Cerrar los ojos
6.7
6,898
Drama
Un célebre actor español, Julio Arenas, desaparece durante el rodaje de una película. Aunque nunca se llega a encontrar su cadáver, la policía concluye que ha sufrido un accidente al borde del mar. Muchos años después, esta suerte de misterio vuelve a la actualidad a raíz de un programa de televisión que pretende evocar la figura del actor, ofreciendo como primicia imágenes de las últimas escenas en que participó, rodadas por el que fue ... [+]
30 de septiembre de 2023
30 de septiembre de 2023
189 de 250 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve Víctor Erice tras 30 años de su última película de ficción: “El Sur”.
Se trata de un regreso esperado por todos los que amamos el séptimo arte. “El espíritu de la colmena” y “El sur” son dos obras maestras indiscutibles. “El sur”, en concreto, me llega al corazón cada vez que la veo, y la suelo considerar una de las tres o cuatro mejores películas de la historia del cine español. En resumen: afronto “Cerrar los ojos” con la mejor de mis ganas. Cosa que le pasará a prácticamente todos los espectadores que vayan a verla con la mente puesta en el director y guionista.
Pero ocurre una desgracia: la película atesora escenas brillantes que no llevan a ningún sitio. Uno no entiende por qué Erice nos cuenta lo que nos cuenta. No porque sea difícil seguir lo que sucede: al revés: es muy sencillo. Sino porque se acumulan momentos que ni tienen cierre ni relevancia para la trama ni para los propios personajes. Hay una falta de nervio absoluta, que deriva en indiferencia por parte del espectador (ignoro cómo alguien ha podido emocionarse con esto). El 70% del film es gente hablando sin conflicto entre ellos; soltando información al espectador. Información inútil. Solo sirve para que veamos cuán traumatizado está el protagonista, que tampoco parece sufrir demasiado, y lo buena gente que son quienes le rodean. Cosa asombrosa: no hay ni una sola persona conflictiva en todo el reparto. Ya no digo conflictiva, sino siquiera que obstaculice nada de cuanto sucede. En resumen: un pequeño culebrón de tres horas.
No se hace pesada y está bien dirigida. Eso y las interpretaciones la salvan. Los actores (todos) están prodigiosos y naturales. Pero si no la hubiera dirigido Erice ni se hablaría de ella ni yo estaría escribiendo esta crítica.
Sigo en el spoiler, pues no puedo decir más sin destripar la trama.
Se trata de un regreso esperado por todos los que amamos el séptimo arte. “El espíritu de la colmena” y “El sur” son dos obras maestras indiscutibles. “El sur”, en concreto, me llega al corazón cada vez que la veo, y la suelo considerar una de las tres o cuatro mejores películas de la historia del cine español. En resumen: afronto “Cerrar los ojos” con la mejor de mis ganas. Cosa que le pasará a prácticamente todos los espectadores que vayan a verla con la mente puesta en el director y guionista.
Pero ocurre una desgracia: la película atesora escenas brillantes que no llevan a ningún sitio. Uno no entiende por qué Erice nos cuenta lo que nos cuenta. No porque sea difícil seguir lo que sucede: al revés: es muy sencillo. Sino porque se acumulan momentos que ni tienen cierre ni relevancia para la trama ni para los propios personajes. Hay una falta de nervio absoluta, que deriva en indiferencia por parte del espectador (ignoro cómo alguien ha podido emocionarse con esto). El 70% del film es gente hablando sin conflicto entre ellos; soltando información al espectador. Información inútil. Solo sirve para que veamos cuán traumatizado está el protagonista, que tampoco parece sufrir demasiado, y lo buena gente que son quienes le rodean. Cosa asombrosa: no hay ni una sola persona conflictiva en todo el reparto. Ya no digo conflictiva, sino siquiera que obstaculice nada de cuanto sucede. En resumen: un pequeño culebrón de tres horas.
No se hace pesada y está bien dirigida. Eso y las interpretaciones la salvan. Los actores (todos) están prodigiosos y naturales. Pero si no la hubiera dirigido Erice ni se hablaría de ella ni yo estaría escribiendo esta crítica.
Sigo en el spoiler, pues no puedo decir más sin destripar la trama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
-El personaje principal es difuso: sus traumas personales no nos importan. Su hijo ha muerto, vale. Pero de la madre o de su carrera no tenemos ni idea. ¿Por qué se supone que deja su vida para encontrar al actor desaparecido?
-¿Qué aportan los tipos del campamento hippie donde vive? ¿Solo reflexiones sobre el nombre? ¿Decirnos que el pobre director está en la últimas? Si ya lo sabemos, hombre. Por cierto: elogios para el perro. Aunque ignoro por qué Erice lo saca tanto en primer plano. ¿Qué quiere mostrar?
-El encuentro con Lola, ¿para qué? ¿Qué leches añade que viva en Segovia? La película entera es él yendo a sitios para sentarse en sillones y hablar con gente del pasado. HAZ ALGO, POR DIOS. ACTÚA.
-La entrevista: ni siquiera él la ve. Tanto rollo para nada.
-El periodista de Interviú: lo quitas de la trama y no pasa nada.
-La portada de la película es una copia de “Persona” de Bergman. No sale en el film.
-Las referencias a Borges (Triste Le-Roy) son de primero de cultureta.
-La película “de aventuras” de la que solo hay dos escenas parece de aventuras por las narices: el final de esa supuesta película de aventuras es espantoso. Menos mal que no la terminaron.
-Todos los personajes son buenos, y colaborativos, y entienden las cosas, y están de buen rollo. ¿Para eso tres horas? Las monjitas son unas santas y nadie tiene nada que hacer en la vida salvo pensar mucho en el desaparecido.
-Los secundarios son como éter.
-El final resulta tan escandalosamente previsible y visto que se antoja un cliché. Y evidentemente no cierra nada (cosa que ya se preveía). Solo cierra los ojos, para hacer honor al título. Las tramas y demás las cerramos nosotros.
Erice, ¿cómo has pasado de lo sublime a esta cosa?
-¿Qué aportan los tipos del campamento hippie donde vive? ¿Solo reflexiones sobre el nombre? ¿Decirnos que el pobre director está en la últimas? Si ya lo sabemos, hombre. Por cierto: elogios para el perro. Aunque ignoro por qué Erice lo saca tanto en primer plano. ¿Qué quiere mostrar?
-El encuentro con Lola, ¿para qué? ¿Qué leches añade que viva en Segovia? La película entera es él yendo a sitios para sentarse en sillones y hablar con gente del pasado. HAZ ALGO, POR DIOS. ACTÚA.
-La entrevista: ni siquiera él la ve. Tanto rollo para nada.
-El periodista de Interviú: lo quitas de la trama y no pasa nada.
-La portada de la película es una copia de “Persona” de Bergman. No sale en el film.
-Las referencias a Borges (Triste Le-Roy) son de primero de cultureta.
-La película “de aventuras” de la que solo hay dos escenas parece de aventuras por las narices: el final de esa supuesta película de aventuras es espantoso. Menos mal que no la terminaron.
-Todos los personajes son buenos, y colaborativos, y entienden las cosas, y están de buen rollo. ¿Para eso tres horas? Las monjitas son unas santas y nadie tiene nada que hacer en la vida salvo pensar mucho en el desaparecido.
-Los secundarios son como éter.
-El final resulta tan escandalosamente previsible y visto que se antoja un cliché. Y evidentemente no cierra nada (cosa que ya se preveía). Solo cierra los ojos, para hacer honor al título. Las tramas y demás las cerramos nosotros.
Erice, ¿cómo has pasado de lo sublime a esta cosa?
5 de octubre de 2023
5 de octubre de 2023
91 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sabiduría popular lo corrobora: si camina como un pato, grazna como un pato y se comporta como un pato, entonces, probablemente, sea un pato.
Y si la película se te está haciendo larga, te cuesta encontrar la postura en la butaca y se te empieza a abrir la boca sin poderlo remediar, entonces es que a la película, o le sobra metraje o carece de interés.
O quizá sea lo uno causa y efecto de lo otro pues el planteamiento no puede ser más interesante ni el trabajo de los actores más encomiable. Pero el tiempo pasa lento, plomizo; los minutos se pierden morosamente en escenas que poco aportan al resultado final y sólo contribuyen a desleír poco a poco el interés del espectador.
El desenlace recupera ritmo (¡cómo no!) y nos regala una bellísima reflexión sobre cine y memoria… Pero para entonces el espectador habrá ya consultado varias veces su reloj, habrá mirado a derecha e izquierda para comprobar si es el único al que le cuesta ya colocar las piernas, y se preguntará con resignación adónde fue a parar ese bajel que tan prometedoramente abandonó puerto para desaparecer después, perdido el rumbo, en el mar undoso de quienes saben dónde quieren ir pero ignoran cómo arribar.
Y si la película se te está haciendo larga, te cuesta encontrar la postura en la butaca y se te empieza a abrir la boca sin poderlo remediar, entonces es que a la película, o le sobra metraje o carece de interés.
O quizá sea lo uno causa y efecto de lo otro pues el planteamiento no puede ser más interesante ni el trabajo de los actores más encomiable. Pero el tiempo pasa lento, plomizo; los minutos se pierden morosamente en escenas que poco aportan al resultado final y sólo contribuyen a desleír poco a poco el interés del espectador.
El desenlace recupera ritmo (¡cómo no!) y nos regala una bellísima reflexión sobre cine y memoria… Pero para entonces el espectador habrá ya consultado varias veces su reloj, habrá mirado a derecha e izquierda para comprobar si es el único al que le cuesta ya colocar las piernas, y se preguntará con resignación adónde fue a parar ese bajel que tan prometedoramente abandonó puerto para desaparecer después, perdido el rumbo, en el mar undoso de quienes saben dónde quieren ir pero ignoran cómo arribar.
13 de septiembre de 2023
13 de septiembre de 2023
80 de 98 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hemos tenido que esperar 31 años para que el realizador Víctor Erice nos presente su cuarto largometraje en solitario. Anteriormente había hecho alguna otra película, pero junto con otros directores. Tanto “Los Desafíos”, “El espíritu de la Colmena” y “El Sur” están consideras como obras grandes dentro de la historia del cine español. El director de 82 años nos ha querido regalar un cierre a lo grande de su carrera profesional, con una gran película, donde la emotividad y la cuestión sobre el paso del tiempo y la memoria están muy presentes.
La película nos muestra a un director de cine retirado (Miguel), que vive tranquilamente en un pueblo pesquero de la costa andaluza. Cuando un programa sobre personas desaparecidas, lo llama para entrevistarlo y preguntarle sobre un amigo actor desaparecido hace 20 años (Julio), su vida empezará a tambalearse. Nadie sabe nada del actor, desde aquel momento, cuando se marchó en un día de rodaje de la última película de Miguel, como director.
Miguel aprovecha esos días en Madrid para visitar a unos antiguos amigos, como el editor (Max), la hija de Julio (Ana) y un viejo amor, la cantante argentina (Lola). Después volverá a su tierra natal para disfrutar de su pasión, la pesca. A partir de ese momento y gracias al programa, la vida de todos estos personajes cambiará para siempre.
La película es un claro homenaje del director al mundo del cine, es su propia despedida. Hay elementos de todas sus cintas anteriores. El guion y su estructura argumental son impecables, tiene momentos bellos y otros más dramáticos, pero todo con un fin. Es como si Erice hubiera necesitado hacer esta película para estar tranquilo consigo mismo. Claramente la película ve de menos a más, siendo sus últimos 45/50 minutos una verdadera joya.
Dentro de los actores destaca por encima de todos, Manolo Solo, acostumbrados a verlo en papeles secundarios, aquí es el verdadero protagonista y su interpretación dejará al espectador con la boca abierta. También destaca el resto del elenco. La fotografía y la puesta en escena también deben ser reconocidas.
Pese a sus 169 minutos (en un primer montaje iban a ser 240 minutos) la película merece mucho la pena, sobre todo hay que tener paciencia y dejarse llevar. Muy recomendable
Lo mejor: Su parte final y la interpretación de Manolo Solo
Lo peor: Cuesta un poco entrar en la historia.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
La película nos muestra a un director de cine retirado (Miguel), que vive tranquilamente en un pueblo pesquero de la costa andaluza. Cuando un programa sobre personas desaparecidas, lo llama para entrevistarlo y preguntarle sobre un amigo actor desaparecido hace 20 años (Julio), su vida empezará a tambalearse. Nadie sabe nada del actor, desde aquel momento, cuando se marchó en un día de rodaje de la última película de Miguel, como director.
Miguel aprovecha esos días en Madrid para visitar a unos antiguos amigos, como el editor (Max), la hija de Julio (Ana) y un viejo amor, la cantante argentina (Lola). Después volverá a su tierra natal para disfrutar de su pasión, la pesca. A partir de ese momento y gracias al programa, la vida de todos estos personajes cambiará para siempre.
La película es un claro homenaje del director al mundo del cine, es su propia despedida. Hay elementos de todas sus cintas anteriores. El guion y su estructura argumental son impecables, tiene momentos bellos y otros más dramáticos, pero todo con un fin. Es como si Erice hubiera necesitado hacer esta película para estar tranquilo consigo mismo. Claramente la película ve de menos a más, siendo sus últimos 45/50 minutos una verdadera joya.
Dentro de los actores destaca por encima de todos, Manolo Solo, acostumbrados a verlo en papeles secundarios, aquí es el verdadero protagonista y su interpretación dejará al espectador con la boca abierta. También destaca el resto del elenco. La fotografía y la puesta en escena también deben ser reconocidas.
Pese a sus 169 minutos (en un primer montaje iban a ser 240 minutos) la película merece mucho la pena, sobre todo hay que tener paciencia y dejarse llevar. Muy recomendable
Lo mejor: Su parte final y la interpretación de Manolo Solo
Lo peor: Cuesta un poco entrar en la historia.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
1 de octubre de 2023
1 de octubre de 2023
77 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como ocurre con Woody Allen o con el maestro José Ignacio Lapido, da igual el tiempo y la distancia que haya entre una obra suya y otra, las esencias son tan inmutables y la capacidad tan absoluta, que siempre vas a encontrar lo que buscas y te vas a saciar de ello. 40 después de “El sur” y 50 desde “El espíritu de la colmena”, Víctor Erice, el gran poeta de nuestro cine, reaparece en la ficción a lo grande con “Cerrar los ojos”. Porque, cuando abandonas la sala de cine y cierras los ojos, evocas al genio conservado en formol que te ha regalado otro trozo de tu vida como si de una celebración hipnótica de la continuidad se tratase.
Y todo comienza a cobrar sentido cuando entiendes que “El espíritu de la colmena” es su visión sobre la infancia; “El sur” es la descripción del despertar iniciático de una adolescente (para mí, su gran obra maestra, superior al resto); y “Cerrar los ojos” lo ha aterrizado en la vejez. Es una pena que la edad madura no tenga film referencial en Erice, o quizás es que fuera su documental “El sol del membrillo”, mostrándonos a un Antonio López en la cumbre de su capacidad artística.
Pero “Cerrar los ojos” es, sobre todo, una carta de amor al cine, porque su historia versa sobre cine, porque sus personajes son muy cinematográficos y porque todo da una y mil vueltas alrededor de su cinefilia que es la nuestra. Una película perfecta en sí misma y como ejercicio de metacine a la que sólo le pongo una pega: el poco protagonismo que alcanzan sus personajes femeninos, porque de todas ellas necesitas saber más y lo ansías, especialmente del que encarna la maravillosa Soledad Villamil, que me deja en los labios una historia que yo necesitaría conocer y el momento cumbre de este clásico instantáneo.
Porque la cinta se funda, sobre todo, en el festival visual pausadamente estético de Erice y en la interpretación magistral de su elenco actoral. Por supuesto, por encima de todos, el andaluz Manolo Solo que, junto con Antonio De la Torre, son los mejores intérpretes que haya dado Andalucía nunca. Ante Manolo Solo hay que rendirse en cualquier caso, pero especialmente en “Cerrar los ojos”. Erice le entrega el protagonismo absoluto de la cinta y el sevillano responde de manera inigualable. El resto, ante él, entran en la categoría de secundarios.
José Coronado me sorprende, mostrando la parte más vulnerable de su capacidad actoral, en un personaje tan alejado de los rudos que le han dado fama, y sabe hacerlo de manera soberbia. Ana Torrent reaparece ante la cámara de Erice 50 años después y parece que no hubiera pasado el tiempo y pudiera seguir aguantando, como lo hace, un primerísimo plano durante más de 5 minutos de un monólogo apasionante. María León está luminosa y rotunda como ella es siempre. Josep María Pou sostiene el ejercicio de metacine en el que consiste el film de manera espléndida. Pero…
… tenemos que llegar a Soledad Villamil. Por desgracia para el espectador (no te lo perdonaré nunca, Erice), apenas aparece diez minutos en pantalla, pero qué diez minutos, los mejores del film, el momento cumbre. Yo quiero saber más sobre la historia de desamor que le une al protagonista y me quedo con las ganas. Ella mira directamente a cámara y no necesito nada más en la vida. Es esa mujer de la que todo el planeta se enamoró a la vez que Ricardo Darín en la magistral “El secreto de sus ojos” de Juan José Campanella. Es justo esa mujer. Ella. No hace falta decir nada más. ELLA me deja una escena eterna brincando por mi cabeza a perpetuidad.
Erice juega al despiste y comienza la cinta, después de un homenaje al cine a través de un ejercicio inmersivo de cine dentro del cine, con un formato de thriller que me desorienta y no me gusta. Pienso que Erice ha entrado en territorios que no domina y que está tirando de fórmulas hechas. Me asusto. No hay nada que temer. Hay que dejar que el film evolucione, que se vaya cocinando en su propio jugo, que encuentre su propio camino. A Erice no le importa el paradero de un actor desaparecido en mitad de un rodaje 20 años antes, el maestro nos quiere hablar de lo duro que es envejecer y del páramo desolador que deja a su paso. Esa es la clave del film. Y vaya si lo logra, mientras que va homenajeando al Séptimo Arte e incluso a sí mismo.
Sus 169 minutos pasan como un suspiro, sin apenas darte cuenta, mientras que te asomas al abismo que te espera en una película, por cierto, profundamente granadina, porque en Calahonda y en el Valle de Lecrín se desarrolla buena parte de su trama y, sin duda, la más importante (Segovia aparte donde refulge Soledad Villamil). Ya se sabe de la vinculación de Erice con esta parte de Andalucía que aquí explicita sin tapujos.
Suena la música siempre sutil de Federico Jusid y se despliega la belleza de la fotografía de Valentín Álvarez frente al espectador, para demostrar que nada ha cambiado desde “El sur”, que fue norte de mi vida.
Y todo comienza a cobrar sentido cuando entiendes que “El espíritu de la colmena” es su visión sobre la infancia; “El sur” es la descripción del despertar iniciático de una adolescente (para mí, su gran obra maestra, superior al resto); y “Cerrar los ojos” lo ha aterrizado en la vejez. Es una pena que la edad madura no tenga film referencial en Erice, o quizás es que fuera su documental “El sol del membrillo”, mostrándonos a un Antonio López en la cumbre de su capacidad artística.
Pero “Cerrar los ojos” es, sobre todo, una carta de amor al cine, porque su historia versa sobre cine, porque sus personajes son muy cinematográficos y porque todo da una y mil vueltas alrededor de su cinefilia que es la nuestra. Una película perfecta en sí misma y como ejercicio de metacine a la que sólo le pongo una pega: el poco protagonismo que alcanzan sus personajes femeninos, porque de todas ellas necesitas saber más y lo ansías, especialmente del que encarna la maravillosa Soledad Villamil, que me deja en los labios una historia que yo necesitaría conocer y el momento cumbre de este clásico instantáneo.
Porque la cinta se funda, sobre todo, en el festival visual pausadamente estético de Erice y en la interpretación magistral de su elenco actoral. Por supuesto, por encima de todos, el andaluz Manolo Solo que, junto con Antonio De la Torre, son los mejores intérpretes que haya dado Andalucía nunca. Ante Manolo Solo hay que rendirse en cualquier caso, pero especialmente en “Cerrar los ojos”. Erice le entrega el protagonismo absoluto de la cinta y el sevillano responde de manera inigualable. El resto, ante él, entran en la categoría de secundarios.
José Coronado me sorprende, mostrando la parte más vulnerable de su capacidad actoral, en un personaje tan alejado de los rudos que le han dado fama, y sabe hacerlo de manera soberbia. Ana Torrent reaparece ante la cámara de Erice 50 años después y parece que no hubiera pasado el tiempo y pudiera seguir aguantando, como lo hace, un primerísimo plano durante más de 5 minutos de un monólogo apasionante. María León está luminosa y rotunda como ella es siempre. Josep María Pou sostiene el ejercicio de metacine en el que consiste el film de manera espléndida. Pero…
… tenemos que llegar a Soledad Villamil. Por desgracia para el espectador (no te lo perdonaré nunca, Erice), apenas aparece diez minutos en pantalla, pero qué diez minutos, los mejores del film, el momento cumbre. Yo quiero saber más sobre la historia de desamor que le une al protagonista y me quedo con las ganas. Ella mira directamente a cámara y no necesito nada más en la vida. Es esa mujer de la que todo el planeta se enamoró a la vez que Ricardo Darín en la magistral “El secreto de sus ojos” de Juan José Campanella. Es justo esa mujer. Ella. No hace falta decir nada más. ELLA me deja una escena eterna brincando por mi cabeza a perpetuidad.
Erice juega al despiste y comienza la cinta, después de un homenaje al cine a través de un ejercicio inmersivo de cine dentro del cine, con un formato de thriller que me desorienta y no me gusta. Pienso que Erice ha entrado en territorios que no domina y que está tirando de fórmulas hechas. Me asusto. No hay nada que temer. Hay que dejar que el film evolucione, que se vaya cocinando en su propio jugo, que encuentre su propio camino. A Erice no le importa el paradero de un actor desaparecido en mitad de un rodaje 20 años antes, el maestro nos quiere hablar de lo duro que es envejecer y del páramo desolador que deja a su paso. Esa es la clave del film. Y vaya si lo logra, mientras que va homenajeando al Séptimo Arte e incluso a sí mismo.
Sus 169 minutos pasan como un suspiro, sin apenas darte cuenta, mientras que te asomas al abismo que te espera en una película, por cierto, profundamente granadina, porque en Calahonda y en el Valle de Lecrín se desarrolla buena parte de su trama y, sin duda, la más importante (Segovia aparte donde refulge Soledad Villamil). Ya se sabe de la vinculación de Erice con esta parte de Andalucía que aquí explicita sin tapujos.
Suena la música siempre sutil de Federico Jusid y se despliega la belleza de la fotografía de Valentín Álvarez frente al espectador, para demostrar que nada ha cambiado desde “El sur”, que fue norte de mi vida.
11 de octubre de 2023
11 de octubre de 2023
72 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
Larga, larguísima.
Pesada, plúmbea.
Lenta.
Sosa. Sin enjundia.
Aburrida, aburridísima. Soporífera.
Y, para colmo, con ínfulas de "obra maestra", ese sintagma adjetivo, sin fundamentación alguna, que algunos regalan graciosos como el que da propinas.
Para que una obra se considere maestra, necesita cumplir unos requisitos mínimos de los que, en mi opinión, Cerrar los ojos carece.
· No causa admiración ni asombro por ningún motivo, ni estético ni narrativo.
· Ni es rompedora ni abre expectativas novedosas; es una más de lo de siempre.
· No es un portento técnico; más bien al contrario, vulgar y a menudo descuidada, especialmente la película dentro de la película.
· No tiene poesía, magia ni misterio. El que podía tener ya sabemos de antemano cómo se resuelve (spoiler). Y, en espera de esa resolución abierta, te cuelan la vida anodina de Miguel/Mike (Solo), un lánguido sin más interés, dicen los mitómanos, que ser un alter ego de Erice; pues vale, sea, y qué.
· No tiene grandes textos ni diálogos apreciables. Al contrario, extensos planos contra planos insustanciales, insufribles, sin profundidad alguna y, para colmo, pecando de la dicción arrastrada y confusa que tanto abunda en el cine patrio.
En definitiva y por no hacer esto tan largo como Cerrar los ojos, un peñazo.
Pesada, plúmbea.
Lenta.
Sosa. Sin enjundia.
Aburrida, aburridísima. Soporífera.
Y, para colmo, con ínfulas de "obra maestra", ese sintagma adjetivo, sin fundamentación alguna, que algunos regalan graciosos como el que da propinas.
Para que una obra se considere maestra, necesita cumplir unos requisitos mínimos de los que, en mi opinión, Cerrar los ojos carece.
· No causa admiración ni asombro por ningún motivo, ni estético ni narrativo.
· Ni es rompedora ni abre expectativas novedosas; es una más de lo de siempre.
· No es un portento técnico; más bien al contrario, vulgar y a menudo descuidada, especialmente la película dentro de la película.
· No tiene poesía, magia ni misterio. El que podía tener ya sabemos de antemano cómo se resuelve (spoiler). Y, en espera de esa resolución abierta, te cuelan la vida anodina de Miguel/Mike (Solo), un lánguido sin más interés, dicen los mitómanos, que ser un alter ego de Erice; pues vale, sea, y qué.
· No tiene grandes textos ni diálogos apreciables. Al contrario, extensos planos contra planos insustanciales, insufribles, sin profundidad alguna y, para colmo, pecando de la dicción arrastrada y confusa que tanto abunda en el cine patrio.
En definitiva y por no hacer esto tan largo como Cerrar los ojos, un peñazo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En la película sólo se insinúa como de paso, pero la degeneración neuronal que aqueja al personaje de Julio Arenas es un síndrome bien conocido consecuencia del alcoholismo, y no tiene ninguna solución, ni siquiera la milagrosa magia del cine. He trabajado con muchos «sin techo», la mayoría de ellos llegan a situaciones similares de amnesia por el mismo motivo. No obstante, es rara la secuencia de Cerrar los ojos en la que no estén trasegando a destajo guisqui y licores.
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here