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Ondina. Un amor para siempre

Romance. Drama Ondina es historiadora y da conferencias sobre el desarrollo urbano de Berlín. Pero cuando su amante la abandona, el antiguo mito se apodera de ella. Solo le queda matar al hombre que la ha traicionado y regresar a las aguas.
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
26 de noviembre de 2020
37 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando salimos del cine, cuatro espectadores coincidimos en las sensaciones que nos ha sugerido la película: nos ha gustado, nos ha producido cierto encantamiento, nos ha arrullado con sus imágenes, sus diálogos, su monótona música y su actriz… A partir de este momento, nos toca, en todo caso, “entenderla”, es decir, interiorizarla, hacerla nuestra. No somos carne de “cine de festival”, sino espectadores de gustos variados. En mi caso dos tercios del cine que veo es cine clásico, y cuando digo clásico estoy refiriéndome al cine clásico de Hollywood en una abrumadora mayoría.

Esto no es una justificación (aunque suene a eso), sino la comprobación de algo que dice el director: “no somos capaces de soportar la complejidad de la Historia”. Lo dice en una entrevista en "Babelia" (21/11/2020). Donde yo he escrito “Historia” con mayúscula (para referirme a una disciplina humanística), podemos entender también “historia” con minúsculas, o la capacidad, cada vez menor, para soportar historias complejas en el cine o en la literatura.

(Ver Zona Spoiler 1, quien quiera, para leer algún detalle de la película)

Al llegar a la plaza de Zorrilla, en la caminata hacia casa y contra reloj por el toque de queda, empiezo a pensar en Jennie (Portraite of Jennie), 1948, de William Dieterle. Como saben, en esta encantadora y triste película, consiguen que dudemos si Jennie es realidad o imaginación. La historia (el guion), la puesta en escena, la soberbias interpretaciones (Jennifer Jones, Joseph Cotten) nos envuelven en ese mundo entre lo real y la ensoñación. Aquí Petzold nos lleva también a un mundo donde acabamos dudando sobre si Undine es realidad o fruto de la imaginación. En un mundo que es Berlín (el actual) y su historia torturada, pero también la de esos pantanos originarios y su mitología de ondinas y caballeros.

Berlín, como ciudad y su historia, tiene un papel en la película. Undine es historiadora y guía, y cuenta a los visitantes del museo la evolución urbanística de la ciudad a través de sus cicatrices y de las decisiones de sus políticos. De esa intención de reescribir la Historia (que decía el director en la entrevista), y simplificarla para un entendimiento más cómodo de la ciudadanía: para quien haya visitado la ciudad (tan ejemplar en tantas cosas, como el cultivo de la memoria), recordará como se está reconstruyendo el palacio real en el lugar donde estuvo el parlamento de la RDA. Una forma, para el director, de borrar el pasado incómodo.

No conviene ir más allá para no desvelar al lector el argumento de este melodrama formalmente clásico con final de tragedia, que pretende crear en el espectador incertidumbre y, a la vez, estremecimiento. Una película de amor hiperromántico, en sus inicios, que nos llevará a otros caminos de emancipación. Y de la que, confieso, no he encajado todavía todas las pieza, ni creo que sea necesario. Undine cree que solo tiene sentido su vida si es amada. De ahí su amenaza de muerte al inicio de la película, y de ahí también su dolor cuando Christoph lo que aplica a Undine es su teoría y praxis sobre los celos o la exclusividad retrospectiva.

Todo lo contado puede resultar (así, contado), un tanto extravagante, pero el arte no es solo el argumento, mejor o peor narrado. El arte cinematográfico es también poesía. Y estamos ante un poema lírico, una elegía, sobre un amor que discurre entre la tierra y el agua, entre el mito y la historia, entre la magia y la razón, contado en un tono realista, sencillo, casi didáctico en ocasiones. La fuerza proviene de una actriz en estado de gracia, Paula Beer, y de un actor convincente como Franz Rogowski, con un tono de voz tan particular. Y de su puesta de escena, de su fotografía acuática, y de su “música” de profundidades fluviales. Petzold parte de referencias clásicas (el melodrama y el cine negro de Holywood) para subvertirlo. Bajo una narrativa formalmente canónica, se deslizan en profundidad corrientes que quieren ocasionar estados emocionales, belleza, encantamiento…, que van más allá de la realidad visible y enlazan con el pasado mitológico, el pasado más cercano y, quizá, el futuro.

(Ver Zona Spolier 2).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
GonzaloyGracias
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9 de mayo de 2021
19 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de la maravillosa “Frantz”, vuelve a emplearse la magnética mirada de Paula Beer en el cartel de la película. En este caso, la imagen elegida pertenece a uno de los momentos clave de la historia.

Me ha gustado su romanticismo y su argumento de corte fantástico basado en la mitología, concretamente en la existencia de las ondinas, ninfas de las aguas dulces, que en ocasiones podían enamorarse de un humano, al estilo de la Sirenita.

Lo más discutible es el aprovechamiento de su escaso metraje. Hay mucho dedicado a mostrar el amor de los dos protagonistas o reservado a clases de arquitectura. La primera mitad podría haber sido más dinámica. Mejor recuerdo deja un tramo final intenso y la fuerza de algunas secuencias. Recomendable para los aficionados al cine romántico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Feng Lanzhí
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6 de noviembre de 2020
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nadie puede escapar a su destino, a la obligación moral que los dioses le imponen. Ni siquiera hoy, en un Berlín contemporáneo. De nada sirve huir por sus callejones, bordear sus edificios restaurados, tirarse a sus canales o sumergirse en sus embalses, pues el deber ha de cumplirse sobre tierra o bajo el agua. Solamente cuando impongamos justicia a nuestros traidores, tan solo en ese momento podremos desaparecer tranquilamente en las profundidades.

Ondine es un laberinto urbano frío, húmedo y rígido en cuyo centro late un corazón desgarrado repleto de rabia. Desde el primer momento nos hipnotiza con una escena de ruptura en un café y con una promesa a regañadientes. La mujer huye del lugar y se refugia en su trabajo, justo en el edificio de al lado. Tras recomponerse en el vestuario, presenta a los asistentes una maqueta del complejo urbanístico, cuando, de pronto, ve en el modelo la terraza en la que acaban de abandonarla.

Un zoom de Petzold a la mesa y al hombre en miniatura nos muestra el bucle en el que la protagonista se encuentra. Algo pendiente de resolver ha quedado en ese momento, desde el primer plano mostrado al público. La película comienza en el momento en que la protagonista huye de su destino. Incluso más adelante, cuando la mujer intente rehacer su vida, las señales son evidentes: las aguas reclaman lo que les pertenece.

La tragedia de Ondine fascina por su tono, contenido y aún así nos brinda una obra visceral en cuanto al juego de actores. La frialdad que caracterizan los mitos germánicos impregnan la realización de Petzold, cuya cámara no tiembla cuando sigue el implacable destino de la ninfa, que se nos sugiere desde los primeros minutos de la película. Un acuario, un buzo, una presa y finalmente, una piscina. Cuando los hombres que vagan la tierra se muestran crueles y despiadados, el agua es el único lugar donde encontrar la paz. Las ondas fluviales, libres y móviles contrastan con las rígidas rectas, fijas que constituyen el mundo arquitectónico al que Ondine se dedica con devoción.

La guía y el buzo, la nueva pareja componen un refugio emocional en el que la ternura aflora, en el que el sentimiento ocupa el centro de la película en un entorno tan hostil. La película es un momento de respiro antes de que la fatalidad nos reclame, un paréntesis bajo los rayos del sol en el que el tiempo se detiene, donde olvidamos el pasado y no nos preocupamos por el futuro. Hasta que un día, por desgracia, levantemos la mirada por encima del hombro de quien nos acompaña y comprendamos que el deber siempre llama.

hommecinema.blogspot.com
harryhausenn
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24 de noviembre de 2020
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si os gusta escuchar una y otra vez los primeros compases del Adagio en Re Menor de Bach/Marcello, esta es vuestra película. Quizás esta pieza está teniendo un resurgimiento en Alemania ya que también sonaba en “Lara (La profesora de piano)”, otra película alemana estrenada este año y titulada con el nombre de la protagonista.

Este nombre, Undine (Ondina), nos da a entender de inicio que es una especia de sirena o ninfa acuática, para el que esté al tanto de la mitología. En todo caso un ser sobrenatural con propensión al remojo. Por una vez le queda al bueno de Franz Rogowski el papel de persona (más) normal de la pareja. Él es buzo y domina el arte del sumergimiento en profundidades acuosas, lo cual está bien valorado entre el género femenino especialmente si es marítimo. El amor está servido. Hablando de amor, por una vez voy a resistir la tentación de hacer escarnio del título español: “Ondina. Un amor para siempre”. ¿Será de los mismos creadores de “Destroyer. Una mujer herida”?

La película ha sido enigmática para mí, quizás es una parábola sobre los efectos de una ruptura, o una versión postmoderna de La Sirenita, o todo es producto de la mente maquiavélica de un siluro que aparece por ahí. Cabe sospechar que la clave del asunto está en las lecciones magistrales de arquitectura y urbanismo que se nos ofrecen de vez en cuando. Muy interesantes, al menos salimos del cine sabiendo algo más sobre Berlín y la arquitectura del Este y la del Oeste. Alegoría política y mitología, seguro que todo encaja en el cerebelo de Christian Petzold, guionista y director.

También nos vamos con la tranquilidad de que en el mundo civilizado utilizan Stayin’ Alive y no Macarena para salvar vidas, mucho más adecuada sin lugar a dudas.

Gustará a: Licaón, maquetistas, Michael Schumacher
No gustará a: Dafnis, acuaristas, Hartmut Dorgerloh
eristuff
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24 de noviembre de 2020
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nuevo trabajo del cineasta alemán Christian Petzold es un melodrama que se presentó en la pasada edición del Festival de Berlín y hace unos días en el Festival de cine europeo de Sevilla, y en ambos escenarios la película fue premiada por partida doble. Además es candidata a dos premios del cine europeo (los EFA) 2020, en los apartados de mejor película y actriz (Paula Beer).
El proyecto tiene todos los elementos característicos del cine de Petzold, para lo bueno y para lo malo, ya que lleva al extremo máximo las situaciones dramáticas y las románticas, con unas historias personales aparentemente sencillas pero que se van complicando poco a poco con unos giros en algunos casos innecesarios, haciendo que la historia pierda su credibilidad en su segunda mitad.

La película tiene en la dirección uno de los puntos fuertes del proyecto, ya que Petzold demuestra su experiencia para saber colocar la cámara en el lugar adecuado y sacando el máximo partido a las interpretaciones, que es el otro punto fuerte del proyecto, en especial la de Paula Beer que vuelve a estar magnífica en el papel femenino protagonista cuyo nombre da título al proyecto, demostrando que es una de las mejores actrices del panorama cinematográfico europeo actual. El punto de partida es el de una pareja que está a punto de separarse, lo que se pone de manifiesto en la primera escena cuando Undine y Johannes están distantes en la cafetería cercana al museo en donde trabaja la protagonista en Berlín, y a partir de ese momento la película se centra en esa mujer que trabaja como guía turística en el Märkisches Museum de la capital de Alemania, y que comienza una relación con un joven llamado Christoph, y desde ese momento la propuesta se centra en esos dos personajes, con sus momentos en común, ya sean de alegría y de tristeza.

El problema es que quiere alejarse del cine más convencional dentro de los melodramas románticos, y durante la segunda mitad se adentra en unos caminos difíciles de asumir. Pese a eso, la historia no aburre, y logra mantener el interés principalmente por el gran trabajo de Paula Beer y de un Franz Rogowski que transmite bastante en un personaje mucho más comedido como el de Christoph. Completa el reparto Jacob Matschenz en el papel de Johannes, la anterior pareja de Undine, y Maryam Zaree como Mónica.
Los otros aspectos positivos son la dirección de Christian Petzold y la banda sonora de tono clásica con el piano de fondo, que encaja muy bien en este tipo de historia, aunque en algunos momentos es un poco monótona y repetitiva.
Una película que tendrá su público, en especial los que disfrutaron con los anteriores trabajos del director alemán, y los aficionados a los melodramas románticos no convencionales.

LO MEJOR: La actuación de Paula Beer. La dirección.
LO PEOR: El guion.

Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net, http://habladecine.com y https://www.estrenosdecine.online/
WILLY74
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