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España España · Madrid
Críticas de keizz
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Críticas 241
Críticas ordenadas por utilidad
8
15 de marzo de 2019
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Halla (Halldora Geirhardsdottir), una profesora de canto de cincuenta años, protesta contra la industria de aluminio de su país, que pone en peligro el medio ambiente, y se dedica a sabotearla mediante ataques al tendido eléctrico. Por estos actos, la policía la busca acusada de terrorismo. Mientras Halla trata de seguir con su lucha y escapar de la policía, recibe una carta en la que se le concede la adopción que había solicitado de una niña.

Película islandesa dirigida en tono de comedia por Benedikt Erlingsson, que se hace muy entretenida por su peculiar estilo en el que se conjuga el humor surrealista con el melodrama, y ciertas dosis de aventura y denuncia social. Pero por encima de todo es un canto a la naturaleza y una llamada a preservarla.

Aunque en principio una película con estos tintes ecologistas no me habría interesado mucho, en esta ocasión me mantuvo pendiente de todo por la forma en que lo narra y su desmarque de los tópicos que suelen aderezar este tipo de films. Erlingsson demuestra inteligencia narrativa y originalidad, y utiliza elementos como la música, que siempre vemos de donde procede, para dejar claro en todo momento lo ficticio de la situación.

Lo que más choca es lo de la música. El director utiliza una microbanda compuesta por tres hombres, un percusionista, un acordeonista y un trombón, para apuntalar musicalmente las escenas. Ves a la mujer en la montaña, oyes la música, y a continuación ves a la banda detrás de ella tocando. Primero te sorprendes, pero poco a poco te acostumbras y hasta te gusta. Es uno de los toques surrealistas del film (no el único). Además, hay un pianista que toca en ciertas escenas, y un coro de mujeres vestidas con trajes folklóricos ucranianos (la niña a la que la protagonista adopta, es ucraniana).

Otra cosa que llama la atención es que aparece un colombiano que va en bicicleta por las carreteras islandesas, y que siempre se lleva las culpas de las acciones de Halla. En fin, la película está plagada de este tipo de situaciones de humor surrealista y sutil.

Como digo, el director no construye un relato anti-industrial, ni antigubernamental, ni extremadamente ecologista. Se centra mucho más en resaltar la importancia de la naturaleza, para lo que se basa en los espectaculares paisajes islandeses, que dejan al espectador arrebatado (y provoca nostalgia en quienes hemos estado allí) que en hacer una crítica explícita a la industria y el poder económico.

“La mujer de la montaña” nos hace reflexionar pero sobre todo es un entretenimiento que nos saca sonrisas, especialmente a los que amamos el humor absurdo. También nos mantiene interesados en todo momento en saber qué será lo próximo que haga Halla gracias a un guión lúcido y valiente, y a un excelente desarrollo de los personajes, especialmente de la protagonista y su hermana gemela (que, lógicamente, también interpreta Halldora Geirhardsdottir). Otro acierto del guión es la introducción de subtramas que acrecientan el interés por la historia y la enriquecen sin dispersarnos en ningún momento, especialmente el tema de la niña adoptada y del ciclista gafado ciclista colombiano.

Si a todo ello le añadimos el impecable ritmo narrativo que utiliza Erlingsson, la hermosa fotografía de la película, la brillante realización de las escenas de acción, la belleza de las localizaciones y el gran trabajo interpretativo de Halldora Geirhardsdottir (impresionante su trabajo, haciendo creíble al cien por cien su personaje tanto en la secuencias de más acción como en las de mayor intimismo, al punto que la terminamos viendo más como una persona que como un personaje. Pedazo de actriz tiene Islandia), el resultado no puede ser más que excelente.

Últimamente, el cine islandés no me da más que satisfacciones. Esta película es un reflejo de el tipo de cine que se suele hacer en aquella isla. Cine imaginativo, inteligente, hecho con sensibilidad y buen gusto, sabiendo encontrar el equilibrio entre contar una buena historia y cuidar los detalles éticos y estéticos.

En definitiva, si quieres ver una película alejada del estereotipo de cine americano actual, ésta es una gran opción. Llena de originalidad y frescura, es una película entrañabe, a pesar de su sencillez (o quizá por ello) y con un desenlace final que me sorprendió para bien, a pesar de que estuve el último cuarto de hora pensando en cómo se cerraría la pelicula. Bien por Eringsson.

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keizz
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8
16 de octubre de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que llama la atención del film es el magnífico trabajo de ambientación que se ha efectuado. La película nos retrotrae con toda fidelidad al año 1980, para lo que se han cuidado todos los detalles con auténtico esmero.

“La isla mínima” muestra de un modo descarnado un rincón sórdido de las marismas del Guadalquivir, un lugar del que todos los jóvenes quieren salir y del que claramente quedan vestigios de la España más profunda. En este entorno, la pareja de detectives tiene que enfrentarse, no solamente con la resolución de un caso complejo con muchas piezas que encajar, sino también con la colección de miserias humanas y bajezas morales que habitan en esos parajes tenebrosos, e incluso también con los fantasmas del pasado de los propios policías.

La película está dirigida por Alberto Rodríguez, quien ya en “Grupo 7″ dió muestras de que sabe manejar con aplomo y eficacia el arte de dirigir películas policiacas. Pues bien, en este trabajo ha reafirmado esa condición, logrando sin ninguna duda su mejor obra hasta el momento.

A mi juicio, estamos ante la mejor película española de 2014, de lejos. No hay comparación posible con ninguna otra que yo haya visto. Y, por supuesto, que alguien ponga al mismo nivel esta película con “El niño” suena a broma pesada. Ver las dos seguidas es un buen contraste entre lo que debe ser una película de verdad (“La isla mínima”) con lo que no lo es.

Y eso que la historia en sí no aporta gran cosa, no hay novedades en un argumento típico de dos policías de carácteres antagónicos que investigan a un asesino en serie de adolescentes en un entorno rural. Muy trillado. Aquí lo importante es la manera de narrarlo, el modo en que se nos muestra una película cruda y dura sin que haya escenas especialmente duras y crudas. Así como esa forma sutil de mostrarnos la España de 1980, con todos sus conflictos, ilusiones y tensión, pero sin filosofías ni moralinas, ni juicios de valor.

La dirección es espléndida, toda una lección. Me gustó todo del trabajo de Alberto Rodríguez, de arriba a abajo. Esos planos cenitales espectaculares, que son el sello de la película, los no menos geniales planos desde el interior del coche, la inolvidable escena de la persecución nocturna de los dos coches por las carreteras polvorientas. Todo magnífico. Y es imposible no destacar también la maravillosa fotografía y la música. Tanto una cosa como la otra le dan un toque perfecto a la película, engrandeciendo además la tensión y la atmósfera creada.

No hay una gran profundización en los personajes, pero creo que esto es algo que se hace de modo deliberado. Lo poco que vamos sabiendo de ellos son detalles que añadir a la trama, que la alimentan. Nada más. Todo va al servicio de la trama y no hay estudio de personajes para no distraer de lo que verdaderamente importa.

En cuanto a los actores, muy notable su trabajo. Como punto negativo, Jesús Castro (si, “er ninnio”) una vez más demostrando que solo sabe poner una cara y que la dicción no es lo suyo (¿no hay un chico guapo en España que sepa actuar, aunque sea un poco?). Asímismo, uno de mis actores favoritos, Antonio de la Torre, un tanto desaprovechado en un papel corto y poco relevante.

Pero los dos protagonistas, inmensos. Tanto Raúl Arévalo como Javier Gutiérrez se lucen en las mejores interpretaciones que yo les recuerdo. Además de sus interpretaciones individuales, quedan muy bien como pareja de policías, acoplándose perfectamente entre sí y bordando unos papeles que pueden ser históricos en el cine español.

Al principio, parecen el típico poli bueno – poli malo, pero poco a poco se va viendo que esto es algo bastante más complejo. Arévalo y Gutiérrez nos regalan unas interpretaciones repletas de matices y contención, muy en el tono general que tiene la película.

He de confesar que el final me decepcionó un poquito. Me esperaba un desenlace más “peliculero”, más inesperado, pero curiosamente ahora pienso que está bastante bien como está. No ata explícitamente todos los cabos y deja al espectador su espacio para pensar.

El interés no decae en ningún momento, el ritmo narrativo es perfecto y cada detalle que aparece en pantalla va enriqueciendo la película. A diferencia de otras películas de este estilo, los golpes de efecto son muy pocos, bien distribuidos y tienen sentido. En definitiva, una excelente película. Muy recomendable.

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keizz
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8
2 de marzo de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La directora alemana Maren Ade es la responsable de esta película que, partiendo de una idea que en principio no da para mucho (un padre preocupado por la felicidad de su hija, cuya vida se centra absolutamente en el trabajo, y quiere hacerle ver a que la vida es otra cosa), desarrolla la historia por unos cauces totalmente inesperados. Los personajes son cualquier cosa menos tópicos, y si al principio de conocerlos nos parece raro que dos personas tan distintas puedan ser padre e hija, poco a poco vemos que no son tan diferentes, y que todos más o menos vamos disfrazados por la vida.

La película es larga, esto es lo peor que tiene, y juega en su contra. No se hace pesada (al menos a mi), pero es innegablemente larga, y esta longitud de metraje en este caso se acrecienta con el tono del film. Un film alemán con tono alemán, no se si me explico. Planos largos, ausencia de música, ruido ambiental, puesta en escena austera… vamos, muy alemana.

La presentación de los personajes, hasta la llegada del padre a Bucarest, es un tanto premiosa y excesiva. Estoy seguro de que en esta primera parte de la película ya va a haber muchos espectadores que entren con mal pie y ya no se recuperen. Y es que, para bien o para mal (según entres o no en el film) todo en esta película es atípico. Por eso, es imprescindible entrar en la película y no limitarse a verla. Si la ves desde fuera, no hay nada que hacer, te aburrirás.

Es triste, pero al principio no nos parece extraño el comportamiento de Ines. Su actitud de vivir para el trabajo, constantemente pendiente del móvil, con todo el tiempo ocupado, e incapaz de mostrar un mínimo gesto de cariño hacia su padre, no nos choca realmente. Incluso la entendemos cuando vemos a su bromista padre haciéndole sentir vergüenza ante sus compañeros, jefes o clientes. Desgraciadamente, este desapego familiar y este modo de vivir de traje-chaqueta continuo y el móvil como un apéndice de nuestra anatomía, lo vemos algo natural ya.

Pero no os engañéis, “Toni Erdmann” no adoctrina en absoluto. Es una película que deja al espectador hacerse cargo de las cosas. Una película que fluye, buscando una salida, pero tiene que ser el espectador quien le abra camino. Con el humor (un humor muy particular, aviso) como herramienta para explorar en las relaciones humanas, en los valores sociales de este tiempo, en la falta de comunicación y en el sentido de la vida en general.

La película está llena de escenas memorables, en realidad casi todas lo son. La irrupción inexplicable de Toni ataviado con el traje folklórico búlgaro (una especie de Yeti) en la fiesta de desnudos es puro surrealismo y al mismo tiempo tremendamente expresiva sin decir ni una palabra. La escena con los trabajadores de la obra, la extraña escena sexual entre Ines y su compañero de trabajo, la de la discoteca en la que Ines parece pedirle a su padre con la mirada que la rescate de todo aquello… aunque la que se lleva la palma es la conmovedora interpretación del “Greatest love of all”, de Whitney Houston a cargo de Ines, con su padre al teclado. ¿Os suenan a escenas raras? Pues hay muchas más, y por si fuera poco, Toni se pasa la película diciendo que va a ver a Ion Tiriac, y a la que puede saca un rallador de queso y se pone a usarlo.

Las interpretaciones son fabulosas. Tanto Peter Simonischek como Sandra Hüller desarrollan con maestría unos personajes inolvidables. Especialmente meritoria me parece la actuación de Sandra Hüller, haciendo creíble un personaje nada sencillo y manejando con precisión y destreza diferentes registros dentro del mismo personaje, todos con brillantes resultados.

Sinceramente, la película me gustó mucho pero no la recomiendo. Es algo muy personal. Al público medio no le va a gustar. No hay que verla, hay que vivirla. Si la ves como una película convencional el aburrimiento está asegurado. Eso sí, para los que logren vivirla, es toda una experiencia. “Toni Erdmann” es una de esas películas que, si te gustan, te dejan huella.

A estas alturas todavía no se si “Toni Erdmann” es un drama o una comedia. Se que me reí y que también tuve ganas de llorar. Se que me divertí y al mismo tiempo me conmovió. Tampoco es tan importante que sea una cosa u otra, seguramente es las dos a la vez. A lo largo de la misma he sentido incomodidad y vergüenza ajena, pero me he sorprendido a mí mismo emocionándome un minuto después. Evidentemente, una película que me hace sentir así la tengo que valorar con generosidad.

Personalmente, la película me parece una joya. De esas que van creciendo cuando piensas en ella. Obra inteligente disfrazada de extravagante. Tras sus capas de comedia surrealista se esconden enormes dosis de ternura. Una película muy especial, para gente especial. No para cualquiera.

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keizz
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7
10 de diciembre de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Denis Villeneuve, el director canadiense que nos cautivó con películas como “Incendies” o “Prisioneros”, firma un thriller descarnado sobre la lucha contra el narcotráfico en la frontera de Estados Unidos y México, y sobre la ética de quienes deben librar esa lucha, que exige resultados y para quienes el fin suele justificar los medios.

No se puede tener dudas ya sobre la capacidad de Villeneuve. Una vez más nos demuestra sus aptitudes, realizando una película que mantiene la tensión en todo lo alto durante las dos horas que dura. El espectador está en continuo desasosiego, más por la atmósfera que crea Villeneuve que por la propia intriga que pueda plantearnos la trama.

Villeneuve nos subyuga con sus movimientos de cámara, su utilización del sonido (nada nuevo, pero siempre es un acierto saber usarlo), la magnífica fotografía, las brillantes tomas aéreas, la excelente dirección de actores, en fin, un recital de buena dirección. La película lo tiene todo para llegar al gran público. A mí no me llegó muy dentro y seguramente el tiempo la sacará de mi mente, pero confieso que mientras estuve viéndola no tuve un minuto de relax, y pude sentir el terror de quienes se enfrentan a la muerte cara a cara.

No hay grandes artificios, ni bruscos giros de guión, ni sorpresas inesperadas. Como mucho, el descubrimiento del personaje (tremendo) de Benicio del Toro. El resto es directo, como un disparo. Trepidante, duro, seco, asfixiante. No se anda con contemplaciones ni propone adivinanzas, la película es un tobogán que te lanza contra la realidad de la lucha contra el narcotráfico y sus dudosamente éticos métodos para combatirlo.

Uno de los puntos fuertes de la película es el duelo interpretativo que mantienen Benicio del Toro y Emily Blunt. Como saben aquellos que me leen habitualmente, Benicio es una de mis debilidades. A mí siempre me gusta. Me fascina ver a ese animal interpretativo en la pantalla. En esta ocasión, tampoco me defrauda. Borda su personaje, enfrentado a una Emily Blunt que sí que he sorprende positivamente. Mi primera impresión al verla es “esta tía no pega en el papel de policía intrépida”, pero poco a poco me va ganando. Individualmente están brillantes, pero los momentos compartidos por los dos son, directamente, lo mejor de la película, con un par de escenas inolvidables.

Tampoco sería justo olvidarme de Josh Brolin, que está bastante convincente también en su papel. Aunque juega en clara desventaja ante los otros dos personajes ya mencionados.

La violencia de la película es, generalmente, más sugerida que mostrada. Hay pocos episodios de violencia explícita, la mayoría se intuye más que se muestra, lo cual aterra más, aunque desagrade menos. Villeneuve utiliza golpes de efecto en determinados momentos, apoyándose en la música, y sabe mantener la tensión, y subirla cuando le conviene. Personalmente, me gustó el final. Le hubiera quitado puntos a la película si termina de otra manera.

No es, de todas formas, una película redonda. Para mi gusto, es demasiado televisiva en su concepción. No hay mucha novedad en el tipo de película que es, recuerda a otras, hay poca o ninguna sensación de descubrimiento. El guión parece poco trabajado y parece poco original, no responde a todas las preguntas que nos surgen al verla, y a veces recurre al morbo fácil. Los personajes no tienen el desarrollo necesario, pero lo salvan los actores, que están magníficos.

No hay lugar para el aburrimiento en “Sicario”. Cada escena tiene algo de interés, cada momento interpretativo vale la pena. Uno se queda pegado al asiento hasta el final de la película. Te liberas y respiras cuando aparecen los títulos de crédito. No se hasta qué punto la película tiene algo de denuncia periodística, lo ignoro. Pero desde luego, como thriller funciona, eso lo garantizo.

Me gustó la película, la recomiendo. Suspense del bueno, te sentirás atrapado por unas escenas que te horrorizan y atraen a partes iguales. Bien por Villeneuve, aunque, personalmente, me sigo quedando con “Incendies”.

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keizz
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8
16 de febrero de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No conocía al director de esta película, Kenneth Lonergan, y he de decir que me ha impresionado positivamente. Nos relata un drama terrible con una contención poco habitual en este tipo de películas. Cuando la trama invita a que el director busque la lágrima fácil, Lonergan apuesta por la sobriedad. En esta película no se llora, pero te desgarra por dentro. No es un drama lacrimógeno, es un puñetazo en el alma.

Al principio se nos muestra la rutinaria e insustancial vida de Lee, un tipo amargo que parece que vive porque no tiene otra cosa que hacer, y poco a poco, mediante flashbacks, vamos entendiendo los motivos de su comportamiento. Toda la película está enfocada desde el punto de vista de Lee. Tan deprimente como es su vida lo es también el aire que se respira en el film. Todo sucede y se siente del modo en que Lee ve y siente las cosas, y su profundo e incurable dolor es lo que reviste toda la obra.

Lonergan no solo usa los flashbacks para informarnos de las causas de la actitud de Lee, lo hace también para que nos pongamos en su lugar. Estos flashbacks son la voz de los silencios de Lee, y nos traducen lo que su triste mirada significa en realidad. Cuando los hechos reales estimulan a Lee del modo que sea, estos recuerdos que se nos muestran en la pantalla nos sirven para comprender su pensamiento, ya que sus palabras nunca aclaran nada. En realidad nunca quiere hablar de nada, siempre dice “ahora no es momento para hablar”, siempre trata de eludir las conversaciones. Conversar implica tener que pensar y pensar es revivir cosas de las que precisamente Lee huye desde hace años.

Lee no encuentra consuelo en nada ni en nadie. Y tampoco lo quiere. La vida de Lee consiste en que pase el tiempo. Cuanto más tiempo esté en soledad, mejor. Cada día es simplemente un día menos que falta para la muerte. El hecho de tener que cuidar de su sobrino es un pequeño aliciente que le da un motivo para levantarse por las mañanas, pero tampoco le cura ni le arregla la vida. Eso sí, tanto el tío como el sobrino se entienden perfectamente puesto que ambos sufren por la pérdida de personas trascendentales en su vida. Lee tiene que proteger a su sobrino, protegerle de su dolor y tratar de que su futuro sea el mejor posible, pero eso es algo difícil para quien el futuro es algo insufrible, el presente un drama, y el pasado un puñal.

Como digo, todo gira alrededor de Lee en la película y todo lo vemos a través de él. Pero Lonergan no nos facilita la tarea de empatizar con él. Un personaje tan reservado, tan silencioso, que verbaliza tan poco sus sentimientos que parece no tenerlos, no resulta sencillo ponerse en la piel de alguien que se niega a mostrarse. Hay muy pocas escenas en las que la armadura emocional de Lee muestre alguna rendija por la que filtrarse algo de lo que anida en el alma del protagonista.

Para un papel así, Casey Affleck era el intérprete perfecto. Es innegable que borda el papel y consigue dar credibilidad a un personaje tan antipático con la vida como la vida lo ha sido con él. Si tienes sensibilidad, Affleck construye un personaje que logra penetrar en ella y agitar rincones de tu interior que no sabías que existían. Un magnífico trabajo el suyo. Tanto, que parece que no interprete, sino que nos creamos que él es así realmente.

También resulta muy creíble el personaje interpretado por Lucas Hedges. Ese chaval que se queda huérfano en plena adolescencia, con una madre desequilibrada y ausente, y un tío que se convierte en su tutor completamente amargado y encerrado en sí mismo. No es extraño que tome el camino del hedonismo y la indolencia, aderezado con la dosis de rebeldía propia de su edad. Con lo que le ha tocado vivir cuando aún no se ha convertido en adulto y la incertidumbre de su destino, no parece raro que pase el tiempo intentando acostarse con chicas y tocar la guitarra.

Y en el tema de los actores, no podemos olvidarnos de Michelle Williams, que en las pocas escenas que tiene demuestra que es una actriz inmensa, capaz de dotar de credibilidad a cualquier personaje que interprete, no importa el registro que tenga que lograr. Yo siempre que la he visto me ha convencido, y ya van unas cuantas veces así que no creo que sea casualidad.

La película me parece magnífica, pero siempre se le pueden buscar cosas negativas. A mucha gente le parecerá lenta, y que la trama no va a ningún lado. A mi no se me hizo larga, pero si le tengo que sacar algo mejorable diría que la película se centra demasiado en el personaje de Lee. Me hubiera gustado saber más de personajes como el de la mujer de éste, o el de la inestable mujer de su hermano. Y también es verdad que recurrir al Adagio de Albinoni o al “Mesias” de Haendel para envolver ciertas escenas parecen recursos fáciles (y tal vez lo son) pero oye, queda tan bien…

En definitiva, “Manchester frente al mar” me ha parecido un auténtico peliculón. Te emociona de verdad. Su historia no es nada del otro mundo, pero impresiona el modo en que muestra hasta qué punto puede afectar el sentimiento de culpa y cómo algunas heridas no cicatrizan nunca, cómo algunas cosas no puedes terminar de superarlas por mucho tiempo que vivas. Además, me gusta mucho porque derrocha emotividad pero a la vez esquiva continuamente las opciones sensibleras. No hay fuegos artificiales para provocar el llanto. No es una película que te saque lágrimas, pero es de las que se te quedan dentro.

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keizz
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