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Críticas de Vagabundoespiritual
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Críticas 82
Críticas ordenadas por utilidad
5
29 de septiembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Windmill Massacre es un slasher holandés que bebe directamente de los esquemas clásicos del slasher ochentero. La película no es muy original ni renueva el género mencionado, pero si utiliza todos sus elementos a la perfección para mantenernos enganchados a la pantalla durante casi hora y media (que no es poco viendo los productos que suelen realizarse).

En The Windmill Massacre un grupo heterogéneo de extranjeros que se encuentran en Ámsterdam, y que comparten sin saber todos ellos un pasado turbulento, recorren la campiña holandesa en un autobús turístico. Cuando el vehículo se para en mitad de la nada, los integrantes del viaje serán perseguidos por un molinero cuya leyenda dice que es el encargado de portar a los pecadores hasta el mismo averno para que expíen por sus vilezas.

Tras una rápida presentación de los personajes y contextualización de la historia, presenciamos un asedio letal por parte del molinero infernal hacia nuestros protagonistas con las dosis adecuadas de sangre y mala leche (aunque a un servidor le habría gustado algo más de visceralidad) que no cesará hasta el término de la cinta.

La película de Nick Jongerius, que hace las funciones de guionista, director y productor, y que es responsable de un buen puñado de films y cortos de terror en Holanda (entre las que se encuentra la interesante Frankenstein’s Army) tiene una buena factura técnica, un ritmo endiablado gracias a un montaje muy acertado y unas actuaciones correctas para este tipo de producto, que consiguen que la película no decaiga en ningún instante pese a que sigue las claves (que todos nos sabemos de memoria) del slasher a pies juntillas.

The Windmill Massacre presenta una influencia bestial (y no lo oculta) tanto en el aspecto argumental como en algunas soluciones visuales del fantástico clásico del maestro Wes Craven: A Nightmare on Elm Street, pero pese a ello es un entretenido y vistoso slasher con un personaje central, el molinero, que si la cosa funciona veremos muy probablemente en sucesivas entregas. Tal vez estemos presenciando la primera de las crónicas del Freddy Krueger holandés.
Vagabundoespiritual
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10
8 de junio de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Freaks, aquí titulada La Parada De Los Monstruos, es una película que desde el día de su estreno en 1932 se ha englobado en el género de terror, pero esta deslumbrante obra fílmica va mucho más allá, trascendiendo cualquier encorsetamiento genérico, para convertirse al mismo tiempo en un desgarrador drama, una historia conmovedora de amor, un enaltecimiento de la amistad verdadera, una denuncia de los prejuicios morales y un estudio de la estética de la fealdad. Por desgracia, nada de eso contemplaron los primeros asistentes a su proyección, gente de una sociedad que no estaba preparada para contemplar algo tan insólito, y que sólo fueron capaces de quedarse con sus perturbadoras y abyectas imágenes (incluso hoy día, más de uno, considerará su visionado espantoso) que provocaron tal escándalo que el film fue retirado de las salas de cine, repudiado por su propia productora, MGM, convirtiéndose en un sonado fracaso económico y una estocada casi mortal para la carrera de su autor.

En 1931, Tod Browning, en la cima de su carrera tras el notable éxito de Drácula, se decantó por llevar al cine una versión del relato Spurs escrito por Tod Robbins, que le recomendó su amigo Harry Earles, que acabaría protagonizando la versión cinematográfica, encarnando a Hans.

El relato contaba la historia de una hermosa y pérfida acróbata que ayudada por su amante, el forzudo del circo, intenta engañar y apoderarse del dinero del enano de la función, cayendo sobre ellos una venganza ejemplar perpetrada por el propio enano y ayudado por el resto de “monstruos”. El relato entusiasmó a Browning, que veía una nueva oportunidad de acercarse al apasionante mundo de los espectáculos circenses, que ya había tratado en: El Trío Fantástico o Garras Humanas, y en los que había trabajado siendo un adolescente y tanto le marcó.

Sin utilizar trucos de maquillaje, salvo en el asombroso desenlace, y utilizando a seres deformes y con discapacidades mentales, entre los freaks de la película encontramos a los enanos Hans y Frieda (hermanos en la vida real), la mujer barbuda, las gemelas siamesas, el hombre gusano, el hombre esqueleto, el hermafrodita o los microcéfalos. Tod Browning tuvo que lidiar con la negativa en la participación en la película de muchos actores de Hollywood y con innumerables problemas de producción debido a que muchos de los técnicos del film no querían estar junto a ellos.

Todos estos freaks que se nos presentan como abominaciones de la naturaleza en el inicio de la película por un presentador de feria, son mostrados por Tod Browning como seres alegres, joviales, indefensos, con anhelos, ávidos de cariño y ternura, así como llenos de dudas y miedos. En un acierto asombroso, tremendamente novedoso y rompedor para la época (y hasta me atrevería a decir que hoy día), estos seres se nos revelan como cualquier otra persona, y no como monstruos horripilantes. Su aberrante anomalía queda diluida ante la naturalidad de su quehacer diario y sus relaciones en las caravanas situadas en la trastienda del circo. Haciendo que planee en nosotros una importante cuestión: ¿Qué es lo que nos convierte realmente en monstruos?

La labor de Tod Browning es en todo momento brillante, consiguiendo introducir a los espectadores, de forma natural, como miembros de ese asombroso circo, y a pesar de no ser un virtuoso de la narrativa cinematográfica, no disponer de los medios de los que disponían otros compañeros de profesión, ni contar con un elenco de estrellas de primer nivel, consigue generar tal grado de tensión, malestar y mal rollo a la par que magnetismo poético de lo grotesco y la fealdad, que al finalizar los fascinantes 60 minutos que hoy día quedan de la cinta, estamos exhaustos y sobrecogidos ante lo que acabamos de presenciar. Lamentablemente, la versión que hoy día podemos contemplar está mutilada y con un epílogo impostado, que los productores consideraron más adecuado, ya que endulzaba de alguna forma el contundente, vengativo y atroz final original.

La esencia de esta obra inmortal, que ha influido en numerosos cineastas, desde Hitchcock o Buñuel a David Lynch, Tim Burton o Rob Zombie, está tan vigente, o más, que el día de su estreno. En un mundo donde prima la belleza estética sobre la valía personal, donde el adorno y la pose se han convertido en más importante que la esencia, donde los valores morales brillan por su ausencia, donde el engaño está a la orden del día y las referencias culturales y sociales se han desvirtuado, un cuento de terror y moral como Freaks, rara avis irrepetible, es totalmente necesaria y reivindicable.

¡Gracias señor Browning por brindarnos esta joya del séptimo arte!
Vagabundoespiritual
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8
24 de noviembre de 2013
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Repulsión, el incómodo segundo film del genial Roman Polanski, después de su interesante, prometedor y turbador debut con El Cuchillo en el Agua, es una vuelta de turca más sobre las obsesiones de este cineasta que termina de poner los cimientos de ese sello tan personal e inconfundible, cuyas máximas señas de identidad son atmósferas sórdidas y claustrofóbicas, ambientes enfermizos, personajes desequilibrados y humor negro, envuelto en una cuidadísima ambientación y una dirección precisa y elegante que se recrea en los detalles pero sin olvidar nunca la panorámica general del relato.

Polanski, con esta cinta a mitad de camino entre el drama psicológico y el cine inquietante con dosis elevadas de terror esquizoide, consigue atemorizarnos decantándose por la vertiente más terriblemente veraz del relato. Lo que asusta es la profunda autenticidad de la insania de lo mostrado, la seguridad que tenemos que ese ser inestable de apariencia angelical no es fruto de la imaginación del autor de la obra, sino el retrato fidedigno de cualquiera de los conciudadanos que todos los días conviven con nosotros. ¡Qué natural, cotidiano y tangible se percibe cuanto acontece! Desde esos obreros de la calle que devoran con la mirada a Carol (Catherine Deneuve) hasta la sangre oscura y viscosa de la carne cercenada por el filo de una navaja de afeitar, y todo ello pese al despliegue de metáforas, símbolos y texturas que contiene el film (un conejo despellejado pudriéndose al aire, patatas que echan raíces, asfaltos y paredes que se resquebrajan, sábanas revueltas en una cama por la mañana, una “fálica” navaja de afeitar o una banda de músicos callejeros que enfatizan lo teatral y grotesco que resulta todo, la vida, al final), que en otras manos podría habernos sacado de la historia, resultando todo impostado.

El despliegue mostrado en la realización por parte de Polanski es asombroso, siendo capaz de convertir un sombrío apartamento londinense, donde transcurre la mayor parte del metraje, en la materialización de la prisión sórdida y opresiva que es la mente de Carol. Un intelecto repleto de pasadizos amenazantes y fragilidad extrema, que se agrieta como si un terremoto lo sacudiera, a golpe de embestidas de un violador nocturno deshumanizado. Pero además, Polanski consigue algo insólito, nos sitúa en el centro del huracán y nos hace ser partícipes del deseo y anhelo de posesión de la bella Carol por parte de los hombres y al mismo tiempo nos provoca arcadas con las intenciones lascivas de algunos personajes (el casero Landford, interpretado por Patric Wymark).

Para mostrar lo mencionado se echa mano de un arsenal de recursos cinematográficos, donde sobresale una magistral fotografía en blanco y negro, fría y cortante, que hace un uso asombroso de las sombras, creando situaciones pasadillescas y alucinógenas de gran calado gracias a unos encuadres y distorsiones angulares muy pensadas y elaboradas, combinado con un empleo inteligente de la banda sonora, y no sólo de la partitura sino más bien de los sonidos y efectos que inundan y matizan cada secuencia. Pocas veces los sonidos del repiqueteo del campanario de un convento, el tic-tac de un reloj, el incesante sonar del timbre de un teléfono, el agónico goteo de un grifo o los gemidos del clímax copulativo han sido tan amenazantes y perturbadores.

Pero nada de lo mencionado tendría sentido sin la asombrosa interpretación de Catherine Deneuve, que se erige como el gran baluarte sobre el que Polanski hace pivotar todo el conjunto. La angustia interior, la mirada perdida, los movimientos lánguidos, la actitud absorta y los largos silencios que convierten a Carol en una joven cuasi catatónica, una verdadera zombi viviente, están expresados de forma alucinante por la actriz francesa, dando todo un recital interpretativo de contención e inexpresividad “llena de matices” que se alían con el magnetismo sexual e hipnótico que Polanski consigue extraerle en cada plano para embelesarnos sin pestañear durante más de 100 minutos. A pesar de que el resto del reparto está también a un gran nivel, sus personajes son un mero pretexto funcional para que la apatía y rutina de Carol desemboquen en estallidos de locura e inhumana furia salvaje.

A pesar de todo, Repulsión no es una película que indague sobre la “psique humana” o los orígenes de las enfermedades mentales, a Polanski no le interesan ni las motivaciones, ni el surgimiento de la paranoia esquizoide en su protagonista, así como tampoco la juzga, simplemente se limita a mostrar una realidad, la realidad de una joven prisionera de sus demonios interiores que acaba realizando los más brutales y atroces actos inimaginables. Y a pesar de lo mucho que se ha escrito sobre el plano final (¡menudos ojos dementes y enajenados!), totalmente abierto a interpretaciones, nunca recibimos respuestas, sólo hechos. Carol es una “zumbada” desde niña, si el motivo es la violación a tierna edad por parte de un miembro de su familia (supuestamente el padre) o nació marcada con el signo de la vesania es algo que cada uno debe decidir.

Yo, en este caso, me decanto por la segunda opción (me resulta aún más terrorífica).
Vagabundoespiritual
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8
22 de junio de 2022
14 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Crimes of the Future es el regreso de David Cronenberg a sus obsesiones orgánicas, las mutaciones y las conspiraciones más perturbadoras y enfermizas. Después de casi 20 años transitando por derroteros narrativos y artísticos tangenciales, aunque sin perder nunca sus señas de identidad, el cineasta canadiense vuelve por los fueros de la Nueva Carne (y en plena forma pese a contar con 79 años).

Crimes of the Future nos cuenta como en un futuro distópico y cuasi-apocalíptico, donde la especie humana está empezando a metamorfosear su estructura biológica, dos artistas de performance, Saul Tenser (Viggo Mortensen) y Caprice (Lea Seydoux), ofrecen espectáculos vanguardistas clandestinos de “transhumanismo” a espectadores adictos y deseosos de ver cómo algunas personas tienen la capacidad de generar cambios corporales. Todo ello en una situación paranoide donde confluyen grupos gubernamentales que tratan de detener estas manifestaciones meta-humanas y grupos subversivos al poder que tratan de revelar el verdadero “Nuevo Orden Cárnico” mundial. Puro regocijo estilo Cronenberg aderezado de pinceladas de J.G. Ballard, Chuck Palahniuk o Hubert Selby, Jr.

El delirio argumental, con cierta estructura narrativa que puede recordar al cine negro en algunos pasajes, es la gran excusa de Cronenberg para hablar de forma metafórica de la sociedad actual (como siempre ha hecho). Del impacto de los desastres ecológicos en el planeta, del imparable avance tecnológico y sus posibles consecuencias en la mente humana, de la pérdida de valores éticos y morales de la sociedad, del vacío existencial de nuestras vidas y de la banalidad y estulticia en la que algunos convierten el arte. Una amalgama de ideas que se yuxtaponen y entrelazan en diferentes capas cual nervios, órganos, sangre y pus. Una cinta compleja y oscura que requerirá de varios visionados para disfrutarla en su plenitud.

Deleitará sobremanera a los fans de la primera etapa del director y dejará frío o repelerá a quien no comulgue con estas propuestas más radicales y transgresoras. De lo que no hay duda es de la calidad técnica y artística del film. La dirección artística es minimalista e inquietante representando un mundo decadente y en descomposición a la par que ultra tecnológico, la fotografía es asombrosa y le confiere un halo de ensoñación lisérgica a la historia y el montaje es de una precisión quirúrgica absoluta que no te permite parpadear, y todo ello envuelto en una de las mejores partituras compuestas por Howard Shore. En cuanto a los actores, se nota que están entregados al proyecto y no dudan en lanzarse al vacío y seguir las indicaciones del demiurgo canadiense. Estando todos intérpretes soberbios, destacaría al trio protagonista: Viggo Mortensen, Lea Seydoux y Kristen Steward.

En definitiva, Crimes of the Future es una joya adictiva, hipnótica, oscura, transgresora y perversa que nos atrapa en sus 107 minutos de duración y nos acompañará mucho tiempo después de finalizada su proyección. Tal vez no sea todo lo extrema que a muchos nos habría gustado pero este regreso a la Nueva Carne es un plato exquisito que nos regala un puñado de escenas siniestras e inquietantes que se grabarán en nuestra mente como si de un tatuaje se tratara. Por desgracia, no es apta ni recomendable para todos los paladares.
Vagabundoespiritual
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8
31 de enero de 2010
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Tierra Hostil (The Hurt Locker), es la historia de un grupo de personas que pertenecen al cuerpo de élite de artificieros del ejército estadounidense y desarrollan su trabajo en las calles de Bagdad después del derrocamiento de Sadam. Esta premisa (desarrollada por el guión de Mark Boal) sirve a Kathryn Bigelow para realizar un thriller que se desarrolla en un ambiente post-bélico de un realismo atroz.

Con una realización portentosa, que pone de manifiesto la maestría para las escenas de acción de esta realizadora (como ya demostró en “Le Llamaban Bodhi” y “Días Extraños”), nos vemos inmersos en la locura y sin sentido de la guerra bajo la óptica de unos especialistas en desactivar bombas (cuyo rutinario trabajo es “a vida o muerte” bajo la mirada indiferente de los ciudadanos invadidos) y cómo esta gente se enfrenta a la rutina de exponerse a la muerte de diferentes formas. Para algunos es una obsesión que no les deja vivir, para otros es un trabajo que debe hacerse lo mejor posible y para algunos es toda una forma de vida en la que las descargas de adrenalina lo son todo.

Es aquí donde radica la grandeza de la película, ya que en el fondo, lo que esta plantea es el vacío que para alguno de estos tipos es la vida sin esos “subidones”. Magnífica la escena en la que uno de los personajes es incapaz de tomar una decisión intrascendente de la vida cotidiana (como es comprar unos cereales) cuando vemos que es capaz de decidir en segundos sobre actos que pueden costarle la existencia.

A pesar de contar con una realización vigorosa y enérgica (esplendida la escena del francotirador del desierto, a pesar de que podrá llegar a crispar a los que gustan de los tiroteos “espídicos”), una ambientación inmejorable y unas actuaciones correctas (donde es fácil creerse a los personajes que vemos en pantalla), la película no roza la grandeza de la maestría por culpa de un guión que no termina de engranar el devenir de los acontecimientos que vemos, y resuelve el día a día con la mera reiteración de acciones.
Vagabundoespiritual
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