Nueva entrega de ese cine de terror moderno que basa su oferta en ritmos parsimoniosos y solemnidad adormecedora. Un joven judío que arrastra un trauma familiar es convencido para velar a un correligionario fallecido según la tradición judía. Durante la noche empezará a percibir señales de que algo le acompaña aparte del muerto.

Lo más destacado es presentar una historia de horror desde el prisma de una tradición distinta a la cristiana, tal y como Under The Shadow hizo en 2016 con el islam. Aquí se trata apariciones y espectros ligados a la tradición y folklore judíos y, bien, anotamos la novedad, pero fuera de eso nos encontramos con una cinta que no hace otra cosa que regalarnos tópicos y momentos susto que maldita la innovación que suponen. Los pasillos oscuros, las lámparas que se encienden y se apagan, la abuela de aspecto siniestro... Nada que no conozcamos ya.

A pesar de lo esforzado de la actuación principal, la verdad es que los minutos transcurren demasiado lentos, y uno resopla ante tanta sobriedad con esta historia sobre la culpa y el remordimiento. Porque no es otra cosa. Si le gustaron films como The Lodge, Relic, The Dark And The Wicked y similares, ahí la tienen, es más de lo mismo. Si ya le empieza a cansar tanta suntuosidad y tanto deleite con planos y escenas eternas mejor ni se acerquen.