No seré yo la que no disfrute de una buena película de acción, por alocada, exagerada e incluso hasta desquiciada que sea. Tienen su encanto. Sin embargo ésta que he visto hoy se pasa de frenada. No sé qué es exactamente lo que tanto me rechina. Posiblemente lo que ya se ha mencionado de que Gerard Butler no es Bruce Willis. Ni Will Smith. Ni Vin Diesel. Ni Schwarzenegger. Ni Stallone. Ni... está bien, ya paro. Que sí, que en 300 estaba resultón, pero un grano no hace granero. Para mi gusto le falta total credibilidad en estos papeles. Bueno, en todos los papeles. Pero no es eso de lo que iba a hablar. Creo que lo que le falla a esta película es la ausencia de humor. Y no llamemos humor al sarcasmo que destila con dificultad el protagonista. Ni que se nos escape la risa al ver el despelote de guion. Este tipo de fantasmadas archipatriotas, megaexcesivas y ultravistosas necesitan siempre el toque de ligereza que nos da la pista de que ni ellos mismos se toman muy en serio. Las grandes películas de acción son así, emoción que se alterna con carcajada. Como Indiana Jones. Como Independence Day, como la Jungla de Cristal, como... Los Mercenarios, si me apuras. Pero aquí estaban todos de lo más serios, como si el argumento tuviera pies ni cabeza. Como si fuera lo más normal secuestrar la Casa Blanca. Y mira, no. Si algo nos enseñó el 11S es lo fácil que es poner de rodillas a la primera potencia mundial (con permiso de China). Pero fue fácil en el sentido más absurdo del término, yendo a lo basto. En esta película rizan el rizo de lo imposible aderezándolo con lo ilógico y lo ridículo. Y entonces ya no te crees nada.