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El desprecio

Drama Paul Javal (Michel Piccoli), un dramaturgo francés, acepta reescribir algunas escenas para "La Odisea", una película que se va a rodar en Capri bajo la dirección del renombrado director alemán Fritz Lang (Fritz Lang). En un primer encuentro con el productor norteamericano, el arrogante Prokosch (Jack Palance), el escritor deja que su mujer, la bella Camille (Brigitte Bardot), se vaya en el coche con el productor a la finca de éste. Este ... [+]
Críticas 62
Críticas ordenadas por utilidad
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10
26 de octubre de 2005
143 de 181 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aparentemente, no es El desprecio el prototipo de película de Godard, en tanto que apenas se hallan en ella sus rasgos estilísticos más reconocibles: el montaje entrecortado, los cambios bruscos de tono y de género, el ritmo sincopado, el uso de carteles, el humor grotesco, etc. Bien al contrario, se trata de una estilizada historia contada básicamente a través de elegantes planos-secuencia de brillante y hermosa textura fotográfica, asemejándose a la estética del cine clásico "convencional".
Pertenece también a la primera etapa de su obra, que podríamos denominar "narrativa", en el sentido que todavía "cuenta una historia" con una linealidad argumental definida que el espectador puede seguir sin ningún problema.
Pero, precisamente porqué Godard no filma una película "de Godard" —como ya había hecho en más de una ocasión limitándose, en el fondo, a dar lo que ya se esperaba de él— se muestra más valiente y audaz que nunca.
En mi opinión, asistimos a su primera obra de auténtica madurez, donde se muestra menos interesado en llamar la atención sobre sí mismo que en adecuar, de manera magistral, lo que cuenta con la manera de contarlo. De ahí que el impecable discurso fílmico nos lleve inexorablemente al discurso de fondo más genuino y, probablemente, más complejo de este autor: la disección de los problemas de comunicación en la pareja, el pesimismo existencial, los sentimientos contradictorios respecto del cine y de la industria del cine... se muestran en El desprecio de manera más desnuda y menos artificiosa que nunca, libre también de los momentos pedantescos que de vez en cuando lastran algunas de sus obras. E incluso consigue que una actriz tan limitada como B.B. nos parezca insustituible en su rol.
Mención especial merece la partitura de Georges Delerue, a mi juicio una de las más hermosas de la historia y que consigue que cualquier evocación de El desprecio —como ocurre con El tercer hombre o Solo ante el peligro— no pueda llevarse a cabo sin rememorar a su vez la maravillosa música que la acompaña.
8
15 de febrero de 2009
105 de 122 usuarios han encontrado esta crítica útil
Habitación. La cámara se desliza suavemente por el cuerpo de Camille, recorriendo con tacto su belleza, como un escultor de la Grecia clásica moldeando delicadamente con sus manos. La enumeración de sus partes es intrascendente, lo importante es el conjunto; la perfección en el arte viene por su análisis global, no por su fragmentación.

Cinecittá. Fritz Lang se aleja en solitario de la escena, en la pared posters de películas de Hawks y Hitchcock, de fondo la música de George Delerue, un homenaje sentido, único, reivindicativo del amor de Godard por una serie de autores antaño menospreciados y ahora elevados al puesto que se merecen. Ligero travelling y una pequeña anécdota, casi imperceptible en los gestos, se convierte en el motor dramático de la trama. Un estallido de emociones que se desencadena sin más ruido que el del motor de un coche que aleja para siempre el amor entre los protagonistas. Paul se pierde entre las ruinas de los estudios, una panorámica que refleja un mundo cinematográfico del pasado y a la vez el interior del protagonista. La confusión de la pérdida, la sordidez de la soledad y sin embargo, sus ojos muestran su vano intento de racionalizar estos sentimientos, de intelectualizar el fracaso.

Interludio (casa de campo). La cámara muestra una gran extensión de terreno, sin embargo los personajes se agolpan en un espacio reducido, la composición nos indica que está pasando, no se miran se dan la espalda y divagan en su propia lengua. Se hace patente la incomunicación. Progresivamente todo se focaliza en Paul y Camilla y aunque el plano se acerca la distancia entre ellos aumenta. Finalmente Camilla abandona, sólo su espalda se acerca a nosotros, su gesto no es revelado pero un montaje de insertos dinámico lo aclara; sus dudas sus recuerdos, el proceso mental del pensamiento conectado con el arte cinematográfico. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Domicilio. Un micro cosmos cerrado, opresivo, a medio construir, o quizás a medio derribar. La cámara lo recorre con naturalidad, casi sin que percibamos cómo lo está haciendo. En su recorrido obsesivo, detallado, está más pendiente de los objetos, de los símbolos, su encuentro con los intérpretes parece más un accidente que una intención. Los diálogos un murmullo de fondo que habla del hastío y de la monotonía. Una máquina de escribir no deja de tabletear de forma monocorde. Un golpe seco y primer plano de Camille. Todo es silencio, y sin embargo se puede escuchar como el último hilo del amor se rompe. Son sus ojos los que hablan contradiciendo sus palabras. Los personajes se miran, conversan en un sinsentido emocional, frente a frente, pero no plano contraplano. El desplazamiento de la cámara es lateral, pero no sigue el sonido sino a quién lo escucha, mostrando el vacío de la incomprensión. Como un partido de tenis interminable en que ninguno de los dos jugadores arriesga para no perder pero tampoco hace nada para ganar. Toda una vida, toda una relación de pareja condensada en pocos minutos, en pocas escenas.

Interludio (El cine). Sombras chinescas en la pantalla. Godard articula un discurso cinematográfico en dos sentidos. Físicamente indica que el cine es un espacio sin normas, donde hay una representación objetiva, pero cuyas sombras no son más que las interpretaciones que cada uno, libremente quiera darles. Espiritualmente despliega toda una batería de recursos simplemente destinados a un objetivo, demostrar que los domina, que sabe, quiere y puede jugar con ellos dónde y cuándo le apetezca. El es el maestro, el demiurgo tras la cámara, nosotros sus rendidos admiradores.

Capri. Ulises se dispone a recuperar a Penélope, pero, realmente lo desea? Las palabras así lo indican, los gestos no. Los personajes se mueven por los mismos ámbitos, se buscan pero no se encuentran, se cruzan pero no se ven. Se reúnen pero no se miran. Finalmente, en un descenso metafórico por unas escaleras comprendemos que todo ha sido un error, una mala interpretación, y sin embargo cada excusa, cada disculpa conduce a un escalón inferior, a una pérdida definitiva.

Itaca. Camille se va con uno de los pretendientes, en una suerte de viaje inverso al de Ulises. Un viaje que nunca llegará a completar, porque la fatalidad, los dioses o el propio Godard así lo quieren. ¿Fatalidad o capricho? No es de nuestra incumbencia, los mortales no pueden cuestionar a sus dioses. Paul se va también a completar su viaje, a volver a su origen, desaparece del plano y nos queda la mirada del Ulises cinematográfico mirando por fin su tierra prometida en una celebración que refleja el patetismo de la derrota de Paul……y del propio Ulises. Más allá de la mirada no hay tierra, sólo mar, vacío.
8
19 de abril de 2010
64 de 71 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sexto largometraje de Jean-Luc Godard (París, 1930), es una de sus películas más conocidas y acreditadas. El guión, del Godard, adapta libremente la novela “Il disprezzo” (1954), de Alberto Moravia (Roma, 1907-1990). Se rueda en escenarios naturales de Roma y Capri. Producido por Georges de Beauregard (el productor de la “Nouvelle vague”), Carlo Ponti y Joseph L. Levine para Roma-París Films (París), Films Concordia (París) y Compagnia Champion (Roma), se estrena el 29-X-1963 (Italia).

La acción dramática tiene lugar en Roma y Capri durante varias semanas del verano de 1963. Paul Javal (Piccoli) y su joven esposa, Camilla (Bardot), forman una pareja enamorada de recién casados. Paul, que se dedica a escribir obras de teatro, acaba de recibir una oferta para escribir el guión de una nueva adaptación de la Odisea, de Homero, al cine. Se la ha planteado el productor norteamericano Jeremy “Jerry” Prokosch (Palance), que desea un guión más comercial que el que le ha propuesto Lang (Lang). Paul es indeciso, indolente y poco resolutivo. Camilla, de 20 años, es celosa, sensible, independiente y muy atractiva. Jerry, de media edad, es arrogante, fanfarrón y oportunista. Lang, de unos 70 años, encarna al cineasta acreditado, insobornable y riguroso, que sabe que el cine está por encima del dinero y la fama.

El film suma drama, comedia, romance y cine en el cine. Construye un relato en el que se superponen tres líneas narrativas que se desarrollan en paralelo, entrelazando secuencias, diálogos, observaciones y propuestas. No sólo no se interfieren, sino que a aprovechan las interrelaciones que se dan entre ellas. El hilo conductor viene dado por la historia de amor. Sobre ella descansa una profunda reflexión sobre las relaciones entre arte y cine, cine y comercialidad, cine y realidad, etc. Se añaden referencias a episodios de la historia de Ulises, Penélope y Poseidón, que constituyen el material de rodaje del film en el que se trabaja. Entre las tres líneas narrativas Godard establece relaciones, cruces, coincidencias y paralelismos.

Se advierte que Paul, Camilla y Jerry se comportan como encarnaciones vivas de Ulises, Penélope y Poseidón. Una observación adicional permite descubrir relaciones entre Paul, Camille y Jerry con el trío formado por Godard, Ana Karina y Joseph L. Levine. La asimilación más patente es la de Godard y Paul por el uso continuado del sombrero y la afición a los cigarros puros. El paralelismo de Camilla y Ana Karina, pareja entonces de Godard, lo pone de manifiesto la peluca negra de Camille. Los problemas de la historia de ficción evocan y reflejan los de la pareja real de Godard y Ana Karina. Los problemas de Godard con los productores, en especial con Levine, se glosan a través del conflicto entre Paul y el americano Jerry. Por lo demás, Godard se explica a sí mismo a través de la figura eminente de Lang, el cineasta admirado y, a la vez, entronizado como figura capital del cine de todos los tiempos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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El estilo narrativo es depurado y sumamente estilizado. Prescinde de artificios, oropeles y adornos, aunque no de la ironía y el humor. Hace uso de los recursos expresivos con una parquedad y una economía de medios tan severa como emocionante. Nada hay en el relato que sea gratuito o innecesario. La sencillez de la historia se ve reforzada por la de su exposición. La historia y las reflexiones que la acompañan hablan con claridad, transparencia y sinceridad. En ocasiones se producen estallidos de sentimientos, que se explican sin palabras, sin aspavientos, sin gestos grandilocuentes y sin redobles de sonido. Se ven, se adivinan o se sienten, simplemente.

La cinta rinde homenaje al cine. Cita, de una u otra manera, a grandes realizadores, como Chaplin, Griffith, Hawks, Hitchcock, Lang, Rossellini, Ray, Minnelli, Antonioni, etc. Cita a actores, como Chaplin, Dean Martin, Ana Karina, Bardot, Palance, John Wayne, Janet Leigh, Elsa Martinelli, etc. Cita títulos de grandes películas, como “Hatari”, “Psicosis”, “La aventura”, “Te querré siempre”, “Vivir la vida”, etc. Godard se permite la gozada de referirse a algunos de los autores de la poesía (Dante, Hölderling...), el teatro (Brecht), la novela (Moravia), la crítica de cine (Bazin). No menor complacencia demuestra en sus citas de personajes de la antigüedad clásica, como Homero, y de la mitología griega (Zeus, Minerva...).

Los principales temas del film son la incomunicación humana en general y de la pareja, el pesimismo existencial, la soledad, la fragilidad y el carácter efímero del amor de pareja, la importancia de la experimentación en cine y en todos loa ámbitos de la técnica y del saber, la importancia de la belleza visual, la luz y los colores, el esplendor de la naturaleza, la trascendencia del arte, etc. Son escenas para la memoria la erótica conversación de la pareja en la cama tras una larga sesión de sexo, la conversación de la pareja en el apartamento romano, la huida de Paul por las calles derruidas de los decorados de Cinecittà, etc.

La banda sonora, de Georges Delerue (“Jules y Jim”, Truffaut, 1961), aporta una partitura de violines y orquesta, de tonos clasicistas, que deviene el signo identificativo mejor recordado del film. La fotografía, de Raoul Coutard (“Pierrot, el loco”, Godard, 1965), aporta una visualidad luminosa, de colores naturales, con predominio de los primarios, en especial los blancos, azules y verdes. Compone encuadres a media y larga distancia, con escasos primeros planos. Se sirve de tomas largas, planos secuencia y largas escenas, no exentas de cierto estatismo.


Bibliografia

- Edward BUSCOMBE, “El desprecio”, ‘1.001 películas que hay...’, pág. 412, Grijalbo ed., Barcelona 2010 (10ª edición, actualizada).
- Augusto M. TORRES, “El desprecio”, ‘Cine mundial’, pág. 256-257, Espasa ed., Madrid 2006.
3
3 de junio de 2006
122 de 193 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un amigo mío me recomendó esta película hace un tiempo. Según él (no tengo por qué desconfiar de su palabra) era la mejor película que había visto en toda su vida. Casi nada. Cuando yo contemplé en pantalla la palabra FIN, después de soportar durante 2 horas el mayor monumento al tedio jamás imaginable, me entraron ganas de llamarlo por teléfono y recomendarle que viese alguna otra de vez en cuando. Para poder comparar, más que nada.
EL DESPRECIO, título tremendamente apropiado que entra en sintonía directa con las sensaciones que me embargaron al final de la película, habla del proceso de descomposición de una joven pareja francesa. Punto y final. Hay dos personajes principales, uno de ellos interpretado por una bellísima Brigitte Bardot antes de volverse gilipollas perdida, que se limitan a discutir mucho por razones muy poco interesantes. Hasta ahí todo perfecto. Y a partir de ahí nada más que añadir. Como en toda obra pretenciosa, aburrida y plana el espectador erudito, que de esto sabe mucho, se entretiene imaginándose cosas muy tremendas que pasan entre los personajes, haciendo lecturas que sólo ellos pueden ver y dándole al intelecto para poder entresacar algo potable de una sucesión de secuencias que se limitan a girar y girar en torno a lo mismo. Finalmente todo desemboca en un desenlace bastante discutible que a nadie sorprende.
Recomendada para todos aquellos que se entretienen mirando el papel pintado de las paredes.
5
30 de junio de 2007
77 de 113 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso. Hay críticas valorando con un 10 y otras con un 3. Esto es típico de las películas llamadas “de culto”. Pero ¿Culto a quién? ¿O es que hay que ser culto para entenderlas?.

Por si acaso hay que rendir culto a Godard pues, servidor tiene sus dioses cinematográficos, léase Wilder, Lubitsch, Hitchcock ó Eric Von Stroheim, y Godard, a pesar de “Al final de la escapada”, no tiene su residencia en mi Partenón particular. Y por lo que hace a mi capacidad cultural de entender la oferta que se me propone puede suceder que aun no esté lo suficientemente preparado para este tipo de películas donde se mezclan , cual cóctel veraniego, la tragedia griega, el mundo del cine, el erotismo, la sensualidad, los problemas de pareja y la psicología post freudiana, ah, con unas gotas de encuadres absolutamente magistrales y un chorrito abundante de una banda sonora muy pero que muy interesante.

Eso es todo. Así son las cosas y así se las hemos contado. ¿Brigitte Bardot? : Erotismo y nada más. ¿Piccoli?: El mejor, con diferencia. ¿Palance?: Trata de sacarle partido a un papel, el de productor de cine, que, de tan exagerado, no resulta para nada creíble. Y por último Fritz Lang, del que no entiendo se prestase a ese papel de director de cine con filosóficas disquisiciones entre lo humano y lo divino.

Da para algo más de un 3 pero muy lejos del 10, salvo que nuestra devoción hacia el director francés sea ciega. No es mi caso. Prefiero seguir teniendo los ojos bien abiertos para poder seguir viendo buenas películas. En cuanto a El desprecio, acabo de verla y ya está empezando a pasar al olvido.
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