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Críticas de Joan Ramirez
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Críticas 124
Críticas ordenadas por utilidad
9
18 de noviembre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién no ha visto a Ernest Borgnine haciendo de secundario en docenas de películas? No todos sabíamos su nombre y, menos aún, el modo correcto de pronunciar su apellido. Aquí lo tenemos en uno de sus primeros trabajos, haciendo de protagonista, probablemente el papel de su vida. Yo ya no quiero que Ernest Borgnine sea otro. Quiero que Marty sea eterno, y la próxima vez que vea al actor en otro papel, voy a pensar que se trata de una profunda perversion. Si ves la pelicula y conectas con ella te pasará lo mismo.

Marty está soltero. Tiene 35 años y se ve ya muy mayor. Recibe una presión constante de su entorno para que se case. Es empleado de una carnicería. Él ve su trabajo como algo dignísimo, pero es consciente de que, socialmente, su posición no es rutilante. Y a Marty las chicas no le hacen mucho caso. Le ven feo.

No hace falta contar más. És una película que trata el tema de la autoestima, de la acceptación de uno mismo a partir de sus valores profundos más allá de la banal apariencia. Veremos varios ejemplos de chantajes emocionales, la presión de amigos y familiares para cortarnos las alas y que no les abandonemos. Habrá también pinceladas de mezquindad, y en su pandilla veremos hombres aburridos que no sabrán complicarse la vida a tiempo cuando el propio aburrimiento es una complicación mayor.

Dice Marty: "Mi padre era un hombre feísimo, pero siempre tuvo buen humor y fue una buena persona. Eso nos hizo felices". No es que la frase sea un crisol de original sabiduría, pero unida a la amabilidad de la trama y a la intensísima interpretación de Borgnine, me ayuda a pensar en cuán importante es que el arbolito crezca recto y firme para cuando lleguen los huracanes de la vida.

Cine moralista de los 50, sí, pero extraordinariamente amable, sincero, bien urdido y mejor interpretado. No se la pierdan. Les mejorará el humor.
Joan Ramirez
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8
19 de septiembre de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin lugar a dudas, somos la especie de este mundo que más tarda en lanzar individuos adultos a la vida independiente. Las capacidades de un bebé humano son nulas en comparación del pollito que sale del huevo y empieza a picotear a su alrededor, o del potrillo que se pone en pie junto a su madre todavía impregnado de líquido amniótico. La palabreja científica que describe este fenómeno es “neotenia”, un recurso evolutivo que retrasa y alarga nuestra juventud y, por tanto, nuestra capacidad de aprender hasta límites que me permiten publicar esto en Internet, y que usted lo lea, sabe Dios dónde. ¿Y todo esto por qué? Porque somos bichos no especializados que se las tuvieron que apañar para comer cualquier cosa que se pusiera a tiro cuando bajamos del árbol y empezamos a perder pelos. Los lobos comen ovejas, las ovejas hierba y nosotros acabamos inventando cocineros perversos como Ferran Adrià. Es lo que tiene necesitar aprender para sobrevivir.

Otra curiosa consecuencia –más directamente emparentada con el tema que nos ocupa…- es que nuestros padres se han de aguantar mutuamente mucho tiempo para ayudarse en nuestra prolongada crianza, cosa que da pie a que a veces se aburran los unos de los otros. Y, como somos tan progresivamente inteligentes y ya no hay que ir a buscar agua al pozo, ni al río, ni desplumar las aves que ya no cazamos, aparece una de las mayores obscenidades de nuestra civilización occidental: el “tiempo libre”, algo tan absurdo, de hecho, como la “vida laboral” y sus nefandas vicisitudes.

Esta película empieza en el momento en que Laura decide que el jueves será su “dia libre”… ¡Ah… el tiempo libre, fuente de felicidad y contradicciones! ¡Maná de psiquiatras, psicólogos y ya no digo abogados! ¡Puertecita de nuestras vidas!

Mi consejo es que lo aprovechen para ver esta valiente película, claro precedente de Los Puentes de Madison, ejemplo de solvencia narrativa y de fotografía innovadora en su momento. La voz en off de la protagonista, no obstante, a veces se hace un tanto irritante, pero merece la pena ir conociendo las piedras de toque del la historia del Cine, cuando le debía al teatro mucho más que ahora.
Joan Ramirez
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8
19 de agosto de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película rezuma afán de sinceridad y eso es siempre de agradecer. Dice Isabel Coixet que durante el rodaje tuvo una gran comunión con los actores, que éstos realmente se metieron en sus papeles y los supieron agrandar con su talento. Vivir lo que se interpreta siempre mejora el producto (por eso hay gente feliz con su trabajo).

“Cosas que nunca te dije” es una película muy sencilla pero bien urdida, con afán de ser redonda en todos sus matices. Su materia prima son los sentimientos, el afán de superar el abandono de quien nos deja. La película descubre que los sentimientos se han de digerir, y un buen modo de empezar a hacerlo es hablando de ellos, ni que sea delante de una cámara de video.

Es posible que la felicidad sea, sencillamente eso, un sentimiento fácil de digerir. Todos los jerseys requieren el esfuerzo de ponérselos y la felicidad es nuestro jersey más viejo, más cómodo y que mejor se nos adapta. Es decir: la felicidad no es gratis, pero es, al contrario de lo que muchos piensan, el sentimiento más barato. ¡Oh, pero esta película no va exactamente de esto! Disculpen.

El film se centra en la necesidad de olvidar, de dejar limpia la página de nuestros sentimientos para poder reescribirla de nuevo. Y para eso hace falta tiempo y cierto esfuerzo (justo lo que evitan los personajes de las revistas del corazón, que quieren vivir siempre enamorados…).

Otro tema colateral que se podría haber tocado con un poquito más de sutileza es el del cuidado que hemos de tener a la hora de plantear deseos, más que nada por el peligro de que se cumplan. El “deseo”, como tal, es un grave impedimento para acercase a lo divino. Esto lo expliqué un poco en la crítica que escribí de “Beowoulf”, una película de animación basada en antiguas leyendas; muy recomendable por la amplitud de temas que toca.

En fin, que los tiempos avanzan. Si en 1935 Bill W. y el doctor Bob S. inauguraron el concepto moderno de terapia de grupo al descubrir que hablando les era más fácil curarse de su alcoholismo, en los noventa ya se podía decir que “a falta de amigos sensatos, buena es la videocámara”. Todo sea por fomentar la sinceridad. Con uno mismo.
Joan Ramirez
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7
22 de julio de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquiera que sea soldado ha de saber que su vida no vale nada, ni para sus superiores ni para el enemigo. Frente a esta realidad, el soldado vocacional entiende, cree, siente que su identidad se diluye ante el ideal que defiende, y eso le da una cierta ventaja porque no ha de elegir en ningún momento. ¡Ah... pero el soldado accidental lo tiene mucho más complicado! La mayoría elige obedecer, sin sentir la gloria y ahogando la pena. Todo se limitará a obedecer, sobrevivir y consolarse con el sentimiento ese tan masculino de la "camaradería". Otros estan al margen de la realidad y hacen su propia guerra: normalmente son los que matan por gusto y se enriquecen, ejercen el pillaje y todo tipo de abusos.

Creo que en esta buena película se pueden atisbar todos los papeles descritos. No es que se trate de una película coral, ni mucho menos, pero '71 dibuja un paisaje de lealtades, silencios, temores y amor para que el protagonista único viva una aventura trepidante en su afán de supervivencia.

En definitiva, un film muy entretenido, que da para pensar, magníficamente ambientado y dirigido y que nos ayudará, o bien a entender un poco más el gran pollo que tenían montado en Irlanda del Norte, o a tirar la tohalla definitivamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Joan Ramirez
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7
26 de mayo de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Corea del Sur hay pasta. Hasta donde yo sé, su Policía Nacional es la única de este mundo que tiene una flota de Lamborghinis. Por tanto, si en su cine se quieren liar a filmar persecuciones, se pueden hinchar a abollar Kias y Hyundais. En este film encontrarán también barcos y escenas marítimas complicadísimas de rodar, camiones inmensos con su tráiler arrasando con todo, edificios ardiendo, persecuciones multitudinarias… Menos pistolas (aquí tiran de cuchillo), aquí hay de todo, oiga.

La trama, en la línea de abundancia que les describo, es complicadísima, y presenta una ensalada tal de nombres coreanos, todos tan parejos a nuestro oído, que a lo largo de las más de dos horas que dura el film, con muchísima frecuencia, uno no sabe de quién están hablando los personajes; y les advierto que la trama es algo tramposa y muy enrevesada. Siguiendo al dedillo las evoluciones del argumento, no esperen a entenderla completamente hasta el mismísimo final y, aún así, van a tener que reflexionar un rato y pellizcarse mutuamente si la ven ustedes acompañados.

Por tanto, esta crítica se suma a las que advierten de esta complejidad y recomiendo que se hagan un listado de nombres y personajes mientras la ven, como cuando se leen las primeras páginas de una obra de teatro.

La película es básicamente un thriller, con toques muy gore, algunos de ellos un poco cómicos, como suele suceder en estos casos. Incluye recursos de la novela policíaca de toda la vida (y que ya deberían ser prohibidos oficialmente), como el seguir pistas a partir de encendedores estampados con la publicidad de un bar (en Chandler eran cajas de cerillas), o aquellas llamadas telefónicas a números que no existen y ponen sobre aviso al protagonista de las mezquinas intenciones que le acechan.

Pero es que, en cierto modo, la película también es una historia de amor; y un trepidante ejercicio de cine de acción que contrasta demasiado con la primera media hora, mucho más pausada. Sin ser un entendido, me ha parecido también que el montaje era buenísimo en todo momento.

Particularmente, me quedo con lo que la película aporta a nuestro conocimiento de aquella sociedad, de sus contrastes y sus conflictos con sus vecinos mucho más pobres. El resto es esforzarse en discernir cúando se está hablando de Yun-Seok-Kim, Jae-Hwa-Kim, o, sencillamente, del Profesor Kim.

Las interpretaciones, pasables, menos la del mafioso coreano encorbatado que se pasa la película lanzando teléfonos y ceniceros cada vez que se cabrea. ¿O es un efecto del 3D que yo no tengo?

Y es que, con los coreanos, nunca se sabe. ¿O no son, globalmente, el pueblo más polarizado que conocen? Pues eso.
Joan Ramirez
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