Para sentir la sombras de la ciudad adhiriéndose a la piel, imbuirse de su peligro permanente o respirar su humo alcoholizado hay que pagar el precio de la entrada y ver la película de principio a fin.
El peso de la soledad oprime como enorme losa porque la vida acecha agazapada detrás de cualquier esquina, la oscuridad tiene nombre de sordidez y la tensión acumulada se convierte en grillete herrumbroso.
Cada rostro es una amenaza.

El relato porque posee contundencia, sentido del ritmo, intensidad dramática y una enorme dosis de intriga que se convierte en una magnífica película gracias a un soberbio guión y a una dirección brillante.
Merece recuperarse.

Estupenda participación de C. Heston.