Hace dos dias que se que este Scott Adkins existe, y me sorprendió ver que una obra de lo que parece un cruce entre Van Damme, Vinnie Jones y Jason Statham, pero con meses sin ducharse, tuviera tan buena crítica. Adkins es el hermano tonto de un mafioso que se dedica al negocio de la estafa. La caga y termina en la cárcel, donde se va endureciendo a medida que le alargan los años de condena.

La verdad es que la caracterización de este actor es notable. Saca a delante un papel quizá con pocos matices pero lleno de rabia y furia, y en eso demuestra oficio. No deja de ser una cinta para su lucimiento exclusivo, aunque he de decir que no estamos ante peleas demasiado perfiladas ni con coreografías de altos vuelos. Más que una exhibición de artes marciales old school, las peleas parecen combates de MMA, donde todo vale y cualquier parte del cuerpo sirve para golpear al oponente. La puesta en escena luce demasiado lustrosa para ser considerada serie B, pero no cabe duda que su espíritu sí lo es.

La trama es tan inverosímil como se podría esperar de un producto de este calibre. En especial la que transcurre en la cárcel, absurda y que recuerda a otros exploit carcelarios. Sin embargo está rodado con brío y con una contundencia que hace que no puedas apartar la vista. Sabes que es cine de explotación, pero las partes dialogadas al menos no recurren ni a tópicos del género de mamporros ni a supuestos ganchos cómicos. Es cruda, salvaje y violenta, un pasatiempo directo al hígado. Para dejar el cerebro sobre la mesita y disfrutar.