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Críticas de yesterday
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Críticas 66
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
7 de junio de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se puede ser neutral en el conflicto palestino-israelí? Desde Madrid, lugar desde el que escribo esta crítica, lejos de los atentados y de los bombardeos que sufren unos y otros puede parecer fácil, pero cuando estás allí hasta la persona más ecuánime del mundo acabaría tomando partido arrastrada por los acontecimientos. Ese es uno de los mensajes que se pueden extraer de Inch’Allah. Pese a ello, la película deja a las claras que la violencia engendra más violencia y lleva a un callejón sin salida.

La protagonista, una joven canadiense que cuida a mujeres embarazadas en un campo de refugiados palestino, vivirá una serie de sucesos que le harán replantearse sus convicciones. Como ginecóloga será testigo de la fina línea que separa la vida de la muerte en esa zona del mundo. Cuando la tragedia tiene lugar entre sus brazos, Chloé (Evelyne Brochu) será incapaz de mantenerse al margen y tomará partido cometiendo los mismos errores que alargan el conflicto ‘sine die’.

Inch’Allah está dirigida por Anaïs Barbeau-Lavalette, representante del cada vez más pujante cine canadiense, aunque sería más justo decir quebequés, que en los últimos tiempos nos ha traído obras como Incendiés, con la que mantiene puntos en común, y Profesor Lazhar. Tanto Denis Villeneuve como Philippe Falardeau, directores de las películas anteriormente mencionadas preparan su salto a Hollywood con las prometedoras Prisoners y The Good Lie.
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7
10 de mayo de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Miedo, angustia, terror, desasosiego, ansiedad, pánico, preocupación, malestar, consternación, congoja, incertidumbre, temor, nerviosismo, horror, desolación, pavor, tristeza, perplejidad, conmoción, pena, desesperación, agotamiento, desamparo, aflicción,… Todos esos sentimientos debieron afluir a los seres humanos presentes en la Escuela Díaz un infame 21 de julio de 2001 a causa de la desmedida violencia ejercida contra ellos por unas bestias vestidas de uniforme.

Daniele Vicari, director de Diaz: No limpieís esta sangre, consigue transmitir todos esos sentimientos al espectador que asiste atónito a una espiral de violencia incomprensible e injustificada. El cineasta logra que el público sienta los golpes, tanto en el aspecto físico como en el psicológico, que reciben ese grupo de jóvenes y no tan jóvenes protagonistas de una historia de terror absolutamente real. Los minutos que transcurren entre la entrada de los ‘carabinieri’ a la Escuela y su salida se vuelven tan insoportables como necesarios para sacar a la luz un hecho opacado por el gobierno italiano.

Vicari no necesita elementos paranormales para generar miedo, basta con un grupo de policías sedientos de sangre movidos por un odio irracional. El realizador italiano ha creado un nuevo subgénero: El terror-realista. Para ello, hace uso de un tono documental que acrecienta la sensación de realismo, utilizando imágenes reales tomadas durante los incidentes que tuvieron lugar en Génova durante aquellos días. El movimiento antiglobalización invadió la ciudad italiana reivindicando que ‘otro mundo es posible’ y la respuesta recibida fue tajante.
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6
19 de abril de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Diarios de Motocicleta, Walter Salles relataba con mano maestra el viaje que transformó a Ernesto Guevara en el ‘Ché’. Aquel viaje, que tuvo lugar en 1952, hizo que un acomodado estudiante de medicina tomara conciencia de los males que asolaban a América del Sur. Guevara, acompañado por su amigo Alberto Granado, cambió su orden de prioridades y se propuso cambiar el mundo con las luces y sombras que tan elevada empresa pudiera acarrear.

Unos años antes, el escritor Jack Kerouac emprendió una serie de viajes por Estados Unidos junto a otros representantes de la posteriormente denominada ‘generación beat’. La alabada obra literaria titulada En el Camino fue el resultado de aquellas marchas por las interminables carreteras norteamericanas. Salles repite equipo con los brillantes Rivera (guión), Santaolalla (música) y Gautier (fotografía) en esta adaptación, pero el resultado final decepciona.

Las dispares lecciones que aprendieron Kerouac y Guevara en aquellos viajes son las que convierten a Diarios de Motocicleta en una película inmensamente superior a On the Road. O lo que es lo mismo, las diferencias entre norte y sur, entre ricos y pobres, entre una juventud desarraigada y una juventud comprometida. Mientras que Kerouac huía de una sociedad que repudiaba, sustituyendo los valores tradicionales por sexo y drogas como método para rellenar su vacío existencial, Guevara tomaba conciencia de la terrible pobreza existente a su alrededor. En definitiva, Diarios de Motocicleta posee el alma y la poesía de la que carece On the Road.

El viaje de Kerouac a México es una buena muestra de las mencionadas diferencias entre el norte y el sur del continente americano. Mientras los jóvenes norteamericanos disfrutan de la música, el alcohol, el sexo y las drogas como forma de evasión, los mexicanos se lo ofrecen con el único objetivo de sobrevivir. Salles no es capaz de dar empaque a la liberación espiritual que nos dejó en herencia aquella ‘generación beat’, a través de estos jóvenes perdidos en una carretera sin horizonte.
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6
5 de abril de 2013
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine argentino nos tiene malacostumbrados. Cada vez que aterriza en las carteleras españolas una nueva película con la albiceleste por bandera, esperamos una gran obra. Si a esto le añadimos a Ricardo Darín como protagonista, a priori tenemos todos los ingredientes para ser testigos de una nueva muestra del buen hacer cinematográfico de los argentinos. En esta ocasión no conviene echar las campanas al vuelo, porque Tesis sobre un Homicidio está lejos del nivel artístico alcanzado por Nueve Reinas, El Hijo de la Novia y El Secreto de sus Ojos, el particular triunvirato ‘dariniano’.

Gonzalo (Alberto Ammán), un estudiante procedente de España, intenta demostrar a Roberto (Ricardo Darín), su profesor de Derecho Penal, que el azar puede ser determinante a la hora de impartir justicia. El problema es que para eso los aficionados al cine tenemos a Woody Allen, que hizo unos soberbios tratados sobre el tema en Delitos y Faltas y Match Point con Dostoievski como aliado. La obsesión del profesor alcanzará niveles de paranoia, pero esa inquietud no se contagia en ningún momento al espectador con lo que la ‘hitchcockiana’ intriga propuesta pierde fuerza.
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7
27 de marzo de 2013
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que tienen todos los ingredientes para atrapar a crítica y público, pero acaban pasando desapercibidas. Eso es lo que ha ocurrido con Grandes Esperanzas, la enésima adaptación del clásico de Dickens. Mike Newell, un director tan competente como poco brillante, es incapaz de insuflar vida al relato y aportar algo nuevo. La anterior versión cinematográfica, realizada por Alfonso Cuarón en 1998, al menos ofrecía una nueva perspectiva situando la acción en el presente.

En el cine actual proliferan los remakes y las adaptaciones literarias, sinónimo de la falta de ideas de la industria. Para colmo se arriesgan a despertar comparaciones que no pueden resistir. En 1946, uno de los mejores directores de la historia, David Lean, rodaba su propia versión de Grandes Esperanzas (titulada en España Cadenas Rotas). Intentar igualar la maestría del creador de Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago es un atrevimiento casi kamikaze.

El universo de Dickens es tan rico que el cine bebe de sus fuentes una y otra vez. Uno de los últimos en atreverse fue Roman Polanski con su infravalorada Oliver Twist. El director polaco supo darle su particular toque malsano, creando una película poco apta para la ‘disneyana’ infancia actual. En Grandes Esperanzas, la magnífica fotografía de John Mathieson atrapa el estilo gótico de Dickens, pero Newell no consigue ser todo lo siniestro que debería.
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