Jurado Nº 2
6.8
21,227
2 de diciembre de 2024
2 de diciembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crítica de Jurado Nº 2.-
Clint Eastwood demuestra, una vez más, que su genio detrás de la cámara sigue siendo tan poderoso como siempre. Jurado Nº 2 no es solo una película, es una obra que combina narrativa, moralidad y actuación para entregar una experiencia cinematográfica de primer nivel.
El guion, lleno de profundidad y sutileza, nos sumerge en un dilema moral extraordinariamente humano. Eastwood explora los límites de la ética y la responsabilidad personal con una sensibilidad que solo un director de su talla puede lograr. La historia mantiene un equilibrio perfecto entre tensión judicial y el conflicto interno del protagonista, logrando mantenernos al borde del asiento hasta el último minuto.
Nicholas Hoult lidera un reparto estelar con una actuación magistral. Su interpretación de un hombre dividido entre la verdad y la lealtad personal es simplemente cautivadora. Cada mirada, cada palabra, refleja el peso de su dilema, haciendo que el espectador empatice profundamente con su lucha interna.
El elenco secundario también está perfectamente elegido, añadiendo capas a la narrativa con interpretaciones que enriquecen la historia. Además, la dirección de Eastwood resalta los pequeños detalles que elevan la película, desde los diálogos cargados de significado hasta los silencios que hablan por sí solos.
En definitiva, Jurado Nº 2 es una película que no solo entretiene, sino que invita a reflexionar sobre nuestra propia moralidad y las decisiones que definen quiénes somos. Un nuevo clásico en la filmografía de Clint Eastwood.
Nota: 8/10.
Clint Eastwood demuestra, una vez más, que su genio detrás de la cámara sigue siendo tan poderoso como siempre. Jurado Nº 2 no es solo una película, es una obra que combina narrativa, moralidad y actuación para entregar una experiencia cinematográfica de primer nivel.
El guion, lleno de profundidad y sutileza, nos sumerge en un dilema moral extraordinariamente humano. Eastwood explora los límites de la ética y la responsabilidad personal con una sensibilidad que solo un director de su talla puede lograr. La historia mantiene un equilibrio perfecto entre tensión judicial y el conflicto interno del protagonista, logrando mantenernos al borde del asiento hasta el último minuto.
Nicholas Hoult lidera un reparto estelar con una actuación magistral. Su interpretación de un hombre dividido entre la verdad y la lealtad personal es simplemente cautivadora. Cada mirada, cada palabra, refleja el peso de su dilema, haciendo que el espectador empatice profundamente con su lucha interna.
El elenco secundario también está perfectamente elegido, añadiendo capas a la narrativa con interpretaciones que enriquecen la historia. Además, la dirección de Eastwood resalta los pequeños detalles que elevan la película, desde los diálogos cargados de significado hasta los silencios que hablan por sí solos.
En definitiva, Jurado Nº 2 es una película que no solo entretiene, sino que invita a reflexionar sobre nuestra propia moralidad y las decisiones que definen quiénes somos. Un nuevo clásico en la filmografía de Clint Eastwood.
Nota: 8/10.
3 de diciembre de 2024
3 de diciembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es cierto que la película plantea un interesante dilema moral.
Es cierto que la película refleja muy bien como los distintos personajes se enfrentan a este dilema moral, cada uno desde su perspectiva, y las ramificaciones que sus distintas decisiones van abriendo.
Es cierto que varias veces crees saber que dirección va a tomar un personaje, y te equivocas (al menos yo).
Es cierto que logra mantenerte activado incluso cuando la acción es lenta.
Pero no sé, también es cierto que me dejó un sabor de boca agridulce. Un quiero y no puedo. Estuve toda la película esperando más, y nunca lo encontré.
Es cierto que la película refleja muy bien como los distintos personajes se enfrentan a este dilema moral, cada uno desde su perspectiva, y las ramificaciones que sus distintas decisiones van abriendo.
Es cierto que varias veces crees saber que dirección va a tomar un personaje, y te equivocas (al menos yo).
Es cierto que logra mantenerte activado incluso cuando la acción es lenta.
Pero no sé, también es cierto que me dejó un sabor de boca agridulce. Un quiero y no puedo. Estuve toda la película esperando más, y nunca lo encontré.
23 de diciembre de 2024
23 de diciembre de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que plantea el tema de la culpa en un ciudadano que tras problemas con la bebida ha conseguido integrarse y llevar una vida normalizada. En algunos momentos me recuerda a la película de Woody Allen, Delitos y Faltas, donde Martin Landau borda su papel.
La mujer del protagonista efectivamente está como de florero, no hace nada, parece poco desarrollo del guión para una persona que es maestra en la América Profunda. La película por suerte no recurre a la música para poner énfasis en las escenas.
Me parece que el guion toca demasiados palos y la mayoría los somete al coitus interruptus. Algunos flashbacks se hacen reiterativos.
La mujer del protagonista efectivamente está como de florero, no hace nada, parece poco desarrollo del guión para una persona que es maestra en la América Profunda. La película por suerte no recurre a la música para poner énfasis en las escenas.
Me parece que el guion toca demasiados palos y la mayoría los somete al coitus interruptus. Algunos flashbacks se hacen reiterativos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1) Resulta incoherente en el guión que la fiscal que lleva modelitos dignos de valer 6000 dólares y conduce un coche Mercedes de los que no vienen en los catálogos se pasee por 16 casa identificando a los dueños de SUVs que han ido a reparar chapa a los talleres.
2) La acción transcurre sorprendentemente en un bar de carretera aislado donde la gente va en coche, bebe como cosacos y tiene que volver a sus casas en coches. En USA se habla de asesinar con un coche y las penas son menos laxas que en la legislación española.
3) Es también poco creíble que la fiscal en plena campaña electoral, a pocos días de las elecciones, se dedique a investigar personalmente cosas puntuales del caso.
4) Increíble la cantidad de bellezones que nos encontramos en el bar de carretera de la América profunda donde se inicia todo. Un error de casting total.
5) Llegamos a saber bastante del contexto vital de muchos de los protagonistas, aunque luego se desarrollen poco. Sin embargo, no se nos muestra nada del contexto familiar o profesional de la fiscal.
2) La acción transcurre sorprendentemente en un bar de carretera aislado donde la gente va en coche, bebe como cosacos y tiene que volver a sus casas en coches. En USA se habla de asesinar con un coche y las penas son menos laxas que en la legislación española.
3) Es también poco creíble que la fiscal en plena campaña electoral, a pocos días de las elecciones, se dedique a investigar personalmente cosas puntuales del caso.
4) Increíble la cantidad de bellezones que nos encontramos en el bar de carretera de la América profunda donde se inicia todo. Un error de casting total.
5) Llegamos a saber bastante del contexto vital de muchos de los protagonistas, aunque luego se desarrollen poco. Sin embargo, no se nos muestra nada del contexto familiar o profesional de la fiscal.
5 de enero de 2025
5 de enero de 2025
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva película de Clint Eastwood gira en torno de un dilema moral acerca de la verdad y la justicia. El experimentado director abre y cierra el film con dos planos que funcionan como un espejo.
Por Nicolás Bianchi
A los 94 años Eastwood entrega una película sólida y de excelencia sobre un juicio por jurados que entraña varios dilemas en torno a la justicia, el método en el que esta es administrada y sus posibles consecuencias. El protagonista es un hombre recto, pero algo dañado, que ha cometido, sin querer, un error. Es, además, el futuro sostén de una familia, ya que su mujer está embarazada.
El film presenta a este hombre, Justin Kemp (Nicholas Hoult), guiando a su mujer (Zoey Deutch) hacia dentro de la habitación que él ha preparado para su futuro hijo. La madre lleva los ojos vendados, tal como se suele representar a la imagen de la justicia. En este caso, la venda también indica desconocimiento. Hay algo que él sabe y ella no.
Al mismo tiempo, Justin ha sido seleccionado en un lote de candidatos para integrar un jurado sobre un caso de femicidio. El acusado Vince (Phil Biedron) reúne todos los requisitos de un culpable perfecto: tiene un historial de conductas violentas y es el típico hombre estadounidense blanco y musculoso que luce emocionalmente desbalanceado. A él se lo acusa de matar a su novia Denice (Leslie Bibb) después de una discusión frente a varios testigos en un bar.
La suerte de Vince depende, en parte, de su defensor oficial, Eric Resnick (Vincent Messina). Mientras tanto, la acusación en representación del estado es llevada a cabo por Faith Killebrew (Toni Collette), quien además se está por presentar a elecciones para ser fiscal. En algún momento, este personaje también deberá atravesar un dilema entre sus intereses y lo que es verdad, o justo. En principio, su objetivo es conseguir una condena dura para aumentar su popularidad.
Por Nicolás Bianchi
A los 94 años Eastwood entrega una película sólida y de excelencia sobre un juicio por jurados que entraña varios dilemas en torno a la justicia, el método en el que esta es administrada y sus posibles consecuencias. El protagonista es un hombre recto, pero algo dañado, que ha cometido, sin querer, un error. Es, además, el futuro sostén de una familia, ya que su mujer está embarazada.
El film presenta a este hombre, Justin Kemp (Nicholas Hoult), guiando a su mujer (Zoey Deutch) hacia dentro de la habitación que él ha preparado para su futuro hijo. La madre lleva los ojos vendados, tal como se suele representar a la imagen de la justicia. En este caso, la venda también indica desconocimiento. Hay algo que él sabe y ella no.
Al mismo tiempo, Justin ha sido seleccionado en un lote de candidatos para integrar un jurado sobre un caso de femicidio. El acusado Vince (Phil Biedron) reúne todos los requisitos de un culpable perfecto: tiene un historial de conductas violentas y es el típico hombre estadounidense blanco y musculoso que luce emocionalmente desbalanceado. A él se lo acusa de matar a su novia Denice (Leslie Bibb) después de una discusión frente a varios testigos en un bar.
La suerte de Vince depende, en parte, de su defensor oficial, Eric Resnick (Vincent Messina). Mientras tanto, la acusación en representación del estado es llevada a cabo por Faith Killebrew (Toni Collette), quien además se está por presentar a elecciones para ser fiscal. En algún momento, este personaje también deberá atravesar un dilema entre sus intereses y lo que es verdad, o justo. En principio, su objetivo es conseguir una condena dura para aumentar su popularidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Entrando en terreno de spoilers, el caso da un giro cuando el protagonista Justin Kemp se da cuenta que en verdad quien ha matado a Denice es él. Era una noche tormentosa de escasa visibilidad. Él venía del mismo bar en el que la pareja había discutido. Y no la vio cuando la atropelló y la impulsó por un puente hacia un precipicio. De hecho, hasta el momento del juicio Justin estaba convencido que había golpeado a un ciervo.
Si el espectador acepta este giro que propone el guión de Jonathan A. Abrams va a poder disfrutar de una película tensa y bien contada. Justin se enfrenta a la disyuntiva de contar la verdad o pasar una vida en prisión. Su pasado como alcohólico, por más que esa noche no haya bebido, es un agravante para su potencial condena.
Entonces, Eastwood presenta una disyuntiva entre los intereses de este personaje, lo que sería justo y lo que es verdad. Dadas las características del sistema judicial estadounidense, hay un punto en el que parece imposible llegar a una resolución ecuánime. La abogada Faith y otros integrantes del jurado (J. K. Simmons y Cedric Yarbrough) avanzan hacia la verdad por distintos caminos y con resultados dispares, mientras Justin se ve tironeado en una y otra dirección. El plano final vuelve a posarse sobre Justin, pero en este caso no hay una mujer vendada sino una mujer de frente que sabe la verdad. La expresión final del personaje reverbera en la tradición del cine masivo y de alta calidad de Hollywood, del que Eastwood quizás sea uno de los últimos exponentes.
Está en Max. Contacto: [email protected]
Si el espectador acepta este giro que propone el guión de Jonathan A. Abrams va a poder disfrutar de una película tensa y bien contada. Justin se enfrenta a la disyuntiva de contar la verdad o pasar una vida en prisión. Su pasado como alcohólico, por más que esa noche no haya bebido, es un agravante para su potencial condena.
Entonces, Eastwood presenta una disyuntiva entre los intereses de este personaje, lo que sería justo y lo que es verdad. Dadas las características del sistema judicial estadounidense, hay un punto en el que parece imposible llegar a una resolución ecuánime. La abogada Faith y otros integrantes del jurado (J. K. Simmons y Cedric Yarbrough) avanzan hacia la verdad por distintos caminos y con resultados dispares, mientras Justin se ve tironeado en una y otra dirección. El plano final vuelve a posarse sobre Justin, pero en este caso no hay una mujer vendada sino una mujer de frente que sabe la verdad. La expresión final del personaje reverbera en la tradición del cine masivo y de alta calidad de Hollywood, del que Eastwood quizás sea uno de los últimos exponentes.
Está en Max. Contacto: [email protected]
5 de enero de 2025
5 de enero de 2025
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con El jurado nº 2, Clint Eastwood regresa al género del thriller judicial, un territorio que ha explorado en diferentes momentos de su carrera, pero esta vez con un enfoque particularmente introspectivo y moralmente complejo. A sus 94 años, Eastwood sigue demostrando que su pulso como director no ha flaqueado, entregando una película que se sostiene sobre un poderoso estudio de personajes y una reflexión sobre la culpa, la justicia y las zonas grises que existen entre el bien y el mal.
El protagonista de la película es interpretado por Nicholas Hoult, quien encarna a un personaje atrapado en un dilema moral que lo consume por dentro. Hoult ofrece una interpretación sobria pero efectiva, transmitiendo la angustia y la lucha interna de alguien que se enfrenta a la verdad más dolorosa de todas: la verdad sobre sí mismo. A su lado, Toni Collette aporta un contrapunto perfecto, con una actuación que combina dureza y empatía, convirtiéndola en uno de los pilares emocionales de la historia.
El guion, escrito por Jonathan Abrams, se desarrolla de manera pausada pero efectiva, construyendo la tensión a fuego lento. Aunque la película no está plagada de grandes giros narrativos, lo que la hace destacar es su capacidad para mantener al espectador inmerso en el conflicto interno del protagonista. La historia no busca sorprender con artificios, sino con una exploración honesta y cruda de los dilemas morales que surgen en situaciones extremas.
Eastwood es conocido por su estilo de dirección sobrio y sin adornos, y El jurado nº 2 no es una excepción. La película es un ejemplo de narrativa clásica, donde cada plano está pensado para servir a la historia y no al revés. Este enfoque minimalista es lo que ha hecho que muchas de sus películas, como Gran Torino o Million Dollar Baby, sean consideradas obras maestras del cine moderno. En este caso, Eastwood utiliza su experiencia para crear una atmósfera densa y claustrofóbica, donde cada gesto y cada mirada de los personajes cuentan una historia propia.
Uno de los aspectos más interesantes de El jurado nº 2 es cómo juega con la percepción del espectador sobre la justicia. La película no ofrece respuestas fáciles ni se posiciona de manera moralista. En cambio, invita a la reflexión, planteando preguntas sobre la redención, la responsabilidad y las consecuencias de nuestros actos. Este enfoque recuerda a algunas de las mejores obras de Eastwood, como Mystic River o Unforgiven, donde la línea entre héroes y villanos es difusa y las motivaciones de los personajes son profundamente humanas.
Si bien la película tiene sus detractores, que apuntan a ciertos problemas de verosimilitud en la trama, es importante destacar que el cine de Eastwood nunca ha buscado ser realista en un sentido estricto. Sus historias son más bien fábulas modernas, relatos que exploran las emociones y los conflictos humanos desde un prisma casi mitológico. En este sentido, El jurado nº 2 encaja perfectamente dentro de su filmografía, ofreciendo una reflexión sobre la naturaleza humana que trasciende los detalles de la trama.
El ritmo de la película es deliberadamente lento, lo que puede ser un obstáculo para algunos espectadores acostumbrados a thrillers más rápidos y llenos de acción. Sin embargo, este ritmo pausado permite que la historia respire y que los personajes se desarrollen de manera orgánica. Las escenas dentro de la sala del jurado son particularmente efectivas, llenas de tensión y cargadas de significado. Eastwood muestra una vez más su habilidad para crear suspense a partir de pequeños gestos y silencios.
En cuanto a las interpretaciones, además de Hoult y Collette, el reparto secundario también ofrece actuaciones destacadas. Cada personaje tiene su propia historia y sus propios demonios, lo que enriquece la narrativa y aporta capas adicionales de complejidad. La película también cuenta con una excelente banda sonora, que acompaña la acción sin robar protagonismo a los personajes.
En comparación con otras películas de Eastwood, El jurado nº 2 no busca la espectacularidad ni las grandes escenas memorables. Es una película más contenida, más introspectiva, que se centra en los pequeños detalles y en las emociones que estos generan. Sin embargo, esto no significa que carezca de fuerza. Al contrario, es precisamente en su sobriedad donde reside su poder. Eastwood demuestra una vez más que el cine puede ser una herramienta poderosa para explorar los rincones más oscuros del alma humana.
Si bien algunos críticos han señalado que la película no alcanza las cotas de sus obras más icónicas, como Los puentes de Madison o Sin perdón, es innegable que El jurado nº 2 es una adición digna a su filmografía. Es una obra que, sin grandes pretensiones, consigue dejar una huella en el espectador y generar debates sobre temas fundamentales como la verdad, la justicia y la redención.
En definitiva, El jurado nº 2 es una película que merece ser vista, no solo por los fans de Clint Eastwood, sino por cualquier amante del cine que busque algo más que simple entretenimiento. Es un recordatorio de que, incluso en su vejez, Eastwood sigue siendo uno de los cineastas más relevantes y comprometidos de nuestro tiempo. Con esta película, reafirma su legado como un maestro del cine clásico, capaz de contar historias universales que resuenan en cualquier época y lugar.
El protagonista de la película es interpretado por Nicholas Hoult, quien encarna a un personaje atrapado en un dilema moral que lo consume por dentro. Hoult ofrece una interpretación sobria pero efectiva, transmitiendo la angustia y la lucha interna de alguien que se enfrenta a la verdad más dolorosa de todas: la verdad sobre sí mismo. A su lado, Toni Collette aporta un contrapunto perfecto, con una actuación que combina dureza y empatía, convirtiéndola en uno de los pilares emocionales de la historia.
El guion, escrito por Jonathan Abrams, se desarrolla de manera pausada pero efectiva, construyendo la tensión a fuego lento. Aunque la película no está plagada de grandes giros narrativos, lo que la hace destacar es su capacidad para mantener al espectador inmerso en el conflicto interno del protagonista. La historia no busca sorprender con artificios, sino con una exploración honesta y cruda de los dilemas morales que surgen en situaciones extremas.
Eastwood es conocido por su estilo de dirección sobrio y sin adornos, y El jurado nº 2 no es una excepción. La película es un ejemplo de narrativa clásica, donde cada plano está pensado para servir a la historia y no al revés. Este enfoque minimalista es lo que ha hecho que muchas de sus películas, como Gran Torino o Million Dollar Baby, sean consideradas obras maestras del cine moderno. En este caso, Eastwood utiliza su experiencia para crear una atmósfera densa y claustrofóbica, donde cada gesto y cada mirada de los personajes cuentan una historia propia.
Uno de los aspectos más interesantes de El jurado nº 2 es cómo juega con la percepción del espectador sobre la justicia. La película no ofrece respuestas fáciles ni se posiciona de manera moralista. En cambio, invita a la reflexión, planteando preguntas sobre la redención, la responsabilidad y las consecuencias de nuestros actos. Este enfoque recuerda a algunas de las mejores obras de Eastwood, como Mystic River o Unforgiven, donde la línea entre héroes y villanos es difusa y las motivaciones de los personajes son profundamente humanas.
Si bien la película tiene sus detractores, que apuntan a ciertos problemas de verosimilitud en la trama, es importante destacar que el cine de Eastwood nunca ha buscado ser realista en un sentido estricto. Sus historias son más bien fábulas modernas, relatos que exploran las emociones y los conflictos humanos desde un prisma casi mitológico. En este sentido, El jurado nº 2 encaja perfectamente dentro de su filmografía, ofreciendo una reflexión sobre la naturaleza humana que trasciende los detalles de la trama.
El ritmo de la película es deliberadamente lento, lo que puede ser un obstáculo para algunos espectadores acostumbrados a thrillers más rápidos y llenos de acción. Sin embargo, este ritmo pausado permite que la historia respire y que los personajes se desarrollen de manera orgánica. Las escenas dentro de la sala del jurado son particularmente efectivas, llenas de tensión y cargadas de significado. Eastwood muestra una vez más su habilidad para crear suspense a partir de pequeños gestos y silencios.
En cuanto a las interpretaciones, además de Hoult y Collette, el reparto secundario también ofrece actuaciones destacadas. Cada personaje tiene su propia historia y sus propios demonios, lo que enriquece la narrativa y aporta capas adicionales de complejidad. La película también cuenta con una excelente banda sonora, que acompaña la acción sin robar protagonismo a los personajes.
En comparación con otras películas de Eastwood, El jurado nº 2 no busca la espectacularidad ni las grandes escenas memorables. Es una película más contenida, más introspectiva, que se centra en los pequeños detalles y en las emociones que estos generan. Sin embargo, esto no significa que carezca de fuerza. Al contrario, es precisamente en su sobriedad donde reside su poder. Eastwood demuestra una vez más que el cine puede ser una herramienta poderosa para explorar los rincones más oscuros del alma humana.
Si bien algunos críticos han señalado que la película no alcanza las cotas de sus obras más icónicas, como Los puentes de Madison o Sin perdón, es innegable que El jurado nº 2 es una adición digna a su filmografía. Es una obra que, sin grandes pretensiones, consigue dejar una huella en el espectador y generar debates sobre temas fundamentales como la verdad, la justicia y la redención.
En definitiva, El jurado nº 2 es una película que merece ser vista, no solo por los fans de Clint Eastwood, sino por cualquier amante del cine que busque algo más que simple entretenimiento. Es un recordatorio de que, incluso en su vejez, Eastwood sigue siendo uno de los cineastas más relevantes y comprometidos de nuestro tiempo. Con esta película, reafirma su legado como un maestro del cine clásico, capaz de contar historias universales que resuenan en cualquier época y lugar.
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