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España España · Granada
Críticas de Kikivall
Críticas 1.986
Críticas ordenadas por utilidad
8
1 de mayo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No puedo olvidar una apacible tarde entrando la primavera en Salamanca. Habíamos salido de un examen y junto a mi amiga Teresita nos dispusimos a ir al maravilloso cine Gran Vía, cine grandioso y confortable, con una selección de películas en aquellos años setenta sensacional. Pues sí: derechitos a ver el estreno en España del ‘Casanova’ de Fellini.

Los recuerdos entrañables y la simpática compañía de mi amiga de curso y carrera se mezclan con esta obra en la que Federico Fellini consigue una construir una interesante cinta un poco loca, colorista, vestuario y puesta en escena genial, amén de una maravillosa, hermosa y enigmática música de Nino Rota, sobre la vida (y obras, por decir algo), del mítico seductor Giacomo Casanova y sus aventuras e historias de amor sin fin. Las va contando Casanova cuando ya es viejo, está solo y alberga pocas esperanzas para su inmediato porvenir.

Desde que vi este film, cada vez que alguna obra musical o literaria, como sus memorias completas publicadas no hace mucho, aluden al personaje de Casanova, inconscientemente le pongo la cara de Donald Sutherland que hace en esta cinta una genial y creíble recreación. Gran interpretación, pues, de Sutherland con elementos de divertimento, espectacularidad y altas dosis de amargura.

Película que se nutre de un interminable encadenamiento de escenarios fantásticos que van llevando a Casanova en el compás de un mundo onírico que Fellini, con su maestría, envuelve en luces, colores e imágenes; todo un escenario barroco y visual plagado de temas sexuales como el voyerismo, la masturbación, el exhibicionismo, la lujuria, la gula, etc. La versión felliniesca de Casanova es encarnizada y de un patetismo sin opción a la manumisión de parte del personaje, amén de grotesca, burlesca y sarcástica.

Película que deviene sueño, producción delirante en torno al seductor veneciano. Una cinta triste y llena de desencanto de alguien que va por Europa de corte en corte haciendo de su vida un teatro de sexo y decadencia.
Kikivall
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7
16 de marzo de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este film cuenta un hecho real ocurrido en la pobre Irlanda de los años cincuenta a Philomena Lee, una mujer irlandesa que, tras quedarse embarazada cuando era una adolescente, se vio obligada a dar a su hijo en adopción. Y la colaboración de un periodista por desvelar el drama de la trata de niños robados.

Philomena es una buena película, puro melodrama que no pierde sin embargo la compostura. Se trata de una cinta cargada de emoción y conmoción, pero sin llegar al arrebato o la extralimitación. De ello se encarga una excelente dirección del británico Stephen Frears que maneja la sutileza, que sabe medir las emociones y los tempos a fin de agradar con el nivel suficiente de indignación y alguna lágrima, pero moviéndose en los límites de lo enternecedor y no del lacrimeo sin sentido. Tiene un guión sutil y perceptivo de Steve Coogan y Jeff Pope basado en la obra de Martin Sixsmith, a la sazón uno de los protagonistas de la historia. Acompañan muy bien la película la música de Alexandre Desplat y la excelente fotografía de Robbie Ryan.

En cuanto al reparto tenemos a Judi Denchque hace una magnífica interpretación capaz de transmitir en su personaje sensaciones de bondad, de comprensión; una mujer sin maldad, egoísmo en un personaje femenino donde se nos brinda una lección de lo que significa el perdón como medio de encontrarse bien con uno mismo. Ya es hora de buenos sentimientos en las pelis de hoy donde predomina la violencia y la barbarie. Y la Dench está inconmensurable en este papel memorable cargado de indulgencia, de drama, también de remordimiento y pesadumbre vital, pero podremos sentir al verla que empatizamos con ella, que en sus gestos y en sus diversas expresiones, el personaje es capaz de descubrir las mejores cualidades de una mujer sencilla. Como contraparte, Steve Coogan interpreta a Martin, un escritor y periodista con problemas en su trabajo que la acompaña a fin de escribir una historia humanitaria para su periódico. Su rol es el de un hombre sensible y afable que busca esencialmente los recovecos oscuros y la verdad de la historia de cuanto ha ocurrido en la trata de niños de Irlanda a EE.UU. Muy bien por Coogan que logra estar a la altura de las circunstancias consiguiendo el nivel y dando la réplica a Judi Dench. Además hay compenetración entre ambos, actor y actriz.

Resumiendo, recomiendo esta obra por una dirección muy estimable, por un guión, música y fotografía sobresalientes; pero sobre todo porque cuenta una historia dramática desde una óptica bondadosa, en lo cual colaboran sin duda los trabajos de sus dos principales actores: Dench y Coogan.
Kikivall
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8
8 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran Vía de Salamanca, tarde noche de enorme frío, tras un día pesado de clases teóricas y prácticas y en el camino de vuelta a casa, ya cerca de la Alamedilla y de mi calle Campoamor donde vivía como estudiante de Psicología, vi anunciada en el cine Gran Vía esta película, de la que incluso ya habíamos hablado en clase. Compré la entrada y me dispuse a visionarla.

El protagonista del film es Randle McMurphy (Jack Nicholson), un hombre con algún leve delito a las espaldas, nada grave, que es recluido en un Centro psiquiátrico. Randle es sobre todo una persona libre y alegre que vive la vida a su aire. Sus comportamientos traviesos y discordantes sintonizan con los pacientes a los cuales se mete en el bolsillo, y soliviantan al personal de la clínica y particularmente a la estirada enfermera Ratched (Louise Fletcher), a cuyo cargo corre la terapia de grupo de las mañanas.

El estupendo y poco prolífico director checo Milos Forman, con dos Oscar en su haber, acierta de manera sobresaliente en la dirección de este film, adaptación de la novela de título homónimo de Ken Kesey (Oscar mejor guión adaptado).

Es una película buena con mensaje humano, de las que no se olvidan. Acierta Forman (y Kesey, claro) a dar en la diana con un certero disparo al centro de la Psiquiatría más reaccionaria y represora, esa que dispone de la vida de las personas, maniata su libertad, amordaza las ilusiones de los pacientes; y si la cosa se pone difícil, mutila su identidad y autonomía de la manera más expeditiva posible, recurriendo incluso a camisa de fuerza, la cirugía, al electroshock, y otros medios inhumanos.

Además de dirección y guión, un valor principal del film es el magistral y perfecto trabajo de Jack Nicholson (Oscar), toda una fuerza impulsora que encarna a al hombre sociopatilla y risueño que alienta a vivir a sus compañeros de clínica, a romper las cadenas de la disciplina manicomial, algo equivalente a lo que antaño hiciera el celebérrimo médico Pinel. Junto a él, una interpretación gloriosa de Louise Fletcher en el papel de enfermera jefe intransigente y autoritaria que trata a los pacientes de forma alevosamente improcedente (Oscar para ella también). El resto del reparto, igualmente genial: Redfield, Small Lassick y otros. Interpretaciones de gran viveza que dibuja el rostro de tantos enfermos mentales que han sufrido a lo largo de los tiempos el yugo de la dictadura médica y el olvido de la sociedad.

En mi época se convirtió en una cinta icono para todo público amante de la libertad y particularmente para los estudiantes y estudiosos que tuvieran relación con la psicología, la psiquiatría, la enfermería o similares. Una película cargada de radicalidad ideológica gestada en un mundo conservador como Hollywood.

Muy recomendable.
Kikivall
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7
1 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué hermoso cine Bretón de Salamanca. Qué hermosa vida universitaria la mía de aquellos entonces. Por cierto, íbamos al cine un grupo de amigos, una o dos veces en semana. Sin duda, en proporción, el cine era más económico en aquellos años setenta, pues nuestras asignaciones como estudiantes eran exiguas y nos alcanzaba bien para ir al cine. Pero a lo que voy, qué maravilla el “Rollerball” del canadiense Norman Jewison, tan eficaz e intuitivo como siempre, tan artesano y bueno, con una realización de maestro. Gran guión, enorme historia la que escribe William Harrison, y un reparto en el cual sobresale en su mejor momento un sobresaliente James Caan que se salía de la pantalla y de la pista, nunca mejor dicho; sin olvidar a la bellísima Maud Adams.

Y digo nunca mejor dicho porque Rollerbll es un deporte-juego de ficción en el cual, en un ruedo y sobre patines a toda mecha, ayudados por otros participantes en motocicletas que colaboraban a los patinadores a tomar velocidad, donde valía todo, los jugadores se empleaban en introducir una bola de acero lanzada con enorme fuerza mecánica, en una cibernética cesta, que en realidad era un hueco en el lateral de la pista. Mucha violencia, la vida pendiente de un hilo, mucha emoción en la pantalla, los gladiadores del siglo XX en una fábula futurista que cada vez es menos futurista. Sobre todo en la final mundial, cuando no hay tiempo y el enfrentamiento es a vida o muerte, a ver quién sobrevive. Trepidante es poco.

Esta es una cinta fantástica, con abordajes filosóficos y un importante tinte de melancolía. A la vez es una oda a la rebeldía y una apología contra absolutismo. Y defensa de la cultura, los libros, el saber. Esta es una película que en su momento parecía profética –ahora se comprueba en muchos aspectos-, arbitrariamente arrinconada y sin embargo un dilm más que interesante.

Las grandes ciudades tipo megalópolis desplazan a los estados, competiciones deportivas mundiales, grandes corporaciones dominantes, y un descrédito por conocimiento en una sociedad de la imagen. Poblaciones multirraza, hombres al peso, el fin de la espiritualidad, exceso de lujo y dispendio, esnobismo en el arte, ostentación, sexo. Todo ello nos siuena ¿o no? Ppor lo tanto es una peli profética que anticipó, cuando el siglo XXI era impensable, mucho de lo que vemos hoy en multitud de planos de esta vida materialista, violenta, bizarra y carente de perspectiva humana.

Película, en fin, sólida, técnicamente impecable, narración intensa y atrayente, con fondo para pensar largo y tendido, gran fotografía del británico Douglas Slocombe, espectáculo a tope y hasta una prominente música que incluye el adagio de Albinoni o la partitura de Pyotr Ilyich Tchaikovsky.

Ciencia ficción con mensaje e incluso en muchos aspectos, obra premonitoria.
Kikivall
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8
30 de enero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Central Cinema, emblemático cine de El Puerto de Santa María, en los días de su estreno. Caminaba yo arriba abajo calle Ganado y al llegar a la puerta, me paré, vi el título, la cartelera y sin dudarlo me metí en la sala. Iba solo, como tantas veces –me gustaba-, a ver esta película. A la salida estaba encantado: ¡menudo peliculón!

Ocurría esto en mi juventud primera y ya había leído yo la novela homónima, novela autobiográfica de Henri Charrière, apodado Paillón por un tatuaje que lleva en su pecho en forma de mariposa. Charrière era, al parecer, un convicto que en realidad era inocente. La novela me entretuvo muchísimo y disfruté de ella. Estaba bien escrita y era un canto a la superación personal en pos de la legítima libertad, la de un hombre inocente que había pasado lo indecible y estaba al borde de lo tolerable, tras mucho presidio en cárceles inhabitables e inhumanas de las que se fugaba a cada tanto.

En aquellos entonces ya conocía al director Franklin J. Schaffner de otras meritorias películas suyas como “El planeta de los simios” (1968), “Patton” (197) o “Nicolás y Alejandra” (1971). Y “Papillón” estuvo a la altura o más de estos precedentes. Excelente dirección, lo cual, unido a un genial y sutil guión nada menos que del ‘perseguido’ y superlativo Dalton Trumbo, junto a Lorenzo Semple Jr., adaptación de la mencionada novela dio lugar a una cinta en la que se puede encontrar drama, emoción, aventura, canto a la amistad y a la manumisión, ritmo increscendo y una banda sonora de las muy buenas de Jerry Goldsmith (Oscar en aquel año a la BSO) y una brillante fotografía de Fred J. Koenekamp, que sabe encontrar los tonos para cada escena o momento.

A todo esto hay que unir unas interpretaciones de auténtico lujo, con actores de excelencia entre los cuales destaco al mismísimo Steve McQueen que ya quedó en mi retina como la imagen del Paillón por antonomasia; y un Dustin Hoffman clamoroso, el gran amigo, brillante. El resto del reparto de gran nivel; destaco a Robert Deman y Bill Mumy.

La conclusión es que los 150 minutos de cinta se quedaban cortos pues es una obra trepidante, cargada de tensión, de emociones y de sentimientos elevados; diálogos estupendos, encuadres y exteriores de gran belleza, todo lo cual concluye en uno de los mejores dramas carcelarios de la historia del cine, con un final clamoroso por cierto.

El film no fue valorado en su justa medida, pero era como que a Schaffner ya se le había pasado su momento de gloria. Pero su película pasará, como otras suyas, a los anales del cine de calidad.
Kikivall
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