Menuda genialidad de película. Me la había recomendado mucho un amigo que me conoce bien, y ahora entiendo por qué.

He pasado gran parte de la película riendo y disfrutando por todas las pequeñas subtramas que ocurren, los detalles, la curiosa forma que tiene este director de hacer su película, los encuadres fotográficos... todo un descubrimiento este director, del que claramente pienso ver su filmografía.

Dirigida, protagonizada y con guión de la misma persona, Jacques Tati nos presenta historias comunes de un pueblo francés, que van ocurriendo alrededor de su protagonista, y sobre todo a él mismo.

Una película distinta y muy divertida, a destacar sobre todo la casa ultramoderna, que es un cachondeo constante. Prohibido perdérsela.

Cada plano es una obra maestra. Me recuerda al gran Berlanga en su dominio de mover los grupos de personas como si hubiera una coreografía.
Es un maestro a la hora de contraponer el mundo de siempre y la supuesta modernidad, el puro consumismo.
Sigue siendo una película magistral, actual, bellísima.
La relación entre el señor Hulot y el niño es brillante.
Escenas como la del barrendero, o el señor Hulor abriendo la ventana y cantando el pájaro son en sí misma historias con vida propia.

Se me hace incomprensible que este tío esté tan valorado por crítica, público y todo bicho viviente.

Hay gente que dice que igual está ya desfasado. No, no, es que no tiene ni puñetera gracia ni ahora ni antes ni nunca.

Todas las pelis de Tati son cansinas, aburridas, superficiales, lentas y tienen menos gracia que un chiste de Torrebruno, que ya es grave ya.

No imagino un suplicio mayor que ver una película de este tío enterita. Seguro que en el infierno la proyectan en versión continua.

Sólo recomendable a Satanás como sustituto de sus calderas.

Posiblemente la obra maestra de su autor, en la que propuso el primerencuentro-desencuentro de Monsieur Hulot con el absurdo tecnológico de unasociedad presuntamente moderna. El choque entre un París tradicional ypopulista, condenado a la desaparición, y la nueva ciudad renovada da pie aun film admirable por su exacta composición y su inteligente formulación.

Con una estética que nos lleva a los cuentos, construida con una gama cromática improbable y una dirección de arte que nos recuerda a los tebeos que devorábamos de niños, Tati nos introduce un mundo más amable, con menos preocupaciones, el mundo de la inocencia perdida y reencontrada, que se opone sin ningún tipo de discurso y de una forma amistosa, al mundo de la apariencia y el estatus social.

Cada escena esconde de un modo más o menos explícito, un pequeño gag de comedia, que desde el principio va tatuando una sonrisa en nuestro gesto de espectador cínico hasta convertirlo en un reflejo del mensaje velado que nos va regalando.

Ayuda un delicioso tema musical que compone la banda sonora a la que acompañan los abundantes efectos sonoros que juegan un papel fundamental en el retrato de estos dos mundos que pone frente al plano de simetría. Un ejemplar trabajo sonoro que aunque pueda parecer excesivo, da la sensación que es justo lo que pretende.

Una elegante forma de volver a ser efímeramente lo que no debimos dejar de ser: Niños, perros o Hulots.