Es conocido que la gente en general está más dispuesta a poner los cuernos que a que se los pongan. Esto hace olvidar muchas veces que si hay infidelidad es porque hay infidelizado. Esto es un juego de suma cero.

El hábil guión de esta película también se basa en mantener equilibrios, seguramente más allá de lo que me haya percatado. De entrada, es la historia de un rombo amoroso (sin demasiado amor, todo sea dicho) donde dos vértices entran en territorio prohibido. Los dos disfrutan de una posición favorable en un eje, pero desfavorable en otro. Una es mujer (situación desfavorable) judía (favorable), otro es hombre (favorable) palestino (desfavorable).

A medida que transcurre la historia, los otros dos vértices, que sí están en posiciones doblemente opuestas, de algún modo ascenderán y descenderán manteniendo cierto equilibro. Lo que empezó como una tragedia shakesperiana se transforma en un fábula de empoderamiento. Recompensas y castigos, físicos y morales, que también mantienen la balanza.

Aparte de todo estos juegos, el vestuario de Sarah me ha impactado, ¿así está la moda femenina en Israel?

En suma, el todo es mayor que las partes y arroja un resultado positivo. Lo que parece bastante claro es que nadie habrá salido del cine con ganas de ponerle los cuernos a nadie.

Gustará a: feministas, Shin Bet, fabricantes de móviles
No gustará a: adúlteros, Inteligencia palestina, manos