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El club

Drama Cuatro sacerdotes conviven en una retirada casa de un pueblo costero, bajo la mirada de Mónica, una monja cuidadora. Los curas están ahí para purgar sus pecados y hacer penitencia. La rutina y tranquilidad del lugar se rompe cuando llega un atormentado quinto sacerdote, y los huéspedes reviven el pasado que creían haber dejado atrás. (FILMAFFINITY)
Críticas 105
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9
29 de enero de 2016
174 de 182 usuarios han encontrado esta crítica útil
El título lo he tomado de otra crítica (gracias compañero) y me parece que denota dos cosas muy claras: la película es muy cruda, necesariamente salvaje, y bucea en la inhumanidad de los personajes, metiendo el dedo en la llaga hasta el mismísimo fondo.
Mucho de interesante se ha dicho en otras críticas, pero también se han olvidado o no se han visto algunas cosas interesantes que el film apunta. No digo más, sigue leyendo en el apartado de spoilers, solo si ya has visto la película. Si no, ¡¡¡a qué estás esperando, no seas mojigato!!!
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Me parece bastante claro que el cura joven y pretendidamente renovador también es severamente cuestionado por los autores del film.
Este cura que aparentemente busca el conocimiento y arrojar luz sobre unos hechos oscuros, parece que en realidad tiene una misión "superior" y no es otra que encubrir a la Iglesia.
Cuando llega sabe que ha habido una muerte, pero no sabe cómo ha ocurrido ni por qué.
Pero, sea como sea, su misión es diáfana y se puede resumir con una frase vulgar pero muy apropiada: "Corramos un tupido velo".
Por eso, tal como yo lo veo, se rinde sin pestañear a las exigencias de la monja que le amenaza con ir con el cuento a la televisión si le cierra el chiringuito (es la que más cómoda se siente y la única que considera el lugar como su verdadera casa).
Es ella, y el cura-inquisidor, quienes organizan la matanza de perros y el consiguiente linchamiento.
En su loca hipocresía (la del inquisidor) Sandokan es como un Cristo. Si muere en el linchamiento, no pasa nada... será por el bien de toda la Iglesia. Y si no muere, como de hecho ocurre, le acogerán como el Salvador que es. Por eso el joven y vendido cura, en una parodia de la puta Magdalena de los Evangelios, le lava y le besa los pies... y luego se lo impone, como penitencia perpetua a los otros curas y a la monja.
A cambio les deja el status quo al que se han acostumbrado, pero se lleva su silencio, que es lo que la Iglesia le ha mandado a buscar.
En ese lugar nadie es bueno. Ni los surfistas, que representan el narcisista y violento mundo exterior. Ni los adiestradores de galgos, que en un santiamén y sin pensarlo dos veces montan un linchamiento. Ni la monja-carcelera (que también víctima del rol servil que tradicionalmente otorga la Iglesia a la mujer)... Y, por supuesto, no los son los curas que roban niños a las madres pobres para venderlos a las parejas ricas,o los violadores, o los pederastas o los que han disfrutado los suculentos beneficios de su connivencia con la dictadura asesina...

Pero menos inocente que todos ellos es la Iglesia, que crea monstruos con su imposición del celibato y que es capaz de aliarse hasta con el diablo (y también traicionarle si cabe) para conseguir su único propósito que es sobrevivir a toda costa y mantener su poder... por los siglos de los siglos.
Los únicos seres nobles en toda la película son los perros.
8
10 de octubre de 2015
120 de 145 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luz crepuscular y fría, como visionado a través de un espeso velo plomizo y ceniciento que enturbia la mirada e impide o dificultad la cabal aprensión de lo que se ve, de lo que acontece, de lo que pasa ante nuestros ojos inocentes y expectantes. Faltan color y calor. Predominan las escenas nocturnas, en espacios cerrados, claustrofóbicos o bien asistimos a fugaces exteriores tomados desde la lejanía, la asepsia, como visto a través de un microscopio – o de unos prismáticos, que no acercan nada, sino que recalcan la infranqueable distancia que separa dos mundos que si bien coinciden en el tiempo, divergen en cuanto a leyes y reglas que les aplica.

Un destierro al fin del mundo. El infierno en vida. Pero sin apenas remordimiento, ni censura, ni contrición, ni arrepentimiento, ni propósito de enmienda. Exiliados de todo, del trato de tus semejantes, deportados para no dar pábulo a las maledicencias, ni el escarnio público, ni al oprobio de las lenguas viperinas, ni a la deshonra de tus vecinos, ni a la humillación por tus acciones u omisiones, ni al vilipendio o la vergüenza que a buen seguro mereces. Allá a lo lejos se reescribe la historia personal (o se olvida o se borra como la espuma del mar), se justifica, se recompone, se tergiversa, se reconstruye hasta hacerla irreconocible. La mentira, el disimulo, la ocultación, el fingimiento, el engaño o la farsa como una segunda piel inmutable.

Sobresale la consecuente estética mísera, menesterosa, carente de todo del relato. Falta humor, falta amor, falta calor y colorido, falta cariño y cercanía. Se amontonan las fórmulas vacuas de los rezos, las pálidas plegarias, los pueriles cánticos ñoños, meras artimañas falaces para rellenar un vacío vital que no hay forma cobijar en el pecho herido. Destaca también que todos los personajes sean de una grisura anodina, de un maldad zopenca y timorata, incapaces de llamar a las cosas por su nombre. Ni siquiera el supuesto personaje positivo tiene nada de que alardear. Su carácter áspero y hostil está en abierta contradicción con su supuesta labor salvífica que se le ha encomendado, de limpiar, rectificar y deshacer entuertos.

No hay posibilidad de expiación cuando ni tan siquiera hay un mínimo atisbo de culpa. Son siempre los demás los que no han sabido ver y entender la realidad, que han malinterpretado las vivencias o que han retorcido los hechos hasta deformarlos y desvirtuarlos. Estamos ante una película adulta, nada mojigata ni complaciente, en absoluto fácil de ver ni sencilla de digerir. Más que una denuncia es un retrato, pero la pintura es tan tóxica e implacable que genera sarpullidos y urticaria. Vayan advertidos y bien pertrechados… porque las fabulaciones producen monstruos.
9
30 de mayo de 2015
42 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
En primer lugar nobleza obliga: "Bien por ti Pablo", y ahora explicaré porque puse una calificación alta a esta película aún cuando es un ejercicio que deja cabos sueltos en la trama. Pablo Larraín se ha atrevido a desnudar el alma segregadora, clasista y violenta que poseemos los chilenos. El mismo Pablo ha definido a los chilenos en una entrevista como: "Hijos del rigor", y que él mismo, que proviene en esencia de una clase conservadora y violenta con los que no son sus iguales (en general en Chile no hay pobres sino rotos, cumas, indios, feos y hediondos), se atreva a realizar este notable ejercicio fílmico habla de que en Chile, algo debemos estar haciendo bien, entre muchas cosas malas.
El club es una película terrible de principio a fin, con una, sólo una nota de humor negro. Estuve solo en la sala y me regodee, pero nunca me sentí tan participe de las contradicciones y del fascismo que llevamos dentro.
Cuatro sacerdotes y una monja, luego cinco y otra vez cuatro, para terminar en cinco nuevamente y la misma monja, un perro galgo y un débil mental, en la boca de mi querido pueblo de Navidad. Pablo ejerce una dirección férrea y nos direcciona a su visión propia de una vida teñida de grises y claro oscuros, como la obra de ese querido y hereje Isaac Bashevis Singer en la literatura. Ahora bien por más que diga que no hace referencia a casos reales, extrañamente todos los personajes de su Film son representativos de los casos más conocidos en que la Iglesia Católica se ha visto envuelta en Chile.
Los sacerdotes no son buenos, ninguno de nosotros lo es, son réprobos en todo (la monjita igual), y si bien poseen rasgos de humanidad, lo que es más visible es que salvo uno de ellos alienado y viejo los otros están hasta el cuello de individualismo y auto justificación.
Es un film simbólico en varios aspectos, pero nos parece estar recorriendo el infierno de Dante, y es que la Iglesia en Chile, es variopinta y ya, debido a sus errores, a nadie le importa demasiado, salvo por el morbo muy chileno, de ver despeñarse las instituciones debido a sus propios errores. Es como ir a la arena a ver como los gladiadores deshacen a unos tribunos. Pero vamos al análisis:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El club parte con una playa al amanecer donde un perro galgo es entrenado por el genialmente actuado padre Vidal (Alfredo Castro), este animal marca giros y giros en la arena, cual si todo fuera siempre una expresión de un tao donde lo que ocurrirá está dentro de un contexto de predestinación por muy horrible y duro que sea.
La casa de este Club, es un lugar de retiro y de penitencia, pero de eso no hay mucho y aunque haya horarios y se cante y se rece, Dios parece no estar por ninguna parte, pues la espiritualidad de estos sacerdotes, no es más que una figura, una apostura, que ellos mismos no entienden y que creen esta asimilada al hecho de que ellos pertenecen a la Iglesia, sin darse cuenta, de que la misma Iglesia, los tiene bien guardados y olvidados en un obscuro rincón.
No es hasta la llegada de otro sacerdote "Matías Lazcano", que va a unirse a este grupo de parias, que la iglesia les recuerda, pero sólo debido al suicidio de este último, más tarde se verá que este suicidio sólo precipitó los acontecimientos. El suicidio ha llamado la atención a venido a irrumpir el destierro y mostrarnos con quien realmente estamos tratando. Un joven a seguido a Matías Lazcano, uno de sus ex niños y el cuadro está armado, ya nada será lo mismo. La verdad incomoda, se esconde, se justifica, adormece con discursos bellos pero francamente egoístas. Una condición humana donde los animales son los únicos que no violentan, que asumen incólumes la realidad de la brutal existencia.
El ejercicio de Pablo Larraín es bello pero terrible, muy superior a "El bosque de Karadima", en lo que nos puede revelar de nosotros mismos ¡Pero cuidado! Aquí no hay inocentes, todos son violentos en alguna medida, y en este sentido se justifica la existencia de una breve historia paralela de unos surfistas, que representan el mundo que esperamos, Pablo, haya dejado atrás.

Robert Vettiger
8
5 de junio de 2015
34 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Y vio Dios que la luz era buena, y separó Dios la luz de las tinieblas". No es gratuito este epígrafe proveniente del Génesis, sino uno necesario, y quizás aviso de que la película será de un tinte oscuro. La imagen es a propósito brumosa y crepuscular, de poca nitidez, resaltando la pobreza y fealdad del pueblo de La Boca. El contrapunto es la impecable simbología de lo filmado durante las cenas en penumbra y los primeros planos al rostro y pies de Sandokan. La historia es potente y encierra una irónica, pero sepulcral visión de algunos sacerdotes de la Iglesia Católica; es hiperrealista en su puesta en escena aunque esconde un soterrado humor negro en medio de cánticos religiosos. De alguna forma nos insinúa las atrocidades que cometería la Iglesia para esconder a sus ángeles caídos. Las personalidades de los sacerdotes recluidos en la casa de acogida se confunden en un cinismo demencial proveniente de verdaderos delincuentes que son incapaces de reconocerse como tales. Estos viles seres no tienen redención (prácticamente no existe una sola gota de bondad en el filme) y la verdad, no se requiere de un guión demasiado elaborado para acontecimientos narrados linealmente y que se disponen a la manera de una crónica maniqueísta de claroscuros, con diálogos que pueden resultar procaces a un nivel casi escatológico y muy poco espiritual, aunque hay que reconocer que el final es tan sorprendente como poco probable de que ocurra en la realidad. Es una película mucho más cruda que "El Bosque de Karadima", debido a que da cuenta de los sacerdotes del Chile real y no solo de uno de la elite. El guión de esta última debe alinear no solo más personajes, sino complejidades de dulce y agraz de los protagonistas. "El Club" sostiene actuaciones memorables, pero menos complejas que la de Karadima y de su pupilo Thomas Leyton; lo anterior debido a que la retorcida historia es la verdadera protagonista de este Club.
3
22 de noviembre de 2015
87 de 145 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para informarse sobre las virtudes de esta película (a mi juicio sobrevaloradísima), vean las numerosísimas críticas que la otorgan puntuaciones de 7 en adelante. Pero es que para gustos, los colores. Y yo debo ser raro porque la película me ha resultado aburrida, intrascendente y con varios problemas de guión.
El filme se desarrolla en un permanente ambiente lóbrego, pesado y deprimente, lo que es acertado con la propuesta de la película, pero aquí se acaban lo bueno. La calidad de la imagen me pareció bastante mala. Los diálogos no son tan buenos como pretenden tantas críticas. Los personajes y escenas, tanto por su orden de entrada como por su relevancia en la película, no parecen estar elegidos o pensados con especial meticulosidad. Al contrario, todo me parece puesto al hazar y remplazable para contar la misma cosa.

Las actuaciones son modestas, puesto que los roles no permiten un gran lucimiento. Los curas apenas transmiten emociones salvo una escena por personaje, permaneciendo el resto del tiempo impasibles. Desde el comienzo, aprendemos que su reclusión es una penitencia por una serie de crímenes, que se pueden achacar a su trastorno mental, ya sea congénito o como sugiere la película, adquirido por deformación eclesiástica. Las decisiones de los personajes no son creíbles. Entre los pocos personajes de la película, varios no aportan nada a la historia (i.e. los surfistas), y lo que es peor tampoco los personajes principales son necesarios, salvo la monja o el psicólogo. Da lo mismo que sean cinco curas que dos o que siete. Sus historias nos importan poco, sus pasados no afectan a la trama, sus interacciones no permiten saber nada sobre su complicidad o desprecio (spoiler), y en definitiva su contribución al problema principal, a la penitencia o a la ambientación son inexistentes. Hubiese sido interesante por ejemplo que hubiesen tenido un significado simbólico, pero no es el caso.
La trama se resume en dos líneas. Esto no es que sea malo en sí. El problema es que la película se nos plantea de manera que tenemos toda la información relevante en el primer cuarto de filme, y después no sucede básicamente nada. El tema que se trata, de tratarse de una denuncia, no es nuevo (ver por ejemplo “La mala educación”), y no tiene una manera de ser construida que vaya más allá. Por otro lado, si el objetivo era una intriga, o bien un thriller, tampoco lo consigue. Un incidente se nos plantea nada más empezar, y los acontecimientos que se precipitan como consecuencia del mismo, parece (al menos a mí me pareció) una presentación de un misterio, un dilema moral, o al menos una situación que puede de alguna manera poner en peligro un secreto guardado por los curas. Nada de eso sucedió. Todo lo que nos relatan al principio, es lo que sabremos al final. De modo que durante tres cuartos de película presenciamos un soporífero espectáculo, donde con lentitud se suceden una serie de escenas vagamente conectadas, y que van dejando cabos sueltos.
Lo que me decepciona principalmente es haber ido al cine a ver "El Club", con grandes expectativas acordes a las puntuaciones que aquí pude ver. El cine alternativo no tiene por qué saltarse el objetivo de contar una historia de manera decente, con un cierto ritmo, una cierta reflexión de las partes que dan forma a la trama para que el total tenga un aspecto equilibrado. De modo que me siento bastante confuso entre la película que esperaba ver, y lo que he visto finalmente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Trama: Un grupo de curas han infringido la ley arriesgando la reputación de la Iglesia. Es por ello, que son aislados y protegidos de la sociedad en un asilo, a fin de proteger la imagen de la institución. Ahora bien, pese a dicha discreción, un borrachuzo logra encontrar sin problemas a su guía espermitual. Esta es la primera incoherencia. A continuación sale el tema de la pistola, que no tiene sentido.

El cura psicólogo que viene para destapar el misterio de la muerte de uno de los curas. Cuando descubre que el cura se ha suicidado, y de donde obtuvo la pistola, se acojona por una amenaza nada sutil de la monjita, sobre algo de lo que ya debía estar el al corriente. Es decir, el cura en cuestión es específicamente enviado a ese lugar sabiendo las condiciones de los curas recluidos. No entiendo como la monja lo pasa en fuerza amenazándolo con llamar los periódicos. Por otro lado, no entiendo su visita. Viene para sabes en qué condiciones ha muerto el primer cura. Pero todo ello deja de ser relevante y el problema pasa a ser que un borracho vaya diciendo que fue violado por curas. Por cierto gracias por repetir seis veces todo lo que hicieron al joven. Finalmente se desentiende totalmente de su propio trabajo y parece tramar una solución totalmente subrealista.

Los curas están cada uno por su propia razón. Todos se autojustifican y encuentran una cierta santidad en sus actos. Sin embargo no se puede justificar que también abracen el crimen de sus compañeros de piso, teniendo en cuenta que todos representan la casa de dios, pero sus pecados son heterogéneos.
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