El muelle (La Jetée)Mediometraje
7.8
12,194
Ciencia ficción. Fantástico
Tras una apocalíptica guerra nuclear, el mundo ha quedado devastado. Un grupo de científicos del bando vencedor llega a la conclusión de que el único modo de salvar a la humanidad es recurriendo a los viajes a través del tiempo: o bien mandar a una persona al pasado para pedir ayuda, o al futuro para buscar una solución a la situación presente. El elegido para realizar el viaje a través del tiempo es un prisionero. Historia de corte ... [+]
3 de agosto de 2009
3 de agosto de 2009
309 de 328 usuarios han encontrado esta crítica útil
La esencia del cine no está en el movimiento. [Teatro, danza]
La esencia del cine tampoco está en la imagen. [Pintura, fotografía]
La esencia del cine no es verbal. [Literatura]
La esencia del cine no se encuentra en el sonido. [Música]
[Arquitectura y escultura] ocupan el mismo espacio que lo material. El espacio cinematográfico se sitúa al otro lado, más allá de la pantalla. Por ello el cine es ilusión.
El ir y venir o la fijeza del encuadre dentro del plano son determinantes para el cine. Su uso da lugar a múltiples estilos.
Podríamos decir que lo esencial del cine está en la mezcla alquímica de todos estos elementos: sonido, imagen, espacio virtual, palabra y movimiento. Crisol de artes, no arte independiente.
Sin embargo, la esencia del cine es el montaje. La duración exacta de los planos, su ordenación precisa. El corte y la tijera. El dónde y cuándo se colocan los efectos de sonido, la música, el silencio.
===
En ‘La Jetée’ cada foto aparece un tiempo limitado. No todas duran igualmente. Su ordenación es rigurosa y necesaria. Hay montaje. Es cine en una forma efímera y preciosa.
===
¿Puede una imagen única cifrar la vida entera?
¿Un punto podría contener toda la línea?
Si lo que se pretende es abolir el tiempo, no queda más remedio que aceptarlo.
Para captar toda la vida y convertirla en un instante es obligado comprimir el tiempo, llevarlo al punto cero. Atraparlo en una nada en la que quepan los eones.
Para congelar el tiempo, la película tiene que filmar la imagen detenida.
===
La Jetée pretende atrapar el instante, cada instante. Está escrita y concebida en un presente complejo y absoluto: el presente psicológico de su protagonista, cuya consciencia, a pesar de los saltos temporales, es lineal. La voz del narrador se haya fuera del espacio de la cinta. El presente dura, literalmente, nada. Tal sucesión de nadas es lo único que existe. Un recuerdo no es pasado. Ni un anhelo es porvenir. Son evocación presente e instantánea del ayer o del futuro.
La realidad del personaje es aniquiladora: estuvo allí… mañana.
La esencia del cine tampoco está en la imagen. [Pintura, fotografía]
La esencia del cine no es verbal. [Literatura]
La esencia del cine no se encuentra en el sonido. [Música]
[Arquitectura y escultura] ocupan el mismo espacio que lo material. El espacio cinematográfico se sitúa al otro lado, más allá de la pantalla. Por ello el cine es ilusión.
El ir y venir o la fijeza del encuadre dentro del plano son determinantes para el cine. Su uso da lugar a múltiples estilos.
Podríamos decir que lo esencial del cine está en la mezcla alquímica de todos estos elementos: sonido, imagen, espacio virtual, palabra y movimiento. Crisol de artes, no arte independiente.
Sin embargo, la esencia del cine es el montaje. La duración exacta de los planos, su ordenación precisa. El corte y la tijera. El dónde y cuándo se colocan los efectos de sonido, la música, el silencio.
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En ‘La Jetée’ cada foto aparece un tiempo limitado. No todas duran igualmente. Su ordenación es rigurosa y necesaria. Hay montaje. Es cine en una forma efímera y preciosa.
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¿Puede una imagen única cifrar la vida entera?
¿Un punto podría contener toda la línea?
Si lo que se pretende es abolir el tiempo, no queda más remedio que aceptarlo.
Para captar toda la vida y convertirla en un instante es obligado comprimir el tiempo, llevarlo al punto cero. Atraparlo en una nada en la que quepan los eones.
Para congelar el tiempo, la película tiene que filmar la imagen detenida.
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La Jetée pretende atrapar el instante, cada instante. Está escrita y concebida en un presente complejo y absoluto: el presente psicológico de su protagonista, cuya consciencia, a pesar de los saltos temporales, es lineal. La voz del narrador se haya fuera del espacio de la cinta. El presente dura, literalmente, nada. Tal sucesión de nadas es lo único que existe. Un recuerdo no es pasado. Ni un anhelo es porvenir. Son evocación presente e instantánea del ayer o del futuro.
La realidad del personaje es aniquiladora: estuvo allí… mañana.
17 de febrero de 2007
17 de febrero de 2007
149 de 164 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante experimento el que acometió el director al plantear una historia que tanto tentaba la búsqueda de la fabulación futurista, regodeándose en los efectos especiales más avanzados que su época le hubiese permitido, a través de un lenguaje cinematográfico abandonado cuatro décadas atrás. Seguro que nos recordará a Stroheim esta narración que cabalga sobre fotogramas fijos genialmente escogidos, pero éste no deja de ser un aspecto, aunque lleno de intención en Marker, meramente técnico. Para mí, puestos a buscarle un referente entre los clásicos, está mucho más cerca del Murnau de Amanecer. Porque, más que ninguna otra cosa, la Jetée es una de las historias de amor más bonitas y mejor contadas que conozco.
Agradecerle a 12 monos el uso de la misma idea argumental, gracias a ello se ha rescatado este tesoro de la filmografía francesa para muchos de nosotros. Citado este punto de partida no encuentro relación alguna entre las dos obras. Mientras que en la película de Gilliam el viaje en el tiempo y por tanto la “historia de ciencia ficción” sirve como justificación y argumento central, aquí no es más que otra de las múltiples facetas. Si no por encima, a la misma altura están la historia de amor, la elección del lenguaje, la combinación de música y fotografía...Ya sé que es un tópico alabar las virtudes del original frente a la banalidad de la versión reciente (sobre todo si ésta es yanqui), pero en este caso es tan obvio que cualquier comparación resulta imposible.
Desconozco si estoy en lo cierto, pero me atrevo a decir que esconde hallazgos posteriormente aplicados por otros directores: la estética de algunos personajes de Delicatessen, la utilización de la voz en off que Lars Von Trier emplea en Europa...
Sólo añadir que al terminar el visionado he vuelto a ponerla otras dos veces. La recomiendo encarecidamente. No digo que se trate de una obra maestra pero, inusual en las formas y limpia de todo lo accesorio (no llega a media hora), es una experiencia que merece la pena. Realizando una analogía con la literatura; si, por ejemplo, Orson Welles representase al teatro y Ford a la narrativa, sin duda aquí estamos ante uno de los mejores poemas de la historia del cine.
Agradecerle a 12 monos el uso de la misma idea argumental, gracias a ello se ha rescatado este tesoro de la filmografía francesa para muchos de nosotros. Citado este punto de partida no encuentro relación alguna entre las dos obras. Mientras que en la película de Gilliam el viaje en el tiempo y por tanto la “historia de ciencia ficción” sirve como justificación y argumento central, aquí no es más que otra de las múltiples facetas. Si no por encima, a la misma altura están la historia de amor, la elección del lenguaje, la combinación de música y fotografía...Ya sé que es un tópico alabar las virtudes del original frente a la banalidad de la versión reciente (sobre todo si ésta es yanqui), pero en este caso es tan obvio que cualquier comparación resulta imposible.
Desconozco si estoy en lo cierto, pero me atrevo a decir que esconde hallazgos posteriormente aplicados por otros directores: la estética de algunos personajes de Delicatessen, la utilización de la voz en off que Lars Von Trier emplea en Europa...
Sólo añadir que al terminar el visionado he vuelto a ponerla otras dos veces. La recomiendo encarecidamente. No digo que se trate de una obra maestra pero, inusual en las formas y limpia de todo lo accesorio (no llega a media hora), es una experiencia que merece la pena. Realizando una analogía con la literatura; si, por ejemplo, Orson Welles representase al teatro y Ford a la narrativa, sin duda aquí estamos ante uno de los mejores poemas de la historia del cine.
23 de febrero de 2008
23 de febrero de 2008
86 de 91 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre la base de un asunto de ciencia-ficción (una apocalíptica III Guerra Mundial y la necesidad de viajar al pasado y al futuro en busca de remedios) y de una muy selecta colección de fotos, presentada en formato fotonovela (el texto en off), se arma una historia de amor sublime: el encuentro, o reencuentro, de dos almas en los bucles del Tiempo, dimensión que, por desgracia, tiene también sus policías y sus servicios secretos, agazapados.
Desde la eternidad experimental, un hombre le viene a una mujer como un duende, un espíritu, un aparecido que vive en el mero presente.
La idea del viaje en el Tiempo se convierte en metáfora del amor platónico y de la existencia misma.
El momento culminante: dos pestañeos, el único movimiento en la fotonovela; tal vez la ilusión de ello.
La inmensa fuerza poética del texto, tan bien leído por la voz en off, se ensambla a la perfección con las imágenes, las rebasa.
Lo ascético del planteamiento formal permite nomás una obra de media hora. Ajustarse a ese límite de brevedad es un acierto.
Semejanzas: más que con "Doce monos" (escasa: otra estética), con la novela de Bioy Casares "La invención de Morel", en la que un hombre se enamora de un espejismo temporal, sin saberlo.
Desde la eternidad experimental, un hombre le viene a una mujer como un duende, un espíritu, un aparecido que vive en el mero presente.
La idea del viaje en el Tiempo se convierte en metáfora del amor platónico y de la existencia misma.
El momento culminante: dos pestañeos, el único movimiento en la fotonovela; tal vez la ilusión de ello.
La inmensa fuerza poética del texto, tan bien leído por la voz en off, se ensambla a la perfección con las imágenes, las rebasa.
Lo ascético del planteamiento formal permite nomás una obra de media hora. Ajustarse a ese límite de brevedad es un acierto.
Semejanzas: más que con "Doce monos" (escasa: otra estética), con la novela de Bioy Casares "La invención de Morel", en la que un hombre se enamora de un espejismo temporal, sin saberlo.
4 de octubre de 2007
4 de octubre de 2007
104 de 130 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta, preciosas imágenes, potentísima historia, derroche de talento. "La Jetée" es una sucesión de fotos estáticas que acompañan a la preciosa voz de un narrador que (de forma desapasionada pero muy persuasiva) va contando en primera persona su historia: en vísperas de la III Guerra Mundial, segundos antes de una catástrofe, un niño que pasea con su mamá ve en el aeropuerto de Orly a una mujer muy hermosa. Su recuerdo -el último de la infancia- le acompañará ya por siempre, como una obsesión (él, muchos años después, no ha vuelto a ver a esta mujer ni sabe su destino: tras combatir en la guerra, permanece preso en los subterráneos de un París devastado).
A pesar de que semejante arranque ya la coloca en una cumbre muy alta, la historia no hace sino volar.
Muy buena y muy desazonante.
A pesar de que semejante arranque ya la coloca en una cumbre muy alta, la historia no hace sino volar.
Muy buena y muy desazonante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A ver, los descontentos, no se alboroten.
A muchos no les gustará: Chris Marker debía de llevar unas gafas de pasta que ni Rompetechos, la peli está en blanco y negro, es una historia de amor sin besos (de sexo ya ni hablamos), es una película de ciencia ficción sin robots, explosiones ni efectos especiales; no hay sangre, no sale Brad Pitt, no sale Bruce Willis, parece una sesión de diapositivas comentadas por el párroco y la titi jamona tiene una belleza muy años 60, ya caducada. Bueno, pues sí, ¿y qué?
A muchos no les gustará: Chris Marker debía de llevar unas gafas de pasta que ni Rompetechos, la peli está en blanco y negro, es una historia de amor sin besos (de sexo ya ni hablamos), es una película de ciencia ficción sin robots, explosiones ni efectos especiales; no hay sangre, no sale Brad Pitt, no sale Bruce Willis, parece una sesión de diapositivas comentadas por el párroco y la titi jamona tiene una belleza muy años 60, ya caducada. Bueno, pues sí, ¿y qué?
29 de marzo de 2007
29 de marzo de 2007
74 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver esta fantástica película. La idea de esta película esta tan alejada de todo lo que se puede asociar hoy día con el cine que termino de verla con la sensación de haber asistido a un curso de post-grado de cine, de algo que no se suele enseñar en las escuelas. Es dificil hacer más con tan poco. A toda persona que llegue a leer esta crítica se la recomiendo.
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