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Voto de Chagolate con churros:
5
Drama Es la época de la unificación de Italia en torno al Piamonte, cuyo artífice fue Cavour. La acción se desarrolla en Palermo y los protagonistas son Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster), y su familia, cuya vida se ve alterada tras la invasión de Sicilia por las tropas de Garibaldi (1860). Para alejarse de los disturbios, la familia se refugia en la casa de campo que posee en Donnafugata en compañía del joven Tancredi (Alain ... [+]
10 de enero de 2008
50 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llevaba quince minutos de película y tuve que apretar el stop. Me acerqué al ordenador y me empapé un poco de la historia reciente de Italia. Cualquiera de nosotros podríamos dar casi una cátedra sobre la historia de EEUU, podríamos manejarnos sobre algo de Francia y quizá, recordáramos algo sobre los reyes españoles más allá de los Católicos y Carlos I (por mi afán de ganar al Trivial un día intenté aprenderme la cronología de los reyes españoles, pero mi escueta memoria sólo los retuvo un breve periodo de tiempo). Ahora, pregunten por la historia de Italia y pocos serán los que sepan algo. Eso es lo que tiene el cine. Muchos dirán que es sólo divertimiento, pero gracias a ello, más o menos todos podemos hablar de la dichosita guerra civil americana.

Visconti me estaba contando una cosa que no entendía. Así que ahí estaba yo, leyendo quien era Garibaldi, Cavour, como se hizo la unificación y todo eso. Pero chicos, ni así. Ni así he conseguido que este galimatías me entrara. “El Gatopardo” es un coñazo tremendo. Es un largísimo paseo por los palacios, es una fiesta interminable de alta sociedad, es un conjunto de escotes asfixiantes, de palabras vertidas a la nada, de ridículos bailes de salón y eternas escenas más largas que un día sin pan.

Todo me parece falso, buscado. No existe nada de naturalidad es esta película. Ni siquiera el gran Burt Lancaster, cuyas palabras susurradas al viento me producían jaqueca. Ni ese desparpajo de Alain Deloin o la belleza de la Cardinale consiguen superar la agonía de tres horas larguísimas en la que no cuenta nada interesante.

La última fiesta es un tormento, larguísima, aburrida y lenta. Sólo para ver caer una gota de agua del ojo de Lancaster… otra escena postiza que no me creo.

Para muchos esto será una obra de arte, para mí es todo artificioso.
Chagolate con churros
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