El argumento gira en torno a un pueblo japonés cuyos habitantes son maldecidos por una espiral, que arrastra paulatinamente a la población, llevándolos a consecuentes muertes y suicidios, dicho así, puede pintar interesante, pero la base explicativa es inexistente, y el film solo se apoya en su desarrollo onírico y bizarro

Partiendo de esa base y de que el máximo exponente del terror que vamos a presenciar es un tío que se convierte en caracol y una tía a la que se le riza el pelo, poco o nada cabe esperarse de este experimento, el director rellena la película de espirales, espirales que dan auténtico terror, ¿Por qué quien no se ha cagado encima al ver un rollito de pescado? Jeje, con solo decir que lo que más miedo da, es el chico que persigue a la protagonista lo digo todo.

Eso sí, la película me divirtió más que otra cosa, de ahí el 4, por la actuación del padre del protagonista, obsesionado por coleccionar cualquier cosa con forma de las dichosas espirales, hasta el punto de dejar su trabajo por la supuesta afición y por la innovación del tema, aunque resulte fallida.

El final es de lo peorcito que he visto últimamente, mostrando claramente la falta de ideas del salido este de Higuchinsky (un quiero y no puedo seguidor de Lynch, digo yo, vamos) que se ve que no sabía ya ni como acabar. Y con las sensación de que o bien el tío este es muy malo, o de que simplemente nos ha tomado el pelo.