Tierra
7.0
11,221
Drama. Romance
En alguna parte de ese inmenso océano negro que es el cosmos, hay una isla con colinas de tierra roja, a la que llega Ángel para fumigar y exterminar la plaga de cochinillas que produce en el vino un extraño sabor a "tierra". Bajo la atmósfera de unos cielos eléctricos y el contacto con unas gentes sencillas, Ángel encuentra la oportunidad de resolver su desdoblamiento de personalidad por medio de la elección entre dos mujeres. (FILMAFFINITY) [+]
15 de enero de 2012
15 de enero de 2012
50 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Tierra aparecen algunas de las características reiterativas del cine de Medem: un hombre en crisis que se debate entre dos mujeres, la importancia de la naturaleza, la incorporación del punto de vista de los animales, la confusión entre causalidad y azar... Pero, sobre todo, Tierra es una de las obras de Medem en la que más claramente se recogen elementos de la mitología vasca pre-cristiana, y se reelaboran en base a una narración determinada. Uno de los aspectos de la cultura ancestral vasca reflejados en Tierra es el referente a la casa y los difuntos. La casa constituye un lugar sagrado, donde se reúnen los miembros vivos de una familia y también los muertos, ya que antes de la llegada del cristianismo éstos se enterraban en sus casas, creando un vínculo perdurable con los antepasados. Y así es como Tomás, el padre de Ángela, logra contactar con su difunta mujer merodeando alrededor de su casa.
En el film, el personaje que Silke interpreta se llama igual que la principal deidad de la mitología vasca: Mari, la Madre Tierra, una mujer que gobierna la naturaleza y controla los fenómenos meteorológicos. Es una diosa ctónica, ligada a lo subterráneo, que vive en cuevas, lo cual se traduce a una imagen literal en el film: Mari acude con frecuencia al bar de su hermano Julio, que precisamente es una gruta escarbada en un cerro de tierra rojiza, el color tan particular de la zona. Además, el término ctónico en la psicología junguiana designa los impulsos del inconsciente tales como la sensualidad y la lujuria, muy patentes en el personaje de Silke. Por otra parte, los pastores vascos que rendían culto a Mari tenían la costumbre de sacrificar un carnero en su nombre con la intención de que la diosa no desatase tormentas que dañasen a todo el ganado. Y este sacrificio es precisamente lo que abre la película. Antes de morir Ulloa dice que vio "la carretera y a Mari" y, más adelante, Mari lo reconocerá: “dile a Ulloa que tienes razón. Yo le tiré el rayo.”
Cuando Ángel llega a la comarca, lo primero que hace es rescatar a un cordero colocándoselo sobre los hombros, en una actitud claramente mesiánica. El nombre de la empresa de fumigación de Ángel, que aparece en su furgoneta y en el bidón de pesticida, es Urtzi. Y es que, cuando el cristianismo llegó a Euskal Herria, los vascos llamaron Urtzi a Dios, la deidad masculina que habita en el cosmos, en contraposición a Mari, que vive en la tierra. En consecuencia, se pasó de una religión matriarcal, que diviniza la naturaleza, considera al humano un ser más en ella, y concibe el sexo como algo natural, a una religión patriarcal, donde la mujer nace del hombre, la naturaleza se supedita, y el sexo es pecado. Tierra pone de manifiesto este conflicto tierra-cielo: Ángel, mitad hombre mitad ángel, mitad vivo mitad muerto, deberá elegir entre Mari o Ángela.
En el film, el personaje que Silke interpreta se llama igual que la principal deidad de la mitología vasca: Mari, la Madre Tierra, una mujer que gobierna la naturaleza y controla los fenómenos meteorológicos. Es una diosa ctónica, ligada a lo subterráneo, que vive en cuevas, lo cual se traduce a una imagen literal en el film: Mari acude con frecuencia al bar de su hermano Julio, que precisamente es una gruta escarbada en un cerro de tierra rojiza, el color tan particular de la zona. Además, el término ctónico en la psicología junguiana designa los impulsos del inconsciente tales como la sensualidad y la lujuria, muy patentes en el personaje de Silke. Por otra parte, los pastores vascos que rendían culto a Mari tenían la costumbre de sacrificar un carnero en su nombre con la intención de que la diosa no desatase tormentas que dañasen a todo el ganado. Y este sacrificio es precisamente lo que abre la película. Antes de morir Ulloa dice que vio "la carretera y a Mari" y, más adelante, Mari lo reconocerá: “dile a Ulloa que tienes razón. Yo le tiré el rayo.”
Cuando Ángel llega a la comarca, lo primero que hace es rescatar a un cordero colocándoselo sobre los hombros, en una actitud claramente mesiánica. El nombre de la empresa de fumigación de Ángel, que aparece en su furgoneta y en el bidón de pesticida, es Urtzi. Y es que, cuando el cristianismo llegó a Euskal Herria, los vascos llamaron Urtzi a Dios, la deidad masculina que habita en el cosmos, en contraposición a Mari, que vive en la tierra. En consecuencia, se pasó de una religión matriarcal, que diviniza la naturaleza, considera al humano un ser más en ella, y concibe el sexo como algo natural, a una religión patriarcal, donde la mujer nace del hombre, la naturaleza se supedita, y el sexo es pecado. Tierra pone de manifiesto este conflicto tierra-cielo: Ángel, mitad hombre mitad ángel, mitad vivo mitad muerto, deberá elegir entre Mari o Ángela.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Su elección final acabará con su desdoblamiento de personalidad: su ángel se quedará para siempre con Ángela, y él se marchará con Mari, que quiere “cambiar de vida y de persona”, alejándose al fin de la tierra, y huyendo hasta el mar.
12 de mayo de 2011
12 de mayo de 2011
50 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) En la adolescencia nos entregamos sin cálculo a grandes impulsos emocionales, de espaldas a la sensatez. Antes que adaptarnos a criterios racionales preferimos lanzarnos a visiones vehementes.
Es un modo de rechazar lo establecido y afirmarse frente al mundo.
2) Grandes concepciones: literal aterrizaje desde el universo, en zoom gigantesco; desde las galaxias hasta la tierra del planeta Tierra; desde escala cósmica, pasando por tomas aéreas de parcelas como edredones de patchwork, hasta el rojizo suelo de unos viñedos geométricos, escala cochinilla.
Personajes no cualesquiera, nada de realismo al uso.
Ángel, a quien una voz habla dentro: el ángel de Ángel. La parte de ti que ha muerto. Te hablo desde el cosmos. Yo, esa voz que sale de tu mente, mitad hombre, mitad ángel.
Un adolescente se entrega a ideas descomunales, aunque no esté seguro de poderlas manejar. Plantearlas ya es mucho: se toca algo misterioso. Con terquedad característica insiste una y otra vez en las cuatro ideas, las repite para actualizar su fuerza poética. El vino que sabe a tierra. Uno lo dice. Y en algún momento el otro, y el otro. Y él se llama Ángel. Se lo preguntan, cómo te llamas, diez o doce veces. Y si no se lo preguntan, lo dice él: Me llamo Ángel.
Ángel que, por ende, se pone un cordero sobre los hombros, como un moscóforo. Además de Ángel, Cristo. Domador de cochinillas.
También es maniobra poética definir el sitio del relato con viñedos terrosos, tres o cuatro casas aisladas, un invisible jabalí al acecho, la luna llena, los cables de transmisión y un bar como una cueva de tierra roja.
Bajo los viñedos, las galerías esponjosas de las cochinillas. Arriba, un cielo que lanza rayos mortíferos. Más arriba, o alrededor, el cosmos desde donde los ángeles emiten sus voces.
Medem no se anda con chiquitas. Se lanza con todo a este espacio y lo filma con potencia visual autónoma.
Los fumigadores con traje blanco de escafandra, como cosmonautas o extraterrestres.
Se vuelca con sus actrices. Las adora. Todas son musas. Emma Suárez es siempre una intérprete maravillosa, cautivadora. Y Silke está en la cima de su fotogenia.
Porque también es maniobra poética el culo de Silke, enfundado en cuero y desenfundado, teoría visible de la armonía de las esferas.
Emma angélica y Silke caliente, diciendo que tiene mucho sexo.
Silke follando, con su cadenita en la cintura, convirtiendo la película en un primigenio horno de terracota.
[Por falta de espacio, y perdonen el alargamiento, sigue en ‘spoiler’ sin revelar argumento. Va por Medem…]
Es un modo de rechazar lo establecido y afirmarse frente al mundo.
2) Grandes concepciones: literal aterrizaje desde el universo, en zoom gigantesco; desde las galaxias hasta la tierra del planeta Tierra; desde escala cósmica, pasando por tomas aéreas de parcelas como edredones de patchwork, hasta el rojizo suelo de unos viñedos geométricos, escala cochinilla.
Personajes no cualesquiera, nada de realismo al uso.
Ángel, a quien una voz habla dentro: el ángel de Ángel. La parte de ti que ha muerto. Te hablo desde el cosmos. Yo, esa voz que sale de tu mente, mitad hombre, mitad ángel.
Un adolescente se entrega a ideas descomunales, aunque no esté seguro de poderlas manejar. Plantearlas ya es mucho: se toca algo misterioso. Con terquedad característica insiste una y otra vez en las cuatro ideas, las repite para actualizar su fuerza poética. El vino que sabe a tierra. Uno lo dice. Y en algún momento el otro, y el otro. Y él se llama Ángel. Se lo preguntan, cómo te llamas, diez o doce veces. Y si no se lo preguntan, lo dice él: Me llamo Ángel.
Ángel que, por ende, se pone un cordero sobre los hombros, como un moscóforo. Además de Ángel, Cristo. Domador de cochinillas.
También es maniobra poética definir el sitio del relato con viñedos terrosos, tres o cuatro casas aisladas, un invisible jabalí al acecho, la luna llena, los cables de transmisión y un bar como una cueva de tierra roja.
Bajo los viñedos, las galerías esponjosas de las cochinillas. Arriba, un cielo que lanza rayos mortíferos. Más arriba, o alrededor, el cosmos desde donde los ángeles emiten sus voces.
Medem no se anda con chiquitas. Se lanza con todo a este espacio y lo filma con potencia visual autónoma.
Los fumigadores con traje blanco de escafandra, como cosmonautas o extraterrestres.
Se vuelca con sus actrices. Las adora. Todas son musas. Emma Suárez es siempre una intérprete maravillosa, cautivadora. Y Silke está en la cima de su fotogenia.
Porque también es maniobra poética el culo de Silke, enfundado en cuero y desenfundado, teoría visible de la armonía de las esferas.
Emma angélica y Silke caliente, diciendo que tiene mucho sexo.
Silke follando, con su cadenita en la cintura, convirtiendo la película en un primigenio horno de terracota.
[Por falta de espacio, y perdonen el alargamiento, sigue en ‘spoiler’ sin revelar argumento. Va por Medem…]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
3) En un guión descoyuntado, manifiestamente hostil a la racionalidad y el orden, como un adolescente rebelde, enfurruñado y soñador, nos encontramos con que Ángel suelta como si nada frases alucinantes en mitad de una sobremesa: que si las dimensiones del universo, que si la eternidad y el instante, que si la muerte es sólo un viaje por el tiempo… Aunque para contrapesar tanto exceso está el muy terrícola personaje de Elejalde en uno de esos tipos fanfarrón y zafio que suele bordar, cuanto sucede es sobremanera confuso, del modo en que para un adolescente es poéticamente confuso, por apertura, por apasionamiento, por entrega, nunca por cálculo ni técnica, el profundo firmamento estrellado al fondo.
4) Todo eso es combustible para cine, mucho más que tantos argumentos fabricados tediosamente con recetas.
Claro que, a veces, los experimentos dan lugar a explosiones y desastres, como le pasa al adolescente que, encerrado con su cheminova, tiene a la familia sobre ascuas.
Pero ocurre más en otras películas que en ésta.
5) El salto del ángel.
Unos usan neopreno y oxígeno en una piscinita climatizada, y Medem se arroja por acantilados sin nada, el tío. Y a veces, ya sabemos, se estampa contra las rocas cuando se pone a hacer tirabuzones líricos y poetizar lo poético, y a lo mejor bastaba un sobrio carpado.
Porque Medem, le salga o no, intenta siempre una gran película, con el corazón en la lente, como el adolescente que, conjurado contra la vulgaridad, no renuncia a nada: en una viña capta el cosmos, y en el culo de Silke el universo dual.
6) ¡Vamos Medem! ¡Que tú puedes!
4) Todo eso es combustible para cine, mucho más que tantos argumentos fabricados tediosamente con recetas.
Claro que, a veces, los experimentos dan lugar a explosiones y desastres, como le pasa al adolescente que, encerrado con su cheminova, tiene a la familia sobre ascuas.
Pero ocurre más en otras películas que en ésta.
5) El salto del ángel.
Unos usan neopreno y oxígeno en una piscinita climatizada, y Medem se arroja por acantilados sin nada, el tío. Y a veces, ya sabemos, se estampa contra las rocas cuando se pone a hacer tirabuzones líricos y poetizar lo poético, y a lo mejor bastaba un sobrio carpado.
Porque Medem, le salga o no, intenta siempre una gran película, con el corazón en la lente, como el adolescente que, conjurado contra la vulgaridad, no renuncia a nada: en una viña capta el cosmos, y en el culo de Silke el universo dual.
6) ¡Vamos Medem! ¡Que tú puedes!
24 de julio de 2005
24 de julio de 2005
32 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guión de Tierra empieza, precisamente, con esa frase. "El complejo de Ángel". Ángel no es sólo un personaje inventado. Ángel existe. Tiene rostro (el del fantástico Carmelo Gómez), piernas, manos y cuerpo. Tiene sentimientos, encontrados, muy contradictorios, pero quizás orientados hacia una sola dirección. Ángel tiene sueños, tiene dudas, tiene pasiones. Ángel respira. Se enamora (y mucho). Rie. Llora. Á Ángel le acompañan las mejores personas del mundo. Le acompaña otro ángel, Ángela. Le acompaña el mismo diablo, del que todos seríamos capaces de enamorarnos sin mucha dificultad, Mari. Le acompaña la tierra roja. La sutil música de ese otro genio llamado Alberto Iglesias. Le acompaña los jabalíes. El vino y su sabor a tierra. Y le acompaña, sobre todo, guiándole por este fantástico cuento, un director-guionista como Julio Medem, el mejor y más inquietante contador de historias que nunca he conocido.
1 de agosto de 2007
1 de agosto de 2007
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Soy un ser complejo. Mitad hombre y mitad ángel. Es decir, estoy medio vivo y medio muerto.
Complejo es el mejor adjetivo de cualquier película de Médem, evidentemente ha creado su propio estilo de hacer cine, estilo en las historias que cuenta, en la forma en qué las trata, a base de metáforas y símbolos, de análisis trascendentales de sus personajes, una estética que hace de cada plano poesía visual.
Este es su tercer largometraje, la historia de un hombre con desdoblamiento de personalidad, que se cree un ángel y no sólo por su nombre, pero al enamorarse de dos mujeres consigue deshacerse de ese problema.
Médem pone sexo a los ángeles y es que no sólo el personaje de Carmelo Gómez es un ser de “otro mundo”, Ángela (Emma Suárez) se convierte para él en su salvación, pero también Mari (Silke) es de ese tipo de personajes femeninos místicos y con una vida interior que tan bien construye el director vasco.
Aunque en un principio puede resultar un tanto pedante en los diálogos, cuando aparece Mari, la historia toma fuerza e interés, también es cuando las cosas que dicen los personajes empiezan a tomar sentido, algo que puede aburrir al espectador si no entiendes la forma de contar las historias que tiene su realizador.
La fotografía que recoge unos cielos y una tierra, así como uno unos planos muy originales, consiguen suplir la falta de interés del principio, que junto con la música de Alberto Iglesias, son otros dos puntos fuertes.
Terminaré como he empezado con una frase de la película.
Has estado durante un tiempo colgado de una nube.
Complejo es el mejor adjetivo de cualquier película de Médem, evidentemente ha creado su propio estilo de hacer cine, estilo en las historias que cuenta, en la forma en qué las trata, a base de metáforas y símbolos, de análisis trascendentales de sus personajes, una estética que hace de cada plano poesía visual.
Este es su tercer largometraje, la historia de un hombre con desdoblamiento de personalidad, que se cree un ángel y no sólo por su nombre, pero al enamorarse de dos mujeres consigue deshacerse de ese problema.
Médem pone sexo a los ángeles y es que no sólo el personaje de Carmelo Gómez es un ser de “otro mundo”, Ángela (Emma Suárez) se convierte para él en su salvación, pero también Mari (Silke) es de ese tipo de personajes femeninos místicos y con una vida interior que tan bien construye el director vasco.
Aunque en un principio puede resultar un tanto pedante en los diálogos, cuando aparece Mari, la historia toma fuerza e interés, también es cuando las cosas que dicen los personajes empiezan a tomar sentido, algo que puede aburrir al espectador si no entiendes la forma de contar las historias que tiene su realizador.
La fotografía que recoge unos cielos y una tierra, así como uno unos planos muy originales, consiguen suplir la falta de interés del principio, que junto con la música de Alberto Iglesias, son otros dos puntos fuertes.
Terminaré como he empezado con una frase de la película.
Has estado durante un tiempo colgado de una nube.
29 de mayo de 2009
29 de mayo de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un día, con fecha exacta:
Era el año 1998, lo recuerdo porque en los últimos días de verano se estrenó "Los amantes del círculo polar", aunque no la vi hasta varios años después. Era el primer día de clase, al menos el primer día con aquel profesor. Él llevaba una camiseta de Corto Maltés, un maletín rígido, distinto, y estaba nervioso, más de lo normal, hacía largas pausas en su discurso y no nos miraba a nosotros, miraba a la pared del fondo, como buscando un punto de apoyo ante tanta mirada de búho vigilante. Eso me permitió fijarme en sus ojos, eran grises, bueno, un color no definido, pero muy llamativos. No recuerdo las explicaciones básicas que seguramente nos dio aquel día, pero sí recuerdo una idea que tuvo. Nos explicó que ese mismo domingo fue al cine, a ver ese estreno, que le gustó mucho, que Medem era un gran director español y que esa semana iban a retransmitir dos películas suyas en La 2, creo que fue el primer programa de versión española. Colgó en la pared una hoja donde ponía el día, las películas, el director, a disposición de quien quisiera verlas.
Por mi característica curiosidad, no podía dejar pasar aquella oportunidad, compré dos cintas vhs para grabar las películas, así podría verlas cuando quisiera. Recuerdo haber pasado días tras mi hermano para que se acordara de cambiar la cinta cuando comenzara la segunda película. Cuando por fin pude verlas fue una gran experiencia, descubrí algo nuevo, ese tratamiento que tiene Medem en sus metrajes, entre mágico, onírico e irreal.
Se convirtieron en mis dos preciados vídeos, incluso les personalicé las carátulas, siguen conmigo, aunque ya haga muchos años que no pueda reproducirlos, desde la última muerte tecnológica. Les tengo un cariño especial y al fin recordé por qué, fue porque admiré las películas que aquel profesor me recomendó, porque admiré aquel profesor que nombró aquellas películas sólo para mí. Porque puedo decir que fui la única que mostró interés por esa recomendación de un desconocido, la única que las vio, pero mi profesor nunca lo supo, nunca se lo comenté, fue mi secreto. Recuerdo que meses después me contó que tenía una habitación llena de películas clásicas, cientos de ellas... a veces no sabes con quien te vas a encontrar, no te imaginas en ese preciso instante que quien tienes delante te va a marcar para siempre, que no lo vas a olvidar nunca. Yo tengo dos cintas de video y un collage que me recuerdan un personaje que seguramente ayudó a crear quien soy ahora, me descubrió a Medem, me convertí en su mejor alumna (por habilidad, no por intención) y miró miles de veces aquel año la pared del fondo de la clase. Cada persona que lea esto, será cómplice de una historia jamás contada.
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Era el año 1998, lo recuerdo porque en los últimos días de verano se estrenó "Los amantes del círculo polar", aunque no la vi hasta varios años después. Era el primer día de clase, al menos el primer día con aquel profesor. Él llevaba una camiseta de Corto Maltés, un maletín rígido, distinto, y estaba nervioso, más de lo normal, hacía largas pausas en su discurso y no nos miraba a nosotros, miraba a la pared del fondo, como buscando un punto de apoyo ante tanta mirada de búho vigilante. Eso me permitió fijarme en sus ojos, eran grises, bueno, un color no definido, pero muy llamativos. No recuerdo las explicaciones básicas que seguramente nos dio aquel día, pero sí recuerdo una idea que tuvo. Nos explicó que ese mismo domingo fue al cine, a ver ese estreno, que le gustó mucho, que Medem era un gran director español y que esa semana iban a retransmitir dos películas suyas en La 2, creo que fue el primer programa de versión española. Colgó en la pared una hoja donde ponía el día, las películas, el director, a disposición de quien quisiera verlas.
Por mi característica curiosidad, no podía dejar pasar aquella oportunidad, compré dos cintas vhs para grabar las películas, así podría verlas cuando quisiera. Recuerdo haber pasado días tras mi hermano para que se acordara de cambiar la cinta cuando comenzara la segunda película. Cuando por fin pude verlas fue una gran experiencia, descubrí algo nuevo, ese tratamiento que tiene Medem en sus metrajes, entre mágico, onírico e irreal.
Se convirtieron en mis dos preciados vídeos, incluso les personalicé las carátulas, siguen conmigo, aunque ya haga muchos años que no pueda reproducirlos, desde la última muerte tecnológica. Les tengo un cariño especial y al fin recordé por qué, fue porque admiré las películas que aquel profesor me recomendó, porque admiré aquel profesor que nombró aquellas películas sólo para mí. Porque puedo decir que fui la única que mostró interés por esa recomendación de un desconocido, la única que las vio, pero mi profesor nunca lo supo, nunca se lo comenté, fue mi secreto. Recuerdo que meses después me contó que tenía una habitación llena de películas clásicas, cientos de ellas... a veces no sabes con quien te vas a encontrar, no te imaginas en ese preciso instante que quien tienes delante te va a marcar para siempre, que no lo vas a olvidar nunca. Yo tengo dos cintas de video y un collage que me recuerdan un personaje que seguramente ayudó a crear quien soy ahora, me descubrió a Medem, me convertí en su mejor alumna (por habilidad, no por intención) y miró miles de veces aquel año la pared del fondo de la clase. Cada persona que lea esto, será cómplice de una historia jamás contada.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Recuerdo perfectamente la escena que más me gustó de esta película, porque la película tampoco la he olvidado, aunque voy a verla de nuevo, seguro que pasados más de diez años la veré con otros ojos, o tal vez surjan las mismas sensaciones. Voy a rescatar sueños, días de secretos. Voy a recatar la sonrisa de Nancho Novo, a Silke comiéndose a los hombres. Rescataré a Carmelo Gómez y su demencial personaje, y a Emma Suárez y su dulzura encubierta. Rescataré la escena en la que los cuatro han cruzado sus cuerpos, todos se dan cuenta, pero desayunan juntos entre sonrisas nerviosas. Y veré de nuevo los ojos de Carmelo en el café, mi plano preferido.
Algunos días después:
Ya he vuelto a reencontrarme con la roja tierra que rodea las viñas, la que le da un cuerpo especial y distinto al vino.
Ángel medio vivo, en parte en otro plano cósmico, conviviendo con el doble pensamiento, gran conversador, conociendo sus posibilidades, todas abiertas en dos direcciones. Viene a terminar con la cochinilla, o tal vez a mover el universo de lugar para que todo quede más encajado. Un ente cercano a la divinidad que se mueve entre la tentación del bien y la estabilidad del mal. Toscos y rudos personajes frente a dulces y tenues matices. El rojo de la tierra y el azul del cielo son los lugares escogidos para hablar con dobles muertos y con únicos viajeros. Todos seríamos distintos de haber crecido allí.
Recuerdo que no me pareció bien el final, hace 10 años, no entendía por qué era Silke la que esperaba al otro lado de la puerta. Hoy lo he visto con otros ojos, aunque sigan siendo del mismo color. La decisión de Ángel es permanecer con las dos. A la más guapa, la más buena y la más lista la protegerá en sus recuerdos para siempre, aunque ella piense que se queda sola. Al a que está tan perdida como él la llevará de la mano en un nuevo viaje.
Aquí hay un trayecto que marcó mi percepción, nunca olvidaré la sonrisa de Nancho Novo, en esa cocina, en la que se puede percibir hasta el aroma del café.
Esta es mi primera explicación a un 10 para Julio, algo que creí que nunca encontraría. Qué poco importa a veces la película y cuánto lo que representa con el paso del tiempo... a veces esas recomendaciones que se hacen de casualidad, sin grandes pretensiones, son las que yo nunca olvido, siempre podré evocar el recuerdo a través de las películas más dispares. Cuidado con vuestras armas.
Porque dentro del café, todos tenemos los ojos marrones.
Algunos días después:
Ya he vuelto a reencontrarme con la roja tierra que rodea las viñas, la que le da un cuerpo especial y distinto al vino.
Ángel medio vivo, en parte en otro plano cósmico, conviviendo con el doble pensamiento, gran conversador, conociendo sus posibilidades, todas abiertas en dos direcciones. Viene a terminar con la cochinilla, o tal vez a mover el universo de lugar para que todo quede más encajado. Un ente cercano a la divinidad que se mueve entre la tentación del bien y la estabilidad del mal. Toscos y rudos personajes frente a dulces y tenues matices. El rojo de la tierra y el azul del cielo son los lugares escogidos para hablar con dobles muertos y con únicos viajeros. Todos seríamos distintos de haber crecido allí.
Recuerdo que no me pareció bien el final, hace 10 años, no entendía por qué era Silke la que esperaba al otro lado de la puerta. Hoy lo he visto con otros ojos, aunque sigan siendo del mismo color. La decisión de Ángel es permanecer con las dos. A la más guapa, la más buena y la más lista la protegerá en sus recuerdos para siempre, aunque ella piense que se queda sola. Al a que está tan perdida como él la llevará de la mano en un nuevo viaje.
Aquí hay un trayecto que marcó mi percepción, nunca olvidaré la sonrisa de Nancho Novo, en esa cocina, en la que se puede percibir hasta el aroma del café.
Esta es mi primera explicación a un 10 para Julio, algo que creí que nunca encontraría. Qué poco importa a veces la película y cuánto lo que representa con el paso del tiempo... a veces esas recomendaciones que se hacen de casualidad, sin grandes pretensiones, son las que yo nunca olvido, siempre podré evocar el recuerdo a través de las películas más dispares. Cuidado con vuestras armas.
Porque dentro del café, todos tenemos los ojos marrones.
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