Dígase enseguida que el juicio sobre la película debe ajustarse a los requerimientos de su contexto fílmico puesto que nos hallamos ante una producción para la pantalla y no ante un ensayo.

Desde el punto de vista formal la película posee el marchamo de la excelencia y hay que destacar el mérito de su mirada crítica en lo que se refiere al contenido.
El guión de B. Dessner es un ejemplo de pulcritud conceptual y la dirección, a cargo de F. Meirelles, conduce el argumento por el camino de la persuasión suave y de la sugestión narrativa.
La trama posee profundidad emotiva, perspectiva humana, hace gala de acendrada finura en el tratamiento psicológico de los personajes y se luce en la recreación ambiental de las situaciones.
Las interpretaciones de J. Pryce y de A. Hopkins muestran una altura excepcional y del concurso de ambos sale ganando el espectador.