Perdí 104 minutos viendo esta aclamada opera prima de la directora vasca Alauda Ruiz de Azúa. Me esperaba algo por el estilo, pero no tan extremo. Me refiero a que suponía que sería una película con una historia corriente sin mucho recorrido, que hace llorar a la gente de una manera muy fácil. Y me equivocaba, porque es todavía más exagerado que eso. Demasiado populista, sencilla y no emociona, por mucho que provoque lagrimas (a algunos claro esta). No obstante, la película esta decentemente realizada, y más teniendo en cuenta que es la primera de la anteriormente nombrada directora.

A Amaia (Laia Costa) no le van muy bien las cosas con su hija recién nacida Jone. Por eso, decide irse unos días a su pueblo natal de la costa vasca con sus padres (Ramón Barea y Susi Sánchez), pero eso le acarrea más dificultades aún, ya que tendrá que hacer de madre y de hija al mismo tiempo.

Si es que al leer la sinopsis ya te das cuenta de lo aburrida y empalagosa que es. Entiendo que al público y a la crítica le guste, y que por ello reciba aplausos y galardones, porque lo que narra conecta con la gente normal, dado que es una situación que por suerte o desgracia ocurre en nuestro entorno. Y eso es algo muy importante en el mundo del séptimo arte, que los autores conecten con los espectadores. En mi caso busco algo más, busco soñar despierto con algo que me atrape y emocione, siendo visualmente artístico. A lo mejor pido mucho, o a lo mejor lo comparo con otras películas, pero de todos modos Cinco lobitos me parece algo muy previsible y soporífero. Y acabó alabando al gran Ramón Barea, que no esta mal y que por eso mismo recibió su primera nominación a un Goya a los 73, después de una vida dedicada a la industria.

Última película del gran director británico David Lean (Lawrence of Arabia, The Bridge on the River Kwai, Brief Encounter), que puede que no sea de sus mejores obras comparadas con sus obras maestras, pero que ya quisieran muchos directores haber dirigido una producción como esta.

Adela Quested (Judy Davies) viaja a la India junto a su futura suegra, la señora Moore (Peggy Ashcroft), con el objetivo de encontrarse con su prometido Ronny (Nigel Havers). Una vez en la India ambas mujeres desean profundizar sus conocimientos sobre el país asiático. Para ello, con la ayuda de Fielding, el director del liceo (James Fox), conocen al médico hindú Aziz (Victor Banerjee), quien les enseñara el país de primera mano.

La película es maravillosa de principio a fin, de esas que atrapan al espectador mirando fijamente la pantalla como si estuviese en la India. Y la culpa de eso es que como ya demostró en Larwrence of Arabia, Lean sabía elegir muy bien los paisajes para los escenarios de sus obras, que acompañados con la fotografía de Ernest Day funcionan muy bien. Las interpretaciones están muy bien realizadas por todo el reparto, destacando a James Fox en su papel de inglés favorable con los indios, al igual que todos los actores secundarios. La música por su parte le da el tono épico que le hace falta al film, transmitiendo esos aires coloniales.

Si es cierto que podría haber dado algo más de si, y puede que al final la sensación sea la de que falta algo, especialmente en el suceso de las cuevas. Dicho eso, una película muy recomendable, entretenida y fundamental en la filmografía del gran David Lean.

Una historia simple, creíble y de esas que gustan ver al espectador. Puede que el tema sea un tanto controvertido, pues no es muy cómodo ver cómo una vez casado nadie sigue enamorado, y que se puede sentir lo mismo que sentiste una vez pero por otra persona diferente. Todos hemos pensado alguna vez en ello, en dejar nuestras vidas monótonas y enamorarnos locamente de esa persona atractiva con la que nos cruzamos en el tren, en volver a sentir esa pasión como recién enamorados, aunque normalmente solemos regresar a la realidad.

En realidad es una adaptación de “Brief Encounter” de David Lean (Breve encuentro en español), ya que ambas tratan de dos personas casadas que se conocen y se enamoran perdidamente (De Niro y Streep en este caso). Y casualmente en ambas cintas los hechos ocurren en una estación de tren, con la connotación romántica con la que siempre se ha asociado en la gran pantalla a esos lugares.

Robert De Niro y Meryl Streep si no son los mejores, son de los mejores actores de su época objetivamente hablando. Y en esta producción no hacen una excepción de sus dotes interpretativas, realmente magníficos una vez más, demostrando una química palpable como se vio seis años antes en “The Deer Hunter”. En cuanto a los secundarios, sinceramente no creo que sean los adecuados, no están tan bien desde mi punto de vista, dado que no me acaban de transmitir lo que creo que deberían. El guión es simple, una trama sencilla narrada de una manera fácil y sin complicaciones, aunque algún que otro diálogo más profundo o sentimental entre De Niro y Streep hubiese hecho el film algo más memorable. La música de Dave Grusin la considero muy adecuada y encaja muy bien a lo largo de la película.

Resumiendo, el amor es lo único que no se puede disimular en esta vida, da igual que estés casado, soltero o viudo. Y cuando la pasión se apodera de tu cuerpo es inevitable fijarse en si esa persona se ha montado al tren, preguntarse cómo empezar una conversación o desear correr a su lado para no perder el tren, es inevitable.

Puede que no sea una auténtica obra maestra, ni la mejor película de Wyler. No obstante, me parece un extraordinario film que trata de un robo, con un gran humor y un romance muy dulce.

Cuenta la historia de un millonario falsificador de obras de arte (Hugh Griffith) que se dedica a venderlas como si fuesen originales. Pese al rechazo de su hija Nicole (Audrey Hepburn), su padre cede al Museo Nacional la Venus de Cellini, una falsificación de su colección. Dada su falsedad, Nicole con la ayuda del ladrón Simon Demott (Peter O'Toole) tratará de robarla, antes de que nadie se de cuenta.

Audrey Hepburn y Peter O’Toole encajan a la perfección en sus personajes, haciendo unas interpretaciones más que creíbles. Cabe destacar lo bien que está Eli Wallach, por muy corta que sea su apariencia, al igual que el maravilloso Hugh Griffith. El guion por lo general está muy bien, se sigue fácil y la historia se narra sola. Al igual que la música de John Williams, que nada más oírla te saca una sonrisa.

La escena del robo es sin duda alguna la mejor de toda la película. El momento en el que O’Toole y Hepburn se quedan encerrados en el diminuto cuarto del museo es pura magia.

Lo dicho, no será de las películas más memorables, pero por las risas y la felicidad que produce mientras se ve, merece mi diez.

La verdad es que encuentras todo tipo de opiniones sobre esta nueva película del señor David O. Rusell. Sinceramente, me parece bastante pasable y puede que exagere. Antes de nada he de decir que no tengo nada en contra de Rusell (anuque The Fighter me parece su única película buena), pero en todas sus películas demuestra ser incapaz de hacer algo grande. Y no es porque no tenga medios, ya que en casi todas reúne un elenco de lujo (American Hustle, Silver Linings Playbook, Joy) y a priori parecen grandes peliculas. Y a lo mejor ahí este el problema, una cantidad desmesurada de grandes estrellas no te aseguran un gran film, y parece que Rusell no se da cuenta.

En lo que a Amsterdam se refiere, personalmente se me hizo larga, aburrida y pensé en más de una ocasión que lo que estaba viendo no tenía ni pies ni cabeza. En la película se representa la historia de tres amigos (Christian Bale, Margot Robbie y John David Washington) que tratan de probar su inocencia después de envolverse en una trama conspiranoica.

Bale demuestra una vez más lo gran actor que es, al igual que Margot Robbie, pese a no ser su mejor interpretación. Washington, en cambio, es muy plano durante todo el film, absolutamente prescindible. Cabe destacar la presencia de Anya Taylor-Joy y Rami Malek, que le dan frescura y esperanzas a la historia. De todos modos, todo eso es inútil, ya que desgraciadamente Chris Rock y su poca gracia son parte del reparto. Al igual que Taylor Swift, que para lo que hace hubiese sido valida cualquier otra persona. Shannon y Myers parece que tratan de salvar todo lo negativo previamente dicho, pero una vez más es inútil. Y por su puesto que no me olvido de Robert De Niro, una de las razones por la que me decidí a ver este film, el cual hace una interpretación cumplidora.

Dejando el reparto a un lado, uno de los errores que le veo es que la mezcla entre lo basado en hechos reales y la ficción no queda muy clara para el que no es conocedor de la historia, lo que da lugar a falta de credibilidad para el espectador. Lo único que realmente merece la pena y por lo que he conseguido ver la película hasta el final es el vestuario y la gran ambientación de los años 30, realmente magnifica, y puede que sea lo que haga que Amsterdam llegue a ser pasable.