El rincón solitario al que un día quiere llegar Steele, lejos de cuanto no le gusta, sólo con aquello que quiere y tras un cuidadoso limado de aquello que sobra en su propia persona, parece no estar tan lejos a pesar de la absurda incapacidad, ¿transitoria?, que a todos nos atenaza. Efectivamente es un lugar común el que compartimos con este inconformista y violento guionista (Humphrey Bogart) que Nicholas Ray dibuja con buen pulso, cámara en ristre. Como él, somos víctimas de lo que otros llaman éxitos, y los errores se pegan a nuestras vidas, como garrapatas que acabamos confundiendo con sempiternas verrugas.

¿Puede cambiar alguien que ha vivido cuarenta años consigo mismo? ¿Puede un escritor matar para alimentar la inspiración? ¿Será sincero alguien que inventa verdades?.........Las preguntas que el tortuoso realizador americano hace girar ante el espectador; sumadas a las que torturan al protagonista, a sus pocos amigos y a la mujer que habrá de acompañarle fuera del agusanado mundo en el que vive, convierten a los mirones en partícipes de la historia y nos incorporan al carrusel de los sueños muertos.

Además de hacer cine para enmarcar, el ilustre tuerto gustaba de incorporar brochazos de existencialismo en su obra, esa "rara manía" de algunos cineastas europeos, según algunos productores, tan contraproducente sobre todo cuando las pinceladas se daban cerca del final.