El desprecio
7.3
6,919
Drama
Paul Javal (Michel Piccoli), un dramaturgo francés, acepta reescribir algunas escenas para "La Odisea", una película que se va a rodar en Capri bajo la dirección del renombrado director alemán Fritz Lang (Fritz Lang). En un primer encuentro con el productor norteamericano, el arrogante Prokosch (Jack Palance), el escritor deja que su mujer, la bella Camille (Brigitte Bardot), se vaya en el coche con el productor a la finca de éste. Este ... [+]
19 de diciembre de 2010
19 de diciembre de 2010
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al nombrarse esta película, creo que todos los cinéfilos debemos ponernos firmes, y dejarnos llevar por la mitomanía y la evocadora cinefilia que a todos nos puede llevar el pensar en un film que posee el casting más impactante de la historia del cine (Bardot, Piccoli, Palance y Lang), la creo que mejor banda sonora que se haya compuesto jamas para una película, y la batuta del, nada más y nada menos, mayor revolucionario de la historia del cine, Jean-Luc Godard.
A pesar de las estrellas, las grandes presencias de la película y la notable producción (quizás la más ambiciosa en la carrera del director), la película es Godard, que meciéndose en la magistral música de Deleure nos lanza una historia misteriosa de amor y sobre todo desamor, en un mundo vacío con paisajes y decorados desérticos, y con una pareja en el centro de todo, desasosegada y magnética.
Vemos a una bellísima Brigitte Bardot (imposible ser más guapa) al borde del precipicio por el que quiere despeñarla Palance, con un marido contemplativo al que le falta un paso adelante que es Piccoli, y ante dos testigos que han visto pasar de todo tanto en el cine, Lang, como en la vida, la mitología griega.
Godard, fiel a su estilo, nos salpica el film de cinefilia y referencias culturales, sin olvidar las interminables, y de intensidad variable, conversaciones de alcoba donde todo sale, de lo más profundo a lo más prosaico, y con un final como él nos tiene acostumbrados, en forma de puñetazo en el estómago. Sin embargo, esta vez reconozco un sentido de la estética que no había practicado, aprovechando los paisajes, dando una luminosidad impropia de sus films, y dotándole de un tempo dramático, soportado por la banda sonora, en un film que se vuelve icónico e inolvidable.
Creo que es una pieza única que impacta, que no se olvida, que gana más en el recuerdo que durante su visionado, que posee momentos inolvidables, y de un romanticismo incómodo y extremo, donde el amor ... deja paso al desprecio, ¿por qué? ... no hay una respuesta clara, quizás simplemente por que siempre ha sido así, y todos en un momento dado hemos pasado de amar a despreciar, sentimiento este que sólo se da en toda su magnitud cuando antes ha estado el primero, y que como este, aparece sin conocerse el resorte mental que lo provoca, y quizás sea este el mensaje del film, mostrarnos ese momento del amor al odio, donde el entusiasmo y la emoción se convierten en desidia, aburrimiento, hartazgo, y al final, desprecio.
A pesar de las estrellas, las grandes presencias de la película y la notable producción (quizás la más ambiciosa en la carrera del director), la película es Godard, que meciéndose en la magistral música de Deleure nos lanza una historia misteriosa de amor y sobre todo desamor, en un mundo vacío con paisajes y decorados desérticos, y con una pareja en el centro de todo, desasosegada y magnética.
Vemos a una bellísima Brigitte Bardot (imposible ser más guapa) al borde del precipicio por el que quiere despeñarla Palance, con un marido contemplativo al que le falta un paso adelante que es Piccoli, y ante dos testigos que han visto pasar de todo tanto en el cine, Lang, como en la vida, la mitología griega.
Godard, fiel a su estilo, nos salpica el film de cinefilia y referencias culturales, sin olvidar las interminables, y de intensidad variable, conversaciones de alcoba donde todo sale, de lo más profundo a lo más prosaico, y con un final como él nos tiene acostumbrados, en forma de puñetazo en el estómago. Sin embargo, esta vez reconozco un sentido de la estética que no había practicado, aprovechando los paisajes, dando una luminosidad impropia de sus films, y dotándole de un tempo dramático, soportado por la banda sonora, en un film que se vuelve icónico e inolvidable.
Creo que es una pieza única que impacta, que no se olvida, que gana más en el recuerdo que durante su visionado, que posee momentos inolvidables, y de un romanticismo incómodo y extremo, donde el amor ... deja paso al desprecio, ¿por qué? ... no hay una respuesta clara, quizás simplemente por que siempre ha sido así, y todos en un momento dado hemos pasado de amar a despreciar, sentimiento este que sólo se da en toda su magnitud cuando antes ha estado el primero, y que como este, aparece sin conocerse el resorte mental que lo provoca, y quizás sea este el mensaje del film, mostrarnos ese momento del amor al odio, donde el entusiasmo y la emoción se convierten en desidia, aburrimiento, hartazgo, y al final, desprecio.
22 de junio de 2016
22 de junio de 2016
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Le mépris' plantea un laberinto intelectual, muy francés, intrincado en altura y profundidad, saturado de niveles analíticos.
[La voz en off cesa, la cámara se inclina en picado a los ojos del espectador, y le devuelve una imagen de ese mundo amoldado a nuestros deseos, que es el Cine]
1º
La imagen pasea el cuerpo de Brigitte Bardot.
La fotografía muta. Rojo: sensual, primerizo, pasional. Neutro: realista, contenido. Azul: helado, elegíaco. Es la misma textura de la imagen la que ya revela las inevitables paradas de la travesía. Godard consigue trocar una escena de lozana desnudez en una declaración de melancolía. Los muslos de la Bardot, al alcance de un dedo, se antojan tan lejos como el paraíso.
—¿Te gusto, entonces, entera?
—Te quiero total, tierna, trágicamente.
2º
En un teatro de carteles ajados ('Psicosis', John Wayne, Vanina Vanini...), Godard plantea la recurrente trinidad asimétrica; el director, el productor... y el comparsa, ¿de quién?
—Está en el guión, pero no es lo que veo en pantalla.
—Claro, porque en el guión está escrito, y en la pantalla aparece la imagen. Se llama película.
De un lado, Lang disertando, con serenidad y hondura, sobre la significación de lo que se ha de ver en pantalla. Del otro lado, Palance esputa su implacable ideario de rentabilidad cinematográfica; sonríe cuando ve un desnudo en pantalla, sabedor de lo que el público desea ver. En medio, Piccoli, que ha de escribir una escena.
[Una mezcolanza de lenguas irreconciliables, a las que la figura de la traductora, mediadora entre no ya lenguas sino concepciones cinematográficas diferentes, intenta poner rigor. El malentendido más notorio, irónicamente, se produce entre marido y mujer, que hablan el mismo idioma. En ese coche, se va ella, pero para siempre]
3º
'La Odisea'
En la villa de Capri la arquitectura es diáfana y clara, nos imbuye en ella un sentimiento de épica soterrada semejante al que nos puede abordar al observar las ruinas del oráculo de Delfos. El lugar está presidido por el vasto mar Tirreno; y en escenario de tan traicionera amplitud, de robusta vetustez, un escritor intenta recuperar el amor perdido de su mujer. Lo más importante es que no sabe, a ciencia cierta, cómo lo ha perdido.
—Te he querido mucho. Sólo sé que ya no.
Las imágenes, oníricas, profundamente expresivas, de los recios rostros de héroes mitológicos observan la escena. Si hay algo que nos une con la fantasía de la mitología, es que a menudo los motivos emocionales han sido los mismos, desde que el mundo es mundo. Nuestra Odisea real es la del hombre literario, desde que se pergeñó hecho carne y se trajo consigo el dolor universal.
4º
Un sangriento accidente, que a bien podría ser una fantasía terminal del hombre rechazado ("han llamado de Roma, han muerto", a lo que la traductora ni siquiera responde). En lo que nos respecta, el olvido es ya una muerte temprana. Camille ha muerto en nuestra realidad.
5º
Lang y Piccoli se despiden, cordialmente. Finalmente, el abrumador mar, como el alma de nuestra desconocida esposa, parece despreciarnos en nuestra eterna confusión.
Gracias.
[La voz en off cesa, la cámara se inclina en picado a los ojos del espectador, y le devuelve una imagen de ese mundo amoldado a nuestros deseos, que es el Cine]
1º
La imagen pasea el cuerpo de Brigitte Bardot.
La fotografía muta. Rojo: sensual, primerizo, pasional. Neutro: realista, contenido. Azul: helado, elegíaco. Es la misma textura de la imagen la que ya revela las inevitables paradas de la travesía. Godard consigue trocar una escena de lozana desnudez en una declaración de melancolía. Los muslos de la Bardot, al alcance de un dedo, se antojan tan lejos como el paraíso.
—¿Te gusto, entonces, entera?
—Te quiero total, tierna, trágicamente.
2º
En un teatro de carteles ajados ('Psicosis', John Wayne, Vanina Vanini...), Godard plantea la recurrente trinidad asimétrica; el director, el productor... y el comparsa, ¿de quién?
—Está en el guión, pero no es lo que veo en pantalla.
—Claro, porque en el guión está escrito, y en la pantalla aparece la imagen. Se llama película.
De un lado, Lang disertando, con serenidad y hondura, sobre la significación de lo que se ha de ver en pantalla. Del otro lado, Palance esputa su implacable ideario de rentabilidad cinematográfica; sonríe cuando ve un desnudo en pantalla, sabedor de lo que el público desea ver. En medio, Piccoli, que ha de escribir una escena.
[Una mezcolanza de lenguas irreconciliables, a las que la figura de la traductora, mediadora entre no ya lenguas sino concepciones cinematográficas diferentes, intenta poner rigor. El malentendido más notorio, irónicamente, se produce entre marido y mujer, que hablan el mismo idioma. En ese coche, se va ella, pero para siempre]
3º
'La Odisea'
En la villa de Capri la arquitectura es diáfana y clara, nos imbuye en ella un sentimiento de épica soterrada semejante al que nos puede abordar al observar las ruinas del oráculo de Delfos. El lugar está presidido por el vasto mar Tirreno; y en escenario de tan traicionera amplitud, de robusta vetustez, un escritor intenta recuperar el amor perdido de su mujer. Lo más importante es que no sabe, a ciencia cierta, cómo lo ha perdido.
—Te he querido mucho. Sólo sé que ya no.
Las imágenes, oníricas, profundamente expresivas, de los recios rostros de héroes mitológicos observan la escena. Si hay algo que nos une con la fantasía de la mitología, es que a menudo los motivos emocionales han sido los mismos, desde que el mundo es mundo. Nuestra Odisea real es la del hombre literario, desde que se pergeñó hecho carne y se trajo consigo el dolor universal.
4º
Un sangriento accidente, que a bien podría ser una fantasía terminal del hombre rechazado ("han llamado de Roma, han muerto", a lo que la traductora ni siquiera responde). En lo que nos respecta, el olvido es ya una muerte temprana. Camille ha muerto en nuestra realidad.
5º
Lang y Piccoli se despiden, cordialmente. Finalmente, el abrumador mar, como el alma de nuestra desconocida esposa, parece despreciarnos en nuestra eterna confusión.
Gracias.
3 de agosto de 2010
3 de agosto de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanto Moravia como Godard plantean un alegato contra el cine comercial americano.
En la novela a Ricardo Molteni (en la película Paul) se le oferta reescribir un guión para una película de Rheingold, un director alemán (en la película Fritz Lang interpretado, cine en el cine, por el verdadero Fritz Lang, cuestión esta ya insinuada por Moravia).
Ricardo está casado con Emilia (Camille en el film). Son una pareja feliz. Battista (Prockosh en la película), el productor es el donjuán clásico sin escrúpulos y desea y ronda a Emilia. Ricardo parece que cede confiada e interesadamente la compañía de su mujer. Entonces ella inicia el camino del desprecio.
Sí, cine dentro del cine. El comienzo es espectacular: se graba a una cámara que en travelling paralelo a su vez graba a la secretaria de ese productor de cine, que va caminando; así ambos (personaje grabado y cámara que graba) se acercan hacia nosotros, la cámara gira y, en picado, parece que nos graba. Mientras tanto, una voz en off ha ido diciendo los créditos de la película. Buen comienzo.
Y más: vemos como actor a Fritz Lang interpretándose a sí mismo.
Hay además constantes referencias a películas, que son un homenaje hacia esas películas y sus directores:
-Paul cuenta a su mujer que Lang fue el que hizo un western con Marlene Dietrich (se refiere a Rancho Notorius, de 1952); Fritz Lang dice que la preferida de las suyas es M. (1931).
-vemos varios carteles de películas: en este orden, Hatari (1962, de Howard Hawks), Vivir su vida (1962, del propio Godard), Vanina Vanini (1961, de Rossellini) y Psycho (1960, de Hitchcock).
-en otra escena vemos que están proyectando Viaggio in Italia (de 1954, de Roberto Rossellini).
-se dice que en la ciudad están poniendo Río Bravo y Bigger than Life (de ésta se nombra a su director Nicholas Ray y Lang dice que la escribió él, aunque en realidad los guionistas fueron Cyril Hume y Richard Maibaum).
La Casa Malaparte en Capri, de Curzio Malaparte, es parte del escenario donde Paul y Camille llevaron a cabo su odisea moderna, donde él desestima matar al pretendiente de esta nueva Penélope, encarnada por BB, que toma el sol desnuda y tranquila en la cubierta de una casa que también es cubierta de un barco que enfila el Mediterráneo y busca el derrotero hacia Ítaca. Pero no, Paul no quiso ser Ulises, no quiso volver a Ítaca ni quiso ser un verdadero héroe griego que diera muerte a cualquier pretendiente de su Penélope. Por ello Camille sintió verdadero desprecio y se bajó del barco, desnuda, y desapareció nadando, para marcharse con el pretendiente que su héroe no quiso matar.
Mención especial merece la fotografía, destacando las escenas del interior del apartamento de Paul y Camille, el juego de colores con su indumentaria: blancos y rojos con algún toque de amarillo y negro. Nótese especialmente la composición en el interior del blanco baño en la que ella fuma Marlboro enfundada en una toalla roja.
En la novela a Ricardo Molteni (en la película Paul) se le oferta reescribir un guión para una película de Rheingold, un director alemán (en la película Fritz Lang interpretado, cine en el cine, por el verdadero Fritz Lang, cuestión esta ya insinuada por Moravia).
Ricardo está casado con Emilia (Camille en el film). Son una pareja feliz. Battista (Prockosh en la película), el productor es el donjuán clásico sin escrúpulos y desea y ronda a Emilia. Ricardo parece que cede confiada e interesadamente la compañía de su mujer. Entonces ella inicia el camino del desprecio.
Sí, cine dentro del cine. El comienzo es espectacular: se graba a una cámara que en travelling paralelo a su vez graba a la secretaria de ese productor de cine, que va caminando; así ambos (personaje grabado y cámara que graba) se acercan hacia nosotros, la cámara gira y, en picado, parece que nos graba. Mientras tanto, una voz en off ha ido diciendo los créditos de la película. Buen comienzo.
Y más: vemos como actor a Fritz Lang interpretándose a sí mismo.
Hay además constantes referencias a películas, que son un homenaje hacia esas películas y sus directores:
-Paul cuenta a su mujer que Lang fue el que hizo un western con Marlene Dietrich (se refiere a Rancho Notorius, de 1952); Fritz Lang dice que la preferida de las suyas es M. (1931).
-vemos varios carteles de películas: en este orden, Hatari (1962, de Howard Hawks), Vivir su vida (1962, del propio Godard), Vanina Vanini (1961, de Rossellini) y Psycho (1960, de Hitchcock).
-en otra escena vemos que están proyectando Viaggio in Italia (de 1954, de Roberto Rossellini).
-se dice que en la ciudad están poniendo Río Bravo y Bigger than Life (de ésta se nombra a su director Nicholas Ray y Lang dice que la escribió él, aunque en realidad los guionistas fueron Cyril Hume y Richard Maibaum).
La Casa Malaparte en Capri, de Curzio Malaparte, es parte del escenario donde Paul y Camille llevaron a cabo su odisea moderna, donde él desestima matar al pretendiente de esta nueva Penélope, encarnada por BB, que toma el sol desnuda y tranquila en la cubierta de una casa que también es cubierta de un barco que enfila el Mediterráneo y busca el derrotero hacia Ítaca. Pero no, Paul no quiso ser Ulises, no quiso volver a Ítaca ni quiso ser un verdadero héroe griego que diera muerte a cualquier pretendiente de su Penélope. Por ello Camille sintió verdadero desprecio y se bajó del barco, desnuda, y desapareció nadando, para marcharse con el pretendiente que su héroe no quiso matar.
Mención especial merece la fotografía, destacando las escenas del interior del apartamento de Paul y Camille, el juego de colores con su indumentaria: blancos y rojos con algún toque de amarillo y negro. Nótese especialmente la composición en el interior del blanco baño en la que ella fuma Marlboro enfundada en una toalla roja.
20 de enero de 2013
20 de enero de 2013
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los franceses son los únicos seres del mundo que no sólo siguen siendo amigos de sus parejas tras separarse, sino que las invitan a cenar y a todo tipo de eventos junto a sus nuevas parejas. En esta película la relación no hubiera acabado nunca, está claro, si ella no sufre ese final, una de tantas chorradas de la película. En “El desprecio” no hay ningún desprecio de verdad; sólo se lo dice a su marido francés, de palabra, una apática Brigitte Bardot, pero luego sigue dale que dale, hablando con él, paseando con él, dando la brasa con él. Por cierto, que el marido es francés, vaya si es francés: después de toda su actuación, hostias incluidas, se extraña de que su mujer ya no le quiere. Ay, tanta pose y tanto giro, tanta impostación cultureta para indicarnos hastío, amargura… la cajita de cenizas de la canción de Sabina. El tono intelectualoide es tirando a ridículo, y se manifiesta en mil poses y mil amaneramientos, y en otros tantas “godardeces”, tanto de guión como de realización. Particularmente estúpida es la escena del auditorio con la chica cantando, cuando se va el sonido de la sala cada vez que hablan. En fin, son tantos los experimentos vanguardistas a los que se les va el gas con el tiempo que no se lo tenemos en cuenta. Supongo que esta película tenía que hacerse, hacerse así, y punto. Es más tragable que casi todo lo de Godard, al fin y al cabo.
Pero no todo hace gracia de la mala en el film. La planificación de algunos largos planos secuencia es absolutamente magistral, (maravillosa la escena del apartamento, de principio a final, toda: composiciones, movimientos de los dos personajes, cámaras, gestos, acciones de cada uno, idas, venidas…). Los diálogos también atraviesan largos momentos de brillantez y credibilidad, en especial cuando la pareja habla como una pareja y se dejan a un lado las tontunas de poetas, dioses y pedanterías varias. El cuarteto actoral está simplemente genial, incluido ese Fritz Lang que era un maestro muy superior a Godard retratando psicologías, e infinitamente menos pedantorro. De BB, otro usuario ya ha remarcado su inolvidable culo, la única razón por la que esta película quedará en la memoria. Piccoli, genial, como siempre. Y el grandullón Palance, todos saben que ha sido uno de los más grandes, y compone con su actuación todo un personaje que no estoy seguro que estuviera tan bien perfilado en el guión. Como el tono de amargura, de desaliño, de hastío puede, (a pesar de las mil tontunas que pueblan el film), traspasar la pantalla de vez en cuando, la catalogaremos al final como una película que se puede ver aunque aburra en muchos tramos.
Mención aparte para la tan alabada “banda sonora” del gran Delerue. No es una banda sonora, es una sintonía: la sintonía de la amargura. El uso que se hace de ella es muy superior a la calidad intrínseca de la música en sí. Es corta, bachiana, facilonamente triste en su movimiento secuencial; aparece siempre igual, y asimétricamente, en cualquier momento, lejos o cerca de su anterior aparición, aparentemente independiente de lo que está ocurriendo en ese momento, como esas torturas nuestras que parece que nos han dado tregua, y súbitamente aparecen en medio de cualquier sitio: un parque, una cola en un banco, al arrancar un coche…, para recordarnos que nunca se fueron.. Esta sintonía se convierte, así, en el quinto personaje de la película.
Pero no todo hace gracia de la mala en el film. La planificación de algunos largos planos secuencia es absolutamente magistral, (maravillosa la escena del apartamento, de principio a final, toda: composiciones, movimientos de los dos personajes, cámaras, gestos, acciones de cada uno, idas, venidas…). Los diálogos también atraviesan largos momentos de brillantez y credibilidad, en especial cuando la pareja habla como una pareja y se dejan a un lado las tontunas de poetas, dioses y pedanterías varias. El cuarteto actoral está simplemente genial, incluido ese Fritz Lang que era un maestro muy superior a Godard retratando psicologías, e infinitamente menos pedantorro. De BB, otro usuario ya ha remarcado su inolvidable culo, la única razón por la que esta película quedará en la memoria. Piccoli, genial, como siempre. Y el grandullón Palance, todos saben que ha sido uno de los más grandes, y compone con su actuación todo un personaje que no estoy seguro que estuviera tan bien perfilado en el guión. Como el tono de amargura, de desaliño, de hastío puede, (a pesar de las mil tontunas que pueblan el film), traspasar la pantalla de vez en cuando, la catalogaremos al final como una película que se puede ver aunque aburra en muchos tramos.
Mención aparte para la tan alabada “banda sonora” del gran Delerue. No es una banda sonora, es una sintonía: la sintonía de la amargura. El uso que se hace de ella es muy superior a la calidad intrínseca de la música en sí. Es corta, bachiana, facilonamente triste en su movimiento secuencial; aparece siempre igual, y asimétricamente, en cualquier momento, lejos o cerca de su anterior aparición, aparentemente independiente de lo que está ocurriendo en ese momento, como esas torturas nuestras que parece que nos han dado tregua, y súbitamente aparecen en medio de cualquier sitio: un parque, una cola en un banco, al arrancar un coche…, para recordarnos que nunca se fueron.. Esta sintonía se convierte, así, en el quinto personaje de la película.
14 de septiembre de 2012
14 de septiembre de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Nouvelle Vague fue un movimiento cinematográfico de origen francés que pretendía hacer cine sólo por el arte y el placer de disfrutar del séptimo arte. Eran cineastas muy cultos y que realizaban obras muy profundas alejadas de lo comercial. Hablaban de forma personal y realista del mundo y el ser humano.
Estos artistas franceses se quejaban de que el cine se convertía en demasiadas ocasiones en un negocio, en un insulso pasatiempo, en un producto de consumo. El Desprecio no es una de las películas más famosas de la Nouvelle Vague pero el autor Jean-Luc Godard si que es uno de sus más ilustres miembros. Esta película habla un poco de la personalidad del genial cineasta.
Brigitte Bardot está casada con un humilde autor que se gana la vida escribiendo, son felices, no necesitan grandes cosas pero la rubia actriz se horroriza al comprobar como su marido actúa frente a sus colegas de profesión ya que se acompleja y achanta, e incluso parece que la vende ante un productor americano importante y otros mecenas que le quieren contratar para que escriba el guión de una película inspirándose en la Odisea de Homero, Bardot será la actriz del film y es muy importante que el contrato salga adelante porque no tienen mucho dinero. En un primer momento, el guión lo escribe Fritz Lang (se interpreta asimismo) pero los productores no están muy conformes con el resultado.
Surgirán roces, malentendidos entre la pareja y se aprovecha para retratar el cine, el amor, los celos, el dinero, el poder, la costa italiana, la Odisea de Homero…
Y Bardot analizará su relación, su vida, el cine, el mundo viendo como las cosas son tan complejas mientras Godart da una lección de como se rueda una película y se cuenta una historia. El desprecio es una grandísima película, una obra de arte. Está muy bien realizada y dirigida.
No obstante, en mi modesta opinión todo queda en segundo plano y alcanza la vacuidad (la Nouvelle Vague, la película, estas líneas y el mundo entero) cuando Bardot mira a la cámara que Godard tan magistralmente dirige ya que por fin, tras largos años vagando por la historia del cine, encontré un sinónimo de belleza.
Gracias Jean-Luc Godard y sobre todo Brigite Bardot por darme un sinónimo honesto de lo que realmente significa belleza.
Estos artistas franceses se quejaban de que el cine se convertía en demasiadas ocasiones en un negocio, en un insulso pasatiempo, en un producto de consumo. El Desprecio no es una de las películas más famosas de la Nouvelle Vague pero el autor Jean-Luc Godard si que es uno de sus más ilustres miembros. Esta película habla un poco de la personalidad del genial cineasta.
Brigitte Bardot está casada con un humilde autor que se gana la vida escribiendo, son felices, no necesitan grandes cosas pero la rubia actriz se horroriza al comprobar como su marido actúa frente a sus colegas de profesión ya que se acompleja y achanta, e incluso parece que la vende ante un productor americano importante y otros mecenas que le quieren contratar para que escriba el guión de una película inspirándose en la Odisea de Homero, Bardot será la actriz del film y es muy importante que el contrato salga adelante porque no tienen mucho dinero. En un primer momento, el guión lo escribe Fritz Lang (se interpreta asimismo) pero los productores no están muy conformes con el resultado.
Surgirán roces, malentendidos entre la pareja y se aprovecha para retratar el cine, el amor, los celos, el dinero, el poder, la costa italiana, la Odisea de Homero…
Y Bardot analizará su relación, su vida, el cine, el mundo viendo como las cosas son tan complejas mientras Godart da una lección de como se rueda una película y se cuenta una historia. El desprecio es una grandísima película, una obra de arte. Está muy bien realizada y dirigida.
No obstante, en mi modesta opinión todo queda en segundo plano y alcanza la vacuidad (la Nouvelle Vague, la película, estas líneas y el mundo entero) cuando Bardot mira a la cámara que Godard tan magistralmente dirige ya que por fin, tras largos años vagando por la historia del cine, encontré un sinónimo de belleza.
Gracias Jean-Luc Godard y sobre todo Brigite Bardot por darme un sinónimo honesto de lo que realmente significa belleza.
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