Barridos por la marea es una extrañísima, repito, extrañísima cinta, que no es, desde luego una buena película, pero tampoco ese bodrio aireado a los cuatro vientos en el momento de su estreno. ¿Qué es Barridos por la marea? ¿Es una comedia absurda? ¿Es una comedia romántica? ¿Es una película de aventuras? ¿Es una crítica a los sistemas políticos? ¿Es un duro y triste drama romántico? ¿Es un anuncio de una agencia de viajes? ¿Es una versión psicotrópica de Seis días y Siete noches? No seré yo quien responda a esta preguntas porque, sinceramente, no tengo la menor idea, lo cual tampoco es algo soprendente, ya que, al cotrario de lo que se dijo entonces, Guy Ritchie deja bien claro que la película es suya, tanto en la descripción de personajes como en determinadas situaciones, incomprensiblemente tachadas de ridículas y vergonzantes en este caso (las primeras escenas en el barco, desconcertantes cuanto menos) por los mismos que alaban sus trabajos en Lock and Stock o Snatch.
Barridos por la marea es pues un filme que navega a medio paso entre el entretenimiento y el absurdo, si es cierto que su guión en ocasiones roza lo ridículo (su descripción del comunismo y el capitalismo es bochornosa, así como la de los personajes secundarios), pero también es absurdo atacar a la película sólo porque su estrella principal es Madonna, en un papel francamente desagradable, pero divertido, si se sabe ver como una parodia de si misma.
Al verla se puede optar por esa vía, o vien por la de disfrutar de su extraño humor, de esos atrevimientos que podemos ver en la isla entre los dos protagonistas, de su buen ritmo y de los parajes y y de Maddona y Adriano Giannini, que exalan belleza y química.