Que os voy a decir de Frankenstein, arquetipo del "¡has jugado a ser Dios!" con incalculable impacto cultural. Esta peli de 1931 es aún la más, si no conocida, influyente adaptación del clásico de Mary Shelley, que por cierto en los créditos sale como "Mrs. Percy Bysshe Shelley" para solaz patriarcal. Créditos donde aparece Carl Laemmle por todos lados, signo de una época donde el productor era considerado el autor de la película. Vano intento pues hoy en día la peli se asocia Boris Karloff y James Whale.

La peli, con 90 años ya, tiene unos diálogos que son más campy que otra cosa. Mi frase favorita es "Este cerebro es inservible... debemos encontrar otro cerebro!", útil para muchos debates políticos. Pero la flojeza e irrisoriedad de trama y diálogos se ve más que compensada por unas composiciones visuales góticas expresionistas magistrales y algunos momentos de genialidad como la estampa de Elizabeth en la cama tras ser atacada por el Monstruo, pone una cara que no sabe uno qué pensar. Por no hablar del montaje de ciertas escenas ultramíticas como la revelación del Monstruo, el encuentro con la niña o la persecución/linchamiento. Y, vital para el éxito de la película, la caracterización e interpretación de Boris Karloff es tan buena que aún no se ha superado (comparar con Drácula del mismo año).

Es curioso que el Frankenstein menos detestable de la película es, a pesar de sus tendencias homicidas, el Monstruo. Tampoco es el más detestable el científico Victor Frankenstein (cambiado su nombre a Henry porque a los productores Victor les poco amigable aunque luego le ponen Victor a un secundario de usar y tirar). Al principio se muestra en modo loco/malvado y luego en modo heroico, en milagrosa transformación que ningún guionista de hoy tendría cullons de llevar a cabo. El verdadero Frankenstein detestable es personaje del padre, el Barón Frankenstein, típico caso de síndrome de Hubris que todo se ha de hacer como él quiere porque es el que manda y encima hay que reírle todas sus lamentable ocurrencias.

Dije curioso porque todo indica que la película, que viene de una obra de teatro que reduce todo el potencial filosófico del libro a una minifábula política y religiosamente correcta, se concibió con la idea contraria, el Barón como pozo de sabiduría y buenos valores, el científico como oveja descarriada que vuelve al redil y el Monstruo como aglomeración de todo lo perverso en la sociedad. Es mérito de James Whale construirla de forma que es una cosa y parece otra, o es otra y parece una. Son estas ambigüedades y múltiples lecturas lo que hacen que una obra perdure en el tiempo.

Gustará a: Cesare Lombroso, valencianos, Ana Torrent
No gustará a: pagafantas, burgomaestres, molineros