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Mi tío

Comedia El señor Hulot (Jacques Tati) no tiene trabajo, ocupándose de llevar a su sobrino Gérard (Alain Becourt) a la escuela y traerlo después a la ultramoderna casa de su hermana (Adrienne Servantie), casada con el señor Arpel (Jean-Pierre Zola), quien intenta ocupar a su cuñado en la empresa de fabricación de tubos de plástico en la que trabaja. (FILMAFFINITY)
Críticas 56
Críticas ordenadas por utilidad
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6
1 de noviembre de 2005
91 de 115 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta más que preocupante el hecho de que cuasiunánimemente la Crítica vea y haya visto en "Mi tío" la auténtica obra maestra del genial Tati. Así, obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera y demás premios relevantes. Para quien esto escribe, sin embargo, esta película queda, dentro de la corta - por desgracia - obra de su autor, muy alejada, en logros y vigencia, de dos películas como "Día de fiesta" (una obra maestra del humor gentil y costumbrista) ó "Las vacaciones de Mr.Hulot" (con el mismo personaje que en ésta, demuestra Tati mucho más talento, más contenido y acertado).
En "Mi tío" no puede hablarse de argumento tal cual. Solo cabe hablar de una elaboradísima sucesión de "gags" visuales (la palabra apenas cuenta), algunos en verdad graciosos, pero que por regla general resultan excesivamente alargados y artificiosos.
Está claro que Tati bebe de Keaton, Chaplin, Lloyd y demás, y de que guarda un talento enorme. Está claro también que la crítica que se hace, con ese humor jovial, preñado de campechano costumbrismo y delicado sentido de la observación (no deja de ser un minucioso retrato de una ciudad de provincias), de la modernidad y el mundo futuro lleno de aparatos inservibles resulta querible y valiosa, pero, pese a su ironía y buenas intenciones, resulta hoy un film bastante superado, carne de cañón para la crítica, desfasada (o sea, su condición de clásico se tambalearía). Y eso, a pesar de su condición de película bastante única. Con perdón.
9
13 de julio de 2006
71 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
El susodicho tío del título es el señor Hulot, residente en un reducido desván, sin teléfono, sin trabajo, sin esposa, pero con manías varias. Su sobrino es Gérard, cuyos padres son un ejecutivo absorto en su fábrica de plásticos y un ama de casa absorta en la pulcritud de su automatizado hogar; conforman una modélica familia: un coche en el garaje, un perro con chaleco, una fuente en el jardín...; están tan abstraídos en sus cosas que creen que su único problema es el tío y ponen su mejor empeño en procurarle un empleo y una amistad femenina con el fin de meterle en vereda, de proporcionarle una “meta existencial”. No imaginan el sinfín de pequeños desastres que ello acarreará, ni la concluyente medida que deberán tomar.

Tati conserva el estilo de Les vacances: argumento raquítico, secuencia entendida como acumulación de gags, predominio absoluto del plano fijo casi siempre lleno de personajes y de objetos susceptibles de comicidad, fotografía limpia y clara para no perder detalle y, por descontado, si bien el señor Hulot acapara la cuestión dramática, todos los personajes disfrutan del mismo estatus cómico. En Mon oncle cobra una importancia mayúscula el espacio fílmico con la creación de dos mundos característicos, el barrio popular y el barrio residencial cuyos bordes se tocan en el sempiterno plano del bajo muro semiderruido, no sólo por sí mismos contrastados sino también por los personajes que en ellos se mueven, en especial el señor Hulot, cuyos actos y decisiones dependen en gran medida de los objetos y arquitecturas del decorado. Por otra parte, el predominio de la exposición sobre la acción implica la abundancia de un tipo de gag más descriptivo que narrativo, lógico pues Mon oncle no posee una sólida línea argumental sino que más bien explica cómo pueden ser una entrevista de trabajo, un ágape burgués, una travesura infantil, una parranda nocturna...
9
29 de septiembre de 2008
36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer largometraje de Jacques Tati (1907-1982), el de más éxito y según algunos el mejor de los 6 que realizó. Escriben el guión Jacques Tati, Jacques Lagrange y Jean l’Hôte. Se rueda en exteriores de Paris, Créteil y Saint-Maur-des-Fossés y en los platós de Studios de la Victorine (Niza). Obtiene un Oscar (película de habla no inglesa) y el Premio Especial del Jurado (Cannes). Producido por Fred Orain y Jacques Tati para Specta Films, Gray Films y Films du Centauro, se estrena el 10-V-1958 (Francia).

La acción dramática tiene lugar en Paris en 1957. El señor Hulot (Tati) visita a su hermana Adrienne (Servantie), su cuñado Charles (Zola) y su sobrino Gérard (Bécourt), en su nueva casa automatizada y de diseño futurista. Hulot vive en una habitación construida sobre el terrado de una vieja casa de un barrio modesto de Paris. Es soltero, solitario y de pocas palabras. Fuma en pipa, lleva gabardina y sombrero. Calza botines y calcetines a rayas. Es afable, educado y ceremonioso. Sin pretenderlo, provoca con sus torpezas y descuidos situaciones calamitosas. Su sobrino Gérard siente por él una gran simpatía.

El film es una comedia de humor en la que la visualidad y los sonidos (zumbidos, golpes, timbrazos, compresoras, martillos, motores...) tienen gran importancia. Los diálogos son breves y escasos. Se inspira en Chaplin, Keaton, Lloyd y otros actores de cine mudo. La obra se presenta muy trabajada. Llevado de sus afanes perfeccionistas, Tati suma tomas precisas, decorados muy pensados y una sucesión de gags ricos en elegancia y vis cómica. El espectador se ve inmerso en una sonrisa prolongada y sostenida. Tati es una reducción de Tatischeff, apellido completo del realizador.

La película contrasta la frialdad, el aburrimiento y la deshumanización del barrio rico con el espíritu alegre y cálido del barrio humilde. En éste la gente se reúne en la plaza, en el mercado y en la taberna. Son personas sencillas, que se conocen, se ayudan y se sienten parte activa del barrio, que funciona a la manera de un pequeño pueblo dentro de la gran ciudad.

La obra se burla del afán burgués de ser moderno y poseer los útiles más avanzados del mercado, de las incomodidades de la mecanización, de la opresión que ésta ejerce sobre la ama de casa, de la falsa superioridad de lo moderno sobre lo antiguo, de la fatua modernidad basada en una tecnología de electrodoméstico sin referencias culturales, de las manías obsesivas por la mecanización, de las constantes averías de las mecanismos automatizados, del culto a las apariencias, etc. En el barrio rico abunda el vacío, la despersonalización y el aburrimiento. Por ello Gérard huye de él en compañía de su tío. Lo mismo hace el perro salchicha, que se escapa para jugar con otros perros. Trata con cariño y respeto a los niños y a los animales domésticos (perros, canario...).
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Construye una divertida galería de personajes hilarantes, como el barrendero parlanchín, la hija adolescente del propietario de la casa donde vive Hulot, el presidente de la fábrica de plásticos, la madre con manías obsesivas por la limpieza, la vecina boba, la sirvienta aterrada por la tecnología, etc. Son escenas memorables la merienda en el jardín, la llegada del jefe a la oficina, las travesuras de los niños, el canario que canta sólo cuando le alcanza el reflejo del sol, el subir y bajar de Hulot por la escalera de su casa, etc. Entre los gags cabe citar las mangueras que parecen ristras de salchichas, el surtidor en forma de pez, la cocina increíblemente automatizada, el carro tirado por una yegua en plana ciudad, la bicicleta con motor de Hulot, etc.

La música, de Alain Romans y Frank Barcellini, es alegre, pegadiza y repetitiva. Tiene el aire de la que acompaña a los payasos en el circo. Juega con tres temas: el fox lento (“Mon oncle”), el jazz-blues (“Blues des troi maillets”) y el vals (“La vieux quartier”). El tema principal es el fox. La fotografía, de Jean Bourgoin, en color (eastmancolor), crea planos de conjunto que incorporan varios gags simultáneos, se sirve de planos fijos, muestra preferencia por los planos llenos de personajes que actúan y resalta los gags visuales. Sin línea argumental definida, la obra destila fantasía, ingenio, realismo, atención al detalle y afición por el trabajo bien hecho.
9
3 de febrero de 2009
36 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jacques Tati propone un regreso a la infancia. Huir de la rutina, de la frialdad, de la hipocresía, de la mecanización, de la dependencia excesiva de las tecnologías, de la vacuidad, de las falsas apariencias. Del automatismo monótono de una vida demasiado cuadriculada.
Para el pequeño Gérard, la única vía de escape de su ordenada (y aburrida) vida es su patoso y despreocupado tío materno. El señor Hulot es el contrapunto a la casa demasiado ultramoderna de Gérard y sus padres, al esnobismo de éstos, a su obsesión por el orden y la limpieza, a sus maneras de señores para quienes una mota de polvo o un objeto fuera de su sitio es motivo de disgusto, a su costumbre de adular a vecinas estiradas y a amigos superficiales…
El contraste entre el impecable, moderno, impersonal y soso barrio de Gérard, y el agradable, ruidoso, sucio y vetusto barrio de Hulot está especialmente marcado. Por un lado, casas y construcciones de severas líneas donde predominan los grises, los matices metálicos, los jardines vanguardistas “mírame y no me toques”, todo tipo de accesorios electrónicos, muebles diseñados más para presumir y vanagloriarse de estar a la última, que para la comodidad. Una cocina con absurdos adelantos, espacios donde la expresividad se reduce al mínimo… Por otro lado, un vecindario anticuado, de colores cálidos, descampados cubiertos de vegetación y salpicados de escombros por aquí y por allá donde los niños juegan, gente que habla alegremente de sus cosas, mercadillos al aire libre, vendedores que pregonan, compradores que regatean, un barrendero con mucha cachaza, carros tirados por mulos, chicas que flirtean… La música de acordeón y piano acompaña a Hulot y a Gérard cada vez que ellos se dejan seducir por la magia de ese ambiente confortable y familiar, donde Hulot se encuentra a sus anchas en su modesto pisito y es querido por sus vecinos, y donde Gérard es feliz con sus amiguetes, cometiendo travesuras y atiborrándose de buñuelos que compra en un puesto ambulante, lejos de la mirada reprobatoria de sus padres.
Y así es la vida de este hombre con alma de niño, sin complicaciones, protagonizando una divertida burla a la civilización actual, saliéndose de los caminos trillados y del afán de perfección y de ostentación (simbolizados por ese tráfico que avanza con ridícula sincronización, por esas flechas indicatorias, por esas máquinas que siempre hacen lo mismo, por esa ama de casa que realiza todas las tareas domésticas con pulcro orden, por esas vecinas que visten ropas caras y de dudoso gusto por el simple afán de alardear).
Hulot no entiende de esas cosas algo tontas del progreso. Como Charlot en “Tiempos modernos”, no está hecho para el trabajo en serie, ni para estar sujeto a unas pautas rígidas, y que es un desastre absoluto cada vez que pisa la impoluta casa de su sobrino, causando alguna que otra hilarante catástrofe.
Pero sí sabe cómo ganarse el corazón de un niño.
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spoiler:
Porque, en el fondo, todo debería ser tan sencillo como la vida de Hulot, paseando libre de preocupaciones, pellizcando la mejilla a muchachas bonitas y saludando amablemente a sus conocidos.
Porque deberíamos aprender, como él, a ser felices con poco.
4
20 de julio de 2009
34 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
No la entiendo. Parece que quiere criticar la modernidad o ser un Chaplin moderno pero se queda en nada. Tiene algunos golpes que se pueden considerar buenos pero el resto de la película se pierde en un sin sentido.
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