Sinfonía de luz y color, drama y suspense. Básicamente la historia del pingüino Emperador va de amor y lealtad, hasta el punto de que cualquier error de sincronización, o un fatal accidente, supone la muerte de quienes (padre e hijo) se mantienen a la espera. Es muy posible que la mayoría de los seres humanos seamos incapaces de llevar los lazos afectivos hasta un extremo semejante.

Cuando el Cineclub El Gallinero programó, a la puerta de las navidades del 2005, esta película documental, contó con un inesperado éxito y con el aplauso de muchos niños que se sintieron atraídos por el azaroso episodio de estas elegantes y románticas parejas antárticas y su único huevo, que eclosiona, tras ser incubado por el padre durante más de dos meses, a temperaturas extremas (entre -20º y -40º). Cuando esto acaece, la madre aún está por llegar de su viaje nutricional para salvar de la inanición a quienes llevan tanto tiempo sin comer.

Tres lustros después de su estreno volví, con mi nieta, en otra noche navideña, a las impresionantes tierras heladas y a las aguas vírgenes que guardan el maná de las ballenas y el de estos simpáticos mocetes de 1,20 de altura, entre 20 y 45 kilos, capaces de vivir hasta 50 años, y que cambiaron el vuelo por el deslizamiento. Se llama krill el super-alimento, básico para que el milagro de la vida siga sucediendo año tras año, desde eras inmemoriales, sin producir un solo rasguño en la naturaleza; a la que, no obstante, el ser humano comienza a aproximarse de manera peligrosa. ¡Y les llaman, a ellos, pájaros bobos!, supuestamente por su torpeza. ¿Qué calificativo, o descalificación, merecemos los llamados inteligentes?