo llamativamente apasionante y bastante lejos del sentimiento generalizado de desidia.
Sus relaciones transcurren en la casa de los padres de Theo e Isabelle mientras los primeros están de viaje. No saben de la relación incestuosa y corren el peligro de descubrirlo. Poco a poco Matthew va tomando parte y conforman un triángulo de amor en el que encontrarán muchos juegos arriesgados para conocerse a sí mismos a través del erotismo y las sensaciones emocionales.
La muerte ha de rondar si hablamos de la huida romanticista. Por lo que, mientras se escucha el griterío de la revolución en las calles, una barricada de amantes yace en camas y bañeras para juntos reivindicar aquello que ninguna sociedad pudo abolir hasta ahora.
El centro de sus conversaciones es el cine y los clásicos. Juegan a adivinar secuencias de Greta Garbo, Howard Hawks, Marlene Dietrich, etc. Marilyn Monroe también tiene su espacio encarnando a la Libertad guiando al pueblo. Chaplin y Keaton mantienen una fervorosa y dulce batalla, Janis Joplin suena de fondo y Delacroix los vigila mientras vagan entre bibliotecas repletas, pasillos antiguos, desorden y humo. Una estética de perfección estilística. Woodstock de curiosidad europea en la cuna del arte. Bertolucci busca el matiz en las conversaciones, en los recuerdos, en las acciones. Tiene tal sabiduría a la hora de posicionar las cámaras que tiene escenas fabulosas por su ternura. Un clásico en 2003, algo aparentemente imposible.
Se desmonta el tótem de Chaplin al catapultar a Keaton, pero entonces se habla de cómo detiene el tiempo en "City Lights" cuando su prometida lo ve por primera vez y nosotros también lo contemplamos como si fuera la primera, increíble. Se habla de cine constantemente haciendo referencia a grandes momentos de su historia. Si te gusta el cine, amarás sus discusiones. También ocurre que Fred Astair molesta a Ginger Rogers con sus ajustados zapatos de claqué.
En una de sus locuras, deciden batir el record de cruzar el Louvre en el menor tiempo posible, una chiquillada digna de cinéfilos. Entonces Matthew consigue que ellos canten "Le aceptamos, de los nuestros, le aceptamos, de los nuestros". Ya hay un freak más en el grupo.
Entre vinilos, tabaco, blusas y vino, la lluvia cae impasible y suena Dylan y su fuerza popular. La compilación de sucesos acontece como marca la maestría de quien lleva más de 40 años al mando de la cámara. Y hasta Morrison tiene su lugar, y entonces "Rock & Roll".
Salas de cine, dormidos en la bañera, caleidoscópicos espejos, relativización del tiempo. Canciones de guerra para el sentimiento inevitablemente político del arte. Hendricks araña la guitarra con sus dientes mientras Clapton la confunde con una acústica. Esto da lugar al posicionamiento político de los personajes, con igualdades pero también con diferencias por su herencia culturalmente distinta.
Y nos encontramos con que la primera hora ha sido espectacular. La segunda no la superará, aunque promete algo que sí nos entregará.
Unas definiciones de Matthew revelan la visión cinematográfica de Bertolucci: "Un cineasta es un vulgar mirón, un voyeur. Espías por la cerradura y te sientes asqueroso, culpable, pero no puedes dejar de mirar. Las películas son crímenes y los directores criminales. Debería ser ilegal."
"Una petición es un poema, y un poema es una petición." Dice el padre de los hermanos, escritor un tanto frustrado, pero que acierta en su declaración, brillante y obvia.
Fascinante relato de una relación casi prohibida y de pasión desenfrenada. Con la fotografía de los más ineludibles clásicos y el encanto, sobre todo, de Eva Green. De lo mejor de este estrenado siglo.
Ajenos en un decadente estilo de perversión, chocan un día con la realidad exterior. Suena Édith Piaf y "Non, je ne regrette rien". Casi Perfecta.
La película se presenta como un elogio a la imagen en movimiento. Masonería de cinéfilos, cinéfagos y amantes de la cultura. Su aspecto es de rebeldía y muestra los acontecimientos franceses e internacionales propios del 68, con ecos americanos gracias a Matthew.
Romanticismo más tardío que el de Rosalía de Castro, un amor postergado por el recuerdo del amor. Todo aquello que ya no volverá y estamos continuamente perdiendo. Sin embargo, como artistas, los personajes también quieren y creen en poder seguir creando, maravillando al mundo con sus inquietudes. Juventud de pasiones y revolcones con la cosa más difícil y más hermosa. La creación artística. A través de ella, Bertolucci nos habla de la transformación del mundo y el descubrimiento de esa posibilidad. Algo llamativamente apasionante y bastante lejos del sentimiento generalizado de desidia.
Sus relaciones transcurren en la casa de los padres de Theo e Isabelle mientras los primeros están de viaje. No saben de la relación incestuosa y corren el peligro de descubrirlo. Poco a poco Matthew va tomando parte y conforman un triángulo de amor en el que encontrarán muchos juegos arriesgados para conocerse a sí mismos a través del erotismo y las sensaciones emocionales.
La muerte ha de rondar si hablamos de la huida romanticista. Por lo que, mientras se escucha el griterío de la revolución en las calles, una barricada de amantes yace en camas y bañeras para juntos reivindicar aquello que ninguna sociedad pudo abolir hasta ahora.
El centro de sus conversaciones es el cine y los clásicos. Juegan a adivinar secuencias de Greta Garbo, Howard Hawks, Marlene Dietrich, etc. Marilyn Monroe también tiene su espacio encarnando a la Libertad guiando al pueblo. Chaplin y Keaton mantienen una fervorosa y dulce batalla, Janis Joplin suena de fondo y Delacroix los vigila mientras vagan entre bibliotecas repletas, pasillos antiguos, desorden y humo. Una estética de perfección estilística. Woodstock de curiosidad europea en la cuna del arte. Bertolucci busca el matiz en las conversaciones, en los recuerdos, en las acciones. Tiene tal sabiduría a la hora de posicionar las cámaras que tiene escenas fabulosas por su ternura. Un clásico en 2003, algo aparentemente imposible.
Se desmonta el tótem de Chaplin al catapultar a Keaton, pero entonces se habla de cómo detiene el tiempo en "City Lights" cuando su prometida lo ve por primera vez y nosotros también lo contemplamos como si fuera la primera, increíble. Se habla de cine constantemente haciendo referencia a grandes momentos de su historia. Si te gusta el cine, amarás sus discusiones. También ocurre que Fred Astair molesta a Ginger Rogers con sus ajustados zapatos de claqué.
En una de sus locuras, deciden batir el record de cruzar el Louvre en el menor tiempo posible, una chiquillada digna de cinéfilos. Entonces Matthew consigue que ellos canten "Le aceptamos, de los nuestros, le aceptamos, de los nuestros". Ya hay un freak más en el grupo.
Entre vinilos, tabaco, blusas y vino, la lluvia cae impasible y suena Dylan y su fuerza popular. La compilación de sucesos acontece como marca la maestría de quien lleva más de 40 años al mando de la cámara. Y hasta Morrison tiene su lugar, y entonces "Rock & Roll".
Salas de cine, dormidos en la bañera, caleidoscópicos espejos, relativización del tiempo. Canciones de guerra para el sentimiento inevitablemente político del arte. Hendricks araña la guitarra con sus dientes mientras Clapton la confunde con una acústica. Esto da lugar al posicionamiento político de los personajes, con igualdades pero también con diferencias por su herencia culturalmente distinta.
Y nos encontramos con que la primera hora ha sido espectacular. La segunda no la superará, aunque promete algo que sí nos entregará.
Unas definiciones de Matthew revelan la visión cinematográfica de Bertolucci: "Un cineasta es un vulgar mirón, un voyeur. Espías por la cerradura y te sientes asqueroso, culpable, pero no puedes dejar de mirar. Las películas son crímenes y los directores criminales. Debería ser ilegal."
"Una petición es un poema, y un poema es una petición." Dice el padre de los hermanos, escritor un tanto frustrado, pero que acierta en su declaración, brillante y obvia.
Fascinante relato de una relación casi prohibida y de pasión desenfrenada. Con la fotografía de los más ineludibles clásicos y el encanto, sobre todo, de Eva Green. De lo mejor de este estrenado siglo.
Ajenos en un decadente estilo de perversión, chocan un día con la realidad exterior. Suena Édith Piaf y "Non, je ne regrette rien". Casi Perfecta.
22 de abril de 2016
22 de abril de 2016
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca me he sentido más emocionado y más mimetizado con Theo y con Isabell y también con Matthew. Me dio la impresión que mientras se comenzaba a gestar unas de las miles de crisis del capitalismo desalmado; pudo ser posible enmendar las cosas y caminar a un mundo más justo. El miedo nos impidió hacerlo; y por ello tenemos la mierda que merecemos. Aún así, y siempre en algún momento de esa maravillosa edad universitaria; es posible tener la sensación de que merece la pena vivir. Vivir es muchas cosas, y desde luego cuando veas esta película tendrás esa famosa Sensación de Vivir.
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