Haz click aquí para copiar la URL
Chile Chile · Santiago
Críticas de rodolfo
1 2 3 >>
Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de diciembre de 2008
36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la historia de una mujer a la que se acercan los niños. Su reino es el de ellos. Y es desde ese reino desde el cual el personaje central de esta película es desbordada continuamente por sus emociones. Esas que la precipitan continuamente hacia quienes la rodean sin cálculo alguno.
No es una mujer que pertenezca a este mundo. Y las temperaturas que oscilan en ella terminan por chocar con la tibieza de este mundo. Porque a Mabel le tocó vivir en un mundo tibio. Un mundo que tiene miedo de bailar o de gritar porque sí, o de imitar la muerte de un cisne mientras se ríe y se juega pues se sabe que a esa muerte a de seguirle una vida distinta.
Cassavetes construye así en esta película un retrato maravilloso. Y, a pesar de lo dispersa que pueda parecer a primera vista esta película, este director le otorga una dirección precisa, un sentido que se construye a través de los otros personajes que aparecen en el film: un marido que lucha por dominar el amor que siente por su mujer mientras lucha con su propia inestabilidad, un par de abuelas que ejercen una extraña fuerza en la pareja, tres hijos que parecen ser los únicos que desempeñan un papel más apegado a lo que entendemos por realidad.
Cassavetes nos muestra así a sus personajes como si no tuviesen piel para cubrir sus emociones. Y propone con esto el cuestionamiento constante sobre la necesidad de cubrirlos, de ocultarlos. Mabel debe aprender a no emocionarse demasiado. Nada de emociones, le enseñan. Conversar por conversar, le dicen. Sólo eso. Hablar sobre el tiempo… ¿cómo estás?... Eso es todo.
Pero ya dijimos que esta es una historia de una mujer a la que se acercan los niños. Y esta mujer no sabe entibiar sus emociones. No puede preocuparse por contenerse a sí misma. Y es por eso una mujer que impulsa a ser amada. Y por amarla es que duda su marido y dudamos también algunos espectadores cuando ella viene con su desequilibrio lleno de vida y nos invita a bailar.
¿Y saben una cosa?
Dejémosla bailar.
Y aceptemos esa invitación a morir dulcemente en ese baile, y a sentir el placer de levantarse suavemente luego que cese la música.
rodolfo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
7 de diciembre de 2008
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sabemos nada de nosotros mismos. Ni de los demás. Ni de nada en verdad, aunque creamos saberlo todo. Nada sabemos de la vida ni de la muerte y nos aferramos sin embargo a la primera como si ese fuera el sentido de todo. Quizá sea esto lo que propone esta película de los hermanos Coen. Mostrar aquello que es el ser humano cuando actúa como espectador de sus propios hechos, de sus propias emociones. Observar aquellas preguntas que nunca se responden. El no llegar nunca a la verdad del otro y ni siquiera a la de uno mismo.
Muchos ven, sin embargo, un vacío en esto. Como si el hombre despojado no siguiese siendo un hombre. Como si la ausencia de emociones u “opiniones” o “puntos de vista” relegase al hombre a la inexistencia. Cuando en verdad el hombre despojado no es sino el hombre verdadero, aquel que revela sus anhelos, su entusiasmo, sus ganas de amar, de ser amado.
¿Les tocó alguna vez cuando pequeños hacer crecer una planta de poroto entre algodones? ¿Conocieron a alguien a quien no se le haya podrido aquella planta y haya terminado por botarla luego de que la hubiesen evaluado en la escuela? Les cuento: un día averigüé cómo podría haberse salvado aquella planta. Había que sacarla, lavarla cuidadosamente, despojar al poroto de sus cortezas y volver a plantarla, despojarlo de aquello que lo va pudriendo y privando del aire, impidiendo sus brotes.
Esto es lo que sucede con Ed Crane en la película. El hombre que nunca estuvo allí es también el hombre que se ahoga dentro de sí mismo, una más de aquellas cosas que no están, pero que debiesen estar, para que todo sea más justo. Más verdadero. Más hermoso.
Y los Coen saben proteger a este hombre para que siga germinando, y no se pudra ni en el momento de su muerte. Por eso es bella está película. Por eso no es pesimista como piensan algunos. Porque Ed no deja de tener fe. Incluso cuando se da cuenta que es imposible encontrar lo que busca en los otros, Ed lo sigue intentando. Incluso al borde de la muerte: No sé a dónde me llevan, señala, No sé que hay más allá del cielo y de la tierra. Pero no tengo miedo. Tal vez las cosas que no entiendo sean más claras ahí.
…No. Definitivamente no sabemos nada de nosotros mismos. Salvo que podemos hacer el bien, o el mal. Que un día estamos aquí y luego ya no estamos. ¿Y qué importa si esta película no da respuestas a lo que propone? Los mismos Coen nos responden desde el film, por boca del abogado: Nosotros no tenemos que saber, sólo debemos demostrar que los otros no saben.
Y en definitiva creo que eso es lo que termina por hacer esta película. (Si la dejamos hacer, por supuesto). Despojarnos. Dejar de lado todas nuestras falsas creencias. Dejarnos a solas con nosotros mismos. Darnos una nueva fe. La esperanza de poder comprendernos realmente con los otros, y decir con ellos:
Sí, quizá ella esté allí y tal vez pueda yo decirle todas aquellas cosas para las que no tienen palabras aquí.
rodolfo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
8
3 de enero de 2009
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más que molestar, duele ver como tantas personas no ven en esta película, no una obra maestra, que no es aquí lo que importa, sino una obra limpia. Limpia porque los personajes de Truffaut viven sin trabas cada momento e intentan amar en cada uno de ellos. Hablar o criticar sobre la forma en que lo hacen es algo que escapa a mis facultades y que creo nos aleja cada vez más de los que esta película entrega.
Un buen narrador, un bello blanco y negro, dos personajes conmovidos por un símbolo que no entienden, Catherine, -el símbolo mismo-, son algunos de los elementos de un film que nos muestra sentimientos puros, sin falsas divisiones entre los conceptos que habitualmente utilizamos, como si quisiésemos ordenar lo que sentimos en cajones o en palabras demasiado estrechas…
Truffaut toma acá un sentimiento para el cual no se ha creado cajón alguno, y en vez de fabricarlo, o buscar definirlo, lo deja libre, y la película sorprende por esa libertad, porque nos muestra a la mujer natural, como se dice en el mismo film, y nos invita a amarla.
“La mujer es natural, por lo tanto abominable”, se señala en un inicio. Pero esta misma “naturalidad”, tiene también un lado bello, y la película sabe mostrarlo. Catherine no es particularmente bella, ni inteligente, ni sincera. Pero es una verdadera mujer. Y es la mujer a la cual Jules y Jim aman, a quien aprenden a amar de momento en momento, perdiendo el miedo y sin dejar de aferrarse a una amistad que también va más allá de su significado habitual, y se enriquece hasta desbordarse.
Catherine había dicho: sólo amamos completamente un momento, pero para ella ese momento siempre volvía, y ese momento no tenía un nombre único… y quizá sí, quizá esa mujer natural, esas vidas llevadas de esa forma, puedan parecer extrañas, inverosímiles, contrarias a lo que entendemos comúnmente como correcto, quizá sea una mala película para algunos, pero después de todo, “hay tantas cosas en este mundo que no entendemos y tantas cosas increíbles que son ciertas”.
Truffaut habla en esta película con verdad, de forma limpia. No sé si es una obra maestra, y no me importa. Me basta con que sea una obra libre. Y bella.
rodolfo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
11 de diciembre de 2008
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las pequeñas cosas de la vida deben tratarse como si fueran importantes. Mucho más si eres hija de Víctor Hugo. Si es así, estás condenada a organizar tu vida en base a tus propios sueños, buscando siempre lo increíble. Esa es la primera condena que se cierne sobre Adèle. Buscando desde un inicio a su amor de una forma que se escapa a los parámetros ordinarios.
Y es que las condenas de Adèle van más allá de la figura del hombre a quien ama. Las verdaderas condenas de Adèle, brillan en su interior con una luz negra que la oscurece, pero la hace resplandecer entre los otros personajes.
Esto queda muy bien plasmado en la película de Truffaut. Adeèe es ante todo la hija la hija de Víctor Hugo, y su sangre está presente en todas sus acciones, su tamaño está dado a priori por la grandeza de su padre. También está condenada a ser la hermana de Leopoldine, la hija venerada, aquella que conoció el amor, hasta la muerte perfecta. De ahí sus anhelos de ser en parte Leopoldine y de identificarse con ella, dejando de lado, incluso, su propia identidad.
Una tercera condena es aún más profunda, y es la base del personaje de Adèle y de sus acciones en el film. Adèle no establece distinción en su ser, ni en su forma de amar: “Yo no entrego mi cuerpo sin mi alma” señala en una oportunidad, “ni tampoco mi alma sin mi cuerpo”. La tercera condena de Adèle es entregarse completamente en cada uno de sus actos, no resguardar nada de sí misma. Es como si en cada una de sus palabras, de sus acciones, se arrojara a sí misma como un deportista que lanza la bala.
Por eso es que esta película resulta inmensa, porque la fiebre de Adèle es la temperatura exacta para construir una magnífica obra de arte. Adele es el sol que quema hasta su propio desgaste. Pero es también el sol que purifica.
Un sol negro quizá, es cierto. Pero en su oscuridad se esconde agazapada la vida misma. Y nadie mejor que Truffaut para girar en torno a ella y enseñárnosla.
rodolfo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
10
9 de diciembre de 2008
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hemos aprendido todo aquello que no nos sirve: los conocimientos equivocados. Por eso asusta escuchar de golpe lo que plantean los personajes de Bergman en esta película. Ellos están hablando de aquello que sólo se piensa, pero que no solemos expresar en voz alta. Están revelando de alguna forma la confusión total, y no precisamente la de ellos, -como expresan en uno de sus diálogos-, sino la de todo el mundo.
Ellos construyen su vida así como quien infla un globo, y Bergman tiene la maestría de dejarlos hacer hasta que el globo revienta y se revela vacío. Por eso es que su felicidad resulta indecente, porque se ha construido dejando de mirar las señales que tenían por doquier, porque han hecho del amor un cálculo equivocado. Y han escondido todo aquello que molestaba debajo de la alfombra, sin preocuparse de nada.
“Me pregunto si habrá algo más terrible que un hombre y una mujer que se detesten” dice un personaje de Bergman citando a Strindberg. Y sí, parece contestarnos la película, lo verdaderamente terrible es un hombre y una mujer que intentan amarse y sólo logran hacerse daño. Como dos seres que intentan abrazarse con muñones. Llenos de náuseas que sólo terminan por arrojar los sentimientos equivocados.
Es por eso que esta película es una obra maestra, porque si bien carece de respuestas, sabe plantear con precisión las preguntas exactas que ha de hacerse toda pareja que quiere llegar, de alguna forma u otra, a amarse verdaderamente. Porque no es sumando las comprensiones como se ama, sino sumando las incomprensiones, como dijo alguna vez Clarice Lispector. Y aquí estas incomprensiones se presentan en su forma más pura, más desgarrada.

Ciertas cosas suelen existir en la oscuridad, fuera de la vista. Pero esta película nos lleva de forma perfecta ese algo hasta los ojos. Y los quema. Y los deja amargos.
rodolfo
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow