Irritante producción chilena que añade al menú algunos actores anglófonos. Un grupo de jóvenes viajan al sur de Chile a pasar el tiempo, ya que no parece haber un motivo concreto. Allí, una de ellas, Alicia, empezará a comportarse de manera extraña hasta que todo se desboca.

Dos tercios de película son un completo coñazo, consistente en las interacciones entre los protagonistas, a cual más insufrible. Se lleva la palma el personaje Michael Cera, sintiendo profundamente que no hubiera un Jason Vorhees por la zona que se le llevara por delante. Alicia ya apunta maneras de desequilibrio mental casi desde el principio, mostrándose temerosa, paranoica y dependiente.

Es meritorio el papel de Juno Temple, el único que, al final, no deseas ver arrastrado por el fango. No hay mucha explicación a por qué está así, pero tampoco hace falta buscar motivos a los trastornos mentales. Cuando se desata, se revela la incapacidad del resto del grupo para atenderla, lo que hace que les odies aún más. A quien se le ocurre llevar a una persona en ese estado al quinto infierno. Vaya guión.