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España España · Barcelona
Voto de alex:
10
Drama. Romance Vittoria (Monica Vitti), tras una acalorada discusión, decide romper con su novio Riccardo (Francisco Rabal). Mientras disfruta de su libertad en compañía de su madre, conoce a Piero (Alain Delon), un joven y atractivo corredor de bolsa, un seductor arrogante con el que mantiene un apasionado romance. (FILMAFFINITY)
27 de noviembre de 2006
149 de 165 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta difícil de racionalizar, pero esta película tiene la capacidad para pulsar resortes olvidados, o quizá nunca reconocidos, de nuestra sensibilidad. A mi, por lo menos, me descubrió secretas conexiones entre el hombre y sus pasiones con ciertas dimensiones del espacio y en parte, del tiempo.

Hay que resaltar la espléndida fotografía (de Gianni de Venanzo, muerto prematuramente algunos años después de su trabajo en esta película), los sugerentes escenarios, así como el encanto y gravedad que transmiten Monica Vitti y Alain Delon en la cumbre de su apostura juvenil. También el tono metafísico que progresivamente va adquiriendo la narración, en lo que a la postre es una nueva vuelta de tuerca en las temáticas habituales en el cine de Antonioni (la incomunicación, la fragilidad de las relaciones humanas, la alienación del hombre en el mundo moderno).

Tal es así que ciertos elementos escenográficos (como un fantasmagórico edificio en construcción o una astilla de madera) empiezan siendo, como en cualquier película convencional, meros decorados o anecdóticos elementos de atrezzo, pero acaban convertidos finalmente en verdaderos protagonistas de la narración, hasta el punto que los -hasta entonces- protagonistas de carne y hueso acaban por desaparecer del espacio de sus encuentros.

Con lo que el escenario se revela finalmente como más “real” y significativo que los propios personajes. Tal es la estratagema que nos propone Antonioni con el fin de poner de relieve la fragilidad de estos, así como la contradictoria fugacidad de los sentimientos que los animan. Es como si la materia inerte, huérfana de conexión con sus antiguos habitantes, adquiriera de pronto una cualidad extraña e independiente, siendo sus desoladas formas signos telúricos capaces de remitirnos a la áspera situación anímica de los protagonistas.

Esta usurpación deviene finalmente una metáfora inquietante de la fugacidad de la vida humana. Porque las pasiones juveniles, los bellos gestos, risas, y miradas, por muy maravillosos que nos hayan parecido, están condenados a desaparecer y a perderse en el olvido. ¿Y qué es lo que queda entonces, al final? Prácticamente nada. Solo un borroso y melancólico recuerdo flotando en los ahora desolados espacios, testigos silenciosos del eterno –y quizá intrascendente a la postre- drama del devenir humano.

Pero como otras grandes obras de arte, esta película está abierta a múltiples significados. Quizá sería mejor limitarse a dejarse embriagar por la impronta que sus imágenes hipnóticas producen en nuestros sentidos. Esas miradas ambiguas de los protagonistas después de haber cruzado el paso de peatones. Las cortinas de cáñamo cubriendo el silencioso edificio convertido en extraño y fantasmagórico tótem. O la astilla de madera, otrora tocada por una mano ilusionada, y ahora flotando a la deriva en el agua que fluye inexorablemente hacia la alcantarilla.
alex
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