Cuando era un adolescente y hacía alguna trastada que otra mi madre siempre escudriñaba entre mis amistades para saber de donde había salido tamaña perversión. Supongo que casi todas las madres piensan que su hijo es como el buen salvaje de Russeau, buenísimo por naturaleza, y que el mal siempre ha de venir de afuera, o sea las malas compañías. A mi madre nunca se le ocurrió que la mala compañía pudiera ser yo, en fin ya se sabe, amor de madre.

Pues este film haría las delicias de las madres porque les da la razón. El personaje de Rob Lowe, quizá en su mejor papel, es un cabronazo sibilino de mucho cuidado. Y lleva a James Spader a un camino de perdición implacable. Eso sí, no es tan maniquea como a simple vista parece, porque el bueno no lo es tanto.

En fin, muy entretenida y recomendable. Menos a tu madre, que si la ve no te deja tener amigos hasta que entres en un convento.