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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.176
Críticas ordenadas por utilidad
5
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En efecto. Aquí tenemos un incendio de proporciones colosales, criminales fugados extremadamente violentos, misteriosas conspiraciones urbanísticas, héroes aguerridos y mujeres duras.
¿Pero qué más podríamos pedir?

Yo desde luego nada. Ver "Tormenta de Fuego" es regresar a mis tiempos de prematura preadolescencia; el primer encuentro que tuve con esta película fue en VHS, comprado por mi padre en un todavía abierto videoclub junto con "La Noche de los Tornados". Dos "buenos" títulos que desde luego servían para satisfacer mi ansia por el cine de catástrofes, el cual devoraba entonces sin orden ni concierto, y sin importarme en absoluto la calidad del producto; pues he sido capaz de ver de principio a fin el que nos atañe, y no sólo eso, ¡lo he disfrutado como un enano!
Éste pertenece a una época extinta, los '90, cuando más películas de acción se realizaban y más ruidosas, incongruentes y espectaculares estaban siendo; también coincidió con aquel fugaz instante en que Hollywood apostó de nuevo por las historias con desastres naturales en su epicentro. Dean Semler, legendario por su labor como director de fotografía, fue de esos que probó suerte en la dirección, a ver si lograba el éxito comercial como Jan DeBont; pero sólo realizó dos obras y ninguna de ellas será recordada por su recepción en taquilla. En "Tormenta de Fuego" se puso al frente de un guión que iba a producir Savoy Pictures.

No hubo suerte, la compañía fue a la quiebra y lo escrito por Chris Soth quedó en el limbo hasta que llegó a 20th Century Fox; una de las cosas que distinguieron al libreto fue la cantidad enorme de reescrituras que sufrió (Graham Yost, responsable del de "Speed", contribuyó a ello), incluso mientras se rodaba. Otra decisión "curiosa" de la productora fue fichar de protagonista a Howard M. Long, otrora estrella de football americano de los Raiders; tan claro como que aquí sólo se busca su total lucimiento es la evidencia de lo innecesario que resulta ese prólogo donde se nos mete de cabeza en la acción sin darnos tiempo a pensar qué sucede.
En serio, unos once minutos iniciales que, aparte de mostrar un trabajo de efectos especiales de lo más decente y el esfuerzo de Semler por intentar manejar secuencias de cámara frenéticas, está de más (quizás sí, para exponer la gran labor de esos sacrificados bomberos a la hora de salvar vidas ajenas, pero eso es algo que ya sabíamos); ni siquiera vale como la explicación de qué llevó al personaje de Wynt a lastimarse la pierna...simplemente podríamos quitar esos minutos del montaje y nada malo pasaría. La trama empieza en realidad cuando un asesino sádico y calculador (Shaye) planea una fuga usando de señuelo un incendio cercano al área forestal donde trabajan este Wynt, el protagonista Jesse y sus compañeros.

Este truco de cruzar un violento "thriller" de criminales y una aventura de catástrofes del más clásico orden nos recordará a otros títulos del momento como "Con Air", "Hard Rain" o la primera parte de "U.S. Marshals"; aquí Semler se sirve del no tan utilizado cataclismo forestal para colocar a todos los personajes bajo amenaza, si bien las maniobras del film, como todos los diálogos, caen en lo absurdo y lo no poco risible. Hay un instante, mágico, en que Shaye pretende engañar a Jesse haciéndose pasar por bombero; la expresión de incredulidad de Long es un perfecto reflejo de la del espectador cada vez que somete sus neuronas a esas maniobras y diálogos.
El ex-jugador, tan falto de carisma que cree poderlo compensar con graciosas ocurrencias aquí y allá, se hace pasar por un Stallone o un Van Damme de provincias, y es una buena muestra de lo estereotipado de este catálogo de protagonistas; William Forsythe no deja de ser ese maestro del crimen, elegante y con aptitudes de líder, que se supone lo tiene todo muy bien planeado pero al final nada le sale bien, y la invitada Suzy Amis es el comodín del guión para garantizar la supervivencia del protagonista (qué conveniente que venga de tradición militar y sepa de armas, lucha y medicina, ¿eh?) y de paso proporcionarle un interés romántico.

Lo típico sobresale aquí, en exceso, a veces tan directamente que la trama alcanza niveles de comedia involuntaria del todo deliciosos; hay que rendirse ante lo evidente: esto no es más que un producto de consumo y evacuación rápidos, muy hija de su tiempo, distinguida por su acción incoherente y sin frenos y efectos especiales espectaculares (bueno, son sólo justitos pero no desmerecen en absoluto). En mi opinión he de decir que logra entretenerme incluso con más eficacia que "Pánico en el Túnel", la cual hacía por explotar sin éxito su vena dramática.
Ésta por el contrario no pasa del "action festival" descerebrado y ultraviolento, muy al estilo de DeBont, McTiernan o Simon West; por su parte, el veterano Scott Glenn aparece haciendo casi el mismo personaje que encarnó en "Llamaradas", otro buen referente de la que nos ocupa. Semler lo intentó y fracasó por descontado; su "Tormenta de Fuego" fue más catástrofe en la taquilla que su incendio forestal, y hoy queda como un testigo y paradigma de lo que fue el género en la época.

Y es que ya no se hacen películas de acción tan divertidas y libres de prejuicios, discursos y pretextos inútiles.
Su función, entretener sin la necesidad de pensar, se cumple con creces.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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8
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ultiman las preparaciones para una contienda, la que decida el destino del mundo mágico y de todos los que moran en él.
En Hogwarts va a librarse, como se lleva librando desde hace una década...

Que las películas deberían haberse estrenado en dos partes desde por lo menos "El Cáliz..." es algo con lo que comulgo, debido a la extensión de los libros; nunca se llevó a cabo hasta la última parte, "Las Reliquias...", aun contrariando al productor Heyman. Pero era algo lógico, no sólo maniobra de marketing; la 1.ª entrega suple sus carencias de guión (que mutila, en la costumbre de Kloves, muchas subtramas y personajes y crea nuevos pasajes para acomodar los sucesos a los films previos) con un acercamiento a los protagonistas como nunca y una aventura que va más allá de los muros de Hogwarts.
Casi un año después llega la continuación, que prosigue la historia desde la muerte de un Dobby reaparecido tras ocho años (fatal elección, pero en fin...), con unos Harry, Hermione y Ron unidos en la búsqueda y destrucción de los horcruxes a la vez que se libran tensiones entre ellos. Un buen comienzo el que nos garantiza Yates con el trío infiltrándose en Gringotts, recordando el ataque al Ministerio de la anterior, empleando de nuevo el engaño (espléndida Helena B. Carter interpretando a su Bellatrix como Hermione) y desatando la acción entre interiores oscuros y agobiantes, para culminarlo con una salida espectacular a lomos de un dragón dejando claro los épicos tonos que se alcanzarán aquí.

También marca su desemejanza con la 1.ª parte, narrada cual "road movie" en escenarios abiertos, a partir de que los héroes reciban el legado de Doumbledore, y huyendo éstos sin descanso de sus perseguidores, un periplo que sin duda nos recuerda al de Frodo y Sam en "El Señor de los Anillos"; y aquí, como en el relato de Tolkien, se empiezan a fraguar los principios de una batalla colosal entre los magos de Hogwarts y los de Voldemort, sustituyendo el castillo a la torre de Sauron. Yates apunta a nuestras emociones al rescatar a los actores, adultos y jóvenes, que habían quedado relegados, incluso sin aparecer desde varias películas atrás.
También se recupera el espíritu de "La Orden...", con todos los alumnos y maestros unidos contra varios enemigos: el poder fascista y corrupto del Ministerio, la toma ilegal de su sagrado colegio y las fuerzas del Mal que representa Voldemort para seguir preservando la luz en su mundo mágico. Mientras el fan no puede para de contar los minutos que faltan para el tan esperado enfrentamiento (me cuento en esa lista), Kloves desvela poco a poco las intrigas referentes al pasado de Harry y su conexión (inesperada) con Voldemort además del papel esencial que toma Snape en todo ello.

Escudriñar en el pasado nos lleva a un momento que (si bien necesita de mucha profundización en pantalla) podría servir para un "spin-off" de la saga, y son las memorias del profesor y cómo la fatalidad del destino (Rowling es corrosiva en su determinismo) le llevó a apartarse de la futura madre de Harry y amor de su vida (eso sí, no perdono que aparezca una Lilly pequeña de ojos marrones...); los mazazos emocionales que logran el cineasta y sus actores acaban resultando muy efectivos, pues eso es lo que desea imprimir a esta última parte.
Sensaciones dramáticas en todo su sobreexceso sentimental y representación grandiosa de la épica, por ilógica que sea; ni que decir del gran despliegue de medios y efectos que se prolongan nada menos que una hora y media, sin pausa, sin dar un respiro al espectador entre explosiones por doquier, frenesí arrollador y cámaras imparables, salvo por ciertos instantes trágicos y el pasaje-"flashback" antes mencionado (que, además de ese momento junto a Harry y Doumbledore, plenamente onírico, abren el film, de tan escabrosos y ásperos tonos, hacia registros sensibles de gran peso psicológico y conmovedores en su factura).

Poco hay para cuestionar ya a unos jóvenes que llevaban inmersos tantos años en sus álter-egos; no sólo Radcliffe, Grint y Watson alcanzan la madurez interpretativa por la que tan a pulso estuvieron luchando, también esos Tom Felton, Bonnie Wright (a pesar de que Ginny es defenestrada en los films), James y Oliver Phelps, Evanna Lynch, Devon Murray o un Matthew Lewis cuyo Neville nos honra con un heróico discurso para hacer clamar a las masas, además de sobresalir los siempre maravillosos Fiennes, Smith, Gambon, B. Carter, Coltrane, Oldman, Geraldine Somerville y sobre todo Rickman, quien lleva casi todo el peso dramático de la historia sobre sus hombros (una familia de grandes actores, desde luego).
Esta 2.ª parte, y con muchos fanáticos quejándose de las partes omitidas y cambiadas y personajes olvidados de la novela (eso es cierto...¿qué pasó con Remus y Tonks?, ¿o George?), causó una histeria aún mayor que su antecesora, convirtiéndose, y es algo que sigue muy fresco en mi memoria, en el gran acontecimiento de aquel verano de 2.011, vivido con alegría pero también con tristeza pues hasta aquí llegaron las peripecias de nuestro querido trío de magos y sus amigos. No voy a esconder la emoción que me produjo, claro; yo asistí en Noviembre de 2.001 al estreno de "La Piedra Filosofal", con 8 años...y una década más tarde estaba en el mismo cine preparado para el final...

Así fue como oficialmente acabó nuestra infancia, dando el tan necesario paso a la madurez, al mismo tiempo que nuestros héroes. Sin embargo, aun con el transcurso del tiempo, siempre podremos seguir regresando a ese andén 9¾ y volver a tomar el expreso a Hogwarts, que como dijo Rowling "seguirá eternamente teniendo sus puertas abiertas para nosotros".
La próxima vez que lo hagamos quizás sea con nuestros hijos, para reencontrarnos en ese universo tan fascinante al que un día nos dejamos arrastrar, por eso que no se halla en el mundo real y que llamamos MAGIA...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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9
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El momento ha llegado. Hemos estado esperando casi una década, pero por fin nuestros tres héroes se disponen a acabar con Voldemort.
Empieza un largo viaje, de amenazas y traiciones, de tristeza y horror...

Tras diez años escribiendo sobre las aventuras del mago, Rowling decidió que ya debían concluir, como tributo a la serie misma; "The Deathly Hallows" provocó la consabida expectación y dejó a todos satisfechos, incluido a la autora. Mientras tanto estaba siendo adaptada "La Orden...", mutilando el libro y convirtiéndose curiosamente en uno de los mejores films de la saga. Por primera vez Warner desea dividir la novela, con menos páginas, en dos partes, algo desaprobado por David Heyman; sin duda una sabia decisión (que debería haberse hecho desde "El Cáliz..."), pues de estrenar una película única muchos detalles se habrían perdido.
Ahora vamos a seguir de cerca los sucesos del final de "El Príncipe...". El mundo mágico que conocimos ya está hecho pedazos y Kloves y Yates, inventándose y cambiando muchas cosas del inicio, saben que sólo quedan tiempos de oscuridad y tinieblas; que "Las Reliquias..." empiece con los protagonistas abandonando sus hogares y a sus seres queridos mientras la secta de Voldemort prepara su enfrentamiento final es una clara muestra del definitivo paso de madurez dado y de que aquí se apuesta, además de por la dinamitación de la inocencia y la forzada nostalgia, por la invasión del horror al mundo real desde el mundo alternativo, que es el mágico, y la crítica corrosiva al poder fascista y corrupto del Gobierno.

Ese Gobierno, aquí figurado como el Ministerio, que desea (cuales nazis del mundo mágico) una sociedad de hechiceros no mestizos y despiadados, incitando a la violencia y a la caza de brujas (literalmente). Una trepidante huida inicial con Harry dividido en un grupo de siete de sus amigos gracias a la pócima multijugos (impagable momento para Radcliffe) diluye la tensión con la (inesperada) boda de Fleur y el hermano de Ron (lo cual ya sucedía antes), comiéndonos algunas incoherencias argumentales y otra vez apareciendo secundarios en breves y desaprovechados cameos; pero no tardamos en ponernos en marcha cuando la ceremonia es atacada.
Y aquí empieza la aventura. Sin saber cómo llegar a ellos, Harry se dirige a destruir los horcruxes que contienen el alma de Voldemort, junto a Ron y Hermione; aunque emergen ciertas subtramas, Yates se olvida prácticamente de todos los demás personajes y se centra en su largo peregrinaje, que mucho se asemeja al del "Señor de los Anillos", empezando por un ataque al Ministerio, espléndidamente narrado y filmado y donde por primera y última vez aparecerán genuinas muestras de humor en el film, así como espacios cerrados, que luego se abren hacia vastos páramos y paisajes, de los cuales el director, Eduardo Serra y Stuart Craig aprovechan su belleza natural para acentuar la carga dramática.

Radcliffe, Grint y Watson comprenden a sus personajes y ahora los interpretan desde sus entrañas; perdidos entre la nada y ninguna parte, agotados y desquiciados, sucumbiendo a una progresiva locura interior, estos Harry, Ron y Hermione son ya adultos que temen por sus vidas, las de sus amigos y familiares en un mundo que se desangra con la llegada del Mal encarnado. Ahora se ven en auténticos conflictos emocionales, que les desgarran y debilitan, poniendo a prueba su amistad inquebrantable; el director, en estos "impasses", se acerca a su intimidad como nunca y les concede esenciales pausas dramáticas. El trío de actores se desborda en su actuación.
Al mismo tiempo se utilizan referencias a la propia saga (trayendo de nuevo la nostalgia al público) y se sigue escudriñando en el pasado de Harry y otros personajes, todos ellos conectados por la fatalidad del destino, si bien sus tramas (en especial las concernientes a Dumbledore) se reducen y se modifican para no romper la coherencia con las películas previas (lo cual ocurre de todas formas). Hechos pasados en los que se investiga por la única finalidad, o al menos eso hace Kloves, de llegar (tirando de no pocos "deus ex machina" en su guión) hasta los diversos horcruxes, punto motivador de la acción y los grandes enfrentamientos.

Olvidado el mítico castillo de Hogwarts, destacan el que tiene lugar dentro de la mansión de los Malfoy (donde Yates desata en interiores mohosos y asfixiantes un frenesí descontrolado de cruda violencia (¿cómo olvidar la tortura de Bellatrix a Hermione?), aunque su apego por las florituras estéticas y sus imparables movimientos de cámara, típicamente contemporáneos, pongan bastante de los nervios) y en la casa de Lovegood. No obstante, si hay un tramo que merezca recordarse como uno de los más brillantes de toda la saga es la historia independiente del cuento de "Los Tres Hermanos".
Narrado a la perfección por Watson, se brinda un maravilloso homenaje al folklore gótico y al espíritu de los hermanos Grimm, S. Lewis y Sjöström, mientras el estilo visual de Ben Hibon y la compañía Framestore, bellísimo en su inquietante lirismo y uso de los movimientos en su teatro de sombras, hace honor al fascinante universo de la maestra de la animación Charlotte Reiniger; sólo por este momento memorable, necesario en el argumento y de gran significado emocional y espiritual, "Las Reliquias..." puede considerarse por encima de casi todos sus antecesores, pese al gran desaprovechamiento de los elfos Kreacher y Dobby (quien regresa por arte de magia, nunca mejor dicho, tras ocho años de ausencia...).

Era de esperar que, pese a un inicial descontento de los fans por esa división cinematográfica del libro, la película arrasara en medio Mundo, alegando muchos que era una de las más perfectas adaptaciones de la serie, en lo cual, perdonando todos los errores del guión, estoy de acuerdo.
Lo único que quedaba era aguardar la apoteósica y deseada batalla final, que habría de llegar casi un año después...
Chris Jiménez
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6
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una maestra, confiada e idealista, acepta un nuevo trabajo en un centro, pero no sabe que está a punto de verse envuelta en una auténtica batalla.
Y parece ser la única que sabe que a veces los modales y la disciplina no lo son todo...

Una historia de este estilo no podía ser llevada al cine de mejor manera que estando realizada por Hiroshi Shimizu, quien se prepara para iniciarse en unos '40 un tanto agitados para su carrera; mientras Japón se apodera de Indochina, el Estado controla la fabricación de películas, la participación en el esfuerzo de la guerra se impone a los directores y el órgano superior del control de la prensa, la radio y el cine prohíbe tratar la libertad y el individualismo, el nativo de Shizuoka se sale por la tangente con sus audaces apuestas y es el más respetado de los miembros de Shochiku.
Sobrevive al nacionalismo conquistador en un país al que le falta muy poco para lanzarse a la yugular de Norteamérica; su primer proyecto de ese 1.940 está de nuevo enfocado en el mundo de la enseñanza, lugar predilecto para él, y consiste en adaptar la novela "Nobuko" publicada sólo dos años antes por el autor Toyoo Iwata, hombre muy centrado en la actualidad de su sociedad y genio de la sátira costumbrista, sin embargo considerada por muchos como una simple versión torcida de la celebérrima "Botchan", ya también trasladada a la gran pantalla. La obra del primero, por otra parte, deja de lado el humor socarrón del que se servía Natsume Soseki.

Los paralelismos están ahí. Mientras su protagonista era un profesor de Tokyo que llegaba con toda su arrogancia y poca vergüenza a la zona rural de Shikoku, donde desataba la hostilidad con sus gentes y sus alumnos, Nobuko, pleno reverso, es una pueblerina que se aventura a dar clases en un centro exclusivamente femenino, mientras el sentimiento militar y disciplinario que se vive en el país parece contagiar las reglas tan concretas y no poco estrictas a las que es sometida (particularmente incómoda resulta la fijación con su acento, que debe esconder para no destacar entre el colectivo y mimetizarse como es debido con los demás miembros del profesorado).
Destaca sobre todo cómo afectan a esta mujer, interpretada con firmeza y entusiasmo por la olvidada Mieko Takamine, que se pretende una señorita de ciudad con sus ropas al estilo occidental, pero aquí las apariencias y la realidad estarán jugando siempre un importante papel; el primer conflicto surge con sus maneras liberales, corregidas por la directora, que no puede tolerar ver a una maestra residiendo en la casa de una geisha (tan solo una familiar), por lo que debe quedarse como interna en el centro (es decir, mezclarse con la masa). Pero los comentarios de índole política y choque de ideologías no van más allá de estas disquisiciones.

Shimizu plantea por entero un drama con sus acostumbrados ribetes íntimos y jamás cayendo en el burdo sentimentalismo; no tarda en aparecer, la base que sostiene al argumento es el cara a cara directo entre Nobuko y la problemática alumna Eiko, caprichosa, malcriada y ansiosa de toda atención. Con todo el coraje del mundo, aquél hace que su protagonista libre una lucha contra las reglas del colegio, se levanta contestataria ante la indiferencia de sus colegas, todo un acto revolucionario que, añadiendo una trifulca con un ladrón que se cuela en el lugar (instante humorístico algo grotesco), acaba ganándose el respeto de todas, así como el recelo de algunas...
La figura de Eiko es la de mayor peso en realidad, pues se irán desvelando verdades sobre ella que poco a poco cambiarán el punto de vista de Nobuko; el que sea hija del hombre que mantiene a la escuela no resulta un problema, pero sí el modo en que la historia intenta justificar su comportamiento desvergonzado, repelente e injusto. Se puede decir que se usa la trampa dramática con una autoconsciencia chirriante y poco creíble para ser el director que es, sin perder de todas formas esa habilidad que le caracteriza para dotar al film de una personalidad honesta y un ritmo fluido gracias a su extremo cuidado en la puesta en escena.

Y esto es algo que brilla tantos en las secuencias en el interior del edificio, más agobiantes, como las que tienen lugar en el exterior, siempre entornos naturales bucólicos magnificados por la preciosa fotografía del maestro Yuharu Atsuta; lastra a la credibilidad del film su intento de convertirse en un puro melodrama a toda costa, revelando el trauma familiar de la alumna problemática para despertar la compasión de los personajes que la rodean y el espectador. Su mensaje acaba siendo muy simplista y el drama, a pesar de que Shimizu se esfuerza en absorbernos en su cariz trágico, no cruza esferas realmente oscuras ni demasiado perturbadoras.
En cuanto a dicho mensaje es dejar prevalecer el afecto y la comprensión por encima de todo, algo que al final, quizás de forma inconsciente, los jóvenes muestran a los adultos, siendo el aprendizaje y la guía algo recíproco; este ideal lo impregna toda la filmografía del cineasta, y lo expondrá de mejor manera en su siguiente trabajo, "La Torre de la Introspección", más rica en cuanto a trama y detalles pero también más inclinada, inevitablemente, hacia los aspectos militaristas y nacionalistas. Tras esa Takamine en su íntegro y conmovedor papel nos deleitamos con algunos famosos rostros femeninos de entonces como los de Choko Iida, Mitsuko Yoshikawa y unas jóvenes Sachiko Mitani y Mitsuko Miura.

Ésta última, haciendo de Eiko, consiguió que un servidor sólo quisiera verla abofeteada hasta perder todos los dientes...hasta que la película impuso sabia y convenientemente la distancia sobre ese sentimiento al desnudar el alma del personaje. Aun así no deja de ser una maniobra un tanto tramposa.
Más de una década después, Kinoshita emplearía un concepto y escenario similares en su aplaudida "Veinticuatro Ojos", cuya protagonista la interpreta otra Takamine (Hideko, en este caso). Pero la de Shimizu llegó antes.
Chris Jiménez
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2
11 de marzo de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mediados de los '80, la resaca de "Porky's" casi se ha pasado después de finiquitarla una tercera parte bastante olvidable, pero eso no significa que la influencia de la obra original no continúe presente.

De hecho las "teen comedies" alocadas que pretenden imitar sus patrones se siguen produciendo como churros, tanto para el cine como para los videoclubs. Yo, un amante confeso de la década y sobre todo de sus comedias, no iba a dejar pasar la oportunidad de ver algo como "Private Resort", si bien ya tenía claro la clase de producto que podría encontrarme...lo que no esperaba es que mis expectativas cayeran tan, tan, tan bajo a cada minuto de metraje que pasaba.
La culpa es de Ben Efraim, responsable de una serie de títulos enfocados al público adolescente con mucho sexo, mucho humor absurdo y el "Private" como título distintivo (la más exitosa "Private Lessons", que tenía a Sylvia Kristel de reclamo). En esta ocasión acuerda con TriStar la distribución y se gasta una cantidad de dinero razonable para ponernos frente de las aventuras de dos colegas, el guay y el tonto, de quienes no sabemos nada cuyo único objetivo es pasar un fin de semana ligando y tomando el sol en un lujoso hotel de Miami: un Rob Morrow antes de su exitazo con "Doctor en Alaska" y un Johnny Depp recién salido de las pesadillas de Freddy Krueger, ambos muy alegres y vivaces.

George Bowers, un editor veterano cuya carrera de cineasta es desconocida, nos pone en el epicentro de las embarazosas situaciones que los chicos viven entre todos los muslos, curvas, traseros y pechos que la cámara se encarga de filmar; para ello añade un puñado de personajes alocados (pero en absoluto simpáticos), destacando un torpe jefe de seguridad, una chiflada que practica una extraña religión o un ladrón de joyas. El guión nos hace creer que este subnormal con la cara descompuesta de Hector Elizondo va a hacer de la trama una intriga con robos y mafiosos de por medio...
Pero en lugar de eso se siguen proponiendo mil y una peripecias con la pareja protagonista corriendo aquí y allá, intentando llevarse alguna chavala a la cama y montando broncas con clientes y trabajadores desquiciados. Lo peor es que, de todas las féminas que por allí pululan, Jack va a dar, muy casualmente, con dos de las que tienen su "importancia" en la flojísima historia del diamante...pero los que escribieron esto no poseían la imaginación suficiente para trazar una estructura ingeniosa y hacer al chaval parte del enredo.

Eso podría haber estado bien, teniendo en cuenta que la chica que se consigue (Karyn O'Brien, un tesoro de muchacha) es la nieta de la anciana a la que le quieren quitar el colgante. Pero no, todo se desbarata en una sucesión de "gags" ejecutados con velocidad y sin gracia, golpes y caídas, coincidencias, salidas y entradas en habitaciones a lo vodevil, y desnudos a manta, con ese humor tan heredado de "Porky's", "Despedida de Soltero" y "Loca Academia de Policía" y sintonizándose con cualquiera de sus imitaciones.
Esto enlaza con el despatarre climático, con el ladrón pegando tiros por todo el hotel persiguiendo a los protagonistas, una oda al sinsentido más esperpéntico y "kitsch" que desde luego sólo podríamos ver en los '80; y a todo esto, cuesta encajar aquí a la explosiva Leslie Easterbrook (con un "look" a lo Sophia Loren que hace caer de espaldas) en un personaje tan idiota y manido después de disfrutar de su dura Debbie Callahan. Para liar más la cosa nos meten a una camarera de la que se enamora el desgraciado de Ben, llevando la película a un punto de ñoñería romántica que no pega ni con cola, y que se supone que me tiene que importar algo...

La verdad es que aquí todo está malísimamente aprovechado y la película se asfixia con esas pequeñas situaciones de enredo que intenta resolver de forma disparatada; ninguna de las subtramas va a ningún sitio, ni los personajes tienen un verdadero papel, amén de que ciertos "gags" se repiten y duran hasta hacer reventar el páncreas del espectador (la pelea en el ascensor entre el peluquero y el jefe de seguridad, o peor: ¡la de la anciana y el ladrón a golpe de karate!).
Siempre se ha dicho que para ver una obra que evidencia mucho el estar realizada en su época se debe hacer con los ojos de un espectador de esa época; yo creo que "Private Resort" es igual de aburrida, confusa e idiota hoy día que cuando se realizó. Lo único que queda es que estos films son absolutamente imposibles de rodar en la actualidad, y de poder disfrutar de tanta chica desnuda o semidesnuda sin necesidad de pretextos, sólo por puro relleno, para calentar al público masculino, y es una impronta que hoy ya no existe y que se agradece recuperar.

Depp y Morrow, avergonzados de verse en él, acordaron destruir cualquier copia si se la encontraban a la venta, en el lugar que fuera.
Pocas veces mis oídos han sido amartillados con tal cantidad de patéticas frases, pero jamás olvidaré una dicha por Jack que me hizo estallar a carcajadas y que espero algún día poder usar: "Que te enseñe el "nana banana"...y vas y te la tiras". Esto ya resume a la perfección el espíritu y la mentalidad de la película...
Chris Jiménez
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