¿Acaso no hemos pensado todos en alguna ocasión que estábamos rodeados de imbéciles? Pues esta película nos cuenta eso que a veces las personas normales perciben que pasará con el mundo si los imbéciles siguen con el timón entre sus manos. Un cometa con un potencial destructor masivo se dirige a la Tierra y, pese a las evidencias cintíficas, los gobernantes no dejan de ver más allá de sus narices en lugar de afrontar el problema pensando en el bien común.

Es una sátira tremendamente mordaz sobre el mundo que vivimos. Al contrario que Idiocracy (2006), que aun sin saberlo era un film anticipativo de lo que estaba por llegar, Don't Look Up nos pone frente a la realidad de ahora, llámese pandemia, crisis climática o cualquier otra catástrofe global que se nos ocurra. Estamos inmersos en unas dinámicas cortoplacistas y nadie con un mínimo de poder sacrificará su posición en aras de salvar a millones, ya sea por desconocidos, por extranjeros, por pobres o por votar a quien no deben. La próxima hecatombe llamará a la puerta y esta caterva de majaderos, cuya mayor virtud es tener dinero y poder, se la abrirá de par en par sin hacerse demasiadas preguntas.

Se la acusa de ser demasiado obvia, de buscar un humor no muy inteligente y de apostar por el trazo grueso. Bueno, es su apuesta, es una comedia y este género permite licencias que no tienen por qué gustar a todos. No obstante, admitamos que hay algunos personajes que se pasan de caricaturescos, como el interpretado por Jonah Hill, un actor que parecer ser capar solo de hacer papeles estúpidos. Y aunque seguro que la progresista Meryl Streep disfrutó haciendo de ese trasunto femenino de Donald Trump, también resulta en exceso bufonesco. Mi favorito es el insufrible pero a su modo carismático magnate de la tecnología encarnado por Mark Rylance, cruce malsano entre Steve Jobs y Elon Musk, que tiene a los políticos en un puño gracias a sus donaciones millonarias y se jacta de conocer al personal gracias a sus apps. Quién le hubiera dicho a este actor que terminaría haciendo cine de masas después de revolcarse entre la mugre de Intimacy (2001).

Es cine comercial, pero con la suficiente carga intelectual para no dejar indiferente. Salvo que uno esté en el bando de los imbéciles, entonces todo será indignación y sensación de que le están aludiendo de manera ofensiva, o que le están acusando de algo muy serio. Oiga, quizá es que haya usted elegido el lado equivocado de la historia. Hágaselo mirar.