Armatoste medieval el que nos trae Ridley Scott y cuyo espoiler podemos leer en Wikipedia, ya que está basado en un hecho real. Dos caballeros medievales, la mujer de uno de ellos y una violación desencadenan un combate a muerte, el último que las leyes medievales francesas permitieron. Lo que hay entre medias es lo menos interesante.

El cuerpo de la película se atasca en ofrecer tres versiones, tres perspectivas distintas de la misma historia. Lo que podría ser algo necesariamente aclaratorio termina convertido en un lastre narrativo, ya que por ello nos vamos a las dos horas y media para un relato que ni mucho menos daba para tanto. Alargar en exceso algo que en hora y media estaba más que ventilado es un enorme pecado, pero que se hace más llevadero gracias a la soberbia puesta en escena. Los amantes de la estética medieval van a a disfrutar con el diseño de producción.

Ignoro si han echado mano de esta historia del medievo francés para dar soporte a una reivindicación alineada con el #MeeToo, o se dieron cuenta después de que podían explotar ese filón. Que la mujer en aquella época era un cero a la izquierda no es ningún secreto, absolutamente sometida al arbitrio masculino. Pero cuesta creer que Marguerit actuara como nos describen, tan resuelta y convencida, como queriendo hacer bandera de la lucha por los derechos de las mujeres. Es la actual una época en la que determinada iconografía cultural se adapta a las tendencias reinantes, lo cual no tiene por qué ser malo, porque consigue hacer a algunos personajes y eventos más entendibles y asimilables por la audiencia del momento. En el caso que nos ocupa, no es que sea molesto, sino que parece forzado, faltó hacerlo más sutil, porque no pega con todo lo demás. O quizá es simplemente que no estamos acostumbrados a que nos introduzcan ese tipo de mensajes en películas como esta, tan masculinas, violentas y viriles.

Al parecer no hay consenso para dilucidar si la violación fue o no tal, habrá que preguntar en el próximo viaje a Francia. Pero lo más raro de todo es que todos sean franceses hablando en inglés. Mel Gibson se la jugó rodando Apocalypto en lengua maya y La Última Tentación de Cristo en laín, hebreo y arameo. Y Ridley Scott no puede rodar en francés una película sobre un hecho histórico acaecido en Francia. Cosas del cine comercial usamericano, cuya mayor apuesta siempre es el espectáculo visual.