Bully
6.1
3,814
Drama
Nueva y cruda película del controvertido Larry Clark sobre el mundo adolescente, basada en hechos reales sucedidos en 1993. Una pareja de adolescentes de una pequeña ciudad, Bobby Kent y Marty Puccio, se conocen de siempre. Juntos hacen trabajos sin futuro, se dedican a las drogas y a la prostitución en los bares gays del barrio, venden videos porno caseros y sexo telefónico homosexual por dinero y por diversión. Bobby es un sádico, un ... [+]
18 de enero de 2007
18 de enero de 2007
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Larry Clark tiende hacia el exceso; le gusta llevar las situaciones hasta el límite de lo creíble. El regustillo a falsedad no es problema del guión ni de la historia, que se asemeja bastante a las que vemos y seguiremos viendo cada cierto tiempo en los telediarios –de hecho, se ha vendido como basada en hechos reales–, sino que es por la efectista forma de editar y de precisar la psicología de los personajes durante la dirección de actores.
No obstante, reconozco nervio en su estilo. Una primera parte más o menos interesante, aunque desaprovechada, desemboca en un segundo tercio apasionante en el que el director despliega todo su saber hacer narrativo. Los juegos psicológicos de la parte final comienzan cómicos, pero terminan por alargarse demasiado.
Las escenas de sexo, de las que ciertamente se abusa, no son simple porno, sino que ayudan a definir las personalidades de los chicos y el ambiente evasivo –hedonista es un calificativo totalmente inadecuado– por el que se mueven. Y es una forma de vida que sabemos que existe en casi todos los estratos sociales, tanto pobres como ricos –si alguien no se lo cree, estaría dispuesto a quedar con él un sábado por la noche y llevarle a casa de un par de conocidos míos–.
La miga de toda la propuesta está en esa parte central de la que hablaba, en la que se reúne una panda de colgaos y retrasados mentales para llevar a cabo un asesinato sin apenas premeditación. Es la parte más graciosa y tensa.
No obstante, reconozco nervio en su estilo. Una primera parte más o menos interesante, aunque desaprovechada, desemboca en un segundo tercio apasionante en el que el director despliega todo su saber hacer narrativo. Los juegos psicológicos de la parte final comienzan cómicos, pero terminan por alargarse demasiado.
Las escenas de sexo, de las que ciertamente se abusa, no son simple porno, sino que ayudan a definir las personalidades de los chicos y el ambiente evasivo –hedonista es un calificativo totalmente inadecuado– por el que se mueven. Y es una forma de vida que sabemos que existe en casi todos los estratos sociales, tanto pobres como ricos –si alguien no se lo cree, estaría dispuesto a quedar con él un sábado por la noche y llevarle a casa de un par de conocidos míos–.
La miga de toda la propuesta está en esa parte central de la que hablaba, en la que se reúne una panda de colgaos y retrasados mentales para llevar a cabo un asesinato sin apenas premeditación. Es la parte más graciosa y tensa.
23 de octubre de 2007
23 de octubre de 2007
50 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
- ¡Chúpamela!,
- Paso. Se la chuparé a tu mejor amigo.
- ¡Guarra! Tú eres mi novia.
- ¡Qué te follen!
- Pues te mato.
- Pero que dices maricón.
- Entonces te violo.
- No.
- Si, si…si…si
- No….no…no….oh sí, sí, sí. Como me ha gustado que me violes.
- Ahora fóllate a mi colega.
- No quiero. La tiene pequeña.
- ¡Zorra de mierda! He dicho que te lo folles.
- Venga va. Lo haré mientras me meto algún ácido que te cagas.
- Pero dame a mí otro, guarra.
- Hola colega de mi novio maricón. ¿follamos?
- Espera que coja unas cuantas olas y ahora te la meto.
- Vale mientras pillaré un poco de éxtasis.
- No, mejor follamos ya. Chúpamela
- ¿Te la has limpiado después de metérsela a tu colega por el ojete?
- ¡Claro que no!
- Pues no te la chupo.
- Guarra. Ahora que me has puesto a mil.
- Ni a mil ni a diez mil. Si quieres que te la chupe mata a mi novio.
- Vale.
- Venga.
(bang, bang)
- Uy, creo que lo maté.
- Mira que eres malo.
- Y tú miras que eres zorra.
O el montador fue un desastre o la película encima de contar poco lo hace penosamente. Con un guión así de estúpido cómo esperamos que salga algo interesante de esta propuesta de Larry Clark. Que más da lo explicito del sexo y de la violencia. Si da lo mismo con estas conversaciones de besugo que pululan por toda la película.
- Paso. Se la chuparé a tu mejor amigo.
- ¡Guarra! Tú eres mi novia.
- ¡Qué te follen!
- Pues te mato.
- Pero que dices maricón.
- Entonces te violo.
- No.
- Si, si…si…si
- No….no…no….oh sí, sí, sí. Como me ha gustado que me violes.
- Ahora fóllate a mi colega.
- No quiero. La tiene pequeña.
- ¡Zorra de mierda! He dicho que te lo folles.
- Venga va. Lo haré mientras me meto algún ácido que te cagas.
- Pero dame a mí otro, guarra.
- Hola colega de mi novio maricón. ¿follamos?
- Espera que coja unas cuantas olas y ahora te la meto.
- Vale mientras pillaré un poco de éxtasis.
- No, mejor follamos ya. Chúpamela
- ¿Te la has limpiado después de metérsela a tu colega por el ojete?
- ¡Claro que no!
- Pues no te la chupo.
- Guarra. Ahora que me has puesto a mil.
- Ni a mil ni a diez mil. Si quieres que te la chupe mata a mi novio.
- Vale.
- Venga.
(bang, bang)
- Uy, creo que lo maté.
- Mira que eres malo.
- Y tú miras que eres zorra.
O el montador fue un desastre o la película encima de contar poco lo hace penosamente. Con un guión así de estúpido cómo esperamos que salga algo interesante de esta propuesta de Larry Clark. Que más da lo explicito del sexo y de la violencia. Si da lo mismo con estas conversaciones de besugo que pululan por toda la película.
22 de enero de 2011
22 de enero de 2011
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay mucha gente que detesta a Larry Clark, o más claramente, a su cine. Muchos piensan que lo que el ¿realizador? Hace no es más que filmar a unos cuantos actores que normalmente no llegan mucho más allá de sus películas en situaciones en las que el pudor no tiene cabida: masturbaciones, amputaciones, drogadicciones... y toda una serie de imágenes impúdicas que alimentan su fama de depredador de efebos y de provocador sin discurso.
Esta opinión no se ha tenido desde el comienzo de su carrera; es más, en sus inicios, se alabó tan frontal visión de la juventud y su pérdida, pero con el paso de los años, al centrarse cada vez más en dicha temática, se ha acusado a Clark de repetirse a si mismo y de fines no más allá de lo morboso.
Pero en un cine tan adocenado como el estadounidense y tan propenso al tabú, es de agradecer que un cineasta consiga seguir estrenando sus propias crónicas de una sociedad enferma, sus relatos de unos jóvenes abocados a la nada más absoluta por culpa de sus propios errores, y de la educación que reciben, por un lado de un mundo materialista y en perpetuo estado de guerra, y por otro de unos padres que o son ciegos, o ignorantes, o crueles, con los hijos que han traído al mundo.
Así pues, Bully se convierte en una versión nihilista de La Soga, en la que un escalofriante caso real revela los monstruos interiores de una sociedad tan avanzada como la nuestra. El asesinato de un amigo por la tortura constante, por la envidia, por una atracción no consumada, pero sobre todo por la falta de una vida con aspiraciones más allá de varios canutos y de una televisión lo bastante grande como para ver el programa basura de turno.
Como siempre en las películas de Clark, los actores se lanzan en una caída libre en la que no todos salen bien parados. Sus arriesgadas y generosas caracterizaciones se convierten en el reflejo de aquellas miserias de las que habla Clark, y en Bully tres espléndidos intérpretes (Brad Renfro, al que perdimos por historias como la que aquí se cuenta; Nick Stahl, al que nunca se le ha dado una verdadera oportunidad de demostrar su evidente talento; y Michael Pitt, que convierte el escalofrío en un método de interpretación) dan lo mejor de si en pos de una destructiva y desoladora visión de juventud.
Esta opinión no se ha tenido desde el comienzo de su carrera; es más, en sus inicios, se alabó tan frontal visión de la juventud y su pérdida, pero con el paso de los años, al centrarse cada vez más en dicha temática, se ha acusado a Clark de repetirse a si mismo y de fines no más allá de lo morboso.
Pero en un cine tan adocenado como el estadounidense y tan propenso al tabú, es de agradecer que un cineasta consiga seguir estrenando sus propias crónicas de una sociedad enferma, sus relatos de unos jóvenes abocados a la nada más absoluta por culpa de sus propios errores, y de la educación que reciben, por un lado de un mundo materialista y en perpetuo estado de guerra, y por otro de unos padres que o son ciegos, o ignorantes, o crueles, con los hijos que han traído al mundo.
Así pues, Bully se convierte en una versión nihilista de La Soga, en la que un escalofriante caso real revela los monstruos interiores de una sociedad tan avanzada como la nuestra. El asesinato de un amigo por la tortura constante, por la envidia, por una atracción no consumada, pero sobre todo por la falta de una vida con aspiraciones más allá de varios canutos y de una televisión lo bastante grande como para ver el programa basura de turno.
Como siempre en las películas de Clark, los actores se lanzan en una caída libre en la que no todos salen bien parados. Sus arriesgadas y generosas caracterizaciones se convierten en el reflejo de aquellas miserias de las que habla Clark, y en Bully tres espléndidos intérpretes (Brad Renfro, al que perdimos por historias como la que aquí se cuenta; Nick Stahl, al que nunca se le ha dado una verdadera oportunidad de demostrar su evidente talento; y Michael Pitt, que convierte el escalofrío en un método de interpretación) dan lo mejor de si en pos de una destructiva y desoladora visión de juventud.
16 de agosto de 2008
16 de agosto de 2008
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kids para mi fue cargante, y estuve a punto de pasar de ver esta película. Pero no lo hice y lo agradezco. Bully está tratada como debe estarlo, sin exceso de dramatismos ni sensiblerías, es cruda como la realidad, los diálogos se ajustan a la juventud que retrata y a la historia que plantea.
En esta ocasión Larry acierta. Porque los personajes actúan así, hablan así, deben comportarse así. Un 7 es una nota más que justa. Es mi humilde opinión.
En esta ocasión Larry acierta. Porque los personajes actúan así, hablan así, deben comportarse así. Un 7 es una nota más que justa. Es mi humilde opinión.
13 de agosto de 2015
13 de agosto de 2015
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El asesinato de Bobby Kent, un niñato maltratador, por parte de sus amigos maltratados es una historia que merecía ser contada. Es más, debería estudiarse (o al menos contarse) en los institutos.
Es Larry Clark el que ha tenido bemoles para hacerlo. Y lo hace con su estilo descarnado, mostrándolo todo. Porque ya no estamos en los 50, en los que era mejor sugerir que mostrar. Ya hemos pasado por Peckinpah y Tarantino, y ya no nos escandalizamos.
O sí, porque a Clark se le critica precisamente eso, que muestra demasiado. Cuando en realidad nos debería preocupar más el fondo de esta historia verídica que la forma.
No es bonita de ver, pero hay que verla.
Es Larry Clark el que ha tenido bemoles para hacerlo. Y lo hace con su estilo descarnado, mostrándolo todo. Porque ya no estamos en los 50, en los que era mejor sugerir que mostrar. Ya hemos pasado por Peckinpah y Tarantino, y ya no nos escandalizamos.
O sí, porque a Clark se le critica precisamente eso, que muestra demasiado. Cuando en realidad nos debería preocupar más el fondo de esta historia verídica que la forma.
No es bonita de ver, pero hay que verla.
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