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Críticas de pablo garcia del pino
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Críticas 47
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
19 de noviembre de 2007
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera y única aventura europea del gran Howard Hawks. Rocambolesca recreación del sueño faraónico que movió al críptico Keops a construir la gran Pirámide. Tiene ese cierto encanto turbulento que posee Hawks. Obsesiones, misterios, magnificencias y una especie de delirium tremens frente a los encantos juveniles de Joan Collins. Un mundo inventado, pero creíble. La construcción de la Gran Pirámide impecablemente diseccionada. Todos los personajes, incluido el faraón, se convierten en víctimas de su propia historia. ¿Pudo ser? ¡Jamás lo sabremos! Pero siempre es positiva la revisión de los acontecimientos históricos en manos de talentos como el de este magnífico directorde "westerns" y "thrillers". No es un film grandioso, pero el espectáculo, pese a extrapolar la verdad histórica, palpable merced al monumento funerario del que se hace eco, se goza a tope.
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
38 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que este gran film de Juan Antonio Bardem es deudor de "Cronaca d'un amore" del maestro Antonioni, nadie lo pone en duda. Pero Bardem lo mejora: es muy superior a su predecesora. Sorprendió en Cannes en 1955 y se llevó el premio. Pese a retratar una época, puede ser muy bien una película intemporal, puesto que el detonante moral, el egoísmo de las altas burguesías sociales, y las crisis de conciencia, permanecen en el tiempo de los hombres, hoy lo mismo que ayer. "Muerte de un ciclista" tiene ese aura de un cine que, precedido de tanta rancia y folklórica frustración en la deprimente España de posguerra, madura por primera vez y se hace adulto. El ojo de Bardem recorre ese Madrid grisáceo, de húmedos adoquinados, sus barrios empobrecidos, y esos aledaños paisajes desolados, con la misma fuerza que un entusiasta del thriller. Pero es más que eso. La película es como un documento precioso de esas interioridades arruinadas por una repugnante guerra civil, que daría larga vida a las nuevas miserias éticas de sus vencedores. Sus capas sociales son atarugadas, vomitativas (y hasta criminales inconfesas). Closas las aguanta hasta en el Noticiario Cinematográfico, y ha de contener sus náuseas. Su beatería y sus fiestas benéficas ("¡para los niños pobres, para los niños tontos!" exclama irónica y burlonamente una reaccionaria e insoportable amiga de la Bosé) son como una parábola de aquella putrefacta sociedad adinerada y, por supuesto, adicta al régimen franquista. Alberto Closas demostró su gran categoría de actor. Su carrera (¡a la fuerza ahorcan!) tomó un rumbo equivocado al dedicarse a la comedia. A Lucía Bosé (exquisitamente doblada por Elsa Fábregas) Bardem la cuida, la mima. Está mejorada, muy superior a su etapa italiana. Guapísima y excelente como actriz. Se la tuvieron que cargar al final, no por conservadora egocéntrica y asesina, ¡sino por adúltera!. ¡Las "moralinas alcanforadas" de la censura eclesiástica no perdonaban!, aunque, en lo que respecta a la parte estatal, se despistaron un tanto con la huelga estudiantil. Carlos Casaravilla (en su mejor papel) es el Pepito Grillo perfecto, un aldabonazo necesario, aunque inútil, a la conciencia de aquellas capas pestilentes. El apogeo de miradas, de dudas, miedos y enfrentamientos, en el tiberio que se organiza en el "tablao flamenco", es electrizante, ¡genial!; una traducción definitiva de las crisis de sus personajes que, por un momento, parece que van a destrozarse los unos a los otros. Bardem fue valiente, polémico. Y su llamada, ¡apremiante!, a que Europa se solidarizara con el buen cine que podía hacerse en nuestro país, aún nos conmueve y admira. Fue un estilista prestigioso e inolvidable. "Muerte de un ciclista" será tan eterna y perfecta como cualquier monumento indeleble al paso del tiempo.
pablo garcia del pino
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9
19 de noviembre de 2007
13 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque nos pareciera mentira, en aquella lejana Rusia (tan traída y llevada a colación en nuestros memoriales historicidas, con su comunismo extremista, el sumo respeto que nos imponía nombrar la terrible revolución bolchevique, la masacre perpetrada contra la familia del Zar Nicolas, y todos aquellos nombres que luego se ligaron al tremebundismo que corroía las mentes europeas: Trotsky, Lenin, Stalin...) sus habitantes también tenían un huequecito para sufrir (además de los quebraderos de cabeza que conllevara una política dictatorial de izquierdas) los mismos problemas que el resto de los habitantes de este planeta. Nos lo hizo saber Nikita Mikhalkov en su oscarizada "Quemado por el sol". Después del Oscar, este "maestro ruso" tenía que agarrarse como fuera a la primera zarza ardiente que se le pusiera por delante, pues el premio de Hollywood exigía de él un gran do de pecho. Retrocedería, por tanto, en el tiempo, panavisionaría magistralmente su hermoso país, y nos narraría con ironía, acidez, rabia y garra, una especie de epopeya a lo "Doctor Zhivago", que a más de uno nos dejó patidifusos. En efecto, este "Barbero de Siberia" acaba irremediablemente arrebatándonos. Aquella Rusia Zarista de finales del siglo XIX, en la que ya se intuían los múltiples peligros de las inminentes revueltas obreras y las intrigas que desencadenarían, tras la I Guerra Mundial, la colosal Revolución Proletaria, nos viene servida también por un fascinante relato de amor en una época en la que era muy difícil defender posturas y destripar entrañas.
El film es una epopeya, pero tiene también algún toquecito blando, que amortigua el duro tono militar, y que luego habrá de desembocar en el tono lastimero, ilustrativo, deslumbrante, de un país y unas gentes que sufrieron todo lo que hay que sufrir (miseria, intolerancia, deportaciones en masa) hasta testimoniar, años después, con la confianza de su audaz determinación coyuntural y corporativa, un nuevo orden vivencial y político que asombraría y haría temblar a Europa. El film sufrió muchos recortes por su larga duración, pero con lo que nos quedó, nos damos por satisfechos. Obra maestra del gran Mikhalkov. Oleg Menchikov, galán preferido de Nikita, ¡sensacional en el amor y en la desgracia! ¡Siberia al colorista viento otoñal! Y Julia Ormond, exquisita Jane, se pierde más allá de la tundra, mientras el "barbero" André Tolstoi cierra los ojos al fantasma enamorado que se aleja para siempre. "Zhivago y Lara" Todo vuelve a ser magistral.
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
9 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
John Huston, elige "La noche de la iguana" (una de las mejores obras de Tenessee Williams). Y al tiempo que nos dicta su "público mesianismo" con tan majestuoso film, se provee del placer del privado. En cuanto al mundo físico del film haré hincapié en que es una religión a punta de lanza, una reflexión más que un sentimiento, un culto solemne, reglamentado y matemático al universo moral en movimiento de cierta clase muy especial de seres humanos. Es muy difícil domar a la fiera que todos llevamos dentro, porque, afortunadamente, existen los desequilibrios de la sangre.
De la mala vida de sus personajes habría mucho que hablar. Y así uno se pasma ante ese maduro "angry man" que es Richard Burton (y que ya fue el "young angry" por excelencia), y todas sus imperfecciones contagiosas. Es mucho mejor el orden de su universo hecho de carne y hueso, que las absurdas crisis religiosas de esa alma inexistente. Que las facultades interpretativas de Burton alcanzan en esta película su más alta cota, ¡ahí queda para regocijo de todos! Es gigantesco, parece un sietemesino enloquecido que estremece y enamora a todas las señoras y señoritas (menos a la lésbica "teacher") que inflaman esa desaforada noche de Mr. Tenessee. Y cuando Ava Gardner aparece con su poncho mejicano, por primera vez, entre el follaje exótico y ardiente del caribeño Méjico, aprendemos de repente lo que pueden significar los símbolos. Es aquel "osito de miel" de "Mogambo", más madura, pero una divinidad en toda la extensión de la palabra. Y que, tras haber enterrado al orejazas del Gable, haya alcanzado un nuevo orden de majestuosidad hollywoodense (yo creo que nos grita a todos en la cara que era ella mucha mujer para tanto medio hombre como la rondara en sus tiempos juveniles) Y en su nueva supremacía domiciliaria de Puerto Vallarta el único que tiene cabida ahora es Mr. Burton, y los dos "morenitos zumbones" que le bailan (y alegran) sus noches playeras. Deborah Kerr, nunca desairada, y siempre exquisita, semeja también haber enviudado del Grant de "Tu y yo", y presentándose por allí con su abuelo poeta (que parece de otro planeta), y con su optimismo, su hermosura y su grandeza, se sobrepone a todo suceso por muy aciago que éste sea. Fue tanto su talento, que parece que nunca tuvimos bastante (¡cuánto merecido premio pasó de largo ante esta selecta actriz!).
Y para guinda final, como un homenaje al gran Stanley Kubrick, la juvenil y meteórica Sue Lyon (que ya malogró los deseos de James Mason) repite su "Lolita", y pone de nuevo en peligro el imperioso estupro que llenara de recelos punzantes a la hipócrita comunidad de feligreses que el morrocotudo reverendo Lawrence Shannon-Burton puso a parir al principio del film. La lésbica profesora (magnífica Grayson Hall) tampoco se lo perdonaría nunca. ¡Pues, al infierno con tanto carca! ¡¡Aviso!!: ¡tan sólo se puede saborear en inglés! En otro idioma, por muy bien doblada que esté, no deja de ser una aberración.
pablo garcia del pino
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10
19 de noviembre de 2007
12 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Furtivos" se enclava en esa España dictatorial por la que pululan sus ostentosos arquetipos de funcionarios públicos o ministeriales, siempre ajustados a las buenas practicas morales y económicas, con sus apóstrofes de despecho a todo lo que no se aviniese a los puntos esenciales del dogma político imperante (súbditos fieles, aprovechados, y ridículos del arbitrario monstruo estatal, y que tan sabiamente patentiza el mismo Borau con su interpretación). Sigue luego todo ese submundo, ciudadano y, naturalmente, rural, con sus títeres, cargados de matices desvalidos, egocéntricos e ignorantes, y que jamás podrán ver más allá de sus necesidades físicas urgentes (ya sean incestuosas, por parte de una madre anuladora, posesiva y grosera, ya sean sexuales -como las del estupendo protagonista, que además se dedica a la caza furtiva-), y que, casi incorrupto, tras hallarse poseído por los reproductivos venenos reivindicadores de la autora de sus días (auténtico y siniestro adefesio, sublimemente encarnado por una Lola Gaos anoréxica y aguardentosa), se ve necesitado de un remedio rápido en cuanto a sexo se refiere (la oportuna aparición de la "pecadora" fugitiva -una "Mauricia la dura" galdosiana- del correccional femenino). Este film único e irrepetible, ofrenda un trasiego de pasiones esperpénticamente "espermatozoarias", más allá de toda la simbología entinieblada de un mundo físico, cuya moralidad posee las sacudidas regulares y matemáticas de todas las pasiones habidas y por haber. En "Furtivos" cuajan todas las frustraciones esquizoides de los humanos (una madre terrible que es arrancada de su cama paritoria por ese hijo que muerde al fin "con saña" tan insoportable cordón umbilical como el que lo une a ella; un asesinato al que no asistiremos, pero que claramente intuímos que va a ser perpetrado en la persona de la odiada intrusa que satisface las apetencias sexuales del vástago, y un final tan tremebundo -¡Pascual Duarte late por ahí!- como puedan ser esa madre y ese hijo), y siempre a medida de unos personajes que no desmayan jamás ante ese tiempo que cada uno se marca para sus necesidades. Las miserias humanas no son nunca un espectáculo gratificante, pero todos estamos hechos de ellas. Y el motor Borau las dosifica sabiamente. Se puede gozar de interpretaciones magníficas como las de Ovidi Montllor y Alicia Sánchez (cuyos acentos fueron forzosamente doblados). Y hasta reconciliarse con el desvalido infortunio miserabilista (en el film; y más tarde en su vida real) que mueven los actos criminales de aquella actriz portentosa que fue Lola Gaos. "Furtivos" rezuma genialidad, y lo único que podemos lamentar es que José Luís Borau parezca haber detenido la maquinaria perfecta de su cinematografía. ¡Hubiésemos querido mucho, pero que mucho más!
pablo garcia del pino
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