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7.4
40,290
10
18 de octubre de 2013
18 de octubre de 2013
375 de 433 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se me hace difícil escribir sobre "La vida de Adèle". Ignoro si se debe al montaje final (ya ha prometido el director una versión extendida con más de 40 minutos añadidos), pero es ésta una película atípica, con un desarrollo férreo y a la vez narrativamente laxo, que se adentra en varias cuestiones sin ahondar demasiado en ninguna, y cuyo verdadero núcleo temático, el amor trascendente, se muestra a veces con tanta fuerza que le impide a uno hasta pensar.
En consecuencia, toda crítica o análisis de "La vida de Adèle" se quedará necesariamente corta. Aún así, por lo que pueda valer, ahí vamos:
Kechiche se vale de primerísimos planos constantes para pegarnos al cuerpo y a la vida de Adèle, cuyo rostro llegamos a conocer tan bien como el nuestro, con sus pliegues, sus gestos y hasta el brillo de sus poros (en la película no se emplea maquillaje). Vemos cómo se despierta, cómo va al colegio, cómo come, cómo suspira y cómo duerme. Durante la primera hora es un retrato de esa íntima soledad que acompaña a ciertas personas como una sombra; sin saber por qué, uno percibe en ella el estigma del perpetuo desamparo. El espectador está tan cerca de Adèle, se ha adentrado tanto en ella –metafóricamente–, que desaparece el límite entre lo ficticio y lo real; y, si besa a alguien, casi podemos oler el beso. Tenemos la impresión de estar viviendo nosotros su vida. Es tan intensa y tan cercana, que conmueve hasta lo más hondo; y deseamos que esa chica confundida y sola sienta hasta las entrañas el desbocado placer del verdadero amor.
Cuando ese amor llega, lo hace unido al sexo salvaje; y resulta un acierto estético de auténtica sabiduría el esfuerzo de Kechiche por no separar lo uno de lo otro, el amor del sexo, el cuerpo de la mente. Durante una escena lésbica explícita y larga como pocas (nunca había visto yo nada igual en una película que no fuera pornográfica), asistimos a una exaltación limpia del deseo puro. Cada una quiere ser la otra; cada caricia o cada beso quieren abarcar o sentir el cuerpo amado con desesperación existencial; pero al mismo tiempo se están entregando ellas a la actividad más intensa de sus vidas, perdiéndose en lo oscuro, en lo inabarcable, en ese éxtasis que, si se alcanza, es capaz de elevarnos místicamente por encima de nosotros mismos, hasta diluir nuestra identidad. Cuando Adèle cae desplomada tras eso que un médico o un asesino del amor llamaría “orgasmo” (perdonen por reducir el asunto a una palabra tan fea), sabemos –sentimos– que ya nada será igual en su vida. Que ha quedado definida por ese placer, por esa felicidad, por ese instante. Ha encontrado por fin todo lo que buscaba.
Pero el tiempo pasa y la vida sigue.
Y pasan los amigos, y la familia, y se termina el colegio, y se empieza a trabajar, y la rutina también a su modo mata…
Y comienza –aunque no se diga de modo explícito– el “capítulo 2” de la vida de Adèle; y cae éste sobre nosotros como un latigazo, pues presenciamos el más descarnado retrato de la pasión y del deseo que se ha hecho en el cine en muchísimo tiempo. Adèle experimenta muchas y variadas confusiones, se sume en la desesperación, se hunde en un vacío personal, trata de salir, trata de entregarse a sí misma, trata de olvidar cuánto duelen los amores cuando parecen haberse perdido, trata de saber qué hacer, quién es, cómo ha llegado hasta ahí.
La película es magnífica porque es honesta, porque carece de tesis pero a la vez lo muestra todo, porque uno la ve y palpa la esencia de la vida y del amor, sean éstos lo que sean, y en todas las escenas hay una miríada de sensaciones que el espectador sensible recibe fascinado.
La fotografía es prodigiosa, y los actores, jóvenes casi todos, están soberbios. Léa Seydoux cumple siempre, pero Adèle Exarchopoulos toca los límites de lo que entendemos por “actuar”.
Kechiche abre en canal la vida de Adèle y la de cualquiera.
Una maravilla.
(Sigue en el spoiler, pero no hay spoilers de ningún tipo; lean sin miedo).
En consecuencia, toda crítica o análisis de "La vida de Adèle" se quedará necesariamente corta. Aún así, por lo que pueda valer, ahí vamos:
Kechiche se vale de primerísimos planos constantes para pegarnos al cuerpo y a la vida de Adèle, cuyo rostro llegamos a conocer tan bien como el nuestro, con sus pliegues, sus gestos y hasta el brillo de sus poros (en la película no se emplea maquillaje). Vemos cómo se despierta, cómo va al colegio, cómo come, cómo suspira y cómo duerme. Durante la primera hora es un retrato de esa íntima soledad que acompaña a ciertas personas como una sombra; sin saber por qué, uno percibe en ella el estigma del perpetuo desamparo. El espectador está tan cerca de Adèle, se ha adentrado tanto en ella –metafóricamente–, que desaparece el límite entre lo ficticio y lo real; y, si besa a alguien, casi podemos oler el beso. Tenemos la impresión de estar viviendo nosotros su vida. Es tan intensa y tan cercana, que conmueve hasta lo más hondo; y deseamos que esa chica confundida y sola sienta hasta las entrañas el desbocado placer del verdadero amor.
Cuando ese amor llega, lo hace unido al sexo salvaje; y resulta un acierto estético de auténtica sabiduría el esfuerzo de Kechiche por no separar lo uno de lo otro, el amor del sexo, el cuerpo de la mente. Durante una escena lésbica explícita y larga como pocas (nunca había visto yo nada igual en una película que no fuera pornográfica), asistimos a una exaltación limpia del deseo puro. Cada una quiere ser la otra; cada caricia o cada beso quieren abarcar o sentir el cuerpo amado con desesperación existencial; pero al mismo tiempo se están entregando ellas a la actividad más intensa de sus vidas, perdiéndose en lo oscuro, en lo inabarcable, en ese éxtasis que, si se alcanza, es capaz de elevarnos místicamente por encima de nosotros mismos, hasta diluir nuestra identidad. Cuando Adèle cae desplomada tras eso que un médico o un asesino del amor llamaría “orgasmo” (perdonen por reducir el asunto a una palabra tan fea), sabemos –sentimos– que ya nada será igual en su vida. Que ha quedado definida por ese placer, por esa felicidad, por ese instante. Ha encontrado por fin todo lo que buscaba.
Pero el tiempo pasa y la vida sigue.
Y pasan los amigos, y la familia, y se termina el colegio, y se empieza a trabajar, y la rutina también a su modo mata…
Y comienza –aunque no se diga de modo explícito– el “capítulo 2” de la vida de Adèle; y cae éste sobre nosotros como un latigazo, pues presenciamos el más descarnado retrato de la pasión y del deseo que se ha hecho en el cine en muchísimo tiempo. Adèle experimenta muchas y variadas confusiones, se sume en la desesperación, se hunde en un vacío personal, trata de salir, trata de entregarse a sí misma, trata de olvidar cuánto duelen los amores cuando parecen haberse perdido, trata de saber qué hacer, quién es, cómo ha llegado hasta ahí.
La película es magnífica porque es honesta, porque carece de tesis pero a la vez lo muestra todo, porque uno la ve y palpa la esencia de la vida y del amor, sean éstos lo que sean, y en todas las escenas hay una miríada de sensaciones que el espectador sensible recibe fascinado.
La fotografía es prodigiosa, y los actores, jóvenes casi todos, están soberbios. Léa Seydoux cumple siempre, pero Adèle Exarchopoulos toca los límites de lo que entendemos por “actuar”.
Kechiche abre en canal la vida de Adèle y la de cualquiera.
Una maravilla.
(Sigue en el spoiler, pero no hay spoilers de ningún tipo; lean sin miedo).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Habrán visto que no he hablado para nada de la homosexualidad. No hace ninguna falta. La película no se ciñe al amor homosexual. La vida de Adèle, sus amores, pueden ser los de cualquiera. Es obvio que sí se muestra el ambiente homosexual en la película, y cumple su función. Pero, al igual que Proust, que mostraba la homosexualidad como ajena al narrador para así poder hablar de ella de manera más veraz, Kechiche se acerca al lesbianismo como si fuera tan natural como la lluvia, y no lo encierra en ninguna de las corrientes teóricas homosexuales o filosóficas contemporáneas, que tienden a cercarlo todo bajo una niebla de tópicos o de clasificaciones (la crítica de la señorita Manohla Dargis del The New York Times valga como ejemplo). Si la película muestra el deseo más hermoso y descarnado, ¿a cuento de qué limitarlo con ideas o representaciones? Amar es amar, y punto.
Por eso mismo, aquí el mundo homosexual aparece, y está vivo, y respira, y resulta tan orgánico y tan contextual como el mundo estudiantil, el artístico, o el familiar.
Redoble de buen gusto y de saber hacer arte por parte de Kechiche. Abandonando todas las etiquetas. Diluyendo las ideas a través de los sentimientos.
Por eso mismo, aquí el mundo homosexual aparece, y está vivo, y respira, y resulta tan orgánico y tan contextual como el mundo estudiantil, el artístico, o el familiar.
Redoble de buen gusto y de saber hacer arte por parte de Kechiche. Abandonando todas las etiquetas. Diluyendo las ideas a través de los sentimientos.

7.9
120,093
5
8 de enero de 2013
8 de enero de 2013
720 de 1184 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues, la verdad, le resulta a uno raro tener que ponerle los pies en el suelo a tan elogiosas críticas.
Es una película que contiene escenas geniales, una por una; cuyas actuaciones son todas absolutamente magistrales; cuyos diálogos encierra cada uno pequeñas joyas (ver spoiler para glosa de todo esto); con una fotografía y una dirección absolutamente deslumbrantes, marcas de la casa.
Pero, a diferencia de la muy reciente "Malditos Bastardos" (que, de otras anteriores suyas, ya ni hablamos), que al menos era irreverente y muy original, y que daba para unas cuantas preguntas, al terminar de ver Django Desencadenado, muy bien puede el espectador decir: "Muy entretenido: ¿Y qué?"
Si estuviera dirigida por Peter Smith, nos parecería resultona y simpática. Como viene con la marca de Fábrica de Tarantino, le damos automáticamente nuestra complacencia con notas elevadas.
No obstante, en su reverso también sucede lo contrario: a Tarantino, a su genio (manifiesto sobradamente en esta película, como en todas las suyas) se le exige mucho más, viendo lo que pone en juego de arte cinematográfico. Por eso le otorgo un 5, en vez del 6 que se merecería. Porque la película en sí misma destila oro, y al final el resultado parece endeble cual hojalata, por sus excesos.
La última media hora es un desastre metido con calzador, se mire como se mire. Los geniales hallazgos se diluyen. El gozo inicial (qué inmensos 30 primeros minutos) queda aminorado y hundido.
Esto no es Clint Eastwood. Ni John Ford. Ni Peckinpah. Ni Kurosawa. Ni Hawks. Aquí no hay lecturas sobre la naturaleza humana. Ni siquiera enterradas entre la trama, que era la baza de los maestros. Éstos siempre tenían algo de verdad que decir. Aquí no.
Aquí hay absoluto vacío envuelto en perfecto papel de celofán. No se merece más de un 7, a mi entender.
Es una lástima que tantísimo talento, tanto genio, se enrede en sus amaneramientos.
Que su talento innato sin par esté al servicio de una estética huera y amanerada.
Y que esta crítica sea necesariamente impopular. :P
(Pero lean los spoilers antes de votar, sean caballeros)
Es una película que contiene escenas geniales, una por una; cuyas actuaciones son todas absolutamente magistrales; cuyos diálogos encierra cada uno pequeñas joyas (ver spoiler para glosa de todo esto); con una fotografía y una dirección absolutamente deslumbrantes, marcas de la casa.
Pero, a diferencia de la muy reciente "Malditos Bastardos" (que, de otras anteriores suyas, ya ni hablamos), que al menos era irreverente y muy original, y que daba para unas cuantas preguntas, al terminar de ver Django Desencadenado, muy bien puede el espectador decir: "Muy entretenido: ¿Y qué?"
Si estuviera dirigida por Peter Smith, nos parecería resultona y simpática. Como viene con la marca de Fábrica de Tarantino, le damos automáticamente nuestra complacencia con notas elevadas.
No obstante, en su reverso también sucede lo contrario: a Tarantino, a su genio (manifiesto sobradamente en esta película, como en todas las suyas) se le exige mucho más, viendo lo que pone en juego de arte cinematográfico. Por eso le otorgo un 5, en vez del 6 que se merecería. Porque la película en sí misma destila oro, y al final el resultado parece endeble cual hojalata, por sus excesos.
La última media hora es un desastre metido con calzador, se mire como se mire. Los geniales hallazgos se diluyen. El gozo inicial (qué inmensos 30 primeros minutos) queda aminorado y hundido.
Esto no es Clint Eastwood. Ni John Ford. Ni Peckinpah. Ni Kurosawa. Ni Hawks. Aquí no hay lecturas sobre la naturaleza humana. Ni siquiera enterradas entre la trama, que era la baza de los maestros. Éstos siempre tenían algo de verdad que decir. Aquí no.
Aquí hay absoluto vacío envuelto en perfecto papel de celofán. No se merece más de un 7, a mi entender.
Es una lástima que tantísimo talento, tanto genio, se enrede en sus amaneramientos.
Que su talento innato sin par esté al servicio de una estética huera y amanerada.
Y que esta crítica sea necesariamente impopular. :P
(Pero lean los spoilers antes de votar, sean caballeros)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Los personajes de DiCaprio, Waltz y L. Jackson no pueden ser mejores. La escena en la cual DiCaprio toma brandy con su esclavo más fiel es tan buena que dan ganas de abrazar a Tarantino. Christopher Waltz se come todas las escenas. La puesta en escena es maravillosa. La tensión arrastra. La composición enamora. Los secundarios están cuidadísimos.
Bueno, y todo, ¿para qué? ¿Para contarnos cómo un negro cabreado se venga de mucha gente mala, y que su mujer está encantada porque revienta una mansión tras matar a 30 personas? ¿Es esto todo lo que Tarantino da de sí? ¿No sabe salir de la situación ya vista (Death Proof, Kill Bill, Malditos Bastardos) de alguien, o algunos, que cogen a los malos y les matan para vengarse del daño que han recibido? ¿Y esta obsesión por la venganza entre malos y buenos, o entre malos y malos? ¿Es que no sabe ir más allá?
Al final le da al espectador lo que quiere: sangre. Y está bien. Pero todo de manera demasiado fácil. Los malos son castigados, el bueno se larga.
Todo muy simple, la verdad.
Una peli maja y entretenida, pero nada sobresaliente.
P.S: Leed lo que decía Spike Lee de esta película. Se equivocaba. Desde aquí, para él: "Vete a tomar por... Spike Lee. Eres un maldito neurótico".
Tenía que romper esta lanza a favor de Tarantino.
Bueno, y todo, ¿para qué? ¿Para contarnos cómo un negro cabreado se venga de mucha gente mala, y que su mujer está encantada porque revienta una mansión tras matar a 30 personas? ¿Es esto todo lo que Tarantino da de sí? ¿No sabe salir de la situación ya vista (Death Proof, Kill Bill, Malditos Bastardos) de alguien, o algunos, que cogen a los malos y les matan para vengarse del daño que han recibido? ¿Y esta obsesión por la venganza entre malos y buenos, o entre malos y malos? ¿Es que no sabe ir más allá?
Al final le da al espectador lo que quiere: sangre. Y está bien. Pero todo de manera demasiado fácil. Los malos son castigados, el bueno se larga.
Todo muy simple, la verdad.
Una peli maja y entretenida, pero nada sobresaliente.
P.S: Leed lo que decía Spike Lee de esta película. Se equivocaba. Desde aquí, para él: "Vete a tomar por... Spike Lee. Eres un maldito neurótico".
Tenía que romper esta lanza a favor de Tarantino.

7.0
68,376
4
7 de octubre de 2015
7 de octubre de 2015
572 de 913 usuarios han encontrado esta crítica útil
Reparen en lo siguiente, por favor:
1- El 80% de los diálogos (o monólogos) solo están ahí para que el espectador entienda las cosas científicas o tácticas que pasan. De ese modo, TODOS los personajes quedan deshumanizados; convertidos en seres parlantes que le explican al espectador lo que pasa o pasará. Casi podrían haber puesto un narrador, como en la serie de Cosmos, y hubiese quedado más elegante que tener al pobre Matt Damon hablándole a la camarita.
2- Ningún personaje tiene un conflicto consigo mismo; ni prácticamente con los demás. Al ser meros tornillos en la trama, ninguno está desarrollado en absoluto. Ni siquiera Matt Damon.
3- De hecho, aparecen personajes planos esenciales en la trama que luego vuelven a desaparecer para siempre.
4- Otro 10% de los diálogos son, sin más, chistes. Sí, chistes. Que a veces hasta se repiten. ¿Cuántas veces se queja Matt Damon de la música? Otras veces, no tienen gracia. Otras veces, resulta sencillamente inverosímiles. La camaradería pseudo-adolescente que se traen entre los tripulantes de la nave es insultante. Solo me reí con un chiste (en el 'spoiler' digo cuál); y ni siquiera es del todo un chiste.
5- El 10% restante, por fin, se emplea en dotar a ciertos personajes de algo parecido a "un carácter". Con escasos resultados.
6- El desarrollo de la cinta es muy previsible.
Por lo tanto, de primeras nos encontramos con una docena (!) de personajes sin relevancia en sí, cuyos roles son meramente funcionales, atorados en un sinfín de explicaciones que bordean la estulticia para que hasta el espectador más alelado se entere de cada cosa que sucede. Tanto rajar sin parar elimina del film la incertidumbre: y eso provoca que el espectador se distancie. A diferencia de lo que sucedía con Gravity (con la cual guarda muchas semejanzas), nos sentimos demasiado lejos como para empatizar con nadie; y no sentimos ni angustia, ni inquietud, ni miedo.
Para colmo, las explicaciones científicas nos las creemos porque nos las cuentan. Pero son tan concretas, tan rebuscadas, que podrían habérselas inventado. Nadie va a pensar: "¡Qué ingenio! ¡No se me habría ocurrido!". Porque nadie sabe si tales cosas son posibles. Igual con las dificilísimas ecuaciones que se resumen en un "¡Demonios, los cálculos son correctos! ¡Vamos a hacerlo!" (en esta película, por cierto, los subordinados responden a las preguntas más chungas y técnicas antes de 2 segundos, y todo el mundo hace cálculos súper precisos en un chasquido de dedos).
Los actores hacen lo que pueden, pero un guión sin más estructura que las descripciones de las cosas que pasan no hay por dónde cogerlo. Eso sí, los efectos especiales son impecables.
Mi enhorabuena al que haya conseguido congeniar con cualquiera de los seres parlantes de esta... ¿película?
Destripo delirios concretos en el spoiler.
1- El 80% de los diálogos (o monólogos) solo están ahí para que el espectador entienda las cosas científicas o tácticas que pasan. De ese modo, TODOS los personajes quedan deshumanizados; convertidos en seres parlantes que le explican al espectador lo que pasa o pasará. Casi podrían haber puesto un narrador, como en la serie de Cosmos, y hubiese quedado más elegante que tener al pobre Matt Damon hablándole a la camarita.
2- Ningún personaje tiene un conflicto consigo mismo; ni prácticamente con los demás. Al ser meros tornillos en la trama, ninguno está desarrollado en absoluto. Ni siquiera Matt Damon.
3- De hecho, aparecen personajes planos esenciales en la trama que luego vuelven a desaparecer para siempre.
4- Otro 10% de los diálogos son, sin más, chistes. Sí, chistes. Que a veces hasta se repiten. ¿Cuántas veces se queja Matt Damon de la música? Otras veces, no tienen gracia. Otras veces, resulta sencillamente inverosímiles. La camaradería pseudo-adolescente que se traen entre los tripulantes de la nave es insultante. Solo me reí con un chiste (en el 'spoiler' digo cuál); y ni siquiera es del todo un chiste.
5- El 10% restante, por fin, se emplea en dotar a ciertos personajes de algo parecido a "un carácter". Con escasos resultados.
6- El desarrollo de la cinta es muy previsible.
Por lo tanto, de primeras nos encontramos con una docena (!) de personajes sin relevancia en sí, cuyos roles son meramente funcionales, atorados en un sinfín de explicaciones que bordean la estulticia para que hasta el espectador más alelado se entere de cada cosa que sucede. Tanto rajar sin parar elimina del film la incertidumbre: y eso provoca que el espectador se distancie. A diferencia de lo que sucedía con Gravity (con la cual guarda muchas semejanzas), nos sentimos demasiado lejos como para empatizar con nadie; y no sentimos ni angustia, ni inquietud, ni miedo.
Para colmo, las explicaciones científicas nos las creemos porque nos las cuentan. Pero son tan concretas, tan rebuscadas, que podrían habérselas inventado. Nadie va a pensar: "¡Qué ingenio! ¡No se me habría ocurrido!". Porque nadie sabe si tales cosas son posibles. Igual con las dificilísimas ecuaciones que se resumen en un "¡Demonios, los cálculos son correctos! ¡Vamos a hacerlo!" (en esta película, por cierto, los subordinados responden a las preguntas más chungas y técnicas antes de 2 segundos, y todo el mundo hace cálculos súper precisos en un chasquido de dedos).
Los actores hacen lo que pueden, pero un guión sin más estructura que las descripciones de las cosas que pasan no hay por dónde cogerlo. Eso sí, los efectos especiales son impecables.
Mi enhorabuena al que haya conseguido congeniar con cualquiera de los seres parlantes de esta... ¿película?
Destripo delirios concretos en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
-No tiene sentido que cinco tipos se jueguen la vida para rescatar a uno, considerando que eso va a prolongar su viaje casi tres años, y que el rescate es altamente complicado e improbable.
-No sé cómo lo hace Ridley Scott, pero vivir en Marte parece tan peligroso como irse de vacaciones a Tenerife.
-El personaje de Matt Damon es absurdo. Solo se cabrea cuando le ocurre alguna putada que él no espera, pero mientras tanto parece que hasta está pasándoselo bien. De risas y de cachondeo.
-El doble de cuerpo de Matt Damon delgado canta a kilómetros.
-Por alguna razón, se deja barba cuando llevaba como 600 soles afeitándose religiosamente.
-Como toda la película consiste en todo el mundo tratando de salvar al Matt, sabemos de sobra que cualquier otro personaje muriendo en el intento resultaría un tiro en el pie del propio guión. Por lo tanto, sabemos desde el minuto 40 que TODOS van a salvarse. No van a cargarse a 3 para que Matt vuelva a casa.
-Me encanta el negro genial que encuentra la ecuación perfecta, la explica para imbéciles, y desaparece para siempre de la trama.
-Todos los personajes son tan buenos e íntegros...
-El sentimiento de culpa de Jessica Chastain: nunca explicado, nunca lógico. Y se olvida a los diez segundos de que derrame una lágrima.
-Que, por cierto, está casada. Y Matt Damon también. Pero casi se carga, al principio, a los otros 4 tripulantes solo por salvarle. ¿Una jefa de una misión así no debería saber cuándo irse sin que los demás la insistan?
-Detrás de todo, un tufazo a propaganda de la cienciología: "Solo una cosa podría salvarme: la ciencia", "Iba a morir, pero lo hacía por algo más grande que yo". "Si alguna vez tienen ustedes un problema, busquen la fórmula, hagan los cálculos y apliquénse a ella". ¿Adivinan la moraleja?
-¿Y el miedo, y la soledad, y la desesperación, y la alegría? En Gravity funcionaban.
-Lo de fabricar una bomba casera en 25 minutos, con luces en la carcasa y temporizador conectado al ordenata principal de la nave me mató. Y lo de viajar 500 días de vuelta sin un cacho de nave, también. Uno no sabe de dónde sacarían la comida para la vuelta. Claro que ahí meten una elipsis (hay varias muy delirantes) y a tomar por...
-Para el director de cásting: todas las mujeres de la película están estupendas. Supongo que no quería que una fea le aguara la fiesta. Además de machista, que dirán algunas, les avanzo que resulta muy artificial.
-La propaganda americana-espacial no es irónica y acaba irritando. Porque se nota demasiado.
-En fin, para qué seguir: larga, inverosímil.
Chiste gracioso de "en el 'spoiler' digo cuál": me hizo reír el chiste sobre el Señor de los anillos y Boromir con Sean Bean por ahí, la verdad. No lo vi venir.
-No sé cómo lo hace Ridley Scott, pero vivir en Marte parece tan peligroso como irse de vacaciones a Tenerife.
-El personaje de Matt Damon es absurdo. Solo se cabrea cuando le ocurre alguna putada que él no espera, pero mientras tanto parece que hasta está pasándoselo bien. De risas y de cachondeo.
-El doble de cuerpo de Matt Damon delgado canta a kilómetros.
-Por alguna razón, se deja barba cuando llevaba como 600 soles afeitándose religiosamente.
-Como toda la película consiste en todo el mundo tratando de salvar al Matt, sabemos de sobra que cualquier otro personaje muriendo en el intento resultaría un tiro en el pie del propio guión. Por lo tanto, sabemos desde el minuto 40 que TODOS van a salvarse. No van a cargarse a 3 para que Matt vuelva a casa.
-Me encanta el negro genial que encuentra la ecuación perfecta, la explica para imbéciles, y desaparece para siempre de la trama.
-Todos los personajes son tan buenos e íntegros...
-El sentimiento de culpa de Jessica Chastain: nunca explicado, nunca lógico. Y se olvida a los diez segundos de que derrame una lágrima.
-Que, por cierto, está casada. Y Matt Damon también. Pero casi se carga, al principio, a los otros 4 tripulantes solo por salvarle. ¿Una jefa de una misión así no debería saber cuándo irse sin que los demás la insistan?
-Detrás de todo, un tufazo a propaganda de la cienciología: "Solo una cosa podría salvarme: la ciencia", "Iba a morir, pero lo hacía por algo más grande que yo". "Si alguna vez tienen ustedes un problema, busquen la fórmula, hagan los cálculos y apliquénse a ella". ¿Adivinan la moraleja?
-¿Y el miedo, y la soledad, y la desesperación, y la alegría? En Gravity funcionaban.
-Lo de fabricar una bomba casera en 25 minutos, con luces en la carcasa y temporizador conectado al ordenata principal de la nave me mató. Y lo de viajar 500 días de vuelta sin un cacho de nave, también. Uno no sabe de dónde sacarían la comida para la vuelta. Claro que ahí meten una elipsis (hay varias muy delirantes) y a tomar por...
-Para el director de cásting: todas las mujeres de la película están estupendas. Supongo que no quería que una fea le aguara la fiesta. Además de machista, que dirán algunas, les avanzo que resulta muy artificial.
-La propaganda americana-espacial no es irónica y acaba irritando. Porque se nota demasiado.
-En fin, para qué seguir: larga, inverosímil.
Chiste gracioso de "en el 'spoiler' digo cuál": me hizo reír el chiste sobre el Señor de los anillos y Boromir con Sean Bean por ahí, la verdad. No lo vi venir.
7
6 de diciembre de 2016
6 de diciembre de 2016
247 de 312 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una crítica para quienes ya han visto la serie, porque me es imposible valorarla sin hablar explícitamente del argumento. Solo diré que, en mi opinión, la serie arranca con la genialidad más absoluta para al final convertirse (lamentablemente) en una serie bastante normalita durante los últimos capítulos.
De manera que quienes no hayan visto la serie pueden tener en cuenta mi nota y el título de la crítica para guiarse.
Y quienes la han visto pueden votar si están o no de acuerdo conmigo, y así ya tienen los demás otra referencia.
La crítica es sobre la temporada 1 (la 2 no se ha estrenado aún; y en el momento de escribir esto ni siquiera se había anunciado.)
Me explayo en el spoiler...
De manera que quienes no hayan visto la serie pueden tener en cuenta mi nota y el título de la crítica para guiarse.
Y quienes la han visto pueden votar si están o no de acuerdo conmigo, y así ya tienen los demás otra referencia.
La crítica es sobre la temporada 1 (la 2 no se ha estrenado aún; y en el momento de escribir esto ni siquiera se había anunciado.)
Me explayo en el spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La serie no puede empezar mejor: fotografía, música, montaje, diálogos, personajes... todo es un escándalo de ingenio, virtuosismo y complejidad. La idea genial de poner a un Papa ultra conservador y oscurantista resulta tremendamente útil. Lenny tiene sus convicciones y eso genera unos conflictos brutales, que sumen al espectador en un trance de placer estético inigualable.
De los primeros seis capítulos (que son la parte insuperable de la serie) uno puede rescatar decenas de momentos antológicos: la primera ministra de Groenlandia bailando al son de una canción italiana, el canguro que corretea por los jardines del Vaticano, el papa y cuatro cardenales esperando a un milagrero en su casa (ese plano es alucinante y tronchante), la camiseta que Diane Keaton usa para dormir, la charla de Lenny sobre la diferencia entre amistad y formalidad, su discusión con el primer ministro italiano, el intento de suicidio de Spencer, el vanidoso papa esperando a que le llegara la tiara papal para hacer su discurso a los cardenales, ¡o vistiéndose con todas las galas papales al ritmo de "I´m sexy and I know it"!.... Hasta la misma cabecera de la serie es sublime.
Y esto son solo algunos de esos golpes geniales con que está trufada esta primera parte, porque no tendría ni tiempo de enumerar las intrigas, o las complejidades sobre el poder, o los diálogos, que rezuman brillantez.
Sin embargo, por motivos que a mí se me escapan, a partir del capítulo séptimo la serie cambia de tono y de conflicto, y el carácter de Lenny mengua. De repente ya no importa que sea un papa radical. La curia ya no conspira. A los personajes secundarios les salen subtramas sin sentido. Y así la serie se amansa. Y, salvo alguna escena genial (como la muerte de la monja Antonia; o Lenny arrodillado entre camiones), todo se desinfla, todos se quieren querer, Lenny se vuelve dócil y abierto. Y meten una subtrama anodina de un Javier Cámara en USA más perdido que un pulpo en un garage. Y Lenny se dedica a reconstruir sus relaciones personales y a ver si encuentra a sus padres. El milagrero desparecido deja de ser un personaje para convertirse, literalmente, en un chistecito del capítulo final (tanto rollo para nada). Se acabaron las intrigas y los choques ingeniosísimos entre personajes. Adiós al juego del papa que es más papista que el papa. Ahora es un papa pobre de espíritu, que se siente culpable y que está en un estado mental de apatía lamentable.
Y el aire de genial irreverencia se diluye, y al canguro le sacan el corazón porque sí. Y al final Lenny acaba siendo un papa sin norte cuyo conflicto con la Iglesia desaparece de la trama, con una curia que lo adora, y con unos padres que se marchan (con razón). Y a él le da como una suerte de infarto, y Sorrentino nos manda al espacio exterior.
Y uno se pregunta cómo hemos podido pasar del pleno éxtasis a un culebrón de exquisita factura en apenas tres capítulos.
Ese modo de desinflarse, de cambiar el tono y los conflictos, me apena y me chafa la alegría inicial. La primera parte de la serie no encaja con la segunda, ni en temas ni en el tratamiento. Sorrentino nos propone una cosa y de repente nos la convierte en otra. Parece como si hubiese cambiado de propósito en mitad del desarrollo.
Y es una verdadera lástima.
De los primeros seis capítulos (que son la parte insuperable de la serie) uno puede rescatar decenas de momentos antológicos: la primera ministra de Groenlandia bailando al son de una canción italiana, el canguro que corretea por los jardines del Vaticano, el papa y cuatro cardenales esperando a un milagrero en su casa (ese plano es alucinante y tronchante), la camiseta que Diane Keaton usa para dormir, la charla de Lenny sobre la diferencia entre amistad y formalidad, su discusión con el primer ministro italiano, el intento de suicidio de Spencer, el vanidoso papa esperando a que le llegara la tiara papal para hacer su discurso a los cardenales, ¡o vistiéndose con todas las galas papales al ritmo de "I´m sexy and I know it"!.... Hasta la misma cabecera de la serie es sublime.
Y esto son solo algunos de esos golpes geniales con que está trufada esta primera parte, porque no tendría ni tiempo de enumerar las intrigas, o las complejidades sobre el poder, o los diálogos, que rezuman brillantez.
Sin embargo, por motivos que a mí se me escapan, a partir del capítulo séptimo la serie cambia de tono y de conflicto, y el carácter de Lenny mengua. De repente ya no importa que sea un papa radical. La curia ya no conspira. A los personajes secundarios les salen subtramas sin sentido. Y así la serie se amansa. Y, salvo alguna escena genial (como la muerte de la monja Antonia; o Lenny arrodillado entre camiones), todo se desinfla, todos se quieren querer, Lenny se vuelve dócil y abierto. Y meten una subtrama anodina de un Javier Cámara en USA más perdido que un pulpo en un garage. Y Lenny se dedica a reconstruir sus relaciones personales y a ver si encuentra a sus padres. El milagrero desparecido deja de ser un personaje para convertirse, literalmente, en un chistecito del capítulo final (tanto rollo para nada). Se acabaron las intrigas y los choques ingeniosísimos entre personajes. Adiós al juego del papa que es más papista que el papa. Ahora es un papa pobre de espíritu, que se siente culpable y que está en un estado mental de apatía lamentable.
Y el aire de genial irreverencia se diluye, y al canguro le sacan el corazón porque sí. Y al final Lenny acaba siendo un papa sin norte cuyo conflicto con la Iglesia desaparece de la trama, con una curia que lo adora, y con unos padres que se marchan (con razón). Y a él le da como una suerte de infarto, y Sorrentino nos manda al espacio exterior.
Y uno se pregunta cómo hemos podido pasar del pleno éxtasis a un culebrón de exquisita factura en apenas tres capítulos.
Ese modo de desinflarse, de cambiar el tono y los conflictos, me apena y me chafa la alegría inicial. La primera parte de la serie no encaja con la segunda, ni en temas ni en el tratamiento. Sorrentino nos propone una cosa y de repente nos la convierte en otra. Parece como si hubiese cambiado de propósito en mitad del desarrollo.
Y es una verdadera lástima.

6.1
28,901
6
27 de febrero de 2012
27 de febrero de 2012
173 de 199 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prosigue Cortés su andadura americana con este prometedor thriller sobre engaños de magos, parapsicólogos, y demás; que sin embargo (y mucho nos duele) no acaba de convertirse en la gran película que podría haber sido tras ese triunfo que le supuso "Buried". Luces Rojas, a diferencia de "Enterrado", se le va a uno pronto de la cabeza.
En esta película, Murhpy y Weaver son, respectivamente, una profesora muy racionalista, y su más aventajado alumno (un físico); ambos se dedican a descubrir las trampas de quienes dicen poseer poderes sobrenaturales (lucrándose por ello, o engañando a la gente). De repente aparece en escena un deslumbrante, sutil y legendario curandero o ilusionista (De Niro) que ya puso en aprietos a Weaver unos 30 años atrás. De nuevo tendrán que medir sus fuerzas y sus inteligencias entre ellos...
El guión de Cortés es excelente. No recae en ningún tópico, los diálogos están llenos de vida y los personajes resultan siempre creíbles. No se complica más de lo necesario. La dirección se adapta al modo americano; lo cual, en parte, es una ganancia; y, por otro lado, es una pérdida (¿por qué Hollywood vuelve tan "estándar" cualquier dirección, y aniquila la creatividad personal, por qué?). Los actores, en especial una soberbia Weaver (¡que buena actriz es esta mujer!), bordan los papeles. El ritmo no decae nunca, y uno ve la película casi sin pestañear. Y hay que reconocer que ciertas escenas tienen verdadera chispa.
Pero por desgracia el asunto nunca termina de levantar el vuelo. La profundidad no nos atrapa, porque la cosa acaba resultando más superficial de lo que debería. Y el final, aunque muy bien traído, nos hace olvidar los conflictos más emotivos de los personajes con una conclusión a medio camino entre lo espectacular y lo obvio. Cosa que, en parte, echa por tierra mucho de lo logrado anteriormente.
Con todo, como la película no es mala en absoluto, y como hay muchas cosas buenas en ella, esperemos que en la siguiente que dirija sepa canalizar todo lo que tiene que seguir contando, y que lo haga con mejor tino que en esta ocasión. Buen intento "Luces Rojas", pero Cortés puede -y debe- darnos mucho más.
(Sigue en spoiler con variados y verdaderos spoilers: así que cuidado).
En esta película, Murhpy y Weaver son, respectivamente, una profesora muy racionalista, y su más aventajado alumno (un físico); ambos se dedican a descubrir las trampas de quienes dicen poseer poderes sobrenaturales (lucrándose por ello, o engañando a la gente). De repente aparece en escena un deslumbrante, sutil y legendario curandero o ilusionista (De Niro) que ya puso en aprietos a Weaver unos 30 años atrás. De nuevo tendrán que medir sus fuerzas y sus inteligencias entre ellos...
El guión de Cortés es excelente. No recae en ningún tópico, los diálogos están llenos de vida y los personajes resultan siempre creíbles. No se complica más de lo necesario. La dirección se adapta al modo americano; lo cual, en parte, es una ganancia; y, por otro lado, es una pérdida (¿por qué Hollywood vuelve tan "estándar" cualquier dirección, y aniquila la creatividad personal, por qué?). Los actores, en especial una soberbia Weaver (¡que buena actriz es esta mujer!), bordan los papeles. El ritmo no decae nunca, y uno ve la película casi sin pestañear. Y hay que reconocer que ciertas escenas tienen verdadera chispa.
Pero por desgracia el asunto nunca termina de levantar el vuelo. La profundidad no nos atrapa, porque la cosa acaba resultando más superficial de lo que debería. Y el final, aunque muy bien traído, nos hace olvidar los conflictos más emotivos de los personajes con una conclusión a medio camino entre lo espectacular y lo obvio. Cosa que, en parte, echa por tierra mucho de lo logrado anteriormente.
Con todo, como la película no es mala en absoluto, y como hay muchas cosas buenas en ella, esperemos que en la siguiente que dirija sepa canalizar todo lo que tiene que seguir contando, y que lo haga con mejor tino que en esta ocasión. Buen intento "Luces Rojas", pero Cortés puede -y debe- darnos mucho más.
(Sigue en spoiler con variados y verdaderos spoilers: así que cuidado).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
1- Que los poderes verdaderamente paranormales sean los del chico hace que el guión tenga todo el sentido del mundo: pero acaba de un plumazo con todo lo demás. Es un acierto que no le hace ningún favor a la película. Lo cual no deja de ser algo raro de cojones.
2- Después de la paliza del cuarto de baño, no debería ni mover las cejas. Aún así, si el tipo primero intenta estrangularlo, ¿por qué luego se conforma con dejarlo inconsciente?
3- Que De Niro vea es a la vez lógico y estúpido. Es lo primero que piensa el desconfiado espectador, y lo que jamás parece que va a suceder.
2- Después de la paliza del cuarto de baño, no debería ni mover las cejas. Aún así, si el tipo primero intenta estrangularlo, ¿por qué luego se conforma con dejarlo inconsciente?
3- Que De Niro vea es a la vez lógico y estúpido. Es lo primero que piensa el desconfiado espectador, y lo que jamás parece que va a suceder.
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