La profesora de piano
2001 

7.3
24,403
12 de mayo de 2008
12 de mayo de 2008
273 de 293 usuarios han encontrado esta crítica útil
No podría ser sino Haneke quien le hiciese justicia al verbo acerado y visceral de su paisana, la austriaca Elfriede Jelinek, que poco tiempo después de rodarse la película, recibiría el premio Nobel de Literatura (para algunos merecido; para otros, no tanto). Tampoco podría ser otra sino Isabelle Huppert la que encarnase a la terrorífica y sin embargo, convulsa y bella profesora de piano, uno de los personajes femeninos mejor trazados de toda la historia del cine europeo. Combinación de fría intelectualidad y una sexualidad viciada, casi animal, el personaje de Erika parece condenado a expresar sus pasiones a un nivel tan primario como exquisita es la fachada que transmite hacia el exterior: una fachada que empieza a resquebrajarse en el momento en el que un joven y atractivo alumno comienza a seducirla, haciendo que se tambaleen los cimientos en los que la profesora ha apoyado su retorcido universo.
Ambos iniciarán un peculiar juego del ratón y el gato en el que nunca estará bien claro quién desempeña cada papel: alternativamente, ambos personajes se buscan y se rehúyen en un angustioso tour de force que ha dado lugar a algunas de las escenas más polémicas y perturbadoras de esta película. La capacidad revulsiva de la historia no sólo reside en el carácter enfermizo de la relación amorosa entre profesora y alumno, sino también en la maravillosa capacidad de Haneke de convertir en transparente para el espectador a un personaje que nunca abandonará su gélido hermetismo hacia los demás y de tensar con maestría los hilos que someten a esta mujer a su entorno, desde aquellos que la unen con su madre medio demente (¿o no?) hasta los que determinan su relación con lo más degradante y con lo más elevado del espíritu humano.
“La pianista” no es ninguna fruslería para pasar el rato; se trata de una intensa disección de un personaje en cuya enigmática dualidad reside gran parte del atractivo de la película. Al igual que Erika, el espectador se encontrará dividido entre la admiración y la repulsión por lo que se está narrando y sobre todo, por la manera en la que se está narrando.
Es una película incómoda, pero terriblemente fascinante de la que cuesta abstraerse...muy recomendada.
Ambos iniciarán un peculiar juego del ratón y el gato en el que nunca estará bien claro quién desempeña cada papel: alternativamente, ambos personajes se buscan y se rehúyen en un angustioso tour de force que ha dado lugar a algunas de las escenas más polémicas y perturbadoras de esta película. La capacidad revulsiva de la historia no sólo reside en el carácter enfermizo de la relación amorosa entre profesora y alumno, sino también en la maravillosa capacidad de Haneke de convertir en transparente para el espectador a un personaje que nunca abandonará su gélido hermetismo hacia los demás y de tensar con maestría los hilos que someten a esta mujer a su entorno, desde aquellos que la unen con su madre medio demente (¿o no?) hasta los que determinan su relación con lo más degradante y con lo más elevado del espíritu humano.
“La pianista” no es ninguna fruslería para pasar el rato; se trata de una intensa disección de un personaje en cuya enigmática dualidad reside gran parte del atractivo de la película. Al igual que Erika, el espectador se encontrará dividido entre la admiración y la repulsión por lo que se está narrando y sobre todo, por la manera en la que se está narrando.
Es una película incómoda, pero terriblemente fascinante de la que cuesta abstraerse...muy recomendada.
13 de enero de 2007
13 de enero de 2007
187 de 221 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es 'La Pianista' una película apta para cualquier tipo de público. Desde mi punto de vista es, junto con 'Funny Games' y 'Caché', la obra maestra de Michael Haneke, un genio de la sugestión, que gracias a este film demuestra, una vez más, que es uno de los mejores y más interesantes cineastas del momento.
'La Pianista' es una historia de amor violenta y terrible, narrada sin convenciones y de una forma cruel, apoyada en una magistral interpretación del elenco protagonista, desde una apoteósica y deslumbrante Isabelle Huppert, que se come la cámara, hasta el más que convincente Benoît Magimel y la veterana Annie Girardot.
Está basada en una novela de Elfriede Jelinek (premio Nobel), obra que es aún más difícil de digerir que la propia (y personal) adaptación de Michael Haneke.
Una película que reflexiona sobre la realidad, una realidad que se apoya en la 'normalidad aparente', y que esconde tras de sí comportamientos humanos reprimidos. Para ello, el film se ayuda de un personaje femenino impresionante y desgarrador, Erika (Isabelle Huppert).
Nos nos engañemos, 'La Pianista' es dura, desagradable, triste y repugnante... pero maravillosa, cargada de secuencias memorables y silencios que cortan la respiración, junto con una más que adecuada banda sonora y una magistral puesta en escena.
Se trata de un film en el que, como espectadores, debemos no sólo hacer un esfuerzo para soportar ciertas secuencias, sino también para conseguir 'comprender' a los personajes y no quedarnos en un simple acercamiento.
Una película excelente, no apta para personas sensibles.
'La Pianista' es una historia de amor violenta y terrible, narrada sin convenciones y de una forma cruel, apoyada en una magistral interpretación del elenco protagonista, desde una apoteósica y deslumbrante Isabelle Huppert, que se come la cámara, hasta el más que convincente Benoît Magimel y la veterana Annie Girardot.
Está basada en una novela de Elfriede Jelinek (premio Nobel), obra que es aún más difícil de digerir que la propia (y personal) adaptación de Michael Haneke.
Una película que reflexiona sobre la realidad, una realidad que se apoya en la 'normalidad aparente', y que esconde tras de sí comportamientos humanos reprimidos. Para ello, el film se ayuda de un personaje femenino impresionante y desgarrador, Erika (Isabelle Huppert).
Nos nos engañemos, 'La Pianista' es dura, desagradable, triste y repugnante... pero maravillosa, cargada de secuencias memorables y silencios que cortan la respiración, junto con una más que adecuada banda sonora y una magistral puesta en escena.
Se trata de un film en el que, como espectadores, debemos no sólo hacer un esfuerzo para soportar ciertas secuencias, sino también para conseguir 'comprender' a los personajes y no quedarnos en un simple acercamiento.
Una película excelente, no apta para personas sensibles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Curiosamente, la facilidad nos lleva en más de una ocasión a digerir el mensaje de este film de una forma, creo yo, equívoca. Tras el final, lo más sencillo es pensar que Erika es una 'enferma' debido a sus comportamientos sexuales, causados por culpa de la relación con su madre, donde leemos entre líneas que Erika jamás ha podido disfrutar de su adolescencia... Sí, es coherente pensar de este modo (y terriblemente fácil). Es como afirmar: Erika es una 'enferma' por comportarse 'así', ya que su comportamiento no es 'normal', la culpa 'es' de la madre. Pero mi punto de vista es el siguiente: como he dicho en la crítica, para mí el principal mensaje de este film se basa en una reflexión sobre la realidad. Y Haneke habla sobre la 'normalidad aparente' de esa realidad, donde se esconden comportamientos humanos reprimidos... como el de Erika. Yo también creo que la sexualidad de Erika no es 'normal'... Pero no tacho de 'enfermedad mental' todo aquello que se sale de la norma. Lo que quiero decir es: ¿Es Erika una enferma por su sexualidad, por amar de una forma tan brutal? ¿O es una enferma por la falta de cariño que ha sufrido a lo largo de los años por parte de su madre, por sentir que ningún hombre se ha enamorado de ella hasta la llegada de Walter, por esa sexualidad que posee y esconde? Me inclino por la segunda opción. Pienso que Erika siente y ama así por cómo la ha tratado la vida, y que el hecho de (verse obligada a) reprimirse hace todo lo demás.
19 de julio de 2005
19 de julio de 2005
129 de 143 usuarios han encontrado esta crítica útil
Erase una vez una princesita que vivía dulcemente arropada por su reina madre, que no madrastra, y que dedicaba los días a ilustrar al pobre vulgo sobre el elevado arte de la música. La bella joven enseñaba la riqueza de emociones que desprenden todas y cada una de las notas que un piano puede verter, como si de un mágico lenguaje se tratara, reservado exclusivamente a quienes le dedican todo su cuerpo y alma. Al anochecer, la ejemplar joven sentía su soledad como un pesado lastre y, a la espera del príncipe azul que le librara de las cadenas de su clausura, calmaba su ansioso corazón educándose para el amor, observando curiosa la pasión de otros amantes y preparando todo su ser para su querido. Hete aquí que el galante caballero hace su aparición y el esperado fulgor de efusiones une en delicada armonía a la deslumbrante pareja, que se reconocen creados el uno para el otro y el otro para el uno...
- ¡Oiga! ¿Me está tomando el pelo? Permítame corregirle (suerte que estoy yo aquí, amigos, o este payaso les confunde). Esa joven princesita es una seca, hosca y arisca cuarentona que malvive con su madre, con la que no es raro que tenga tensos episodios de violencia verbal e incluso física. Esa profesora de piano recrea sus noches contemplando espectáculos porno, espiando las aventuras sexuales de sorprendidos chavales en cines al aire libre e incluso lastimándose con hojillas de afeitar en busca de no sé qué dolores placenteros. Lo único que no me atrevo a rebatir es su virtuosismo y amor por el piano... Ah, y en cuanto al príncipe azul, no es sino un fogoso atrevido con el que intercambia una malsana y cruel relación sometimiento-dominación. Ahora, siga, por favor.
Michael Haneke, director con cintas como ´Funny Games´ y ´Código desconocido´ en su haber, también fue estudioso de filosofía y psicología, y así lo viene dejando patente en sus trabajos. Con ´La pianista´ parece usarnos como conejillos de indias, como cobayas para tantear nuestras indignadas quejas o enfebrecidos aplausos por un cine provocador y embarazoso. Discúlpenme si he pretendido experimentar yo también con mi opinión.
¿Desean asistir a las enfermizas actitudes de una sombría y confusa solitaria? Más que nunca, sólo apto para cinéfilos recalcitrantes y curiosos con sólido estómago.
Tengan especial cuidado de la bomba de relojería tras estas grises secuencias. Mañana mismo tal vez, o quizás dentro de un mes, pueden despertarse en medio de la noche recordando el sutil tic en el ojo de la protagonista, su cruel agresión a su más voluntariosa alumna o el juego de humillación y orgullo con su alumno. Algo les estremecerá. Ése es el gran logro de Haneke: mostrar un personaje enfermo (o socialmente inaceptado), acompañarlo de uno aparentemente sano y plantear la relación entre ambos y su intercambio de papeles, la transmisión de una transgresión, de un violento grito a medio camino entre la pasión y el soez atropello. Rotas las reglas una vez, ¿pueden volver a imponerse?
- ¡Oiga! ¿Me está tomando el pelo? Permítame corregirle (suerte que estoy yo aquí, amigos, o este payaso les confunde). Esa joven princesita es una seca, hosca y arisca cuarentona que malvive con su madre, con la que no es raro que tenga tensos episodios de violencia verbal e incluso física. Esa profesora de piano recrea sus noches contemplando espectáculos porno, espiando las aventuras sexuales de sorprendidos chavales en cines al aire libre e incluso lastimándose con hojillas de afeitar en busca de no sé qué dolores placenteros. Lo único que no me atrevo a rebatir es su virtuosismo y amor por el piano... Ah, y en cuanto al príncipe azul, no es sino un fogoso atrevido con el que intercambia una malsana y cruel relación sometimiento-dominación. Ahora, siga, por favor.
Michael Haneke, director con cintas como ´Funny Games´ y ´Código desconocido´ en su haber, también fue estudioso de filosofía y psicología, y así lo viene dejando patente en sus trabajos. Con ´La pianista´ parece usarnos como conejillos de indias, como cobayas para tantear nuestras indignadas quejas o enfebrecidos aplausos por un cine provocador y embarazoso. Discúlpenme si he pretendido experimentar yo también con mi opinión.
¿Desean asistir a las enfermizas actitudes de una sombría y confusa solitaria? Más que nunca, sólo apto para cinéfilos recalcitrantes y curiosos con sólido estómago.
Tengan especial cuidado de la bomba de relojería tras estas grises secuencias. Mañana mismo tal vez, o quizás dentro de un mes, pueden despertarse en medio de la noche recordando el sutil tic en el ojo de la protagonista, su cruel agresión a su más voluntariosa alumna o el juego de humillación y orgullo con su alumno. Algo les estremecerá. Ése es el gran logro de Haneke: mostrar un personaje enfermo (o socialmente inaceptado), acompañarlo de uno aparentemente sano y plantear la relación entre ambos y su intercambio de papeles, la transmisión de una transgresión, de un violento grito a medio camino entre la pasión y el soez atropello. Rotas las reglas una vez, ¿pueden volver a imponerse?
10 de octubre de 2005
10 de octubre de 2005
138 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
En alguna ocasión, sentados en el metro, hemos encontrado en el asiento de enfrente, a alguna persona con alguna "macabra" enfermedad, o con las tétricas secuelas de algún accidente. Nuestra primera reacción siempre es no mirar. Nuestra conciencia, nuestro estómago, nos invitan a ello. Pero unos segundos después, nuestra curiosidad nos empuja a mirar un poco, de medio lado.
Michael Haneke, nos pone de nuevo delante de otro personaje enfermizo, un personaje masoquista, con extrañas vertientes sexuales. Y mira de reojo con su cámara, para que nosotros podamos mirar de frente a la pantalla. Y así poder disfrutar de la gran actuación de Isabelle Huppert.
Se trata de la segunda ocasión en la que me enfrento con un personaje masoquista. La primera fue con Secretary, producción americana con final feliz. En esta segunda experiencia, he encontrado situaciones mucho más extravagantes, pero por contra me ha parecido un personaje mucho más próximo y creíble. No me ha sorprendido el contraste entre la reconocida pianista de día y la inaudita ninfómana de noche. Siempre he pensado que las vidas sexuales más tórridas, se esconden detrás de los personajes más solemnes.
Michael Haneke, nos pone de nuevo delante de otro personaje enfermizo, un personaje masoquista, con extrañas vertientes sexuales. Y mira de reojo con su cámara, para que nosotros podamos mirar de frente a la pantalla. Y así poder disfrutar de la gran actuación de Isabelle Huppert.
Se trata de la segunda ocasión en la que me enfrento con un personaje masoquista. La primera fue con Secretary, producción americana con final feliz. En esta segunda experiencia, he encontrado situaciones mucho más extravagantes, pero por contra me ha parecido un personaje mucho más próximo y creíble. No me ha sorprendido el contraste entre la reconocida pianista de día y la inaudita ninfómana de noche. Siempre he pensado que las vidas sexuales más tórridas, se esconden detrás de los personajes más solemnes.
25 de diciembre de 2006
25 de diciembre de 2006
85 de 97 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía tiempo que no veía una interpretación tan magnífica como la de Isabelle Huppert en esta película. Consigue llenar de vida a una mujer áspera y gélida. Conmueve y exaspera. Se contiene y se excede. Un 10 para ella.
Haneke hace todo un despliegue de sobriedad y detalle. Y consigue crear un universo visual acorde al mundo de la pianista. Pero una vez más no puede reprimir su tendencia natural hacia la crudeza y la atrocidad.
Así, posiblemente (y por desgracia), la película queda resumida en la retina por 3 o 4 escenas desoladoras.
En el cine pude observar como el de la butaca de mi derecha iba aminorando el ritmo en su ingestión de palomitas,…no pudo terminarlas (aunque también, a quién se le ocurre llevar palomitas...)
Como ha dicho Haneke “los que hacen películas de entretenimiento son los pesimistas. El optimista intenta sacar a la gente de la apatía”.
Haneke hace todo un despliegue de sobriedad y detalle. Y consigue crear un universo visual acorde al mundo de la pianista. Pero una vez más no puede reprimir su tendencia natural hacia la crudeza y la atrocidad.
Así, posiblemente (y por desgracia), la película queda resumida en la retina por 3 o 4 escenas desoladoras.
En el cine pude observar como el de la butaca de mi derecha iba aminorando el ritmo en su ingestión de palomitas,…no pudo terminarlas (aunque también, a quién se le ocurre llevar palomitas...)
Como ha dicho Haneke “los que hacen películas de entretenimiento son los pesimistas. El optimista intenta sacar a la gente de la apatía”.
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