Oh Dae-su es un hombre de negocios coreano con una vida normal, que un día es secuestrado -sin motivo aparente- y encerrado durante 15 años en una celda bastante amplia. Allí es alimentado y cuidado, le cortan el pelo y las uñas -después de drogarle eso sí- y puede seguir viendo lo que pasa en el mundo a través de una televisión. Sin embargo, más que estar allí atrapado, le atormenta ignorar la razón por la que está recluido y saber quién le ha metido ahí dentro...

Pasada una década y media le liberan, le dan un montón de dinero y el que le ha encerrado le dice que tiene una semana para saber quién es y por qué lo ha hecho.Y ahí empieza una carrera contrarreloj cargada de violencia y situaciones loquísimas por las calles de Seúl. Y con la escena de sexo más justificada de la historia del cine.

"Old Boy" causó una gran polémica por varias escenas, pero una de las que trajo más cola no tenía que ver con la violencia interpersonal, precisamente; si no con un restaurante, cuando Dae-su se come un pulpo vivo. En Corea, esto es algo muy normal, pero lo suelen cortar antes. En la escena no es así y resulta muy intensa. Es por este motivo que cuando Park Chan-wook recibió el premio en Cannes, quiso agradecer al pulpo el "Gran Premio", por su sacrificio.

"Oldboy" es puro músculo narrativo, con una fotografía absolutamente exquisita, una dirección imaginativa y unos giros de guión que te dejan con la boca abierta. Es un auténtico mazazo. Y a esta película le pasa lo mismo que a varias películas de Tarantino, y es que la gente la recuerda con más violencia de la que de verdad tiene.

Si en "Reservoir Dogs" no se ve cómo le cortan la oreja al policía secuestrado, aquí tampoco vemos las imágenes más duras que nos trae la cinta. Sabemos lo que ha ocurrido, pero el director no se recrea en ello, si no que aparta la cámara para que seamos nosotros los que nos lo imaginemos. Y eso a veces es mucho peor.

El film está inspirado en el manga japonés homónimo de Tsuchiya Garon y Minegishi Nobuaki. Y aquí hay una gran curiosidad. Y es que, la lectura del mismo, fue recomendado a Chan-wook Park por Bong Joon-ho (el director de "Parásitos", el otro gran cineasta coreano del momento).Vaya dupla de genios.

Desde la primera escena ya vemos que la narración será poco convencional, con un estilo más literario, como le gusta a Tarantino. Se trata de un thriller con chispazos de humor negro, acción y envuelto en un trasfondo de tragedia griega.

Y es que los coreanos son unos especialistas en mezclar géneros y tonos. Capaces de hacer converger lo sublime con lo patético, y que la cosa funcione. Y de este cóctel tan variado surge una historia fascinante, absorbente y muy retorcida que dinamita los géneros para ofrecer un producto en el que todas las piezas funcionan a la perfección tanto individualmente como en conjunto.

El cine es un arte imperfecto, todas las películas tienen fallos, pero ésta es una de las cintas más redondas y satisfactorias que recuerdo. La sensación que te deja es de una plenitud absoluta, sabiendo que has visto algo diferente.

Cuando la has acabado de ver, tú ya no eres el mismo. Yo prefiero una película que no me guste nada a una que me parezca insulsa. Una película debe ser recordada por lo buena o por lo mala que sea. Y que tenga al menos una escena que digas... la peli del polvo en el coche en un barco que se hunde... la peli del policía al que convierten en robot, la peli de la chica a la que le gira la cabeza 180º... y ésta tiene una (o varias) de estas escenas.

Lo mejor: los giros de guión
Lo peor: el remake americano de Spike Lee

Al principio, nos encontramos con una rutina pretendidamente lenta, donde vemos a la mujer sin cara pasear por la enorme casa. Cada vez que parece que vamos a ver su rostro demacrado, el director elige emplear una serie de encuadres donde éste nunca se nos es revelado.

¿Qué efecto se consigue con esto? Pues que el espectador piense: OK, es una película de 1960. No tenían medios para maquillar un rostro sin carne, ni estaba de moda el cine gore que muestre este tipo de imágenes tan grotescas. Así que, desde tu colchón de comodidad, vas viendo tranquilamente cómo avanza la trama sin muchos sobresaltos.

Ay amigo, entonces es cuando llega el mazazo. Cuando durante media película no has visto ni una sola imagen impactante y el director ha potenciado un ambiente casi onírico dentro de la mansión… justo entonces, vemos una operación de trasplante de cara con todos… y repito… todos sus detalles:

-Los rotuladores indicando el camino que dibujará el bisturí

-Las pinzas… muchas pinzas… sujetando los bordes para despegar la carne…

-Cada incisión, cada gota de sudor del médico.

Esa es la escena de la película. Es muy larga y es muy intensa. Y cuando uno la está viendo, empieza a comprender las otras películas que he comentado al principio de la crítica.

Entiendo el personaje de Banderas en "La piel que habito", comprendo el maquillaje de la protagonista de "Goodbye Mommy", sé de dónde ha tomado el tempo y la pausa el salvaje final de "Martyrs"… y comprendo en todo su esplendor la grandeza de esta película, que influyó a tantas otras de diferentes países y géneros, pero que posiblemente no tendríamos hoy si en 1960 no se hubiese rodado "Los ojos sin rostro".

Y la frase del médico al inicio de la película, toma así un cariz premonitorio: “El futuro debería haber existido hace mucho tiempo”. Posiblemente sin saberlo, ésta película estaba marcando las claves del cine de terror del futuro. Y no lo hacía a través de gritos ni persecuciones, si no con los ojos a través de un rostro de porcelana. Una máscara con gesto triste, como la película.

Lo mejor: la atmósfera, se mete debajo de tu piel (nunca mejor dicho)
Lo peor: no es tan conocida para el gran público